Se trató de una marcha especialmente combativa, misma que dejó traslucir la importante tensión acumulada entre esta capa de trabajadores del sector salud producto de años de políticas de severos ajustes al sistema de salud pública impulsadas por los gobiernos del PRI y del PAN en beneficio de las instituciones privadas del ramo. En ese marco, el reciente ataque impuesto por la SSA se trasformaría en el “ya basta”, para miles de enfermeras que han visto la manera en cómo, año tras año, su empleo se precariza y su salario se deteriora. Es por ello que en la movilización del 6 de enero los trabajadores de la salud además de exponer sus demandas gremiales, también corearon con fuerzas consignas demandando la renuncia de Peña Nieto.

Ataques y explotación

En 2011 la American Chamber of Comerce Mexico publicaría un estudio sobre las 10 profesiones peor pagadas en nuestro país, y en el cual se otorgaría el primer lugar a la enfermería, con un ingreso promedio mensual calculado en aquel año de entre 2 mil y 4 mil pesos. Para 2013 ese cálculo ubicó a los salarios entre 4 mil y 8 mil pesos mensuales en el sector público y en 6 mil 500 pesos en promedio en el privado; todas esas cifras muy por debajo de los aproximadamente 20 mil pesos mensuales sugeridos por la Facultad de Economía de la UNAM como salario mínimo ideal.

En la actualidad se habla de casi 300 mil enfermeras en todo el país. Se trata de un valeroso ejército que se hecha a cuestas la atención de una población que ronda en los 118 millones de habitantes, todo ello en condiciones de escasez de infraestructura, equipo y medicamentos. La desproporción entre la población por atender y el personal disponible es enorme, pues de acuerdo con las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS) los servicios de salud de todos los países deberían de contar con una proporción de 3 enfermeras por cada médico, sin embargo, en México esa relación es de 1 a 1; también esa misma agencia internacional señala que un sistema nacional de salud eficiente debería contar con 60 enfermeras por cada 100 mil habitantes, sin embargo, en nuestro país esa relación es de 19 por cada 100 mil, es decir dos tercios por debajo de los estándares apropiados. En la práctica concreta lo anterior se refleja en que instituciones como el ISSSTE cada enfermera se ve obligada a atender en una sola jornada a entre 10 y 15 pacientes, cuando el estándar para una atención adecuada es de 4 pacientes por jornada. El propio ISSSTE reconoce que cuando esta última cantidad es rebasada, la mortandad de los pacientes aumenta en un 31%.

En ese contexto de precariedad y estrujamiento laboral, es en el que la SSA decretaría los nuevos criterios para la mal llamada “profesionalización” del personal de enfermería, de trabajo social y de rehabilitación física. Dicho programa de profesionalización para la promoción a categorías laborales con mejores ingresos, fue lanzado en 2006 originalmente sólo para el personal de enfermería, ello hasta septiembre pasado cuando se incluyó a trabajo social y a terapia física. Desde su inicio dicho programa fue excluyente pues sólo consideraba a los trabajadores de la SSA, sin embargo, ese perfil ha sido profundizado con las modificaciones impuestas a la convocatoria para 2014 emitida en septiembre de ese mismo año; en esta nueva se impone como requisitos el tener dos años como mínimo laborando en la SSA y tener título de licenciatura y/o cédula profesional de especialidad, maestría o doctorado.

Esos duros requisitos en definitiva excluyen de la profesionalización, y por consecuencia de la movilidad escalafonaria, a la mayor parte del personal de enfermería; para que nos hagamos de una idea del impacto que ya está teniendo esta nueva contrarreforma laboral de Peña Nieto oculta tras el programa de “profesionalización” de la SSA, basta recordar que el 71% del personal de enfermería de todo el país posee el nivel técnico y postécnico. Es tan restrictivo es ese programa a tal grado que los requisitos para la convocatoria de 2014 sólo pudieron ser cubiertos por 3 mil 46 aspirantes.

Lo que en verdad pretenden Peña Nieto y Mercedes Juan con esa clase de medidas es crear una palanca de apoyo que tenga efectos en el resto del sistema de salud pública y privada, para condenar a todas las enfermeras y enfermeros a condiciones de trabajo más atroces aún y a salarios más pobres, pues otro efecto de programa de profesionalización de la SSA será el de abaratar aún más la mano de obra del personal de enfermería.

