¡Que la crisis la paguen sus responsables: los capitalistas!
¡Expropiar a la banca y los monopolios bajo control de los trabajadores es la única solución!
¡Por una alternativa auténticamente socialista!
La hecatombe del sistema financiero mundial es un hecho de tal magnitud, con tantas repercusiones en el plano económico, político, social y militar, que es difícil predecir todas sus consecuencias. En cualquier caso hay algunas incuestionables. Primero, que la economía del conjunto del planeta se encuentra al borde del abismo, precipitándose hacia la recesión más profunda desde la Segunda Guerra Mundial. En segundo lugar, y exactamente igual de trascendente que la anterior, el colapso económico está desvelando el auténtico funcionamiento de la llamada "democracia" burguesa, en realidad la dictadura del gran capital. Una dictadura en la que los gobiernos de EEUU y Europa -forma-dos por individuos con sueldos espectaculares que velan por los intereses de la clase dominante-, están conspirando para que los costes de esta brutal crisis los paguen las familias trabajadoras de todo el mundo.
Un cataclismo histórico
Un resumen somero de los acontecimientos proporciona una idea de la trascendencia de las jornadas que estamos viviendo.
1. La mayoría de bancos de inversión, aseguradoras y cajas de ahorros de EEUU han quebrado o se han colocado al borde de la suspensión de pagos. Hay que remontarse al crac de 1929 para encontrar algo semejante. Para evitar un colapso aún mayor, el gobierno Bush se lanzó a una gigantesca operación de rescate, que no evitó el desplome de los mercados durante todo el mes de septiembre.1
2. El terremoto, como era inevitable en una economía mundializada y con unos mercados financieros integrados a una escala nunca vista, ha contagiado a Europa que se arrastra hacia el precipicio.2 Las declaraciones de los gobiernos de Irlanda y Gran Bretaña asegurando por dos años los depósitos de los ahorradores, indican la extrema gravedad de la situación.
3. Desde agosto de 2007 hasta el 21 de septiembre de 2008, la administración norteamericana ha gastado más de ¡900.000 millones de dólares! y no ha logrado evitar el caos. A esta cantidad descomunal se suman las inyecciones de liquidez en el mercado interbancario por parte de la Reserva Federal de EEUU (FED), el Banco Central Europeo (BCE), el Banco de Inglaterra o el Banco Central de Japón, que superan generosamente el billón de euros. Pero todas estas aportaciones de capital no han conseguido ni restaurar la confianza ni evitar el estrangulamiento del crédito. Por un lado, las montañas de deudas bancarias y empresariales acumuladas en estos años de orgía especulativa son muy difíciles de recuperar en un momento en que la economía real, productiva, se desliza con fuerza hacia la recesión. Refinanciar la deuda de empresas en dificultades, cuyas expectativas de negocio van hacia abajo, no es una operación muy rentable. Éste es el caso de todas las grandes de la construcción y las inmobiliarias cuyos activos se han depreciado a un ritmo de vértigo y sus valores se derrumban en la bolsa. Al mismo tiempo los grandes bancos de todo el mundo, que están pillados en el apalancamiento generalizado de las últimas décadas, no tienen ninguna garantía de recuperar sus créditos; su pasivo aumenta y la capacidad de obtener liquidez en el mercado interbancario mengua porque nadie se fía de nadie. Los ladrones no se fían de los ladrones.
En estas condiciones y después de la experiencia vivida en este último año ¿Por qué razón va a funcionar el último plan de la administración Bush si es más de lo mismo? ¿Acaso 700.000 millones de dólares, que no tienen como destinatario la inversión productiva sino salvar los negocios de un puñado de especuladores y magnates, pueden resolver o modificar la tendencia general hacia la recesión de la economía real?
4. Los valores bursátiles de las empresas financieras, bancos de inversión, bancos comerciales, constructoras, eléctricas, telecomunicaciones, aeronáuticas, automoción..., vamos, del conjunto de la economía, se han construido sobre una montaña de créditos que ahora son impagables. El parón de la economía productiva, el descenso en las ventas, el crecimiento del desempleo y de la morosidad y, por supuesto, el crac financiero, han puesto punto y final a la fiesta. Tan sólo en un año (de agosto de 2007 a septiembre de 2008), las bolsas mundiales han perdido el 22% de su valor, una caída equivalente a 12,4 billones de dólares. Si se suma el desplome acumulado en septiembre la pérdida se acerca a los quince billones. En las bolsas estadounidenses se han evaporado cerca de cinco billones de dólares, una cantidad que supera el PIB de América Latina y el Caribe en 2007.
Por más que intenten transmitir confianza, el sistema capitalista está inmerso en un crac de proporciones difícilmente cuantificables. Sólo una cosa es completamente segura: el pánico se extenderá en las próximas semanas.
Como se incubó la catástrofe
Tan sólo hace veinte años, el colapso del estalinismo en la URSS y en Europa del Este provocaba la euforia de la burguesía mundial. No era para menos. Intoxicados por sus éxitos aparentes, los imperialistas norteamericanos se lanzaron en tromba para imponer su doctrina en todos los rincones del mundo: liberalización económica, privatizaciones, desregulación de los mercados financieros, saqueo de los países pobres, extensión de la precariedad laboral y aumento de la explotación, caída de los salarios, intervenciones militares y guerra al "terrorismo"...
En un contexto semejante, los "teóricos" de la economía y la sociología burguesa sentenciaron el fin de las crisis y de la historia; los políticos y los gobernadores de los bancos centrales hablaban sin recato de un "círculo virtuoso" de crecimiento sin fin; y los premios Nóbel de economía eran contratados por los grandes bancos de inversión para que aplicasen sus fórmulas matemáticas al negocio del dinero. La confianza lo inundaba todo. La OCDE en su documento de Perspectivas Económicas Mundiales de 1999 afirmaba: "Estamos en el umbral de una atractiva oportunidad: la posibilidad de un sostenido y largo boom de la economía mundial que se prolongará en las primeras décadas del próximo milenio (...) Una confluencia de factores podrían unirse para propulsar importantes mejoras en la capacidad de creación de riqueza y bienestar a escala mundial...".
Han pasado veinte años, un suspiro en la historia de la lucha de clases, y todas las expectativas se han transformado violentamente en su contrario arrasando con todas las certezas que parecían inexpugnables y barriendo la confianza de la clase dominante. El pesimismo y la incertidumbre son totales.
En medio de la euforia, los marxistas denunciamos las enormes contradicciones que el boom económico estaba creando en los cimientos del sistema. Nuestros análisis eran considerados con desprecio y altanería por los sabihondos socialdemócratas, hipnotizados por los magníficos "resultados" de las cuentas de beneficios. También éramos despachados por los ex marxistas que pululan por los intersticios del movimiento obrero, esos escépticos desmoralizados que se impresionaron por los brillos del boom y que culpabilizaron a los trabajadores por su "bajo nivel de conciencia". Los hechos han respondido con claridad a todos estos elementos que abandonaron un punto de vista de clase.
Durante estos años, los marxistas hemos señalado que este boom económico no podía comparase, en ningún caso, con la época dorada del auge capitalista de la posguerra. Desde 1945 hasta 1970 los países capitalistas avanzados, especialmente EEUU y Europa Occidental, registraron tasas de crecimiento asombrosas, impulsando un desarrollo espectacular de las fuerzas productivas, del comercio mundial y de la división internacional del trabajo sin parangón en ningún otro periodo de la historia del capitalismo. El motor de este crecimiento fue, sin lugar a dudas, las grandes inversiones en capital que hicieron aparecer nuevas ramas de la producción y multiplicaron la capacidad de crear manufacturas en masa. A diferencia de lo que plantean ahora los defensores de la "regulación", no fue la intervención del Estado en la economía lo que movió el sistema hacia adelante, sino la reinversión masiva en el proceso productivo de la plusvalía acumulada. Pero esta fase de ascenso también fue liquidada por las contradicciones insalvables del capitalismo, dando pasó a la recesión de los años setenta y sus consecuencias revolucionarias en todo el mundo. El descrédito de las teorías keynesianas, teorías que por otro lado no ponían en riesgo la propiedad capitalista, fueron reemplazadas por las viejas ideas del liberalismo y el monetarismo.
Aunque no disponemos de espacio para analizar en detalle la historia económica de estos últimos veinte años, un hecho sobresalía por encima de todos. En contraste con los años dorados de la posguerra, la rentabilidad que ofrecía la inversión productiva durante las últimas dos décadas se hacía cada vez menos atractiva para el capital. A pesar de la aparición de mercados como China, que atrajeron fuertes inversiones occidentales y suavizaron los efectos negativos de la recesión del sudeste asiático a mediados de los años noventa, la acumulación chocaba con los límites de un mercado mundial que reflejaba la tendencia a la sobreproducción. El fortalecimiento de China como potencia exportadora de manufacturas baratas agudizaba esta tendencia. Así, la sobreacumulación de capitales fortaleció el movimiento ascendente hacia la especulación y forzó una desregulación absoluta del mercado financiero. Como en su momento reconoció Alan Greenspan se trataba de un fenómeno imposible de parar en un sistema que se basa en la obtención del máximo beneficio.
La euforia en la que ha vivido la burguesía internacional creó, dialécticamente, las condiciones para el desastre. Miles de millones de dólares que no encontraban una colocación rentable en la producción de mercancías fluyeron con fuerza hacia el sector inmobiliario y provocaron un alza espectacular de los precios, que era sostenido a su vez por una masa de créditos baratos concedidos indiscriminadamente a particulares y empresas. A pesar de los serios avisos de entonces (la crisis asiática, el estancamiento de Japón o el hundimiento de los valores tecnológicos y de las empresas puntocom en el 2000), la gigantesca deuda hipotecaria que se iba generando era vendida como un "activo" sólido en el mercado bancario y bursátil, gracias a la intervención de la "ingeniería financiera creativa" (subprime y demás fondos basura).
Se trataba de una dinámica enloquecida: la espectacular burbuja inmobiliaria responsable de una cuarta parte del PIB norteamericano, de cuatro de cada diez empleos creados en EEUU en la última década, de la mitad del consumo doméstico y de una parte sustanciosa de los beneficios capitalistas, espoleaba la especulación bursátil y un endeudamiento empresarial y bancario sin precedentes en la historia. Desde finales de la década de los noventa y de manera cada vez más intensiva, el crédito y el endeudamiento se convirtieron en el factor decisivo para garantizar y sostener la producción y el consumo, a la vez que creaban las condiciones para el estallido actual.3
El capital ficticio se hizo omnipresente dando cumplido sentido a la máxima aspiración de todo capitalista: obtener capital del capital sin tener que pasar por la experiencia dolorosa de invertir en el proceso productivo. Esta masa flotante de billones de dólares de capital ficticio se elevó de tal manera por encima de la economía real que, finalmente, se ha transformado en una pesada losa justo en el momento en que la sobreproducción se ha hecho presente. Debido a esto no hay ninguna duda de que la recesión adquirirá una dureza, extensión y profundidad formidable.
¿Quiénes fueron los responsables?
Todos los análisis de la prensa burguesa intentan presentar, como causa de la crisis, a la codicia de algunos banqueros sin escrúpulos y la ausencia de controles y de regulaciones en el mercado. Pero esta forma de envolver las cosas forma parte de toda una campaña para crear una cortina de humo que disculpe al conjunto del sistema.
La burbuja especulativa que ha estallado fue animada y celebrada, en primer lugar, por George W. Bush que facilitó una desregulación generalizada del sistema financiero internacional. El gobierno norteamericano y la Reserva Federal, con Greenspan al frente, fueron imitados, a su vez, por todos los gobiernos europeos, ya fueran conservadores o socialdemócratas. Desde Reagan hasta Margaret Thatcher; desde Helmult Kohl, hasta Chirac, pasando por Bush, Blair, Felipe González, Aznar, Schröder, Berlusconi, Sarkozy o Zapatero, todos han apoyado sin fisuras la política de desmantelamiento de empresas públicas vendidas a precio de saldo a los grandes monopolios (gas, agua, electricidad, telefonía, autopistas, siderurgias, minas, textil); han aplaudido entusiastamente la privatización de servicios sociales esenciales, como la sanidad y la educación, que se han transformado en un negocio lucrativo para los capitalistas. Todos ellos han aprobado reformas del mercado laboral, de las pensiones, y propiciado el hundimiento de los salarios; durante años se han vanagloriado de los pelotazos inmobiliarios y las megafusiones empresariales, aunque supusieran la destrucción de miles de empleos... Y todos ellos recibían en los palacios, sedes del gobierno, parlamentos y celebraciones oficiales a delegaciones nutridas de banqueros y empresarios que se han llenado los bolsillos en esta orgía sin fin.
El papel más despreciable en todo esto, ¡cómo no!, lo han jugado los dirigentes socialdemócratas que afirmaban, un día sí y otro también, que los cimientos estaban sólidos y que no había que preocuparse porque el capitalismo era el mejor sistema de los posibles. Según su esquema, los beneficios insultantes que acumulaban las grandes corporaciones, la gran banca y los especuladores eran la garantía de las inversiones de mañana y los puestos de trabajo de pasado mañana.
Ahora que pintan bastos, muchos de ellos intentan ocultar el rastro de sus actos y se presentan cual inocentes corderitos. Es el caso de personajes como Felipe González, quien publicó un artículo en El País titulado ‘El capitalismo en el espejo': "Es una crisis extraña, incluso para reaccionar con una mínima coherencia" nos dice Felipe, "Por el momento ha liquidado la extendida creencia de que el mercado lo arregla todo y solo. Es decir, la teoría dominante desde los años noventa del ‘todo mercado', con un rechazo fundamentalista a la intervención regulatoria". ¡Que cinismo! El mismo individuo que protagonizó la liquidación de cientos de empresas públicas en el Estado español, que alentaba a las multinacionales españolas para que no dejaran pasar las oportunidades que brindaba la globalización, que aconsejó a sus colegas en Latinoamérica que se desprendiesen de sus prejuicios ideológicos y privatizaran a precio de saldo el sector estatal para mayor beneficio de bancos, multinacionales y especuladores de toda ralea... ahora nos dice que es una crisis "extraña". ¡Que cara más dura!
Lo que Felipe González no comprende es que sus consejos, tan escuchados por la oligarquía latinoamericana, pusieron su granito en la explosión revolucionaria que recorre Venezuela, Bolivia, Ecuador, México... De hecho, desde el inicio del nuevo siglo, las decisiones estratégicas de la burguesía mundial han roto cualquier equilibrio político y social, espoleando una escalada de la lucha de clases en todo el mundo: huelgas generales en Europa, el movimiento de decenas de millones contra la guerra imperialista, la polarización social y política en EEUU y la mayoría de los estados europeos, el No francés e irlandés en los referéndum sobre la constitución europea, la derrota del PP en el Estado español después de movilizaciones masivas de la población... En definitiva, el hundimiento de la economía sólo ha confirmado el profundo cambio que ha experimentado toda la situación mundial.
Siguiendo con otros propagandistas del "capitalismo de rostro humano", hay una buena cantidad de economistas "progresistas" que sacan pecho con la actual crisis. Para ellos, la intervención de la FED y el Tesoro norteamericano intentando salvar Wall Street, confirma que el capitalismo tiene que "regularse". Lo que no dicen estos amigos es que la intervención del gobierno estadounidense, como la de los gobiernos europeos, tiene como único beneficiario a los capitalistas, a los cuales se les quiere cambiar sus bonos "tóxicos", es decir, insolventes, por dinero contante y sonante. Un dinero que saldrá del bolsillo de las familias trabajadoras estadounidenses, del recorte de los gastos sociales, de la sanidad y la educación pública, del seguro de desempleo..., y que no evitará la destrucción masiva de puestos de trabajo en todos los sectores productivos o el desahucio de millones de familias que no pueden hacer frente a sus hipotecas. Una vez que se desvela el truco de estas "nacionalizaciones", que sólo pretenden salvar a los inversores a costa del dinero de todos, es explicable que la rabia y la furia de la población ocupen espontáneamente las calles de EEUU, y la enorme presión que existe sobre sus señorías en la cámara de representantes.
