Hace más de un año el potente Estado terrorista de Israel masacró durante tres meses Gaza, provocando 1.400 muertos civiles y la destrucción de la mayoría de infraestructuras y gran cantidad de viviendas y terrenos de cultivo. El pretexto aducido fue el lanzamiento de cohetes desde ese territorio. Desde entonces se vive una paz tensa, que, lejos de ser el preludio a una solución del problema palestino, es sólo una fase bajista dentro de una escalada de tensión que sólo puede traer dramas para los palestinos (y, a otro nivel, también para los trabajadores y pobres judíos).

El gobierno judío actual, de derecha y extrema derecha, no esconde sus planes, no simula ningún intento de negociación. Más que nunca, su política es mantener la situación actual (es decir, el control, más directo que indirecto, de Palestina, con el consentimiento o la resignación de la Autoridad Palestina de Al Fatah, en Cisjordania, y del Gobierno de Hamás, en Gaza). A la vez, de forma periódica aumenta la política de represión (bien permitiendo las expulsiones de palestinos de Cisjordania de su propia tierra, bien realizando razzias sobre Gaza), crea poco a poco nuevas situaciones de hecho para que algún día se conviertan en de derecho (colonización de la Jerusalén árabe), y amenaza con la guerra a Siria e Irán.

Violencia en Gaza, Cisjordania y Jerusalén

Esta política se está expresando en estos momentos de diferentes formas:

1. Varios ataques aéreos israelíes sobre Gaza han contestado al lanzamiento de unos treinta cohetes desde Gaza. Uno de estos cohetes mató a un jornalero inmigrante tailandés. Los ataques aéreos han impactado, aparte de en campamentos militares de Ezedin al-Kasem (brazo armado de Hamás), en fábricas y descampados. Tres niños de 2, 4 y 11 años fueron heridos. Al menos en cinco ocasiones los tanques sionistas han penetrado en la franja. Los soldados dispararon contra una manifestación en la frontera, hiriendo a cuatro palestinos desarmados, y deteniendo a veinte manifestantes, entre ellos cuatro niños. También un pescador fue herido de gravedad al ser atacado por la Marina israelí. El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, ha amenazado con repetir la mortífera ofensiva aérea y terrestre de hace más de un año.

2. En Cisjordania cuatro palestinos desarmados fueron abatidos por militares, y una palestina atropellada por un colono. La colonización israelí continúa a marchas forzadas; se restringe el uso de los recursos de la Zona C -el 60% de Cisjordania- para los palestinos, dedicándose ese espacio a asentamientos colonos, áreas militares o zonas tapón; 200 edificios palestinos fueron demolidos en la Zona C en 2009. Pero lo más grave es una nueva orden militar, que considerará infiltrado a todo aquel que no disponga de un permiso de residencia emitido por las autoridades israelíes, castigando cada infiltración con penas de cárcel de hasta siete años y multas cuantiosas. Miles de palestinos pueden ser detenidos o desterrados bajo la arbitrariedad sionista.

3. La judeización de la Jerusalén musulmana y cristiana avanza a pasos gigantescos. La autorización de 1.500 viviendas judías en esa parte de Jerusalén, a la vez que se empuja a la población árabe fuera, es una muestra de determinación. Este plan implica en la práctica cerrar la puerta a retomar las negociaciones de paz.

La colonización de Jerusalén Oriental ha provocado un sonoro enfrentamiento con Obama, que se manifestó públicamente en términos muy duros. El presidente de EEUU le leyó la cartilla a Netanyahu en la propia Casa Blanca, y ante la falta de resultados envió al vicepresidente, Joe Biden, a Tel Aviv. Allí éste fue ostensiblemente humillado por el primer ministro israelí, ya que, al poco de que se reunieran los dos y de que éste último aparentara dar marcha atrás en la construcción de viviendas, el alcalde de Jerusalén anunciaba el inicio de las obras. Esta humillación pública ha polarizado las posiciones en Israel. Todo el sionismo se ha puesto en pie para defender al Gobierno de las presiones del imperialismo USA. Sin embargo, y a pesar de que ninguna organización de la izquierda esté ofreciendo una alternativa, hay indicios de que sectores de la población judía desconfían de ese discurso. Así, una encuesta de otro periódico importante, Yedrot Ahronot, reveló que el 46% defendía la congelación de la construcción de asentamientos en Jerusalén Oriental.

