“Otra batalla para abrir el camino hacia la Venezuela socialista del siglo XXI. Una batalla por seguir siendo una República independiente o volver a ser una colonia norteamericana, una batalla entre la revolución y la contrarrevolución”. Así definía Hugo Chávez ante millares de seguidores la Batalla Miranda, nombre de la campaña para ganar las elecciones presidenciales del 3 de diciembre.

 

La estrategia del imperialismo

La contrarrevolución intenta unirse tras Manuel Rosales, el gobernador reaccionario del Estado Zulia. Esta unión fue impuesta por el imperialismo estadounidense, que en menos de un mes acabó con la división en hasta seis candidaturas distintas y la propuesta de primarias que realizaban distintos grupos opositores e impuso al único candidato que consideran que tiene cierta base social. Rosales es un cacique vinculado a la más rancia oligarquía ganadera del estado Zulia (el estado más poblado del país, fronterizo con Colombia y uno de los principales estados petroleros). Esta oligarquía financia sus redes clientelares así como a los grupos paramilitares colombo-venezolanos.

El imperialismo y la burguesía combinan actualmente todas las formas de lucha: la negociación con los sectores procapitalistas del proceso para frenar la revolución y el sabotaje económico, la campaña internacional de deslegitimación y la búsqueda de puntos de apoyo dentro del aparato estatal, en especial de las Fuerzas Armadas, para una nueva ofensiva. Por el momento, su táctica consiste en intentar movilizar nuevamente a sectores de su base social tradicional de clase media con un discurso demagógico y chovinista (“Chávez regala el dinero del petróleo a Cuba y otros países mientras en Venezuela tenemos problemas”) que se combina con la denuncia hipócrita de las contradicciones internas de la revolución —burocratismo, corrupción, el propio sabotaje que el aparato del Estado y los capitalistas ejercen contra cualquier medida progresista del gobierno bolivariano, etc—. Quieren ver qué posibilidades tienen de penetrar entre los sectores menos conscientes políticamente de las masas. Están reconociendo y preparando el terreno para una nueva ofensiva contrarrevolucionaria.

Todos los sondeos realizados sitúan la diferencia entre los dos candidatos en alrededor de 30 puntos: Chávez 58%, Rosales 28%. Hay varios escenarios posibles, pero sólo uno descartable: que reconozcan que Chávez tiene el apoyo masivo de la población y ha ganado legítimamente. La perspectiva más probable es que busquen cualquier excusa o provocación para justificar una retirada y lanzar una campaña de desestabilización y violencia interna combinada con una ofensiva mediática internacional. Otra variante es iniciar esa misma campaña tras las elecciones, denunciando un fraude y rechazando los resultados.

Sin embargo, la correlación de fuerzas sigue siendo enormemente favorable a la revolución. El sentimiento más extendido entre las masas, la vanguardia e incluso entre sectores de la dirigencia bolivariana situados a la izquierda es que tras reelegir a Chávez el 3 de diciembre la revolución debe girar a la izquierda, deshacerse de las ideas reformistas y depurar a los sectores burocráticos y corruptos que existen dentro del aparato estatal.

La lucha entre reforma y revolución dentro del movimiento bolivariano

La pugna entre reforma o revolución está agudizándose y acercándose al punto crítico. El enfrentamiento entre el alcalde metropolitano de Caracas, Juan Barreto, y el vicepresidente Rangel acerca de la decisión del primero de expropiar los campos de golf del Country Club —un lujoso reducto de la oligarquía caraqueña— para construir viviendas y parques es un anuncio de lo que se avecina. La expropiación anunciada por Barreto, a pesar de su carácter limitado y de que iba acompañada de indemnización, despertó el entusiasmo de las bases revolucionarias y el odio de los capitalistas. La intervención de Rangel, desmarcándose —en nombre de todo el gobierno— de la expropiación y criticando cualquier medida fuera de la legalidad y que atacase la propiedad privada sembró desorientación y perplejidad cuando hacía falta más unidad contra la derecha. Chávez no intervino públicamente en la polémica pero éste y otros debates siguen y se recrudecerán tras el 3-D.