Pero quienes se llevan la orla en el cuadro de honor de los defensores del capitalismo de "rostro humano", son los dirigentes de los sindicatos. Hace pocos días, en el Foro Nueva Sociedad, el secretario general de UGT, Cándido Méndez, reclamó un "capitalismo renano o decente, el modelo europeo social de mercado". ¿No parece increíble? ¿Acaso Cándido Méndez no se ha enterado de los despidos en Volkswagen, Audi, Deutsche TeleKom, Deutsch Bank...? ¿No le llegaron las noticias sobre los recortes en el gasto social que aprobó el anterior gobierno socialdemócrata de Schröder y que ahora completa y profundiza el gobierno de coalición con los democristianos? Si Méndez se refiere al "capitalismo productivo" de los años sesenta está reclamando algo que no llegará. En medio de una caída general de las ventas, ¿qué puede empujar a los capitalistas a invertir en aumentar la producción o contratar a más trabajadores? No, los capitalistas guardarán sus capitales a buen recaudo y los dedicarán a fines más lucrativos.
Expropiar a los expropiadores: la única solución es la revolución socialista
Si queremos encontrar un responsable de la crisis no es difícil: es el propio capitalismo, la propiedad privada de los medios de producción y distribución, la dictadura tiránica del capital financiero, que impide que la inmensa riqueza creada con el trabajo de miles de millones de hombres y mujeres en todo el mundo se utilice para resolver las necesidades de la mayoría. El problema es de un sistema que, para asegurar el lujo obsceno en el que vive un puñado de multimillonarios que acumulan un patrimonio equivalente a los ingresos de dos terceras partes de la humanidad, no duda en destruir planificadamente la riqueza del mundo amputando una parte considerable de la capacidad productiva de la industria. Un sistema que provoca la barbarie saqueando continentes o iniciando guerras de rapiña en las que mueren cientos de miles de inocentes, si con eso se garantizan los sacrosantos beneficios de las grandes corporaciones. La auténtica causa de la crisis está claramente identificada: es la búsqueda del máximo beneficio en el espacio de tiempo más corto posible.
Estamos ante acontecimientos históricos. La crisis del capitalismo norteamericano se ha convertido en una crisis global, y nada impedirá que se extienda hasta el último rincón del planeta. Los sueños de que China o la India podrían sacar del atolladero al sistema y evitar la recesión se han esfumado con la rapidez con que se disipa el humo de un cigarro. La depresión del consumo en EEUU y Europa prepara un escenario de pesadilla para China, y esto profundizará a su vez la caída general.
La sacudida que ha empezado hará temblar los cimientos del capitalismo. Millones de trabajadores, de jóvenes, de campesinos se están preguntando hoy, ahora mismo, qué sentido tiene mantener este sistema decrépito. La crisis abrirá paso a las ideas de la revolución, a la necesidad de derrocar a la oligarquía financiera que nos gobierna y sus instituciones farsa. Y, por supuesto, fortalecerá a la revolución allí donde ya se ha iniciado, como en el caso de Latinoamérica.
Las ideas de Marx, Engels, Lenin, Trotsky y Rosa Luxemburgo han demostrado ser cien veces correctas. Sí, hay una solución a esta crisis, pero no es la de un capitalismo de rostro humano ¡Tal cosa no existe, es una vana utopía reaccionaria! La alternativa está en la lucha organizada de la clase trabajadora y la juventud, de todos los oprimidos, hasta conseguir la expropiación de los banqueros, de los grandes monopolios, de los terratenientes, y colocar la riqueza del mundo bajo el control democrático de la mayoría de la sociedad. Ésta es la única alternativa realista, expropiar a los expropiadores, y construir las bases de una economía planificada y socialista, donde la lucha por el máximo beneficio y la propiedad privada de los medios de producción sea enviada al basurero de la historia.
En estas condiciones sería absolutamente viable garantizar el pleno empleo, el derecho a una vivienda, a una sanidad y a una educación pública de calidad y, por supuesto, a la auténtica democracia, la democracia obrera. Con el control de las palancas fundamentales de la economía en manos de la clase obrera, la pesadilla de trabajar sesenta horas a la semana, tal como exigen ahora los capitalistas, sería eliminada de un plumazo. La reducción de la jornada, sin merma del salario, nos permitiría a la mayoría de la población poder participar de manera real en la vida social, controlando la política, la economía y la cultura, que dejarían de ser el monopolio de la clase dominante.
Sí, hay una alternativa para utilizar toda la creatividad maravillosa de la que es capaz el género humano y esa alternativa se llama SOCIALISMO MUNDIAL.
¡Organízate con la Corriente Marxista Internacional para luchar por el socialismo!
¡Proletarios de todos los países, uníos!
NOTAS
1. Antes del verano fue Bear Stearn, vendida a precio de saldo con el aval del tesoro Público, y la intervención en IndyMac Bancorp. Después de las vacaciones, el colapso en bolsa de las grandes hipotecarias Fannie Mae y Freddie Mac (que concentraban la mitad de los créditos hipotecarios de los EEUU, 5,5 billones de dólares) obligó al gobierno a hacerse con el control de ambas asegurando una inyección de liquidez cercana a los 200.000 millones de dólares. En horas, la erupción arrastró a Merrill Lynch, que fue adquirida in extremis por Bank of America, y empujó el hundimiento de Lehman Brothers. La bancarrota de este banco centenario ha sido la más grande de la historia de los EEUU: 453.200 millones de euros. 48 horas después de la quiebra de Lehman, el gobierno norteamericano desembolsó 60.490 millones de dólares para hacerse con el control de 79% de las acciones de AIG (American internacional Group), la mayor aseguradora del planeta.
2. Luxemburgo, Holanda y Bélgica nacionalizaron las pérdidas del banco Fortis, uno de los grandes de Europa, y decidieron una inyección de 11.200 millones. En Bélgica, el gobierno extendió la operación de rescate al banco franco-belga Dexia, entidad especializada en financiación de administraciones locales, que tiene además unos 5,5 millones de clientes particulares. El alemán Hypo Real Estate fue rescatado, gracias a un crédito de 35.000 millones de euros, por un consorcio bancario y una garantía del Estado. En Dinamarca el Banco Central colocó bajo su garantía el banco Roskilde. En Gran Bretaña se nacionalizó Bradford & Bingley, mientras HBOS tuvo que fusionarse precipitadamente con Lloyds TSB para evitar su caída. HBOS cuenta con unos depósitos de 370.000 millones de euros, el 20% del total del país, pero más de 650.000 millones de euros prestados en el mercado inmobiliario (sus acciones cayeron en tres días de septiembre más de un 50% por miedo a una escalada descontrolada de impagos).
3. Algunas cifras pueden ilustrar el alcance del fenómeno: A) La gran banca recaudó en el año 2006 un 40% del total de las ganancias empresariales de los EEUU. En las décadas de 1950-60 este porcentaje era del 10-15%. B) La capitalización bursátil de todas las bolsas de EEUU pasó de 5,4 billones de dólares en 1994, a 17,7 billones en 1999 y 35 billones en 2007. A su lado, la especulación en Wall Street de los años veinte parezca un juego de niños. C) El déficit por cuenta corriente de EEUU es de un billón de dólares, por lo que necesita ingresar más de 100.000 millones al mes para financiarlo. D) El 90-95% de los movimientos actuales de capitales no responden a operaciones comerciales o de inversión, son puramente especulativos. En el caso de AIG , los datos son asombrosos: de una cartera contra posibles impagos de 441.000 millones de dólares que la compañía ofrecía como garantía a sus asegurados (bancos de inversión y fondos), AIG tenía colocados en el mercado de fondos ¡307.000 millones de dólares! Este mercado llamado Credit Default Swaps (CDS), mueve la friolera de 58 billones de dólares en las bolsas mundiales, sin ningún tipo de control o regulación. El mercado mundial de "derivados" mueve 500 billones de dólares, diez veces más que la producción mundial de bienes y servicio.
7 de octubre de 2008
El pasado 8 de septiembre el titular de la Secretaria de Hacienda, Agustín Carstens, entregó al poder legislativo la incitativa de presupuesto de egresos e ingreso del Estado para 2009. Nada nuevo, lo de siempre: ninguna orientación por parte de la política presupuestal que ponga como prioridad las necesidades de las familias trabajadoras de la ciudad y el campo. Para los más pobres la misma historia: las migajas que se caen de la mesa de la burguesía por medio de los demagógicos y electoreros programas públicos como Oportunidades y otros de la Secretaria de Desarrollo Social. Para estos rubros el gasto, en relación al 2008, se incrementó en 42.9 y 25.9% respectivamente.
Pero otra apuesta demagógica de Calderón, quien tiene muy en cuenta las elecciones intermedias del 2009, es la seguridad. Este es un tema del cual Calderón espera magníficos dividendos políticos, pero que de paso le proporciona la oportunidad y los pretextos necesarios para fortaleces y endurecer su política represiva. Para las diferentes dependencias públicas relacionadas con esta área (ejército, policía, ministerios públicos, jueces, espionaje, cárceles, etcétera) el incremento en total es del 39.9%, siendo este superior al de la Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, la SAGARPA, para la cual, en comparación del año en curso, su presupuesto se reducirá en 9.4%.
La prioridades son claras, endurecer el aparato represivo del Estado a costa incluso de descuidar aún más a una dependencia sobre la cual formalmente debería recaer la responsabilidad de impulsar la infraestructura y condiciones más favorables para el desarrollo de la producción agrícola. Esta medida por sí misma contradice a sobremanera la demagogia de Calderón con su campaña medidita Para Vivir Mejor. El recorte del gasto de la SAGARPA afecta directamente a las ya de por sí difíciles condiciones de vida de los campesinos, pero del mismo modo ahondará la dependencia alimentaria viéndose México obligado a hacer mas importaciones en este terreno, encareciéndose más la vida.
Pero si de prioridades se trata, las relacionadas con el pago de la deuda pública (interna y externa) juegan un papal más que destacado en la propuesta de gastos del Estado. El pago de la deuda no es otra cosa que el traslado de dineros públicos a las bóvedas de los bancos privados, nacionales y extranjeros, para beneficio de estos. Para amortizar la deuda, el gobierno gastará el año entrante 305 mil millones de pesos. En términos comparativos, esa cantidad es 65% superior a la que se propone destinar a la Secretaría de Educación Pública, mil por ciento mayor a los recursos que se asignarán a la UNAM y 2 mil 500 % más grande que el que se destinará al IPN. Con esta política, la bancarrota educativa del país no tiene ninguna clase de remedio.
La propuesta de Calderón para los ingresos y egresos del Estado en 2009, aún tiene que ser debatido y resuelto por los legisladores; lo más probable es que sufra alguna clase de modificación tras su aprobación, sin embargo lo más seguro es que no haya ningún cambio significativo, mucho menos de fondo. De ello se encargarán las fracciones parlamentarias del PAN y el PRI, apoyadas estas por el ala de derechas del PRD en las cámaras organizada en Nueva Izquierda y dirigida por Jesús Ortega y Ruth Zavaleta.
Obligar al Estado a que invierta más en la educación pública, en el desarrollo del campo, en vivienda social, en obras de beneficio social, etcétera, pasa por ejercer una enorme presión en las calles movilizándose de manera unificada con los diferentes sectores en lucha, enarbolando todas las demandas de los trabajadores del campo y la ciudad.
Por ejemplo, para asegurar una mayor y significativa inversión pública en todos aquellos rubros que tienen que ver con las principales necesidades del pueblo trabajador es necesario cancelar la deuda pública la cual, como un parásito, absorbe cuantiosos recursos que bien podrían emplearse para instalar cientos de nuevos hospitales, nuevas universidades; para desarrollar radicalmente los sistemas de riego y subsidiar los insumos agrícolas; también se podrían incrementar por mucho las pensiones y dignificar con ello las condiciones de vida de todos los ancianos. Etcétera, etcétera…
Todos aquellos diputados y senadores del PRD, además del resto de dirigentes de ese partido que verdaderamente este comprometidos con los más pobres, deben convocar a la movilización y a la huelga general para obligar al PAN y al PRI a aceptar modificaciones para el presupuesto del 2009 en las que se vean más claramente representadas las demandas de los trabajadores y sus familias. Para dicho objetivo, el PRD y los sindicatos tiene que lanzar un frente único que unifique y organice los esfuerzos de la clase trabajadora y los campesinos, y lanzarse de manera decida a luchar contra la política de Calderón.
Crisis global
Vivimos tiempos excepcionales. El pánico financiero en EEUU está provocando olas que amenazan con hundir todo el mundo. Este acontecimiento está transformando rápidamente la conciencia de millones. Ayer, 25 de septiembre, convocó una manifestación el Central Labour Council de Nueva York (federación sindical) y movilizó a unos mil trabajadores, incluidos muchos trabajadores de la construcción, metalúrgicos, peones, fontaneros y trabajadores de la calefacción, además de profesores, trabajadores municipales y otros sectores. El objetivo de la manifestación, convocada con menos de dos días de antelación, era protestar contra el plan del presidente destinado a sacar de apuros a Wall Street con una ayuda de 700.000 millones de dólares de dinero público. Así es como informaba Reuters de la protesta:
"Obreros de la construcción, trabajadores de transporte, mecánicos, profesores y otros sindicalistas se congregaron el jueves a un paso de la Bolsa de Nueva York, para protestar contra la ayuda propuesta por el gobierno de EEUU a Wall Street. Varios cientos de manifestantes mostraron un apoyo entusiasta cuando los dirigentes sindicales desacreditaron el plan propuesto de 700.000 millones de dólares destinado a revigorizar los mercados del crédito aliviando a las instituciones financieras de deudas peligrosas.
"'La administración Bush quiere que paguemos la carga que supone la ayuda de Wall Street cuando ni siquiera comienza a solucionar las causas raíces de nuestra crisis', estas son las palabras del presidente nacional del AFL-CIO, John Sweeney. Queremos que los dólares de nuestros impuestos vayan a manos de los millones de trabajadores que viven en Main Street y no una limosna a una banda privilegiada de ejecutivos bien pagados.
"En las pancartas se podía leer ‘No a los cheques en blanco para Wall Street' y ‘No nos van a arrebatar nuestras pensiones ganadas con el trabajo duro'. Los manifestantes secundaron repetidos llamamientos para que el gobierno gaste el dinero en educación, cuidado sanitario y vivienda igual de libre y fácilmente que se propone hacer con Wall Street. ‘Sabemos que la situación económica debe resolverse'. Pero queremos un rescate responsable, no una ayuda oportunista', estas fueron las palabras de Randi Weingarten, presidente del sindicato de profesores. ‘Y eso significa, como me dice cada uno de los empresarios, eso debería ser responsabilidad de los profesores, entonces eso también debería ser responsabilidad de Wall Street'".
El ambiente de los manifestantes era de furia, como demuestra la enorme reacción positiva a la convocatoria de una huelga general si el rescate sólo beneficia a los ricos. Este acontecimiento representa el inicio del cambio en la conciencia de la clase obrera, y no sólo en EEUU.
"Única en un siglo"
Lo que ha ocurrido en los mercados financieros durante estos últimos meses no tiene precedente en la historia reciente. Los mismos economistas burgueses que anteriormente negaban la posibilidad de una recesión ahora hablan de la crisis más seria en sesenta años. Alan Greenspan, antiguo presidente de la Reserva Federal norteamericana, ha descrito la actual crisis financiera como probablemente "única en un siglo".
Realmente quieren decir 79 años porque en 1948 no hubo ninguna crisis. Pero los economistas son personas supersticiosas y temen mencionar 1929, como los antiguos israelitas tenían miedo de mencionar el nombre de su dios, por si acaso pudiese ocurrir algo desagradable. Todos están preocupados por la confianza en los mercados, porque ellos creen fervientemente en que la confianza (o su ausencia) es la causa real de los booms y las recesiones. En realidad, los booms y las recesiones tienen su origen en las condiciones objetivas. El ascenso y la caída de la confianza refleja las condiciones reales, aunque pueden entonces convertirse en parte de estas condiciones, ayudando a incrementar el mercado o, como en este caso, a su caída.
