La migración no es hermosa
No hay nada hermoso:
...en una madre o un padre que tuvieron que abandonar casa y familia para irse a trabajar a otro país.
...en las personas que mueren al tratar de cruzar la frontera de un país que no los quiere y no los respeta.
...en las personas que son asaltadas, abusadas sexualmente y violadas, al cruzar la frontera o en los centros de detención.
...en las niñas y niños tratando de reunirse con sus familias o trabajando para enviar dinero a sus familias.
No hay nada hermoso:
...en primer lugar, en la mierda imperialista que forzó a nuestras familias a irse a Estados Unidos.
...en las personas que se suicidan porque ser “ilegal” es una presión demasiado fuerte.
...en no tener la posibilidad de visitar a nuestras familias y desde lejos saber que pasan a mejor vida.
Angy Rivera, migrante en Estados Unidos

 

¿Nos expulsaron o migramos?


Aunque los temas migratorios han sido ampliamente difundidos por la prensa durante los últimos años, la “migración forzada” todavía es un concepto nuevo, mal entendido o romantizado, por ejemplo, el actor, director y millonario mexicano Gael García se nombraba hace poco en Hollywood “trabajador migrante”. La migración forzada significa, a grosso modo, el desplazamiento de poblaciones a gran escala por medio de diferentes elementos de coerción, siendo la desigualdad económica el principal motivo por el cual las personas nos vemos forzadas a migrar.

De forma cínica, los gobiernos alrededor del mundo afirman que las personas se van y se desplazan de sus territorios y países de origen “voluntariamente”, y que la migración, como dice la Organización de las Naciones Unidas “es una herramienta para el desarrollo”.

La migración forzada se disfraza como un proceso “natural”, como la búsqueda primitiva por alimento y mejor vida. Esta explicación mítica, épica y pseudo biologicista niega y/o esconde que la migración forzada es política, económica, patriarcal, racial, postcolonial, capitalista, imperialista, y además es diseñada y administrada cuidadosamente por gobiernos y corporaciones.

Remesas: Los migrantes como mercancía


El salario mínimo en México es de $80.04 pesos al día, y el de Estados Unidos de $1,280 pesos al día, sin embargo, la narrativa dominante diluye la importancia que tiene esta disparidad tan amplia y las consecuencias que la precariedad tiene en educación, alimentación, salud física y psicológica, acceso a vivienda digna, y en el deterioro de la solidaridad entre la sociedad. México también tiene la brecha entre pobres y ricos más amplia del mundo: pobreza, pobreza extrema, pobreza alimentaria, hambre, falta de servicios médicos de calidad, falta de empleos dignos, falta de oportunidades y educación, son sólo las principales consecuencias que se esconden detrás de un salario mínimo tan bajo y que a su vez es el factor que obliga a migrar a las personas.


El Anuario de Migración y Remesas, México 2015, elaborado y publicado por el Consejo Nacional de Población, señala que México se encuentra entre los primeros 5 países que expulsan ciudadanos, y además concentra una tercera parte de las remesas enviadas a América Latina. En 2013 el Distrito Federal se encontró entre los principales 5 estados que recibieron las cifras millonarias que ese ingreso representó con 1, 393 millones de dólares, el 6.2 % de los 21,832 millones de dólares que recibió México en ese año. Siendo las remesas una parte muy importante del PIB nacional, a través de las instituciones financieras se especula con este dinero producto del trabajo migrante, manteniendo la pobreza de la mayoría de a cambio de los beneficios de la banca.


¿Quién pone los muertos?


Desde el sexenio de Felipe Calderón y la llamada “Guerra contra el narcotráfico” la violencia aumentó de manera desproporcionada provocando una guerra atípica que ha significado decenas de miles de desaparecidos y cientos de miles de personas asesinadas, además de los efectos devastadores en el tejido social que todavía están por analizar.


Los discursos oficiales difunden diversas definiciones sobre la migración forzada, además, estas provienen de instituciones y personas externas que nunca han experimentado la migración forzada: la prensa, la academia, el activismo y las agencias de cooperación internacional. Mientras tanto, las muertes en la frontera se cuentan por cientos desde hace décadas, en 18 años, de 1998 a 2016 la Patrulla Fronteriza ha registrado 6915 muertes, principalmente por deshidratación, hipotermia/hipertermia, ahogamiento, homicidios y accidentes. Estas muertes y crímenes de odio dentro de Estados Unidos han sido datos poco difundidos e invisibilizados.

 

La lucha que viene para quedarse y ganar


Las voces de las y los migrantes todavía son suplantadas o mal representadas, como anteriormente los hombres hablaban por las mujeres y el “hombre blanco” hablaba por los pueblos originarios, ahora los antropólogos, activistas, la academia, la iglesia y el gobierno hablan de y por los migrantes o les obligan a hablar a conveniencia de politicas, programas y discursos. Esta situación ha llevado a confrontar términos y realidades, ¿migrante o refugiado? ¿transmigrante o ciudadano internacional? ¿paisano o deportado? El léxico de la migración que sigue escondiendo la lucha por venir, el despertar de un gigante dentro de Estados Unidos y dentro de México. Alrededor de 300 personas en dos vuelos llegan deportadas cada semana al aeropuerto de la Ciudad de México, somos millones de familias separadas que podemos construir y organizar una lucha internacional por una reforma migratoria allá y por el aumento del salario mínimo aquí, el gigante dormido que ha empezado a despertar somos todos y todas.


Con Donald Trump al poder, dentro del contexto de una tremenda crisis capitalista que se ha traducido en una crisis humanitaria, esta problemática se aguidizará. La derecha y los grandes capitalistas en el mundo son incapaces de resolver este problema tan grave, porque ellos solo ven los ingresos que esto les genera o les deja de generar. La única respuesta real debe venir de los miles de trabajadores en el mundo, ya sea migrantes o no. Porque lo que nos une es nuestra condición social, nuestra condición de explotados en el país que sea. Hoy más que nunca tenemos que levantar la bandera de la lucha internacional por mejorar nuestras condiciones laborales y lograr una justa distribución de la riqueza, para que así se pueda desarrollar una sociedad igualitaria sin necesidad de fronteras.

 


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