Junto a la amenaza evidente que representa la oposición contrarrevolucionaria, el principal peligro que enfrenta la revolución bolivariana son los sectores burocráticos que se han enquistado en posiciones de poder dentro del aparato estatal. Estos sectores están acumulando privilegios y estrechando vínculos con la burguesía y quieren frenar la revolución. El proceso revolucionario venezolano para no ser derrotado debe acabar con esta burocracia y con capitalismo. Esto significa acometer dos tareas inaplazables. En primer lugar, nacionalizar los medios de producción —empezando por la banca, los monopolios nacionales y multinacionales y los latifundios— bajo control obrero, único modo de implementar un Plan Nacional elaborado mediante la participación democrática del conjunto de la clase obrera y los sectores populares, que solucione problemas como el déficit habitacional, desempleo, economía informal, inseguridad, etc. La otra tarea decisiva es desmantelar la actual estructura estatal y sustituirla por un estado obrero, basado en asambleas de delegados elegibles y revocables en todo momento por Consejos de Trabajadores, de las comunidades, campesinos, etc. Esto debe ir acompañado por la sustitución del actual marco jurídico y leyes capitalistas por una legislación a favor de los trabajadores y los demás explotados que permita avanzar verdaderamente hacia el socialismo.

El papel de la clase obrera

Lo único que puede garantizar el avance de la revolución bolivariana hacia el socialismo es la intervención y organización consciente de las masas y en primer lugar del movimiento obrero. Incluso si Chávez decidiese radicalizar la revolución, si no se basa en el movimiento y la organización independiente de las masas, chocará con la oposición de un sector creciente de la burocracia reformista. En un primer momento, intentarán seguir saboteando cualquier iniciativa revolucionaria (como ya están haciendo) e impedir la participación de las bases, pero más pronto que tarde pasarían a una oposición abierta y a conspirar con la contrarrevolución.

La inmensa mayoría de los jóvenes, los trabajadores y los campesinos están convencidos de que tras las elecciones del 3 de diciembre la revolución dará un nuevo salto adelante y van a luchar por ese objetivo. El principal factor que ha impedido hasta ahora que la voluntad de lucha de la clase obrera muestre todo su potencial y ofrezca un camino al conjunto de las masas para acabar con el capitalismo es que los dirigentes de las distintas corrientes en las que se encuentra dividida la principal organización de la clase obrera venezolana, la UNT, no han sabido ofrecer una alternativa. Chávez denunció hace un año que había más de mil empresas abandonadas o infrautilizadas y llamó a los dirigentes obreros a organizarse para tomarlas pero estos en lugar de organizar la toma masiva de empresas para demandar al Presidente su estatización bajo control obrero se metieron en una guerra por el control de la UNT que ha llevado a la parálisis a la organización. Ahora mismo Chávez ha amenazado con expropiar el principal monopolio de comunicaciones del país, CANTV, y hay sectores que piden la expropiación de la Coca Cola, pero ningún sector de la UNT está ofreciendo una alternativa de clase.

La movilización organizada por distintas fuerzas revolucionarias en Mérida en la que más de 10.000 personas (un número importante para esta ciudad) marcharon por la reelección de Chávez y el socialismo y contra el reformismo y la burocracia muestra el potencial existente. Lo mismo demuestra la ocupación de varias empresas en las últimas semanas y la convicción y disposición de lucha mostrada por los trabajadores en el Encuentro de trabajadores de Empresas Recuperadas organizado por el Frente revolucionario de Trabajadores de Empresas en Cogestión y Ocupadas (FRETECO), impulsado por los marxistas de la CMR. Este mismo entusiasmo puede contagiarse a las decenas de miles de trabajadores organizados en la UNT, que están buscando una alternativa que ponga a la clase obrera al frente de la lucha por el socialismo y contra la burocracia.

Un contexto como el que vive hoy Venezuela abre enormes posibilidades a la intervención de los revolucionarios. Si la vanguardia revolucionaria, particularmente los principales activistas obreros, logra armarse con un método correcto y un programa de transición al socialismo el huracán bolivariano puede transformarse en el huracán que barra definitivamente el capitalismo en Venezuela y abra una nueva página de esperanza.


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