En los últimos meses, AIG, Bear Stearns, Fannie Mae, Freddie Mac, Lehman Brothers y Merrill Lynch, empresas antes consideras demasiado grandes como para que fracasaran, todas han entrado en bancarrota y después fueron "rescatadas" por el gobierno, o nacionalizadas. Cuando la población comience a percibir la seriedad de la crisis económica, en la sociedad se preparará un ambiente no visto en muchos años. Esta mañana (26 de septiembre) llegaban noticias del colapso de otro banco norteamericano, el Washington Mutual, cerrado por el gobierno estadounidense. Se trata de la mayor bancarrota de un banco norteamericano y sus activos bancarios fueron vendidos a J. P. Morgan Chase por 1.900 millones de dólares. Es el equivalente financiero a un tsunami devastador, y no ha terminado.
Las estimaciones de los economistas son revisadas constantemente a la baja. Hace seis meses, el Fondo Monetario Internacional calculaba las pérdidas del sector financiero en más de 1 billón de dólares y pronosticaba una profunda recesión de la economía global. La mayoría de los economistas criticaron esta perspectiva por ser demasiado pesimista. Ahora tocan una melodía diferente. Dominique Strauss-Khan escribe lo siguiente en el Financial Times:
"Pero con gran parte de las pérdidas aún no contabilizadas y con la crisis financiera ya agudizada, ha quedado claro que sólo el milagro de una solución sistemática -lucha global contra el aluvión inmediato y amplia para combatir sus causas- permitirá a la economía, en EEUU y globalmente, funcionar con una apariencia de normalidad". (Financial Times. 22/9/2008).
Sí, en realidad, la economía norteamericana ya no funciona con "una apariencia de normalidad". De hecho, está sufriendo un gran frenazo, al menos en lo que concierne a Wall Street. En el momento de escribir estas líneas los mercados financieros en EEUU están prácticamente paralizados a la espera de la confirmación de una gran inversión de dinero gubernamental que las autoridades esperan "restaurará la confianza". El simple hecho de que el "libre mercado" dependa para su supervivencia de ingentes donativos del contribuyente norteamericano es una prueba suficiente de su total bancarrota, en el sentido más literal de la palabra. Aquí está la respuesta final a toda la retórica sobre la "mano invisible del mercado", el espíritu de la empresa privada y todo lo demás. En el momento de la verdad, los valientes empresarios de Wall Street y de la City londinense tienen que ir como los mendigos, con un cazo en la mano, al gobierno y pedir seguridad social. Sólo que estos mendigos son multimillonarios y exigen dinero pero con amenazas.
¿Qué queda de la "apariencia de normalidad" cuando la administración republicana encabezada por un fanático del libre mercado nacionaliza importantes bancos de inversión norteamericanos? ¿O cuando el Tesoro de EEUU concede un gigantesco subsidio de aproximadamente 1 billón de dólares para hacer lo mismo? El domingo, Morgan Stanley y Goldman Sachs renunciaron a permanecer como los dos únicos bancos de inversión independientes y se convirtieron en sociedades "financieras de cartera" para conseguir ampliar el acceso a los depósitos bancarios y apoyo permanente de liquidez por parte de la Reserva Federal. La eliminación de dos de las instituciones más prestigiosas de Wall Street fue una indicación de la extrema seriedad de la crisis. La velocidad con la que Morgan Stanley se fue a Asia en busca de capital subraya lo rápidamente que la riqueza del mundo se aleja de EEUU.
El Congreso vacila y el Secretario del Tesoro norteamericano, Henry Paulson (que, en opinión de algunos comentaristas, es ahora de facto el presidente de EEUU) está furioso. Mientras tanto, los mercados continúan con su caída y nadie puede pararlos. Otro argumento que se puede escuchar insistentemente en el Congreso es: nos estás pidiendo que entreguemos todos estos miles de millones sin controles ni garantías. Aparte del hecho de que se trata de recompensar a los banqueros por su pésima gestión, ¿quién dice que esta medida tendrá el efecto de frenar la caída del mercado?
Es una pregunta excelente a la que ni Paulson ni Bush, ni nadie más, tienen respuesta. Es bastante asombroso ver a los antiguos defensores de la santidad del libre mercado rebuznar ahora por la intervención del gobierno para que salve al mercado de sí mismo. Pero están condenados por su propia lógica, que sólo es la lógica insana de la economía de libre mercado. La actual crisis financiera, que hace mucho fue pronosticada por los marxistas, es el resultado directo del largo período de especulación incontrolada que provocó la mayor burbuja de la historia.
El viernes, cuando el gobierno anunció su plan de rescate de 700.000 millones de dólares para el sector financiero los mercados se regocijaron. Pero después el ambiente se volvió en su contrario cuando el Congreso retrasó la aprobación de esta masiva limosna. Hasta el lunes, el dólar se había mantenido sorprendentemente alto a pesar del torbellino de Wall Street. Pero finalmente cayó debido a la preocupación por el coste del rescate y la frágil situación del sistema bancario norteamericano, disparando el precio de las mercancías en dólares. El dólar perdió un 2 por ciento frente a la cesta de principales divisas, el euro subió un 2,6 por ciento hasta alcanzar los 1,48 dólares.
El precio del petróleo ha adquirido un carácter febril, con violentas subidas y bajadas. Cuando el dólar se devaluó, las bolsas se hundieron y el precio del petróleo volvió a subir después de su abrupta caída previa. El lunes 22 de septiembre subió un 17 por ciento, el mayor aumento diario de su precio jamás visto antes y mayor que durante la invasión de Iraq. Pero el martes el precio del petróleo había caído de nuevo 3 dólares, a 106 dólares el barril, y existen buenas razones para esperar que los precios energéticos sigan bajando. Estos vaivenes violentos sin duda reflejan, por un lado, el movimiento del dólar y, por otro, la actividad de aquellos implicados en la especulación de mercancías. Hasta hace poco, los capitalistas especulaban en el mercado inmobiliario. Cuando este colapsó, buscaron otros sectores para explotar, cualquier otro que pudiera ser más rentable: petróleo, obras de arte, comida. A pesar de todas las quejas y exigencias de regulación, esta especulación no se puede controlar. Es como una hidra: si le cortas la cabeza aparecerán otra docena de cabezas.
Socialismo, para los ricos
Como resultado de las convulsiones económicas y sociales, muchas personas comienzan a cuestionarse la naturaleza de un sistema económico que produce este tipo de abominaciones. Cuando el mismo estado capitalista se ve obligado a nacionalizar instituciones financieras, se comienza a generalizar una idea: ¿para qué necesitamos banqueros y capitalistas privados? Por esta razón, los políticos evitan la palabra nacionalización como le ocurre al demonio con el agua bendita. A toda costa, buscan formas a través de las cuales el estado pueda proporcionar capital a los bancos y que no impliquen la nacionalización. Luchan por inventar nuevas formas de capital que dejen la propiedad y el control en manos privadas. Pero al final, se ven forzados contra su voluntad a tomar posesión de bancos enfermizos para evitar su colapso. Es una acusación irrefutable contra la propiedad privada de uno de los sectores claves de la economía.
Aunque puede parecer una paradoja, no es una coincidencia que el país donde los políticos están gritando más alto contra los pecados del mercado y la codicia de los financieros sea precisamente EEUU. La tierra de la libre empresa, el país donde la psicología del capitalismo ha echado raíces profundas entre la población, es la tierra donde probablemente se da la reacción más profunda en contra de la gran empresa. Este hecho se reflejaba en los discursos de los políticos, sobre todo los candidatos en las elecciones presidenciales. Y el candidato republicano es incluso más elocuente en su retórica que el demócrata. Esto se debe a que le gustaría ganar. McCain ve que existe una reacción contra el salario exorbitante de los consejos de administración de las grandes empresas y la escandalosa especulación de Wall Street, por eso dice lo que a la mayoría de las personas les gusta oír.
¿No resulta grotesco que los empresarios del difunto Bear Stearns amasaran fortunas mientras emprendían estrategias empresariales arriesgadas que han llevado la empresa al colapso? ¿Por qué los contribuyentes norteamericanos, la mayoría de los cuales no tan ricos, tienen que hacer frente a los 700.000 millones de dólares para el rescate de las grandes instituciones financieras? El 30 de septiembre de 2007, el gobierno federal tenía un agujero fiscal de 53 billones de dólares, equivalente a 455.000 dólares por familia y 175.000 dólares por persona. Esta carga aumenta cada año en 6.600-9.900 dólares por norteamericano. El Medicare representa 34 billones de dólares de este déficit y al fondo fiduciario relacionado con el Medicare se le acabará el dinero en diez años. Quienquiera que gane las elecciones presidenciales y quienquiera que controle el Congreso, tendrá que presidir profundos recortes de los niveles de vida. Los mismos capitalistas que han cogido miles de millones del gobierno y de la Reserva Federal están exigiendo mayor control presupuestario, recortes del gasto federal, una reforma amplia (léase reducción) del derecho a la asistencia sanitaria.
No hay dinero para el Medicare ni para escuelas o pensiones para los ancianos. Pero hay mucho dinero para los grandes bancos y ricachones. Esta flagrante contradicción está agitándose en la conciencia de millones de norteamericanos y tendrá consecuencias enormes en el futuro. La pesada carga de la deuda recaerá sobre los hombros de las venideras generaciones que pagarán el precio con caídas de los niveles de vida y recortes del gasto social. Esto inevitablemente provocará un cambio profundo de la conciencia.
Para la opinión pública norteamericana la lección no pasará desapercibida. No hay dinero para escuelas, enfermos o ancianos pero cuando se trata de las grandes empresas (y no hay mayor empresa que la banca) el Estado dispone de un cheque en blanco. Para el sufrimiento de los pobres la administración Bush sólo tiene desprecio. En la tierra de la libertad, todo ciudadano tiene el derecho a enriquecerse, si la gente insiste en ser pobre, ¡es su problema! Que muestren un poco más de iniciativa o si no que se arrastren hacia la zanja y mueran. Ese es el severo mensaje del Mesías republicano del libre mercado. Pero cuando se trata de los super-ricos, George W. Bush demuestra la más sensible preocupación. Pero ya estaba escrito antes: "Porque a cualquiera que tiene, se le dará más, y tendrá en abundancia; pero a cualquiera que no tiene, aun lo que tiene se le quitará". (Mateo 13:12).
Ya sabemos que el presidente Bush es un firme creyente en el Libro Sagrado. Pero sospechamos que sus motivos para intervenir en la crisis financiera no están totalmente relacionados con la caridad cristiana, tiene más que ver con la desesperación. La clase dominante en EEUU ve que se está abriendo bajo sus pies un abismo y se ve obligada a adoptar medidas de pánico en un intento frenético de evitar una recesión global. Por eso un fanático del libre mercado como el presidente se ve forzado a lanzar setecientos mil millones de dólares del dinero de los contribuyentes a los bancos.
Esta iniciativa extraordinaria recibió inmediatamente los aplausos del mercado, nacional e internacionalmente. El Grupo de las Siete naciones industrializadas dijo a sus miembros: "bienvenidas las extraordinarias acciones adoptadas por EEUU". Sin embargo, otras naciones dijeron que no veían la necesidad inmediata de crear sus propios fondos para comprar valores en peligro. Los capitalistas de Europa y otras partes estaban prefieren recostarse y dejar que los norteamericanos se esfuercen. Después de todo ¿no eran en primer lugar los responsables de crear este caos? La misma pregunta se hace en EEUU, en cada esquina y en el Capitolio.
El presidente inmediatamente se topó con un problema en el Congreso norteamericano. No es que los y las congresistas estén menos dispuestos a garantizar la supervivencia del capitalismo que el actual inquilino de la Casa Blanca, pero están aún más dedicados a su propia supervivencia. El problema es que sienten la creciente reacción que existe contra el capitalismo, el mercado, los banqueros, Wall Street y todas sus acciones. La inmensa donación (eso es lo que es) habla por sí sola. Significa que se cogerá del bolsillo de cada contribuyente estadounidense el equivalente a 9.400 dólares y se depositarán en las cuentas de las mismas personas que provocaron la crisis financiera. Este hecho por sí solo sirve para aclarar estupendamente las ideas de los miembros del Congreso, especialmente cuando las elecciones están a la vuelta de la esquina.
Los Demócratas han estado pidiendo una segunda ronda de medidas para recuperar la economía norteamericana, centrada en estimular el gasto en infraestructura, ayuda a costear la factura energética de los hogares y posiblemente más cheques descuento para los consumidores. Pero la administración y muchos republicanos se resisten. ¿Dinero para los banqueros? ¡Por supuesto! ¿Dinero para los norteamericanos corrientes? ¡La cuenta está al descubierto! Esto es demasiado para las almas amables del Capitolio que gastan todo su tiempo en vigilar los intereses de la nación.
El ambiente en el Congreso fue tenso, los congresistas se gritaban y casi llegan a las manos. ¿Alguien puede recordar este tipo de escenas en el Capitolio? Entonces ¿cómo hay quien no puede ver a EEUU en una situación de debacle económica? ¿Puede alguien recordar a la población norteamericana en esta situación de rebelión y furia? La razón del comportamiento de los congresistas es que sienten las llamas queman ya sus traseros.
Cualquier cosa que hagan estará equivocada. Si firman el acuerdo se ganarán el odio de millones de estadounidenses. Una mujer, entrevista la noche pasada por la televisión británica, cuando le preguntaron qué pensaba sobre el plan de rescate respondió desconsoladamente: "Acabo de salir de un turno de once horas y trabajo 60 horas semanales. ¡Ahora quieren coger 2.300 dólares de mi salario para dárselo a los banqueros!" Esta debe ser la actitud típica de millones de personas corrientes en EEUU. Pero si se niegan a firmar, provocarán una caída aún más profunda de las bolsas en EEUU y con ello la amenaza de un colapso total en las líneas de 1929. En otras palabras, estarán entre la espada y la pared.
Pesimismo de la burguesía
La burguesía sufre de ataques maniaco depresivos periódicos, pasando rápidamente del optimismo extremo al abismo de la desesperación. En ambos lados del Atlántico, donde anteriormente había "exuberancia irracional", ahora hay oscuridad y condena. Siempre fue así: la burguesía siempre se balancea entre los dos extremos del carácter maniaco depresivo. En determinado momento la fiesta está en plena efervescencia y consiguen enormes fortunas, al momento siguiente, todo se desinfla y abunda la miseria. Cuando llega finalmente el colapso es como la mañana después de una fiesta salvaje. La noche antes, la gente está feliz embriagada sin preocuparse por el mundo. Ahora, con la fría luz del día la historia es diferente. Hombres y mujeres son terriblemente conscientes de los excesos de la noche anterior, juran con solemnidad que nunca volverán a beber, y son bastante sinceros, hasta la siguiente fiesta.
El colapso ignominioso del último boom especulativo no es una excepción a la norma general. Es destacable sólo por la profundidad de la tristeza, que sólo es un reflejo de las cotas vertiginosas desde las que ahora están cayendo. Sencillamente fue el mayor boom especulativo de la historia (o burbuja). Fue mucho más grande que el boom que precedió al colapso de Wall Street. A pesar de la severidad obvia de la crisis, los economistas burgueses aún intentan confortarse con el pensamiento de que las cosas podrían haber sido mucho peores. Recientemente el Financial Times comentaba:
"La Gran Depresión comenzó hace menos de 80 años pero, para ser sinceros, estamos en un siglo diferente. Sea o no la peor crisis a la que se enfrentará el mundo entre este momento y el año 2099, lo destacable es el hecho de que no haya sucedido nada tan malo como la Gran Depresión entre los años treinta y el momento actual". Este comentario es interesante por dos cosas: las mismas personas que durante años han estado negando cualquier posibilidad de una repetición de 1929 y la Gran Depresión ahora, sin inmutarse, dicen que no sólo es posible, sino que lo destacable es que no haya ocurrido aún.