Por un programa de lucha que vaya a la raíz del problema

Las últimas tres décadas han significado un constante y profundo deterioro de las condiciones de vida y de trabajo para el personal médico del sistema de salud pública y para los que en ella nos atendemos. Médicos, enfermeras, técnicos y demás personal de apoyo, junto con los pacientes, hemos tenido que pagar un enorme costo por las políticas privatizadoras de los diferentes gobiernos del PRI y del PAN, derivando ello en que en la actualidad el gasto del Estado en salud equivalga únicamente al 3% de Producto Interno Bruto (PIB), siendo éste el presupuesto más bajo para el rubro entre los diferentes países de América Latina con un grado de desarrollo similar al nuestro.

La escasa inversión del Estado a lo largo de ya varios años ha sido una maniobra consciente para estimular la privatización de la salud, y de ello hablan las cifras: mientras que en 1991 se registraron 1790 unidades médicas privadas con hospitalización, esa cantidad ascendió hasta las 2950 en el año de 1999, para después ubicarse en 3082 durante el 2005; además entre 2000 y 2012 la red hospitalaria crecería un 31.6%, mientras que la pública apenas lo haría al 4.9%.

El avance de la medicina privada ha sido a costa del deterioro del sistema de clínicas y hospitales de la SSA, del IMSS y del ISSSTE; pero también ese impulso se ha necesitado de salarios paupérrimos y de condiciones cada vez más precarias de trabajo para el personal médico.

Y Peña Nieto junto con Mercedes Juan pretenden profundizar esa política a costillas de enfermeras y enfermeros, quienes han respondido con movilizaciones enarbolando las siguientes demandas, entre otras:

1.- Profesionalización universal, efectiva y permanente del ejercicio de la enfermería, trabajo social y terapia física y de rehabilitación en todas las instituciones y unidades de salud públicas y privadas del país.

2.- Creación de plazas suficientes para dar el servicio adecuado.

3.- Frenar en lo inmediato el deterioro de las instituciones de salud pública.

4.- Eliminación del trabajo flexible y precarizante.

5.- Ninguna medida de hostigamiento y represiva contra el personal de enfermería en lucha.

 

Avanzar sobre esta clase de demandas sería toda una conquista para el movimiento de enfermeras y para el conjunto de la clase trabajadora, pero es necesario ir más lejos pues es necesario tener en cuenta que la salud pública mejorará bajo la condición de que mejore significativamente el presupuesto del Estado y de que se expropie bajo el control de los trabajadores a la industria farmacéutica y a la red de laboratorios, hospitales y clínicas privadas; y está lejos de ser éste un detalle secundario pues el abandono del IMSS, del ISSSTE y de la SSA ha derivado en un jugoso negocio para los empresarios, pues la política del gobierno ha provocado que cada día sean más las familias trabajadoras las que se ven obligadas a hacer uso de los servicios privados de la medicina. Se trata de un jugoso negocio, pues debido a ello en 2011 los mexicanos tuvieron que pagar 549 mil millones de pesos por su salud. El deterioro estimulado por el Estado del servicio de enfermería y el empobrecimiento del personal que en él labora, forman parte de un conjunto de mezquinas medidas promovidas por Peña Nieto para seguir engrosando las fortunas de los burgueses del ramo de la salud.

 

Es por todo ello que los trabajadores debemos apoyar las demandas de la Asamblea Intergremial de Enfermeras, Trabajadoras Sociales, Terapeutas y Rehabilitadores físicos, pero al mismo tiempo tenemos que demandar el incremento radical del presupuesto público en salud, así como la nacionalización del sector privado de la misma. Así, para fortalecer la lucha, es necesario impulsar un frente de lucha en defensa de la salud pública y por la dignificación laboral del total del personal de hospitales y clínicas, al que se integren las organizaciones de masas de la clase trabajadora: los sindicatos y Morena. La unidad de acción del conjunto de los trabajadores y sus organizaciones, es la clave para derrotar a Peña Nieto.

 

¡Salario digno y empleo estable para todo el personal de enfermería!

¡Contra la privatización de la salud!

¡Por una huelga general de 24 horas para derrocar a Peña Nieto!

¡Todos a formar comités de derechohabientes en apoyo al movimiento de enfermeras!

 

 

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