El enfrentamiento
Netanyahu-Obama


¿De dónde viene este enfrentamiento Netanyahu-Obama? ¿Ha cambiado la política USA hacia Israel? No, en absoluto. Defender los intereses del capitalismo de Estados Unidos pasa por apoyarse en regímenes reaccionarios que hacen de policías regionales garantizando su control imperialista. En ese sentido no pueden romper con Israel. Sin embargo, en estos momentos, los intereses de ambas clases dominantes chocan, aunque sólo hasta cierto punto. El plan perfecto del imperialismo USA sería un gran acuerdo entre sionistas y Abu Mazen (con la participación, aquiescencia o aniquilación física de Hamás), para crear algún tipo de Estado palestino controlado económica y militarmente por Israel, que desmoralizara la lucha antiimperialista y diera una base de apoyo mayor al imperialismo, en todo el mundo árabe y musulmán. Esto implicaría compartir una pequeña porción del poder con la burocracia de Al Fatah y el surgimiento de una burguesía palestina, en un proceso similar al que se dio en Sudáfrica con la caída del apartheid.

Pero el sionismo no ve ninguna razón para cambiar de estrategia. La debilidad invita a la agresión y cada paso atrás de la dirigencia palestina (hace poco la Autoridad Palestina sugirió la renuncia a la reivindicación histórica del retorno de los palestinos desterrados, la mayor parte del pueblo palestino) implica, en vez de un acercamiento a un proceso de paz, un envalentonamiento del sionismo. ¿Para qué ceder? Los esporádicos lanzamientos de cohetes no son ninguna amenaza al sionismo, al contrario, lo fortalece ante las masas israelíes.

Los sionistas sólo tienen miedo a una cosa: a que se resquebraje de forma decisiva el consenso nacional. Existe un sector de la población harto de militarismo, también hay sectores de trabajadores sometidos a ataques y recortes, por no hablar de los árabe-israelíes, que son el 20% de la población. Sin embargo, sólo un programa revolucionario, internacionalista, puede ofrecer una meta por la que valga la pena luchar; una federación socialista en toda la zona, que garantice la expropiación de los ricos, el control democrático de los recursos y el derecho de autodeterminación. Ante la ausencia de esa alternativa, la clase dominante israelí podrá tener bastante éxito, luchando contra el malestar social con bravatas patrióticas, oleadas de histerismo anti-árabe, etc. Incluso, en determinados momentos, puede intentar huidas hacia delante (guerras controladas con Siria o Líbano, invasión de Gaza, expulsión masiva de palestinos), aunque a la vez eso contiene peligros (las dos retiradas de Líbano han tenido un coste para la propaganda militarista, la población es reacia a que se envíen soldados fuera de las fronteras).

Obama está resignado a aceptar por la vía de los hechos lo que haga su aliado sionista, ya que un enfrentamiento abierto con su principal aliado en la zona abriría una situación de mayor incertidumbre que tampoco puede permitirse el imperialismo norteamericano. No quiere enfrentarse al lobby sionista interno ni a la reacción republicana. Pero además, no tiene nada que ofrecer al pueblo palestino. La Administración USA tuvo que agachar la cabeza. El general Petraeus y el almirante Mullis, en enero, calificaron la "intransigencia israelí'" de "factor que pone en peligro la posición de Estados Unidos y las vidas de los soldados estadounidenses en la región'"; dos meses después estos militares, miembros del Comando Central y del Estado Mayor Conjunto, fueron obligados a retractarse. El 16 de marzo Hillary Clinton contestó a la humillación sufrida por el vicepresidente en Tel Aviv afirmando: "nuestro compromiso con la seguridad de Israel es absoluto. Existe un estrecho e inquebrantable vínculo entre los Estados Unidos e Israel". La sangre no llegará al río... salvo la de la población palestina (y, también, de los trabajadores judíos), sacrificada en el altar de los intereses imperialistas.
 

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