Dominique Strauss-Kahn escribe: "[...] y por qué no ha ocurrido, al menos aún, en la economía general, el comienzo de una severa recesión. Quizá fue la ausencia de esta última lo que llevó a muchos a tranquilizarse considerando el pinchazo de la burbuja inmobiliaria como una corrección, los impagos de las hipotecas subprime norteamericanas como una desgracia y el fracaso de importantes instituciones financieras como un daño colateral". (Ibíd).
La caída de los precios durante una crisis simplemente compensaba su anterior inflación, en ese sentido se puede hablar de una "corrección". Sin embargo, nosotros hace tiempo dijimos cómo los economistas burgueses han cambiado repetidamente la terminología que describe una recesión económica para que parezca algo menos serio. En determinado momento utilizaron la palabra pánico, después crisis, hasta que finalmente han llegado a corrección. Después de todo, si aceptamos los milagrosos poderes sanadores del mercado, que por arte de magia se regula sin ninguna participación humana consciente, ¿cómo se puede objetar la "autocorrección" del mercado?
Sobre este tema escribimos lo siguiente en Perspectivas Mundiales 2008:
"Se podría decir lo mismo sobre un terremoto: también se puede presentar como una ‘corrección' necesaria que simplemente reajusta la corteza terrestre. Finalmente, todo vuelve a la normalidad y la vida continúa como antes. Pero este análisis reconfortante no tiene en cuenta la terrible estela de daños provocada por el terremoto: pueblos que desaparecen, árboles arrancados, cosechas destruidas, miles de muertos y heridos. Además, la vida normal no se recupera tan fácilmente después de un terremoto. Algunos pueden ser tan devastadores y dejar tal reguero de destrucción que los efectos se sienten durante años".
Estas líneas describen con precisión las consecuencias de esta "corrección".
La dictadura del capital financiero
Nuestra época es la del capitalismo monopolista, una de las características es el dominio completo del capital financiero. Este dominio en EEUU y Gran Bretaña ha llegado más lejos que en cualquier otro país importante. Gran Bretaña, el antiguo taller del mundo, se ha transformado en una economía rentista parasitaria que produce muy poco y está dominada por las finanzas y los servicios. Hasta hace muy poco esto representaba algo positivo que podía proteger a Gran Bretaña frente a la turbulencia de la economía mundial. Pero se ha convertido en su contrario. Al seguir de manera servil el modelo norteamericano, Gran Bretaña se ha visto arrastrada hacia la recesión siguiendo los pasos de EEUU y probablemente se verá peor afectada. Como un gusano parásito, engorda a costa del resto del organismo anfitrión, el sector financiero se ha hecho demasiado grande con relación a la economía, minando su fortaleza y amenazado con socavarlo completamente.
Es una proposición elemental que todo lo que sube debe bajar. Durante años la economía norteamericana parecía desafiar las leyes de la gravedad económica. Ahora debe pagar el precio. La caída ha llegado, y es más abrupta por la altura vertiginosa que alcanzó debido a la especulación en el sector inmobiliario durante el período que la precedió. Ya es mucho más intensa que la caída de los precios inmobiliarios en la Gran Depresión. En el primer trimestre de 2008 los precios inmobiliarios en EEUU cayeron oficialmente un 14,1 por ciento. Por contraste, en 1932, en el momento bajo de la depresión, los precios inmobiliarios cayeron un 10,5 por ciento. Además, estas cifras no reflejan la seriedad real de la situación. Algunos economistas sitúan la cifra de la caída de los precios inmobiliarios durante el primer trimestre en el 16 por ciento en términos reales. Y la caída de los precios inmobiliarios está lejos de haber terminado.
Esto significa que las enormes sumas de dinero que van a regalar a los banqueros no tendrán el efecto de detener la caída, o en el mejor de los casos pueden sólo tener un respiro temporal antes de nuevas y más profundas caídas. Esta es la lógica del mercado que no obedece a ninguna ley excepto a él mismo. Los supuestos planes de estabilización no son nada parecido. Todo lo que se habla de regular los mercados es una estupidez. El sistema capitalista es anárquico por naturaleza. No se puede planificar ni regular. El intento de estabilizar el sector financiero inyectando grandes cantidades de efectivo sólo conseguirá enriquecer aún más a los ya mega-ricos. Pero no tendrá un efecto duradero sobre el mercado.
La insolencia de los banqueros es bastante asombrosa. Exigen al gobierno que compre sus deudas malas, mientras ellos se quedan con los valores rentables. Nadie sabe cuál es el valor real de estos activos. Un viejo refrán dice que nunca se puede comprar a ciegas. Es un consejo acertado, pero se espera que el gobierno entregue una inmensa cantidad de dinero a la burguesía sin mirar lo que hay en el paquete. La crisis del sistema bancario es el resultado de una estafa masiva en la que todos los banqueros han participado alegremente durante las últimas dos décadas. Se han hecho fabulosamente ricos pero ahora han dejado una enorme cantidad de deuda y capital ficticio en los libros de cuentas de las instituciones financieras. ¿Cómo resolver este pequeño problema? ¡Fácil! Pasar la factura al contribuyente. El gobierno crea una agencia para comprar estos valores y los mantiene hasta que "maduren" y se puedan vender al sector privado. Esto significa nacionalizar las pérdidas y privatizar los beneficios o, por utilizar una maravillosa expresión de Gore Vidal, socialismo para el rico y economía de libre mercado para el pobre.
Los capitalistas pretenden que también ellos están haciendo sacrificios, pero lo que quieren decir es que sacrifican unos pocos de sus inflados beneficios, mientras que los trabajadores sacrifican su vida y casa. Los banqueros gritan con dolor y los gobiernos corren con un cheque en blanco en sus manos. Esto se conoce como "provisión de liquidez". El problema es que el Estado no posee liquidez alguna. Sólo puede conseguir el dinero de los contribuyentes. Pero los impuestos reducen la demanda, algo que ya está cayendo en EEUU. Esto podría temporalmente aliviar el "sufrimiento" de los super-ricos, pero sólo a costa de incrementar el sufrimiento de millones de estadounidenses corrientes. Eso, en sí mismo, no sería nada preocupante, por supuesto, ya que el destino de todos los norteamericanos patriotas es sufrir por la gran causa del mercado. Desgraciadamente, esto tendrá efectos más serios en la economía.
Un nuevo recorte de la demanda aumentará el desempleo. Las empresas entrarán en bancarrota. Más personas no podrán pagar sus hipotecas y deudas de la tarjeta de crédito, profundizará la crisis y será más difícil de resolver. Además, EEUU es los años recientes ha pasado de ser la nación acreedora más grande del mundo a ser el mayor deudor mundial. La compra por parte del gobierno de valores sin valor e inyecciones de capital en las instituciones financieras aumentará enormemente este endeudamiento colectivo. Provocarán una nueva caída del valor del dólar con relación a otras monedas y esta situación consiguientemente causará más convulsiones en los mercados monetarios mundiales.
Los bancos centrales se supone que deben evitar vigilar a los bancos e instituciones financieras para garantizar a los depositarios que sus depósitos bancarios están a salvo, y proporcionar la liquidez en las instituciones financieras frente a daños colaterales. Pero los recursos de los bancos centrales tienen un límite y se está alcanzado muy rápidamente. Probablemente ya han hecho más de lo que podían hacer. En el caso de una nueva crisis bancaria no podrán hacer nada. Como nadie tiene la más mínima idea de a cuánto ascienden las deudas malas que están envenenando el sistema financiero mundial, esta crisis en el próximo período es inevitable. Más pronto que tarde terminará en el colapso de uno u otro de los bancos importantes, que puede provocar una conmoción letal en toda la economía mundial, como ocurrió con el colapso del banco austriaco más grande, el Kredit-Anstalt, en mayo de 1931. Esto sucedió dos años y medio después del crack de Wall Street en EEUU y marcó el principio del colapso financiero de Europa Central y después más allá. Es totalmente posible que veamos algo similar en el próximo período.
Marx sobre el capital ficticio
La escasez de dinero no es la causa de la crisis, al contrario, la crisis es la que provoca escasez de dinero. Los economistas burgueses, con su mentalidad de banqueros, confunden la causa con el efecto, la apariencia con la esencia. Cuando la economía entra en crisis, el crédito se agota y la gente exige en su lugar dinero en metálico. Este es el efecto de la crisis, pero a su vez se convierte en causa, reduciendo la demanda y creando una espiral descendente.
Los banqueros y sus amigos en el gobierno insisten en que la causa de la crisis es que el sistema financiero tenía demasiado poco capital. Es una declaración asombrosa. Durante las últimas dos décadas se ha visto un enorme carnaval rentable donde los bancos han conseguido ingentes beneficios. ¡Ahora dicen que no tienen suficiente capital! En realidad, durante el boom hubo en circulación una enorme cantidad de préstamos y esta superabundancia de capital demostraba por sí misma los límites de la producción capitalista. Había enormes sumas de capital disponible para la especulación que no podían encontrar una salida y la burguesía tuvo que encontrar otra forma de utilizarlo.
Marx señaló hace mucho tiempo que el ideal de la burguesía era hacer dinero del dinero, sin tener que pasar por el proceso doloroso de la producción. En el último período parecía que habían conseguido esta idea (excepto en China donde sí ha habido un desarrollo real de las fuerzas productivas). En EEUU, Gran Bretaña, España, Irlanda y en muchos otros países, los bancos invirtieron billones en especulación, sobre todo en el sector inmobiliario. Este se basó en el escándalo de las hipotecas subprime y floreció, generando cantidades inimaginables de capital ficticio.
Ya en la época de Marx existían grandes cantidades de capital circulando, este es capital que forma la base del capital ficticio. En aquella época también hubo estafas crediticias, el equivalente a los actuales derivados. Sin embargo, cuando se compara con la situación actual palidece todo el significado de especulación. La cantidad total de especulación a escala global es pasmosa. Tomemos sólo un ejemplo: los credit default swap. Este mercado permite que dos partes apuesten sobre la probabilidad de que una empresa incumpla el pago de su deuda. Ha pasado a 90 billones de dólares las cantidades ficticias aseguradas. Es decir, probablemente más que el doble del crédito pendiente de pago en el mundo. Pero los contratos no están anotados en ninguna parte excepto en los libros de los socios. Nadie sabe el volumen real de la transacción, por lo tanto, eso expone a la economía mundial a un enorme riesgo. Eso explica el pánico en Wall Street y en la Casa Blanca. Temen, correctamente, que cualquier vaivén severo pueda derribar todo el edificio inestable de las finanzas internacionales, con consecuencias difíciles de prever.
Incluso en el siglo XIX, en la cima del boom, cuando el crédito era fácil y la confianza aumentaba, la mayoría de las transacciones se hacían sin ningún dinero real. Al principio de cada ciclo hay abundancia de capital y los tipos de interés son bajos. El tipo de interés bajo estimula los beneficios de las empresas en el primer momento del ciclo y anima el crecimiento. Más tarde el tipo de interés alcanza su nivel medio en el momento álgido de prosperidad. Aumenta la demanda de crédito y por tanto los tipos de interés en el pico de un boom deberían subir, pero en el último boom no ha ocurrido así.
En los años recientes la Reserva Federal ha aplicado una política de mantener deliberadamente bajos los tipos de interés (en una etapa fueron incluso negativos en términos reales, considerando el nivel de inflación). Se trataba de una irresponsabilidad desde un punto de vista capitalista. Creó una burbuja inmobiliaria y de este modo se pusieron las bases para la crisis actual. Pero en la medida que se conseguían grandes beneficios y los inversores estaban felices a nadie le importaba. Todos se unieron contentos a este loco carnaval de rentabilidad. Los banqueros más respetables y los economistas más doctos unieron sus manos y bailaron al coro de: "Come, bebe y se feliz, ¡mañana estaremos muertos!"
La razón por la que ahora se quejan de que no tienen un capital insuficiente es porque una gran parte de sus activos son ficticios, el resultado de una estafa sin precedentes en todo el sector financiero. Mientras el boom continuaba a nadie le importaba. Pero ahora que el boom se ha terminado, todos estos activos están bajo sospecha. Los banqueros, que ayer estaban dispuestos a comprar grandes cantidades de deuda de los demás, ya no están dispuestos a hacerlo. La desconfianza y la sospecha se han generalizado. El viejo optimismo acomodadizo se ha sustituido por una actitud tacaña a la hora de prestar y tomar prestado. Todo el sistema bancario, del que depende la circulación de capital, está a punto de paralizarse.
A menos y hasta que los malos activos sean eliminados, muchas instituciones carecerán del capital necesario para extender el crédito fresco en la economía. Marx hace mucho que describió esta etapa del ciclo:
"La convertibilidad de las letras de cambio sustituye a la metamorfosis directa de las mercancías, tanto más cuanto que precisamente en estos períodos aumenta el número de las casas comerciales que trabaja simplemente a crédito. Y una legislación bancaria ignorante y al revés, como la de 1844-45, puede contribuir a acentuar todavía más la crisis.
"En un sistema de producción en que toda la trama del proceso de reproducción descansa sobre el crédito, cuando éste cesa repentinamente y sólo se admiten los pagos al contado, tiene que producirse inmediatamente una crisis, una demanda violenta y en tropel de medios de pago. Por eso, a primera vista, la crisis aparece como una simple crisis de crédito y de dinero. Y en realidad, sólo se trata de la convertibilidad de las letras de cambio en dinero. Pero estas letras representan en su mayoría compras y ventas reales, las cuales, al sentir la necesidad de extenderse ampliamente, acaban sirviendo de base a toda la crisis. Pero, al lado de esto, hay una masa inmensa de estas letras que sólo representan negocios de especulación, que ahora se ponen al desnudo y explotan como pompas de jabón; además, especulaciones montadas sobre capitales ajenos, pero fracasadas; finalmente, capitales-mercancías depreciadas o incluso invendibles o un reflujo de capital ya irrealizable. Y todo este sistema artificial de extensión violenta del proceso de reproducción no puede remediarse, naturalmente, por el hecho de que un banco, el Banco de Inglaterra, por ejemplo, entregue a los especuladores, con sus billetes, el capital que les falta y compre todas las mercancías depreciadas por sus antiguos valores nominales. Por lo demás, aquí todo aparece al revés, pues en este mundo hecho de papel no se revelan nunca el precio real y sus factores, sino solamente barras, dinero metálico, billetes de banco, letras de cambio, títulos y valores. Y esta inversión se pone de manifiesto sobre todo en los centros de que se condensa todo el negocio de dinero del país, como ocurre en Londres; todo el proceso aparece como algo inexplicable, menos ya en los centros mismos de producción". (Carlos Marx. El Capital. Volumen III. Capítulo XXX. Capital dinero y capital efectivo).
Los capitalistas deben sacar todo este capital ficticio del sistema. Como un hombre cuyo cuerpo ha sido envenenado o un drogadicto que lucha contra los efectos de su adicción, deben expulsar el veneno del organismo o perecerán. Pero es un proceso doloroso y crea nuevos peligros para el organismo. Cuando el sistema se reduce y el crédito se agota, los capitalistas retiran de circulación sus deudas. Aquellos que no pueden pagar entrarán en bancarrota. Como resultado crece el desempleo y esto, a su vez, reduce la demanda, provocando nuevas bancarrotas y nuevas deudas que no se pueden pagar. De esta manera, todos los factores que impulsaron la economía hacia adelante durante el último período se vuelven en su contrario.
