Referéndum sobre los refugiados. ¿Victoria o derrota?

A principios de octubre 8,2 millones de húngaros fueron convocados a votar en un referéndum sobre los refugiados. El complicado texto de la papeleta preguntaba si Hungría, en contra de la voluntad de su parlamento, debería aceptar refugiados si así lo pedía la UE. El gobierno utilizó la petición de la UE de albergar a 1.294 refugiados como una excusa para lanzar una campaña racista explotando viejos y nuevos prejuicios, en un intento de fortalecer su posición interna.

Desde el principio este referéndum se celebró sobre bases legales muy cuestionables. En 2015 el gobierno paralizó un referéndum sobre una central nuclear para salvar un acuerdo con Rusia de 10.000 millones de euros (muy rentable para el círculo dominante); el argumento utilizado fue que no se podían hacer referendos sobre tratados internacionales. El referéndum actual tampoco fue aprobado por una ley y sólo se trataba de una maniobra política.

Aunque el referéndum ha sido un fracaso porque movilizó aproximadamente al 6% del 50% de votantes necesarios para que se convirtiera en ley, según el primer ministro húngaro, Viktor Orbàn, el gobierno ha “ganado” tanto en el frente interno como en el internacional. Pero sólo es una visión parcial de la historia.

Prácticamente, todos los que participaron votaron a favor del gobierno y, por tanto, contra la UE. Durante la campaña el gobierno presentó un cuadro de conspiración internacional con base en Bruselas contra la nación húngara. A los refugiados se les llamó “invasores” dispuestos a apoyar un “plan de izquierdas” para ocupar Europa. Explotando el miedo a los ataques terroristas, un ejemplo fue la frase de Orbàn: “cada inmigrante representa un riesgo terrorista”.

El “enfrentamiento” de Orbàn con la UE le confiere el papel de campeón de Hungría y apoyo público. Las críticas a su política por parte de otros gobiernos europeos o de los líderes de la UE sólo confirman esta teoría conspiratoria entre sus seguidores. La participación en el referéndum fue muy baja, aunque un millón de votantes más apoyaron al gobierno de los que votaron por el partido gubernamental Fidész en abril de 2014. Los 55,1 millones de euros de dinero público gastados en esta campaña de odio, miedo y mentiras ayudaron a movilizar el apoyo. El gobierno utilizó más de una cuarta parte de las vallas publicitarias del país para su campaña: “¡No pongas el futuro de Hungría en riesgo!” Lo irónico es que Orbàn pasa por alto que el futuro de Hungría corre más riesgo por la caída constante de la población (menos de 10 millones en 2011 por primera vez desde 1960). En los últimos años la mano de obra potencial ha caído anualmente entre 40.000 y 50.000 personas.

A Orbàn no le importa demasiado que no le apoyen sectores importantes de la población o que la mayoría odie al gobierno corrupto, pues esa mayoría apenas está organizada políticamente. No existe una fuerza real que desafíe al Fidész. Esto le permite presentarse como vencedor cuando, en realidad, su base social es débil y su gobierno se basa en la ausencia de una oposición activa.

La postura de la “oposición”

El partido de “oposición” más importante en este momento es el neofascista Jobbik, que tiene auténticas dificultades para diferenciarse del Fidész en la cuestión de los refugiados. No hay mucho más que puedas exigir para detener a los refugiados si el gobierno ya ha construido una valla fronteriza, asegurada con policía, ejército, milicias y encarcela a los refugiados que pisan el país acusados de “cruzar ilegalmente la frontera”. Así que Jobbik no tenía mucho que ganar o perder en este referéndum. Mientras muchos de sus votantes de 2014 probablemente votaron Sí, Jobbik condenó el referéndum como un intento “irresponsable” de acrecentar la popularidad del gobierno después de varias derrotas en elecciones parciales.

La oposición democrática burguesa, encabezada por el partido socialdemócrata MSZP, defendió la abstención. Su argumento es que votar Sí sólo serviría para legitimar la maniobra “ilegal” de Orbàn. Después del resultado del fracasado referéndum anunciaron que ellos han ganado porque la mayoría de la población se ha abstenido. En el referéndum sobre la pertenencia a la UE de 2003, de más calado y polarizado, sólo hubo un 45,6% de participación (el 50% mínimo requerido para que el resultado del referéndum se convierta en ley lo introdujo el gobierno del Fidèsz para dificultar la injerencia en sus políticas). Todos los referendos celebrados desde la aprobación del 50% no han logrado superar esa barrera.

