Desde el inicio de la campaña de Trump y aún más desde su llegada a la Presidencia, en nuestro país, un clamor nacional se ha levantado contra su agenda política y económica y, sobre todo, contra el discurso reaccionario que, como Hitler con los judíos, ha encontrado su chivo expiatorio en los inmigrantes y particularmente en los mexicanos, señalándolos como los bad hombres y fuente de todos los males de Estados Unidos. A esto se opone el orgullo nacional y se reciclan toda suerte de fórmulas ideológicas destinadas a sacar a México adelante, pero ¿cuál es la alternativa real que tenemos los trabajadores del país? Pues, cómo se ha marcado hay que hacer frente a Trump pero, como dijera el revolucionario alemán Karl Liebknecht, el enemigo principal está en casa.

Trump ha sido puesto en el gobierno porque representa los intereses de un sector de la clase dominante de Estados Unidos, el más desesperado, por recuperar la otrora preeminencia comercial de ese país. Esto es lo que justifica su discurso, su nacionalismo y el proteccionismo económico. Sin embargo, las medidas proteccionistas de Trump tienen implicaciones tan graves que, de ponerse en práctica, se volverían en su contrario. Una guerra comercial con China y Europa sería inevitable. Las sanciones económicas se multiplicarían, y la paralización de los acuerdos multilaterales como el famoso TTIP (Tratado Transatlántico de Comercio e Inversiones), el TTP (Tratado Transpacífico), o el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), del que Trump ha dicho que retirará a Estados Unidos a menos que se renegocie de una forma que lo satisfaga, hundirán aún más el comercio mundial y pueden provocar una recesión inmediata en México. A estas condiciones económicas hay que sumar las amenazas más directas como la deportación de millones de indocumentados y el cierre de fronteras.

Por supuesto, este hecho no ha dejado de tener hondas repercusiones en la vida del país. Desde todos lados se han levantado voces que replican las nefastas declaraciones del Señor Trump. Pero no todas las protestas son iguales. La oligarquía mexicana ha unido su voz a la de aquellos sectores de la burguesía internacional que saben que una dinámica de guerra comercial y de aranceles puede hundir al planeta en una nueva recesión dentro de una crisis que no acaba. La táctica de la patronal y la derecha es la defensa del libre mercado y de todos los acuerdos internacionales que les han permitido hacerse de inmensas fortunas a costa de haber dejado al país miserable y famélico.

Y para ello levantan la banderita de la "Unidad Nacional", de consumir lo hecho en México y otras baratijas. Lo cierto es que el único México que defienden es el México de las maquilas y de la mano de obra más barata del mundo, de la economía dependiente y la subordinación política, del TLC y los estragos que ha provocado en el campo. Pero, sobre todo, defienden las alianzas que han obtenido con las trasnacionales gringas y canadienses y el principal mercado de exportación de las manufacturas mexicanas. En resumen, sólo defienden su bolsillo, quieren que las cosas se queden como en los últimos 30 años y ellos puedan seguir enriqueciéndose y el resto al infierno.

Estos sectores de la burguesía nacional intentan formar tras de sí al resto de la sociedad mexicana y desempolvan la playera nacional y la presentan como la gran salvación. Lamentablemente el papel de los sectores progresistas y de la izquierda reformista y parlamentaria no ha sido mejor, no hay una alternativa o, de plano, lo que hay es un sometimiento. Declaraciones como las del PRD diciendo "nos equivocamos, debemos defender el TLC" o de AMLO ofreciendo su apoyo a Peña para defender al país dejan perplejos a los trabajadores y a la izquierda que si está luchando y que entendemos que hay que hacer frente en este terreno.

Nos pronunciamos abierta y decididamente por la ruptura con el TLC. Sin embargo, no estamos de acuerdo con aquel sector de la burguesía seguido por algunos desde la izquierda reformista que sueña con volver al modelo de "sustitución de importaciones", a un modelo de fronteras cerradas, aranceles, subsidios e inversión estatal, es decir, que creen pagar con la misma moneda el ataque económico de Trump. Y que creen que esta política se puede llevar a cabo desde el Estado tal cual es hoy simplemente ganando elecciones y cambiando el gobierno a uno más honesto, aunque el Estado siga siendo de y para la burguesía que mayoritariamente defiende la situación actual: su riqueza, el TLC, la Patria capitalista y la explotación de millones.

Evidentemente, romper con el TLC significaría un periodo de serias dificultades para el país. Por eso los trabajadores debemos armarnos con un programa económico y político que agrupe a su alrededor a todos los oprimidos, a saber, el control estatal del comercio exterior y de las principales palancas de la economía, la planificación de la producción con la utilidad social como parámetro y un plan de inversión en el campo, infraestructura y capital productivo para la generación de empleo y la satisfacción de las necesidades de las masas bajo el control de los jornaleros y los trabajadores. ¿Quién va llevar éste programa a cabo? El Estado mexicano no, ni Peña ni la casta política, ni las organizaciones patronales. Sólo lo cumplirá la clase obrera luchando contra ese poder y construyendo el propio. Sólo se puede llevar acabo con la condición de lucha sin claudicaciones contra la burguesía nacional. Defender la nación sólo se entiende si defendemos a millones de trabajadores y campesinos pobres contra el bloque reaccionario de las clases poseedoras y del imperialismo. Cuestionando frontalmente el sistema y volteando a ver a otros pueblos y luchas uniéndolas con una perspectiva internacionalista y revolucionaria, antiimperialista y anticapitalista

Asegurar nuestra supervivencia nos obliga a tomar la economía en nuestras manos. Tomar la tierra y las fábricas, controlarlas los jornaleros y los obreros en los centros de trabajo. Sólo nosotros sabemos qué necesidades hay que cumplir y como organizar a todo el país para satisfacerlas. Crear nuestra propia vía para la producción y la distribución sin los patrones, sin sus intelectuales y sin su gobierno.

La vía es extender la organización, fortalecer la lucha y continuar y unificar la movilización con el pueblo humilde y no con los capitalistas nacionales ni extranjeros. Ni Trump, ni Peña, contra el TLC y la explotación capitalista, sólo la lucha revolucionaria hermanada de las masas a ambos lados de la frontera es la alternativa, el único camino es el socialismo.


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