Bancarrota de la economía burguesa
Los economistas se aferran insistentemente a la vieja ilusión de que era imposible una recesión mundial, que habían aprendido las lecciones del pasado (como un borracho aprende la lección después de la resaca). Decían que la crisis financiera se limitaría sólo a EEUU, que la economía norteamericana de alguna manera se "desacoplaría" del resto del mundo (así contradecían todo lo que antes habían dicho sobre la globalización), que Europa y China se convertirían en las nuevas fuerzas motrices de la economía mundial y así otras cosas por el estilo.
¡Qué vacíos suenan hoy estos argumentos! Los precios de los bienes raíces están cayendo globalmente. La economía global se está desacelerando. Las economías europeas ya están apreciablemente desaceleradas y, con la inevitabilidad de nuevos fracasos bancarios y la escasez de capital disponible y crédito, este proceso continuará. Es verdad que las llamadas economías emergentes han continuado su crecimiento, pero es impensable que puedan permanecer apartadas de la crisis general cuando la afluencia de capital se agota y los precios de las mercancías retroceden. Por supuesto, este proceso tardará un tiempo y será desigual. Algunos países entrarán más pronto en crisis, otros más tarde. Pero al final, todos se verán arrastrados.
Es indiferente en qué país comience la crisis, lo principal es que en las condiciones modernas ésta pasará de un país y continente a otro. En este caso comenzó en EEUU, que es el país que había llevado hasta su máximo extremo la manía crediticia. Pero poco después, y contra todos los pronósticos de los economistas, se extendió a Irlanda, España, Gran Bretaña y a toda Europa. Sus repercusiones alcanzarán a América Latina, Asia y África. Un país detrás de otro caerá como si se tratara de un dominó. China no escapará aunque por el momento sigue avanzando.
En una crisis los capitalistas están obligados a recurrir a medidas extraordinarias para acaparar una parte del mercado mermado. Recurren a la venta con descuento, al dumping y otros métodos para socavar a sus competidores. Con eso, agravan la crisis porque fomentan una espiral deflacionaria descendente. La gente retrasa sus comprar a la espera de precios más bajos y de esta manera empujan los precios aún más a la baja. Vemos este fenómeno más claramente en el mercado inmobiliario.
El contagio se extiende como una epidemia incontrolada de un país a otro. Será evidente que cada país ha sobre-exportado (es decir, sobreproducido) y también sobre-importado (sobre-comerciado). (Ver El Capital. Volumen 3. p. 481. En la edición inglesa). Será evidente que cada uno de ellos ha estirado el crédito demasiado y avivado las llamas de la inflación y la especulación, que ahora deben extinguirse, no importa a qué costa. Es decir, no es cuestión de este o ese país, de este o ese banco, de este o ese especulador individual, sino del propio sistema. Es verdad que ninguna recesión dura eternamente. A largo plazo, se alcanzará un nuevo equilibrio, los precios se estabilizarán, se restaurará la rentabilidad y comenzará un nuevo ciclo. Pero no hay ningún síntoma de esto a la vista. La crisis aún no ha terminado, apenas acaba de comenzar. Nadie sabe cuándo terminará. Y, de cualquier manera, como dijo Keynes, "a largo plazo todos estaremos muertos".
Es fácil ser sabio después que han pasado los acontecimientos. Los economistas burgueses son excelentes pronosticando las cosas cuando ya han ocurrido. En este aspecto se parecen a los autores de Viejo Testamento que pronosticaban con una precisión infalible acontecimientos históricos que habían ocurrido varios cientos de años antes. La gente crédula como los testigos de Jehová están muy impresionados por ello, lo citan como una prueba de la inspiración divina de la Biblia. Otros, de una persuasión más escéptica y científica, dan la bienvenida a estas "predicciones" con grandes carcajadas. Las mismas personas que ridiculizaban a los marxistas y nos aseguraban que no habría ya crisis, ahora gimen y agitan las manos. Nos dicen que es la crisis más profunda desde los años treinta, y esperan que nadie se dé cuenta de la flagrante contradicción entre esto y lo que decían sólo ayer.
La realidad es la siguiente: que durante los últimos veinte o treinta años los economistas burgueses no han comprendido nada, no han anticipado ni previsto nada. Han sido incapaces de pronosticar los booms ni las recesiones. Han pasado décadas intentando convencernos de que el ciclo económico había desaparecido, que el desempleo de masas era algo del pasado, que el monstruo de la inflación se había domesticado, y así otras cosas por el estilo. Todos los políticos reformistas, naturalmente, aceptaban este sinsentido como una moneda buena. El Gran Bretaña, Gordon Brown alardeaba: "El ciclo de boom y recesión ha desaparecido". Ahora ha tenido que tragarse sus palabras porque la economía británica se desliza hacia la recesión. Todo esto demuestra que la economía burguesa no es adecuada para nada excepto para justificar un sistema degenerado y en bancarrota.
Lo que nosotros pronosticamos
Comparemos las perspectivas de los marxistas con las que trazó la burguesía. En contraste con los economistas burgueses que cometieron el grave error de creer su propia propaganda, la corriente marxista explicó la realidad de la situación en el documento Al final de la navaja: perspectivas para la economía mundial¸ escrito en 1999, escribimos lo siguiente:
"En el pasado se decía que el papel de la Fed era llevar el cuenco de ponche cuando la fiesta estaba en pleno apogeo. Pero ya no es este el caso. Mientras públicamente hablan de cara a la galería de fidelidad y austeridad, Alan Greenspan tolera la formación de la mayor orgía de especulación financiera de la historia, aunque debería ser consciente de los peligros que ello implica. Es como el emperador Nerón, que se divertía mientras Roma se quemaba. En realidad, subiendo los tipos de interés un miserable cuarto de punto, ha echado más leña al fuego de la especulación bursátil. De esta forma, el viejo dicho de ‘a quién los dioses desean destruir, primero le vuelven loco' es totalmente correcto".
Y seguimos leyendo:
"Las barreras fundamentales para el desarrollo de las fuerzas productivas en la época moderna son la propiedad privada de los medios de producción y el Estado nacional. Sin embargo, durante un tiempo el sistema pudo superar parcialmente estas barreras por una serie de medios, como el desarrollo del comercio mundial y la expansión del crédito. Hace tiempo Marx explicó el papel del crédito en el sistema capitalista. Es un medio a través del cual el mercado puede ir más allá de sus límites normales. En el mismo sentido la expansión del comercio mundial puede proporcionar una salida durante un tiempo, a costa de preparar una crisis catastrófica aún mayor en el futuro:
"'La producción capitalista está ocupada constantemente en el intento de superar sus barreras innatas, pero superarlas por medios que luego harán que estas mismas barreras adquieran un tamaño formidable. La barrera real de la producción capitalista es el propio capital'" (El Capital, vol. 3).
"El circuito de la producción capitalista depende entre otras cosas del crédito. La solvencia de un eslabón de la cadena depende de la solvencia del otro. La cadena se puede romper por numerosos puntos. Más pronto o más tarde, el crédito debe saldarse en efectivo. Con demasiada frecuencia aquellos que se endeudan durante el proceso de auge capitalista se olvidan de este hecho. En la primera fase de expansión capitalista, el crédito actúa como un estímulo de la producción: ‘el desarrollo del proceso productivo se alarga por el crédito, y éste conduce a una extensión de las operaciones comerciales o industriales' (El Capital, vol. 3).
"Ésta es sólo una cara de la moneda. La rápida expansión del crédito y la deuda empuja el mercado más allá de sus límites normales, pero en un cierto momento esto vuelve a su posición original. Durante el boom el crédito parece no tener límites, como el Cuerno de la Abundancia de la antigua mitología griega. Pero tan pronto como aparece la crisis la ilusión se desvanece. Los reembolsos se retrasan, las mercancías no se venden en los mercados ya abarrotados y los precios caen. El desarrollo del mercado mundial no altera este proceso fundamental, salvo en que cuando se manifiesta lo hace con un alcance inmensamente mayor. La acumulación de deudas en última instancia hace más profunda y más prolongada la crisis de lo que hubiera sido de otra forma. La reciente historia de Japón es más que suficiente para confirmar esto. Después de una década de boom, caracterizada por el aumento rápido de los precios de los activos y las acciones, la burbuja estalló finalmente debido a un marcado aumento de los tipos de interés. La situación fue muy similar a la de EEUU en la actualidad. El 25 de diciembre de 1989, el Banco de Japón subió los tipos de interés causando una profunda caída de la Bolsa, pero como los precios de la tierra aún continuaban subiendo fue necesario una nueva subida de los tipos de interés. En total los tipos subieron un 6% y a final de año los precios de las acciones cayeron al 40%. A pesar de todo el Banco de Japón mantuvo los tipos de interés elevados, medida entonces alabada por los economistas, que destacaron el prudente manejo de la economía por parte de la entidad japonesa. El resultado fue prolongar la recesión durante una década.
"Con la globalización y la abolición de las restricciones al crédito y las transacciones financieras, el alcance de la expansión nunca antes fue tan grande, ni tuvo el potencial para un crash a escala mundial. Sin embargo la crisis no se origina por el capital ficticio, por las estafas de la Bolsa y el uso excesivo del crédito. Marx lo explica en el tercer volumen de El Capital:
"'También ignoramos estas falsas transacciones y especulaciones que favorece el sistema crediticio. Una crisis sólo se puede explicar como resultado de una desproporción en la producción entre el consumo de los capitalistas y su acumulación. La sustitución del capital invertido en producción depende en gran medida del poder de consumo de las clases no productivas; mientras, el poder de consumo de los trabajadores está limitado, en parte por las leyes salariales, en parte por el hecho de que son utilizados en la medida que son rentables para la clase capitalista. La razón última para todas las crisis reside en la pobreza y el consumo restringido de las masas frente al vigor de la producción capitalista en desarrollar las fuerzas productivas como si existiera sólo un poder de compra absoluto de la sociedad y éste fuera su límite'" (El Capital, vol. 3)
"La expansión del comercio mundial y la apertura de nuevos mercados en Asia también proporcionaron un estímulo temporal, pero sólo a costa de provocar un colapso incluso mayor". (Fundación Federico Engels. Marxismo Hoy. Nº 7)
Estas líneas fueron escritas hace casi una década, cuando la aplastante mayoría de los economistas burgueses aún negaban la posibilidad de una recesión mundial. Así que tenemos todo el derecho a preguntar: ¿Quién comprendió mejor los procesos de la economía mundial y quién hizo predicciones correctas? ¿Los economistas burgueses o los marxistas?
¿Puede China salvar al mundo?
Hay un viejo refrán que dice que un hombre ahogándose se agarra a una paja. La burguesía y sus apologistas, alarmados por la profundidad de la crisis, buscan alrededor una paja que les salve de hundirse más. Hasta hace poco sus esperanzas descansaban en Asia, China en particular. Pero la economía china ahora está empotrada firmemente al mercado mundial y reflejará toda su volatilidad. Un reciente artículo de Geoff Dyer en el Financial Times llevaba el elocuente título: La carga de Pekín. Una desaceleración de China es un mal agüero para la economía mundial.
A pesar de la recesión en EEUU, las exportaciones han continuado creciendo con fuerza, expandiéndose un 22 por ciento durante los primeros ocho meses de 2008. Parte de la explicación es que las empresas chinas han seguido encontrando nuevos mercados para sus productos en otras economías en desarrollo que experimentan un auge económico. Pero esto sólo retrasa lo inevitable. Después de la crisis en Wall Street y el estancamiento en Europa y Japón, los inversores comienzan a preguntarse si China podría entrar también en crisis. Después de cinco años de rápido crecimiento, la economía china muestra incluso ahora claramente una desaceleración. Una tasa de crecimiento inferior al ocho por ciento tendría grandes implicaciones para China y la economía global. Los economistas también están preocupados por el sector bancario en China.
Ya hay síntomas de problemas en el mercado exportador. La industria de prendas de vestir en Guangdong sufre una intensa tensión. Según las estadísticas provinciales, las exportaciones de prendas de vestir y accesorios de enero a julio cayeron un 31 por ciento respecto al mismo período del año pasado, a 13.300 millones de dólares. Las exportaciones de productos plásticos, juguetes y lámparas también están estancadas o descendiendo. Esto ha coincidido con una demanda débil de EEUU, donde las ventas al por menor cayeron en julio y de nuevo en agosto. El crecimiento global de las exportaciones de Guangdong a EEUU cayó al 6,3 por ciento durante los primeros siete meses de este año. Eso no puede ser una coincidencia.
Un euro fuerte y un 27 por ciento de aumento de las exportaciones de Guangdong a Europa han compensado un dólar débil y el hundimiento del mercado norteamericano. Pero ahora es evidente la profunda y creciente contracción en Europa, que también es uno de los mercados más grandes de China. Esto finalmente tendrá un impacto sobre las exportaciones chinas. "Esto podría ser la calma que precede a la tormenta", dice Stephen Green, un economista de Standard Chartered de Shanghái.
Son cada vez mayores las preocupaciones por el mercado inmobiliario, que ha sido uno de los principales componentes del boom de inversión de la economía china durante los últimos años. Las ventas han caído y la superficie en construcción cayó en agosto, mientras que la producción de acero, cemento y aires acondicionados fue plana o bajó en ese mes, otro síntoma de actividad débil. Los analistas dicen que las hipotecas aprobadas también han caído profundamente en los últimos meses. "Creemos que la probabilidad de un desastre del sector inmobiliario en China es elevada", dice Jerry Lou, un analista de Morgan Stanley en Shanghai.
Si el mercado inmobiliario cae a lo largo del próximo año eso tendrá serias consecuencias para el sector bancario. Si el crecimiento del producto nacional bruto cae muy por debajo del 8 por ciento el próximo año, eso causaría una caída aún más profunda de los precios inmobiliarios, acompañada de un colapso de la inversión en el sector privado. Las consecuencias sociales y políticas serían considerables.
Hay signos de advertencia en otras partes de la economía. El crack en el mercado bursátil ha tenido un efecto negativo sobre la confianza del consumidor. Este año ha caído mucho la tasa de aumento de los ingresos urbanos. Las ventas de automóviles han caído el mes pasado un 6 por ciento y los viajes en avión también han sido bastante más bajos este verano. Gome, el vendedor al por menor de electrónica más grande del país, dijo que las ventas por metro cuadro en sus tiendas han caído un 3 por ciento en el segundo trimestre.
El gobierno ha bajado los tipos de interés, eso indica que teme una crisis. Sin embargo, su margen de maniobra en la política monetaria es limitado por el miedo a que reaparezca la inflación, ésta alcanzó su tasa máxima de un 8,7 por ciento en febrero, antes de que cayera al 4,9 por ciento en agosto. Zhou Xiaochuan, jefe del banco central, dijo este mes: "La inflación en realidad se ha desacelerado durante los últimos meses, pero no podemos relajarnos porque la tasa puede rebrotar".
Una recesión en China, o incluso una desaceleración seria del crecimiento, tendría un efecto muy serio sobre el mercado mundial, comenzando con los países productores de mercancías en África, Oriente Medio y América Latina. Los precios del cobre, por ejemplo, han caído un 23 por ciento en los dos últimos meses, en parte debido a los temores sobre el consumo chino del metal, que ha caído más de la mitad este año.
Vividores y especuladores
Existe furia y hostilidad crecientes hacia "le mercado", es decir, hacia el capitalismo. Como reacción a este ambiente, políticos burgueses como Alec Salmond del Partido Nacional Escocés, intenta dirigir la rabia de la opinión pública fuera del propio capitalismo y hacia un sector específico de la clase capitalista, los "vividores y especuladores" de las altas finanzas.
De repente, se ha puesto de moda entre los políticos condenar a estos misteriosos individuos que se han sentado sobre venerables instituciones como el Banco de Escocia. Esta respetable entidad, nos dicen, ha estado presente durante trescientos años y ha sobrevivido a la Guerras Napoleónicas, al crack de Wall Street y a la primera y segunda guerra mundial, sólo para ser destruido por una banda de tiburones codiciosos con trajes de diseño y gafas oscuras. Este tipo de "explicación" no dice nada en absoluto. ¿Cómo un pequeño número de ávidos individuos posee un poder tan fenomenal? ¿Quiénes son estas personas? ¿Cuáles son sus nombres? ¿Dónde viven? Nadie lo sabe. Pero siempre es útil en una crisis poder culpar a alguien y si este alguien es perfectamente anónimo e ilocalizable, pues mucho mejor.