La campaña de la oposición a favor de la abstención no se basaba en una posición firme y no presentaba una alternativa clara. La oposición burguesa temía perder apoyo si hacía campaña a favor de los refugiados o del voto pro UE. Después de años de no ofrecer ninguna alternativa al racismo del Fidész y compañía, muchos de sus votantes apoyan las ideas racistas, incluso aunque con frecuencia menosprecien al gobierno. Denunciando el referéndum como “ilegal” la oposición tomó el camino más fácil. Su motivación principal fue la cobardía política. Es una exageración decir que la elevada abstención representa el triunfo de la oposición, aunque sí muestra los límites de la base de apoyo a Fisdèsz

Efectos internacionales

El triunfo de Orbàn en la esfera interna tiene repercusiones internacionales. Cuando muchos de los líderes europeos y políticos liberales en muchos países de la UE atacaron a Hungría por las medidas contra los refugiados excesivamente estrictas de 2015, otros se pusieron al lado de Orbàn. Desde entonces, entre la elite dominante ha crecido el apoyo a reforzar la “fortificación de Europa”. Incluso países que oficialmente denuncian a Hungría como “bárbaro” o cosas peores, están a favor del acuerdo sobre refugiados de la UE con Turquía. Este acuerdo impide por la fuerza que los refugiados entren a Europa, algo muy similar a la política húngara que comenzó a principios de año. Aquellos que hipócritamente aún se “oponen” a Orbàn también sufren la presión del aumento de los partidos de extrema derecha en la UE. En Austria, por ejemplo, el canciller Kern intenta ganar apoyos criticando la política húngara de refugiados, mientras su ministro de exteriores (de uno de los partidos socio de la coalición de gobierno) se declara abiertamente admirador de ella. Esta “división del trabajo” está diseñada para mantener a liberales y a la derecha detrás del gobierno austriaco, como ocurre en Alemania con Merkel y su homólogo bávaro Seehofer.

En retrospectiva, parece que para muchos comentaristas “el plan Merkel” para tratar la crisis de refugiados ha demostrado ser una equivocación mientras que Orbàn tenía la razón. Lo que no dicen estos comentaristas es que Hungría cerró sus fronteras en connivencia con los intereses del gobierno alemán, que se sentía feliz mientras que otro estado de la UE jugaba el papel de “villano”. Tan pronto como pudieron, el gobierno alemán y la UE siguieron a Orbàn por el camino de resistirse a la entrada de refugiados usando la política y los soldados, no sólo en sus fronteras, también en el Mediterráneo, y apoyándose en varias dictaduras africanas y en Turquía. Una parte fundamental de esta disputa sobre la política de refugiados entre los miembros de la UE es sólo una maniobra populista, porque los gobiernos de la UE básicamente están de acuerdo en sus medidas racistas y criminales.

En los últimos años el gobierno húngaro tuvo conflictos con otros estados miembros. La UE limitó su crítica a Hungría a cuestiones de derechos sindicales y libertad de prensa, reprendió verbalmente los ataques de Orbàn a los bancos y empresas europeas. El gobierno húngaro respondió a la presión de la UE recurriendo a la ayuda de otras potencias, como Rusia y China. Los capitalistas europeos temen perder su influencia sobre Hungría si insisten demasiado en las leyes de la “libre competencia” de la UE. Con la crisis del referéndum británico sobre el Brexit, los pequeños estados miembros podrían intentar aumentar su influencia en la UE recurriendo abiertamente a la amenaza de una salida de la UE, que es lo que hizo Orbàn en la práctica durante el referéndum sobre los refugiados.

Es necesaria la unidad de acción de los trabajadores para luchar contra las políticas de Orbàn

Sin embargo, la suerte y el éxito que parecen tener Orbàn no oculta que es un gobierno muy inestable. Al Fisdèsz le asusta el estallido de la resistencia de la clase obrera. Mientras las direcciones sindicales húngaras aún vacilan en si organizar una oposición real contra la austeridad, recortes salariales y ataques a los derechos obreros, los trabajadores sí han alcanzado esa fase de comprender la necesidad de movilizarse para resistirse a los ataques. Las últimas luchas en sanidad, transporte público y educación demuestran el potencial que tiene la clase obrera. Cuando se dieron las protestas contra el “impuesto de internet” y las huelgas estudiantiles, la solidaridad de la población con estas luchas fue muy grande, obligando al gobierno a negociar y dar concesiones.

Sólo falta una fuerza capaz de coger esa frustración y rabia acumuladas para utilizarlas y organizar la lucha. Para derribar a Orbàn y acabar con su política es una necesidad urgente tener un partido obrero con un programa socialista. Es también la manera de frenar el avance de Jobbik y debilitarlo. Tanto los refugiados como los romaníes, que también son objetivo del racismo de Fidèsz, no son el enemigo de los trabajadores húngaros sino sus aliados, con la misma necesidad de empleos, salarios decentes y vivienda adecuada. La solidaridad en la lucha es la mejor manera de derrotar la estrategia de “divide y vencerás” de la clase dominante. Un paso en esa dirección sería la convocatoria de una huelga general de 24 horas, para que los trabajadores demuestren su poder.

En última instancia, la crítica hipócrita de los liberales europeos o de la oposición burguesa húngara corrupta no es una alternativa a Orbàn, a la UE y la pobreza. Es el movimiento internacional de la clase obrera y una sociedad socialista democrática.


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