Repentinamente, estos "vividores y especuladores" comienzan a jugar en la economía el mismo papel que al Qaeda juega en la política internacional. En realidad, todos los banqueros y capitalistas son vividores y especuladores. Debe ser porque el sistema capitalista se basa en ser un vividor y en la especulación. También se basa en la concupiscencia. Negar la concupiscencia es negar el funcionamiento de la economía mundial, que se basa en el beneficio, es decir, la concupiscencia. La codicia de beneficio es lo que, en última instancia, mueve el sistema capitalista y ha sido la fuerza motriz desde su nacimiento. Sí, ¡pero se han vuelto demasiado codiciosos y ganan demasiado! Eso es lo que David Walker, presidente y ejecutivo jefe de la Peter G. Peterson Foundation y antiguo auditor general de EEUU tiene que decir:
"¿Hay lecciones en la crisis de las subprime? La respuesta es sí. Las medidas que ha adoptado el gobierno recientemente no consiguieron establecer una estructura reguladora efectiva con relación a las hipotecas, derivados y otros valores. La codicia es rampante. Fannie Mae y Freddie Mac de su misión original pasaron a centrarse en la conquista personal y el beneficio más que en su propósito público. Los lobbies de Wall Street facilitaron la relajación sobre la presión de Fannie Mae y Freddie Mac". (Financial Times. 22/9/2008).
Esto es perfectamente cierto. Mientras que los trabajadores cobran de acuerdo con los resultados, los empresarios se pagan unas cantidades obscenas independientemente de los resultados. Cuando una empresa lo hace bien los trabajadores pueden conseguir algo más de salarios o primas, pero los empresarios cobran millones en dádivas. Cuando una empresa va mal, los trabajadores no cobran nada, pero los empresarios aún cobran generosamente. Y cuando la empresa entra en bancarrota, los trabajadores son despedidos con poca o ninguna compensación (a menudo sin ni quiera pensión), mientras que los empresarios que han arruinado la empresa se van con un extravagante apretón de manos.
Estos hechos son bien conocidos. Durante años los trabajadores han estado murmurando entre dientes por la injusticia y la desigualdad. La economía avanzaba y el mercado parecía dar resultados para todos (aunque muy desiguales), la opinión pública estaba sometida a un coro ensordecedor en los periódicos y la televisión, y los políticos de cada partido eran unánimes, aceptaban como bueno el argumento de que "lo que era bueno para los ‘creadores de riqueza' (empresarios) es bueno para mí".
La estupidez de Brown
A este lado del Atlántico los procesos que vemos en EEUU se reproducen, pero sólo en la forma de una caricatura torpe y patética. En la conferencia del Partido Laborista, Gordon Brown gimió sobre la "irresponsabilidad" de la City y dijo que las primas, en algunos aspectos, eran "inaceptables". Alistair Darling, ministro de economía, se hizo eco de los comentarios del primer ministro. Pero sus "ataques" parecían los de un hombre golpeando a un rinoceronte con un plumero. Comparado con los comentarios mordaces de John McCain y Barack Obama sobre Wall Street parecen muy débiles.
Las medias tintas de Brown y Darling en el congreso del Partido Laborista indican que han pasado mucho tiempo arrastrándose por la City londinense que ahora ya no son capaces de enderezar la espalda. En una situación donde cientos de miles de trabajadores de repente están amenazados con perder sus empleos, sus casas y ahorros, incluso el reformista menos ingenioso sería capaz de darse cuenta de que una denuncia de las estafas y la codicia de los banqueros sería inmensamente popular. Es una prueba de la total bancarrota y la estupidez de estos presuntos líderes laboristas que no son capaces de adoptar los ataques demagógicos de las grandes empresas que han sí han hecho Obama y McCain.
Ni siquiera son tan radicales como la Iglesia de Inglaterra, las dos figuras más veteranas han condenado las prácticas corruptas de los tratantes financieros. En un artículo aparecido en The Spectator, el arzobispo de Canterbury, Rowan Williams, atacó las "transacciones en papel sin resultado concreto más allá del beneficio para sus negociantes". Según él cuando este comercio empezó a ir mal, provocó un "daño real y devastador".
Williams llamó la atención sobre el comercio de deudas de la industria financiera, que ha dicho se hizo "sin responsabilidad... siendo el motor de una conquista financiera astronómica para muchos en los últimos años". Dijo que la crisis financiera actual "demuestra el elemento de irrealidad básica en la situación, la realidad que se ha generado una riqueza casi inimaginable a niveles igualmente inimaginables de ficción, transacciones en papel sin un resultado concreto más allá del beneficio para los comerciantes". El arzobispo continuaba: "Dado que el riesgo para la estabilidad social general en estos procesos ha demostrado ser enorme, no es útil pretender que el mundo financiero puede mantener indefinidamente el grado de inmunidad y la desregulación del que ha disfrutado". (El énfasis es mío).
Aquí tenemos la esencia de la cuestión. Los representantes del capitalismo (incluidos los religiosos) pueden sentir como la tierra tiembla bajo sus pies. Temen las consecuencias sociales y políticas de la crisis, que representan un riesgo enorme para la estabilidad social, apelan al gobierno y a los empresarios para que hagan algo antes de que sea demasiado tarde. ¿Pero cuál es el propósito de Williams? Dice que "desentumecer el régimen financiero" es a veces necesario para impulsar la empresa y crear riqueza que permita "sacar a poblaciones enteras de la pobreza". Es una noble aspiración, y algo que es totalmente imposible conseguir sobre esta tierra pecaminosa.
Incluso más mordaz ha sido su colega Sentamu, el arzobispo de York. Lloyds TSB, un importante banco británico, había anunciado la semana anterior que había aceptado adquirir HBOS por 12.200 millones de libras después de que sus acciones se hundieran. Desde la adquisición, los comentaristas han criticado a los que vendieron las acciones prestadas por debajo de su precio actual, consiguiendo que los precios cayeran más antes de que las compraran.
Sentamu dijo lo siguiente en una cena anual de la Workshipful Company of International Bankers: "Nos encontramos en un sistema de mercado que parece haber tomado sus reglas de comercio de Alicia en el país de las maravillas". Y continuaba: "Para un espectador como yo, aquellos que deliberadamente han conseguido 190 millones de libras vendiendo por debajo de su precio las acciones de HBOS, a pesar de su fuerte base de capital, y que lo han arrojado en brazos de Lloyds TSB, son claramente ladrones de bancos y fraccionadores de valores".
Este lenguaje tan fuerte procedente de un hombre de Dios fue totalmente inesperado y sin duda tuvo un efecto desafortunado en la digestión de los que cenaban en la Workshipful Company. Los banqueros allí reunidos tampoco quedaron muy contentos al escuchar los comentarios del arzobispo sobre el plan del Tesoro norteamericano de dedicar 700.000 millones de dólares a comprar la deuda mala que tienen los bancos y otras instituciones financieras.
El arzobispo habló de la necesidad de sistemas financieros estables si se quería erradicar la pobreza pero añadió: "Una de las ironías de esta crisis financiera es que ha demostrado que adoptar medidas contra la pobreza es totalmente asequible. Costaría 5.000 millones de dólares salvar la vida de seis millones de niños. Los líderes mundiales podrían encontrar 140 veces esa cantidad en el sistema bancario en una semana. ¿Cómo pueden decirnos que la ayuda para los más pobres es demasiado cara?"
Cuando escribí este artículo, los líderes mundiales se reunían en EEUU para marcar un avance en los Objetivos de Desarrollo del Milenio, una serie de objetivo destinados a reducir la pobreza global y mejorar los niveles de vida para el año 2015. Podría depositar mi fe en el Señor y esperar que las duras amonestaciones del arzobispo hayan tenido el efecto deseado, pero toda la experiencia nos lleva a dudar de que ese sea el caso.
Incluso The Financial Times observaba:
"Incluso en tiempos de boom, pocas personas ríen calurosamente cuando contrastan sus modestos ingresos con las enormes primas de unos pocos afortunados.
"Sencillamente la envidia ahora se vuelve furia justificable, primero ante el daño que el caos financiero a infligido a los inocentes y ahora la serie de cheques en blanco de los contribuyentes que se extienden a estas entidades. La reacción en cadena está en marcha. Merece la pena distinguir las primas excesivas de los salarios y que son las que fomentan la imprudencia. Los acuerdos salariales opulentos son una cuestión que sólo importan a los accionistas que los financian. Pero recompensar la imprudencia es un problema para todos nosotros.
"Demasiados gestores de inversión han cobrado por representar lo que parecía impresionante pero que tenía las semillas de la catástrofe. La catástrofe ha llegado, los inversores han quedado en la ruina, los contribuyentes son los siguientes y todavía los administradores mantienen las primas que recogieron en los años de plenitud".
Pero después rectifica el balance y añade:
"Debemos decir a su favor que, Mr. Brown y Mr. Darling no se han centrado en los altos salarios sino en los planes de retribución que recompensa a los jugadores".
La realidad es que los que compran y venden acciones son todos jugadores y ese juego en la bolsa es su negocio que se pasa por alto discretamente.
Los periodistas del Financial Times (y de alguna manera consiguen mantener la cara seria) continúan:
"El siguiente paso ahora está en la Autoridad de Servicios Financieros, el regulador de la City, pero el problema es más fácil señalarlo que solucionarlo. El desafío es pagar a los gestores de inversión y negocios por su verdadera representación. Si eso fuera fácil, los accionistas lo harían de manera rutinaria. Una aproximación imperfecta es condicionar algunas primas a los resultados a largo plazo, retrasando el pago hasta que el polvo haya desaparecido, o insistir en que los gestores arriesguen su propia riqueza. Pero es difícil de imaginar reglas rígidas.
"La salida más práctica es que la ASF considere los planes de incentivos como parte de su revisión global de la estabilidad de las empresas financieras. Es optimista excepto porque requiere demasiado esfuerzo, pero una legislación sobre primas de la City sería totalmente contraproducente, estas leyes son fácilmente sorteadas ocultando los riesgos o enviándolos al exterior".
La política del nuevo laborismo está claramente dictada por las últimas editoriales del Financial Times.
"Economía concentrada"
Lenin dijo que la economía era política concentrada. La crisis económica que recorre el mundo está teniendo efectos muy serios sobre la psicología de todas las clases, empezando con los propios capitalistas. En un período en que el capitalismo avanzaba, la presión de las ideas burguesas sobre la clase obrera y sus organizaciones se redobló. En Gran Bretaña no ha habido una recesión económica seria durante más de dos décadas. Por lo tanto, los argumentos de los políticos burgueses y economistas (los dos trabajan en equipo) sobre las cualidades milagrosas del "libre mercado" encontraron eco incluso entre la clase obrera, pero particularmente en su dirección.
Existieron las bases materiales para la total degeneración de la socialdemocracia y los partidos "comunistas" en Europa y los dirigentes sindicales en todas partes. En Gran Bretaña, que estaba en la vanguardia de la contrarrevolución capitalista durante las tres décadas pasadas, fue el suelo donde el nuevo laborismo floreció bajo la dirección del reverendo Anthony Blair.
Para los activistas del movimiento obrero, este período fue una pesadilla que parecía no tener fin. No había límites para la degeneración de los dirigentes de las organizaciones de masas, no había profundidad en la que no se hundieran, ni ninguna acción infame que no fueran incapaces de cumplir para complacer a la clase dominante y, por supuesto, al mercado. El pesimismo de los activistas llevó a la apatía y al vacío de las organizaciones tradicionales de masas, que se llenaron de arribistas de clase media en busca de empleo y promoción. Esto a su vez llevó a un nuevo bandazo a la derecha, que profundizó aún más la desilusión de los trabajadores. Fue un círculo vicioso que se retroalimentaba y que ha durado hasta ahora. Pero las cosas comienzan a cambiar rápidamente.
La conciencia humana en general es conservadora. La gente normalmente teme el cambio y se aferra a lo que es familiar. El hábito, la rutina y la tradición pesan mucho sobre la conciencia de las masas, que va por detrás de los acontecimientos. Pero en momentos críticos de la historia, los acontecimientos se aceleran hasta el punto crítico en que la conciencia se dispara. Ahora hemos llegado a ese punto crítico.
Lo que es verdad para las naciones industrializadas del mundo es diez veces más verdad de lo que algunas veces parece para el "tercer mundo". El número de los que viven en la extrema pobreza está aumentando rápidamente en Asia, África y América Latina. Un informe publicado recientemente por las Naciones Unidas decía que una cuarta parte de todos los niños en el mundo subdesarrollado tienen insuficiente peso; más de 500.000 mujeres mueren cada año en el parto o por las complicaciones del embarazo; un tercio de la creciente población urbana en los países en vías de desarrollo vive en chabolas. Un informe del Banco Interamericano avisaba de que el aumento de los empresarios empujaría a 26 millones de personas en América Latina a unas condiciones de absoluta penuria. Esta era la situación después de un largo período de crecimiento económico a escala mundial. Fue lo mejor que podía ofrecer el capitalismo. ¿Qué ocurrirá en condiciones de crisis?
Por lo tanto, nos enfrentamos a un fenómeno mundial que está lleno de implicaciones revolucionarias. De esta manera, la globalización se manifiesta como una crisis global del capitalismo.
¿Cuál es la solución?
Dicen que la crisis actual es el resultado del fracaso regulador para vigilar el excesivo riesgo que tomaba el sistema financiero, especialmente en EEUU. Además dicen que "debemos asegurarnos de que no vuelve a suceder". ¡Resulta irónico! Durante las últimas tres décadas los economistas y políticos burgueses precisamente han defendido lo contrario: que todas las regulaciones eran malas para los negocios y que se deberían abolir (se defendía particularmente en el sector financiero).
Las declaraciones demagógicas sobre la necesidad de frenar las primas excesivas y la regulación de los salarios de los consejos de administración son sólo humo. ¿Qué se puede conseguir con estos milagros? ¿Con qué mecanismo? Los banqueros tienen mil maneras de eludir la regulación. Ocultan los libros de cuentas y hacen todo lo posible para que los reguladores no puedan descubrir sus actividades fraudulentas. Incluso el gobierno norteamericano utiliza trucos similares que encubren las verdaderas dimensiones de su déficit presupuestario.
El argumento a favor de regular los mercados es absurdo, como fue la decisión de prohibir (temporalmente) la práctica de "vender en corto". Para que los mercados puedan funcionar es necesario que se compren y vendan acciones, y se debe hacer sobre la base de calcular si el precio de la acción va a subir o bajar. La idea de que es permisible comprar acciones sólo cuando van a subir es evidentemente una idea absurda.
Las agencias de credibilidad crediticia, que se supone distinguen los buenos créditos de los malos, dieron credibilidad a paquetes hipotecarios garantizados sin mirar la debilidad de las hipotecas subyacentes. De la misma manera, los compradores de deuda norteamericana emitida por Fannie Mae y Freddie Mac asumieron con despreocupación lo que les garantizaba el gobierno norteamericano. El resultado es que el contribuyente estadounidense ahora tiene detrás más de 5 billones de dólares en hipotecas y es demasiado pronto para decir cuál será la factura final.
La conclusión es bastante clara. O tenemos libre mercado basado en la búsqueda del beneficio o tenemos economía nacionalizada planificada. Pero el "capitalismo regulado" es una contradicción. En otro artículo el Financial Times plantaba la cuestión de una manera más clara: "no importa que ideas políticas disparatadas sugieran frenar los controvertidos paquetes salariales, las mentes brillantes de las finanzas encontrarán la manera de sortearlos o salir de la parte regulada de la industria".
Es necesario abolir estos grotescos casinos que deciden el destino de millones y sustituir la anarquía capitalista con una sociedad racional basada en la economía planificada. Dicen que las medidas adoptadas por Bush y Brown representan la nacionalización. Pero estas medidas no tienen nada que ver con la idea socialista de nacionalización. No pretenden eliminar el poder económico de las manos de los adinerados parásitos que constituyen una carga monstruosa para la sociedad y un obstáculo en el camino del progreso. Todo lo contrario, representan un intento de proteger el interés de estos parásitos dándoles enormes ayudas, sacadas de los bolsillos de la clase obrera y la clase media.
Los socialistas se oponen radicalmente a estas políticas, que no tienen nada que ver con la verdadera nacionalización y que sólo son una especie de capitalismo de estado, que pretenden salvaguardar el sistema capitalista. Llevarán inevitablemente a un aumento de la monopolización, a despidos en masa, a cierres bancarios, a hipotecas más altas y otras medidas antiobreras. Los banqueros son recompensados por el Estado por sus actividades viles, que les compra todas sus pérdidas, después gasta enormes cantidades del dinero de los contribuyentes para hacerlos rentables, y cuando lo han conseguido, los devuelven de nuevo a los banqueros, que cometerán un doble delito a costa de la sociedad. Pueden reanudar su especulación y robo una vez más.
Es necesario arrebatar los puestos de mando de la economía de las manos privadas, nacionalizar los bancos, las empresas aseguradoras y las grandes empresas con la compensación mínima basada en la necesidad comprobada. Sólo cuando las fuerzas productivas estén en manos de la sociedad, será posible establecer un plan socialista racional de producción, donde las decisiones se tomen en interés de la sociedad, no de un puñado de ricos parásitos y especuladores.
Ese es el objetivo fundamental del socialismo. Es una idea que ahora será comprendida y bienvenida por millones de personas que anteriormente la consideraban como algo extraña y ajena. La gente que se manifestó en las calles de Nuevo York contra el plan Bush no eran socialistas. Hace doce meses probablemente aún eran defensores del libre mercado. Nunca han leído a Marx y sin duda parecen patriotas norteamericanos. Pero la vida enseña y en situaciones como ésta, la gente aprende más en pocos días que en toda una vida. La clase obrera de EEUU está aprendiendo rápido. Y como decía Víctor Hugo: "Ningún ejército es tan poderoso como la idea cuya hora ha llegado".
Londres, 26 de septiembre de 2008.
“La comida es más cara, y el salario más reducido. Los analistas consideran que el poder de compra se recuperará conforme la economía crezca y permita fortalecer salarios. Por el momento, no será posible, pues según estimación del Banco Central el Producto Interno Bruto apenas crecerá 2.25% en 2008”.
Las anteriores líneas no fueron escritas por ningún articulista de izquierda, son líneas extraídas de uno de los diarios más reaccionarios en México, el Diario Milenio. En México la crisis económica ha adoptado tales magnitudes que ni siquiera las publicaciones de derecha pueden ocultarlo, intentarlo sería una empresa muy difícil.
Los analistas informan que en este pasado mes de julio se logró la inflación más alta no vista desde el mes de noviembre de 2004, para situarse esta en 5.39 % y superar así las expectativas trazadas por el gobierno de Calderón a principios de año la cual se había pensado no llegaría a más del 3%. Pero también advierten que esta cifra podría llegar al 6% para finales de este año, así la inflación estaría logrando ser el doble de lo previsto.
Los trabajadores sabemos perfectamente que significan estas cifras: pobreza y dificultades hasta para comprar lo más básico. En el D.F. el costo del transporte público para el viaje mínimo es de 3 pesos, algunos cobran 4 pesos, pero en el Estado de México el viaje mínimo cuesta 7 pesos. La canasta básica resulta imposible adquirirse con un solo salario mínimo, hoy día se necesitan tres minisalarios para adquirir apenas el 70 % de esta. La harina, el trigo, han incrementado sus precios en 100%, mientras que el arroz subió 80%, la carne 50% y la tortilla que es base de la alimentación en México se incremento en 25%. Pero esto ocurre en el D.F. en el resto de estados la situación es aún más crítica.
Futuro miniaumento salarial
Cada año, los empresarios y el gobierno en turno argumentan que los salarios no pueden incrementarse porque de hacerlo la inflación alcanzaría cifras históricas. Es decir que según esto, la política de salarios de hambre resulta en un beneficio para los trabajadores. Pues han sido años de contenciones salariales y como vemos la inflación ha subido a pesar de ello.
El pelele de Calderón no se ha cansado de decir que en términos de economía, la cosa va bien en tierras mexicanas, la realidad es muy distinta para todos los trabajadores, para nosotros sólo miseria y hambre es lo que está servido en la mesa. Ante esta situación se necesita que los sindicatos y el PRD-CND convoquen a una huelga de 24 horas en contra de esta política miserable. Pero al mismo tiempo los trabajadores debemos luchar por construir un autentico partido revolucionario que sea capaz de llevar esta lucha hasta las últimas consecuencias. Ese es el partido que estamos construyendo en “Militante”, intégrate compañero, tu esfuerzo es fundamental, aquí tienes un lugar para luchar y transformar desde la raíz a la sociedad.
Rodrigo Cruz
Septiembre 2008
Ante la crisis alimentaria que se vive en todo el planeta y sus efectos sobre México, el espurio Calderón presentó el domingo 26 de mayo un plan con el supuesto objetivo de asegurar el abasto de alimentos y al mismo tiempo tratar de impedir que los precios de éstos continúen ascendiendo.
La iniciativa refleja ya el nerviosismo del régimen ante la tensión que se ha venido acumulando porque, entre otras cosas, a lo largo del calderonismo los trabajadores han padecido diferentes ataques a su ya limitada capacidad de consumo. Primero fue el caso del Tortillazo, cuando el 18 de enero del 2007 Calderón pactó con los productores, empresarios y comercializadoras un incremento del 42% al precio del kilogramo de tortilla, pasando este de 6.50 a 8.50 pesos. Después, en ese mismo año, vino el Gazolinazo, el cual, ya tan sólo su aprobación en septiembre, se trasformó en un factor de peso para que en ese mismo mes, y como resultado de la evolución de los precios desde septiembre del 2006, el valor de la canasta básica se inflara en un 34.17%.
A este par de fatalidades se les han unido de manera mas reciente los efectos en nuestro país de la crisis alimentaria mundial la cual ha provocado que de mayo de 2007 a mayo de 2008, de acuerdo al Banco de México (Banxico), los precios del arroz en el mercado nacional se hayan incrementado en un 33.6%, los del aceite vegetal comestible en un 50.6%, el del pan de caja en un 21.7%, la harina de trigo en 30.40%, el pollo en pieza en un 10.2 y la carne y el huevo en un 6.5%.
Todo los anteriores factores, al lado del desempleo y de los minisalarios, por ejemplo, han contribuido para mantener a cuando menos la mitad de la población en un situación de pobreza. De entre ellos, unos 20 millones viven en extrema miseria, es decir que no pueden cubrir satisfactoriamente sus requerimientos nutricionales mínimos diarios.
Calderón, consciente del costo político que puede tener este fenómeno inflacionario, ha reaccionado ofreciendo un paquete de medidas para tratar de revertir dicha situación, o cuando menos contenerla. Pero una revisión detenida de las propuestas de Calderón hace evidentes que éstas tendrán un efecto más que limitado en relación a sus objetivos.
¿Qué es lo que propone en general Calderón para atajar esta crisis? Veamos algunos de los puntos mas destacados de su estrategia:
1.- La importación de diferentes productos agrícolas de cualquier parte del mundo y libre de aranceles. A este respecto es necesario destacar que ya por sí mismo la importaciones de esta clase de productos a partir de los acuerdos del TLC, mismo que posibilitó la eliminación de aranceles de manera paulatina hasta lograr su totalidad en enero de este año, ha significado la ruina para millones de productores rurales medianos y pequeños, propiciando la caída en la producción del campo mexicano e incentivando la dependencia alimentaria del exterior. Tal tendencia ha provocado que, para poder cubrir la demanda interna, México haya tenido que importar 110 mil millones de dólares en alimentos entre 1994 y 2006. Se calcula que hoy día esa cantidad ya acumuló otros 10 mil millones de dólares. Tan sólo durante el primer trimestre de este 2008, ya se tuvieron que invertir para dicho objetivo 5044.9 millones de dólares, es decir un 31.4% más de lo que se requirió un año antes en el mismo lapso de meses.
Con dicha medida lo único que se va a lograr es profundizar esa clase de dependencia, traduciéndose ello en una ruina mayor para el campo mexicano. Si esa multimillonaria cifra empleada durante todos esos años hubiera sido destinada a fortalecer el campo mexicano la situación sería diametralmente opuesta a la que se vive hoy pues la independencia alimentaria y la importante oferta de productos estarían asegurando el acceso a alimentos suficientes y con precios bajos. Pero ello implicaría tener a las mayorías en el centro de la política del Estado, sin embargo bajo el capitalismo esto es imposible. En este sistema lo primero son los negocios y los intereses de un puñado de banqueros y empresarios. Los verdaderos ganadores de la libre importación de productos agrícolas debido al TLC han sido las grandes empresas que monopolizan esa clase de mercado, que se benefician de su papel como intermediaros y del hecho de que no tienen que pagar impuestos por sus importaciones. Esto último se trata de un subsidio indirecto que reciben estos empresarios por parte del Estado, y en ese mismo sentido se encuentra otra medida definida por Calderón en el sentido de reducir los aranceles en un 50% de las importaciones de leche en polvo.
2.- Se incrementa en $ 120 el apoyo otorgado a través del programa Oportunidades, pasando de 535 a 655 pesos mensuales. La ínfima cantidad entregada por medio de este programa para combatir la pobreza extrema es de por sí ya una broma de mal gusto para la población que lo recibe. Además, si miramos el porcentaje en que será incrementada esta clase de ayuda resulta que ni siquiera este aumento compensa la pérdida real para los que reciben este apoyo pues, mientras Oportunidades aumenta un 22,4%, los precios de 42 productos de la canasta básica ya se incrementaron en un 47% entre diciembre del 2007 y mayo del año en curso. De paso, esta realidad anula los efectos que podría tener otra iniciativa anunciada por FeCal sobre la integración, en coordinación con tiendas de autoservicio, de una canasta básica alimentaria a precios accesibles [¿pero acaso siguen siendo accesibles?]para evitar incrementos abruptos. Nótese el descaro de Calderón: el objetivo de esta canasta es evitar aumentos abruptos, es decir repentinos, no el de impedir los aumentos.
3.- No habrá incremento del precio del kilo de tortilla, el cual se fijo en enero a 8.50 pesos. Pues duró poco el encanto: Banamex reporta que en varias regiones del país este producto ya se vende a 11.50 pesos. (La Jornada 070608) Dicho reporte es sólo el anticipo de lo que está por venir respecto a este producto que cubre el 70% de la dieta de las familias trabajadoras, y en especial la de los más pobres de México.
4.- El litro de la leche Liconsa se mantendrá a 4 pesos. Esto suena bien, pero si pasamos al terreno de las cifras nos daremos cuenta de que esta medida es parcial y muy limitada. La cobertura de Liconsa en 2007 alcanzo a 5 millones 828 mil 760 de mexicanos, de un universo aproximado de 50 millones de pobres de los cuales 20 viven en extrema pobreza. Dada la política de ajustes de Calderón es imposible pensar que dicha cobertura se haya incrementado significativamente en 2008, por consecuencia los números de un año a otro seguramente son muy similares. Así que, dada esta situación, aproximadamente el 70% de la población en extrema pobreza será marginada de las migajas que arrojará Calderón por medio de Liconsa. Ese porcentaje es por mucho mayor si tomamos como parámetro a los 50 millones considerados en situación de pobreza a secas. Los millones que quedan marginados de Liconsa tendrán dos opciones: una, hacer mayores sacrificios para adquirir un litro de leche que se cotiza entre 10 y 11 pesos en tiendas de autoservicio, o dos, renunciar al consumo de este lácteo. Millones de familias seguramente optarán por la segunda opción.
Para explicar la problemática alimentaría en México Calderón sólo mira hacia fuera (el aumento de la demanda de alimentos en China e India y los altos precios internacionales del petróleo…) pero no dice ni una sola palabra sobre factores de carácter interno que también están jugando un papel relevante en la crisis que se padece. Por un lado esta el caso de los monopolios especuladores como Maseca, Minsa, Monsanto y Cargill, que imponen toda clase de condiciones en el mercado nacional de granos y alimentos con el beneplácito del gobierno.
Por ejemplo Cargill ya ha acaparado 200 mil toneladas de maíz en lo últimos 12 meses, recibiendo por ello subsidios del gobierno por 500 millones de pesos, y también ha adquirido de manera anticipada uno de los 5 millones de toneladas de maíz que se producirán en la siguiente cosecha del estado de Sinaloa. Esta clase de acaparadores y de intermediarias hacen que, por ejemplo, una tonelada de maíz en Sinaloa sea adquirida en bodega a 2 mil 800 pesos, para ser vendida en el DF a 3 mil 250 y culminar en su venta para molino y su transformación en harina para tortilla en 3 mil 300 pesos.
Por si fuera poco, por lucrar con el hambre del pueblo trabajador, esos acaparadores y especuladores recibirán un nuevo subsidio del gobierno definido tan sólo un día después de que Calderón anunciara su pseudo estrategia antihombre, consistente en un apoyo de 100 pesos por cada tonelada de maíz que sea importada. Esta cantidad se suma a los 190 pesos de flete por tonelada y a los 185 pesos de almacenaje por tonelada que ya desde antes recibían, sumando en total ahora un subsidio por tonelada 475 pesos.
A este factor se une la ruina del campo mexicano, el cual, ante el abandono estatal y la clase de competencia a la que se ha visto obligado por medio del TLC, ha agotado rápidamente sus reservas y en tres décadas fue trasformado en una fuente débil e insegura para cubrir la demanda alimentaria del mercado interno pues, a lo largo de esos años, y su participación en el desarrollo de la economía nacional, el PIB, paso del 10.3 al 3.9%. Este desarrollo raquítico del campo mexicano ha terminado por paralizarlo ante la crisis alimentaría que está afectando a México.
Calderón no habla de estos parásitos monopolios ni de la ruina del campo porque su gobierno, junto con el de Fox y sus antecesores del PRI, son responsables de todo ello. Ellos abandonaron a sus suerte al campo y a los campesinos, fomentado y dándole vida a zánganos como Roberto González, el dueño de Maseca, que ha hecho cuantiosas fortunas monopolizando el mercado interno y externo del maíz.
Ante esta política y ante la barbarie que se aproxima, si es que le dejamos las manos libres a Calderón y la burguesía, los trabajadores debemos actuar unificando a nuestras organizaciones, los sindicatos y el PRD, levantando nuestras demandas, luchando por una huelga nacional de 24 horas contra la carestía y exigiendo un aumento salarial de emergencia del 100%.
El Estado gobierna para los burgueses sin importar en lo más mínimo la situación de los trabajadores y los campesinos pobres. Bajo el capitalismo esto no puede ser de otra manera. Ante ello tomamos medidas o la burguesía nos terminará imponiendo una realidad mas amarga de la que vivimos en la actualidad. Un síntoma de esa posibilidad es la caída del 5% de consumo de alimentos naturales y procesados registrada a lo largo del primer trimestre de este año, ello de acuerdo a la Asociación Nacional de Tiendas de Autoservicios. Esto es sólo el inicio, y lo peor esta por venir siempre y cuando no derroquemos a la burguesía y a su gobierno. Socialismo o barbarie, esa es la disyuntiva para el proletariado mexicano y de todo el mundo.
Escrito por Pepe Blanes
20 de mayo de 2008
Cuando uno aborda el estudio de la nueva etapa de crisis a que se enfrenta el sistema capitalista no puede menos que evocar al viejo Heráclito, quién basándose en la observación de la naturaleza afirmaba aquello de que "El sol es el mismo y es nuevo cada día".
La traducción marxista en el campo de la economía de esta profunda idea, es la de que sólo se puede abordar el estudio y comprensión de las crisis del sistema capitalista partiendo de sus leyes fundamentales, de su movimiento, de sus contradicciones básicas. Las mismas, como Marx explicó de manera sistemática en El Capital, proceden de sus fundamentos y aportaciones originarias -la propiedad privada de los medios de producción y cambio y la formación del Estado nacional- características que ayer, en su etapa de lozanía juvenil, significaron elementos de avance y progreso negando el viejo particularismo de la sociedad feudal (en cuyo seno se había gestado la clase burguesa ascendente) y que ya, en los albores del siglo pasado, habían devenido en freno absoluto para el desarrollo de las fuerzas productivas y, por tanto, para el avance social.
Si reflexionamos sobre la "Esencia" de la historia Humana, o dicho de otra manera, acerca de la evolución en el tiempo de las formas de organización social de la especie animal Homo Sapiens Sapiens (que representa el estadio en el que la materia se hace consciente de sí misma), podemos afirmar con Marx que ésta se reduce en última instancia a la lucha de clases antagónicas. Esto, en lenguaje de la economía política se traduce en afirmar que la historia de la sociedad humana está ligada indisolublemente a la lucha por lograr una forma o estructura de organización socioeconómica que en su contexto concreto de tiempo y espacio garantice la producción de los recursos necesarios para satisfacer las necesidades de subsistencia de la especie y de sus descendientes inmediatos. Cuando esa forma de organización no permite seguir desarrollando las fuerzas de producción inevitablemente deja de jugar un papel progresivo y entra en crisis. En su seno, y desde su propio éxito inicial, se generan las fuerzas (una nueva clase ascendente) que la negarán, garantizando una forma de organización social superior. Por supuesto que ningún proceso en la naturaleza es automático y mucho menos aún en la evolución de la sociedad humana, donde la intervención consciente de los hombres es decisiva. De hecho, ninguna clase dominante se suicida, y es imprescindible que si la nueva clase ascendente quiere triunfar tiene que dar una forma acabada a sus objetivos y en torno a ese programa organizarse para la toma del poder y así destruir las viejas formas sociales, la superestructura (política, jurídica, moral; en suma, la maquinaria estatal) y crear un nuevo Estado, instrumento de dominio de la clase revolucionaria, adaptado a las nuevas necesidades para el desarrollo de la producción.
Podemos, por tanto, afirmar que las crisis periódicas a las que en la época actual se enfrenta de forma recurrente la Economía de Mercado responden, de un lado, a las mismas contradicciones fundamentales y al mismo tiempo son distintas y específicas, porque en cada ocasión se manifiestan de acuerdo a unas coordenadas particulares de tiempo y lugar, que se encarnan y concretan en unas relaciones políticas y sociales dadas entre las distintas clases y Estados y, así mismo, en un grado determinado de desarrollo de las relaciones y contradicciones económicas.
Para entender algunas de las características de la fase actual de crisis en la que está entrando la economía a nivel mundial, vamos a tomar en consideración los aspectos más significativos que desarrollaremos a lo largo de tres artículos:
1.- Qué representa hoy para la vida de las distintas naciones el Mercado Mundial, o utilizando la jerga de los expertos económicos del sistema: qué significa la "Globalización".
2.- Ayer y hoy de un coloso, los EEUU en el siglo XXI.
3.- El papel del Capital Financiero y la División Mundial del Trabajo. La lucha a muerte por la redistribución de los Mercados.
1.- El dominio aplastante del Mercado Mundial
Si partimos de que el criterio fundamental de la razón humana es el de la Experiencia, podremos afirmar que la corrección o validez de una ideología sólo se puede evaluar en su correspondencia con la realidad viva. Dicho de otra forma, sólo a través de un método de análisis que corresponda con la realidad podremos anticipar la evolución de un proceso y, por tanto, intervenir activamente para cambiarlo o modificarlo.
En este sentido merece la pena calibrar a la luz de la experiencia la capacidad de previsión del marxismo en cuanto a la significación y trascendencia del desarrollo del mercado mundial y, frente a ello, contraponer la propaganda masiva acerca del inicio de la era de la "globalización" a la que sólo hace tres lustros, en los comienzos de la década de los 90 del siglo XX, los gurús económicos del establishment presentaron como un prodigio de modernidad.
Si existe un fenómeno recurrente a lo largo de los últimos 160 años es el anuncio reiterado de la muerte del marxismo por parte de la burguesía y toda su cohorte de ideólogos a sueldo. Como si de un grupo de lamas repitiendo un único mantra se tratara, la burguesía intenta que se alejen los malos augurios que anuncian que, hace mucho ya, el sistema del que derivan sus privilegios y prebendas se ha convertido en un obstáculo para el desarrollo de las fuerzas productivas y en una amenaza para la propia supervivencia de la humanidad.
Realmente lo que se oculta tras su obstinada insistencia en enterrar, cada poco, al mismo muerto es el miedo de las clases poseedoras a la fuerza revolucionaria de las ideas marxistas. De hecho, este temor tiene mucho que ver con la capacidad de previsión con que, desde la infancia misma de la burguesía, Marx y Engels explicaron las causas y raíces de la inevitable decadencia senil del capitalismo. Y dentro de su brillante anticipación, entre otros aspectos claves, destacaron el factor revolucionario que representaba el desarrollo del Mercado Mundial; y de esto hace ya 160 años.
"La Gran Industria ha creado el mercado Mundial, ya preparado por el descubrimiento de América. El Mercado Mundial aceleró prodigiosamente el desarrollo del comercio, de la navegación y de los medios de transporte por tierra. Este desarrollo influyó a su vez en el auge de la industria y a medida que se iba extendiendo la industria, el comercio, la navegación y los ferrocarriles, se desarrollaba la burguesía multiplicando sus capitales y relegando a segundo término a todas las Clases legadas por la Edad Media. La Burguesía Moderna, como vemos es ya de por sí fruto de un largo proceso de desarrollo, de una serie de revoluciones en el Modo de Producción y de cambio". (Marx y Engels, El Manifiesto Comunista. Febrero 1848, pág. 40 de la edición de la Fundación Federico Engels).
Y continúa:
"La Burguesía no puede existir sino a condición de revolucionar incesantemente los instrumentos de producción, y por consiguiente las relaciones de producción y con ello todas las relaciones sociales.
"Espoleada por la necesidad de dar cada vez mayor salida a sus productos, la burguesía recorre el mundo entero, necesita anidar en todas partes, establecerse en todas partes, crear vínculos en todas partes.
"Mediante la explotación del Mercado Mundial la burguesía ha dado un carácter cosmopolita a la producción y al consumo de todos los países. Con gran sentimiento de los reaccionarios, ha quitado a la industria su base nacional. Las antiguas industrias nacionales han sido destruidas y están destruyéndose continuamente. Son suplantadas por nuevas Industrias cuya introducción se convierte en cuestión vital para todas las naciones civilizadas, por industrias que ya no emplean materias primas nacionales, sino materias primas de las regiones más lejanas del mundo, y cuyos productos no sólo se consumen en el propio país, sino en todas las partes del globo. En lugar de las antiguas necesidades satisfechas con productos nacionales, surgen necesidades nuevas que reclaman para su satisfacción productos de los países más apartados y de los climas más diversos. En lugar del antiguo aislamiento y la autarquía de las naciones y regiones, se establece un intercambio universal una interdependencia universal de las naciones."
(Ibíd., pág. 42 y 43).
Una de las conquistas históricas que supuso el triunfo del dominio político de la burguesía entre los siglos XVI y XIX fue el de la creación de los Estados Nacionales (Guerra de Independencia Americana, unificación de Alemania y de Italia,...). Desde un punto de vista histórico, muy rápidamente (ya a principios del pasado siglo XX), este avance frente a las barreras feudales, que posibilitó el desarrollo de amplios mercados nacionales y por ende el de la gran industria, había devenido en un freno absoluto para el desarrollo de la sociedad. De hecho, las fronteras nacionales eran ya como una camisa de fuerza que constreñía el desarrollo de las fuerzas productivas. La interdependencia universal de las naciones que Marx había anticipado a mediados del siglo XIX, era ya hace un siglo una verdad incuestionable.
A principios del siglo XX, el proceso de concentración y la tendencia al monopolio del capital que surge como inevitable producto de la libre competencia inauguró, como explicara brillantemente Lenin en su magnífico opúsculo de El Imperialismo, fase superior del capitalismo, es la era del dominio del mercado mundial por el capital financiero y monopolista y, por tanto, de la consolidación del imperialismo como expresión política de esta fase en el desarrollo del capitalismo.
En este período las contradicciones derivadas de la anarquía del sistema, unidas a la lucha entre las distintas potencias por la redistribución de las colonias y mercados mundiales, condujeron a las dos Guerras Mundiales y al período de revolución y contrarrevolución más intenso visto hasta hoy en la historia de la humanidad. Lo que aquí nos interesa resaltar es el hecho de que estos colosales acontecimientos, ya entonces, pusieron de manifiesto la bancarrota desde una perspectiva histórica del capitalismo. Realmente lo que se estaba expresando de manera convulsa era la rebelión de las fuerzas productivas contra la camisa de fuerza impuesta por la propiedad privada de los medios de producción y cambio y por la existencia de las fronteras nacionales, que ahogaban e impedían su desarrollo.
Sin lugar a dudas, y aunque este no sea el lugar y no podamos desarrollar este aspecto decisivo, la lucha viva entre las clases fue a la vez causa y efecto de este desarrollo histórico concreto. En particular, el histórico triunfo del proletariado en el Octubre Rojo Ruso de 1917, y las especiales circunstancias históricas que le sucedieron, marcó con tinta indeleble un antes y un después en las páginas de la historia humana y, en gran medida, determinó el devenir de todo el siglo XX.
Partiendo del axioma de que "la Verdad siempre es concreta", lo que demuestran los datos estadísticos del comercio mundial es que, en los albores del siglo XXI, ninguna nación del mundo, sea cual sea la superficie que abarque su territorio, el tamaño de su población, su poderío militar o económico, puede escapar al dominio tiránico del mercado mundial.
Pero pasemos revista a los datos para en base a la realidad objetiva detraer las conclusiones que de ellos se derivan.
Cuadro nº1.
PIB de las cinco primeras potencias y de los países del BRIC (Brasil, Rusia, India y China). Fuente: Banco Mundial.
Cifras en Miles de Millones de $ nominales
AÑO | USA | JAPON | ALEMANI | CHINA | G.BRET. | BRASIL | RUSIA | INDIA |
2000 | 9.646,00 | 4.337,00 | 2.058,00 | 1.077,00 | 1.463,00 | 611,20 | 456,99 | |
2001 | 9.901.,80 | 4.574,30 | 1.948,00 | 1.129,30 | 1.451,50 | 528,70 | --- | --- |
2002 | 10.110,09 | 4.265,62 | 1.870,38 | 1.209,53 | 1.486,19 | 497,39 | --- | 501,53 |
2003 | 10.945,79 | 4.389,79 | 2.084,63 | 1.417,30 | 1.680,30 | 478,92 | --- | ---- |
2004 | 12.150,93 | 4.749,91 | 2.488,97 | 1.676,85 | 2.016,39 | 552,09 | ---- | 674,58 |
2005 | 12.969,56 | 4.988,21 | 2.852,33 | 2.263,82 | 2.263,73 | 644,13 | --- | 793,02 |
2006 | 13.446,03 | 4.899,97 | 3.018,04 | 2.641,87 | 2.425,21 | 892,81 | 822,36 | 906,54 |
Cuadro nº2.
Porcentaje sobre el PIB y la población mundial de los estados reseñados arriba y PIB per cápita de los mismos en el año 2006.
PAIS | PIB Miles Mill $ |
% PIB MUNDIAL |
%Población Mundial |
PIB per cápita $ |
USA |
13.446,03 |
28,00% |
5,00% |
44.800 |
JAPON |
4.899,97 |
11,00% |
2,14% |
38.300 |
ALEMANIA |
3.018,04 |
6,20% |
1,34% |
37.725 |
CHINA |
2.641,87 |
5,50% |
21,00% |
2.032 |
G.BRETAÑA |
2.425,21 |
5,01% |
1,09% |
37.311 |
BRASIL |
892,81 |
1,85% |
3,34% |
4.500 |
RUSIA |
822,36 |
1,70% |
2,50% |
5.500 |
INDIA |
906,54 |
1,90% |
20,00% |
755 |
PIB MUNDIAL |
48.461,85 |
|
|
|
Cuadro nº3.
Año 2006, Intercambios Comerciales en miles de millones de $ y porcentaje que representa respecto al PIB. (Fuente: Wto-OMC).
PAIS |
PIB |
EXPORT. |
IMPORT. |
TOTAL |
% SOBRE PIB |
USA |
13.446,03 |
1.038,30 |
1.919,40 |
2.957,70 |
22,00% |
JAPON |
4.899,97 |
649,90 |
579,60 |
1.229,50 |
25,10% |
ALEMANIA |
3.018,04 |
1.112,00 |
908,60 |
2.028,60 |
67,00% |
CHINA |
2.641,87 |
968,90 |
791,50 |
1.760,40 |
66,65% |
INDIA |
906,54 |
120,30 |
174,80 |
295,10 |
32,56% |
BRASIL |
892,81 |
159,20 |
115,60 |
274,80 |
30,78% |
RUSIA |
822,36 |
365,00 |
260,00 |
625,00 |
76,00% |
Total Mundial |
48.461,85 |
11.783,00 |
12.113,00 |
23.896,00 |
49,31% |
Cuadro nº4.
Volumen en miles de millones de $ del Comercio Mundial entre 1973 y 2006, peso específico de las distintas áreas del mundo en % sobre el total mundial. (Fuente: WTO).
ZONA |
Export. 1973 |
Import. 1973 |
Export 1983 |
Import. 1983 |
Expor 1993 |
Impor 1993 |
Expor 2003 |
Impor 2003 |
Expor 2006 |
Impor 2006 |
Mundo |
579 |
595 |
1838 |
1882 |
3675 |
3770 |
7371 |
7650 |
11783 |
12113 |
N.Ameri. |
17,30% |
17,20% |
16,80% |
18,50% |
18,00% |
21,50% |
15,80% |
22,60% |
14,20% |
21,00% |
USA |
12,30% |
12,30% |
11,20% |
14,30% |
12,60% |
16,00% |
9,80% |
17,00% |
8,80% |
15,80% |
Canada |
4,60% |
4,20% |
4,20% |
3,40% |
4,00% |
3,70% |
3,70% |
3,20% |
3,30% |
3,00% |
Mexico |
0,40% |
0,60% |
1,40% |
0,70% |
1,40% |
1,80% |
2,20% |
2,30% |
2,10% |
2,20% |
S y C America |
4,30% |
4,40% |
4,40% |
3,80% |
3,00% |
3,30% |
3,00% |
2,50% |
3,60% |
3,00% |
Brasil |
1,10% |
1,20% |
1,20% |
0,90% |
1,00% |
0,70% |
1,00% |
0,70% |
1,20% |
0,80% |
Argentin |
0,60% |
0,40% |
0,40% |
0,20% |
0,40% |
0,40% |
0,40% |
0,20% |
0,40% |
0,30% |
Europa |
50,90% |
53,30% |
43,50% |
44,20% |
45,40% |
44,80% |
45,90% |
45,30% |
42,10% |
43,10% |
Alemani |
11,60% |
9,20% |
9,20% |
8,10% |
10,30% |
9,10% |
10,20% |
7,90% |
9,40% |
7,50% |
France |
6,30% |
6,30% |
5,20% |
5,60% |
6,00% |
5,80% |
5,30% |
5,20% |
4,20% |
4,40% |
G.Breta. |
5,10% |
6,50% |
5,00% |
5,30% |
4,90% |
5,60% |
4,10% |
5,20% |
3,80% |
5,10% |
Italy |
3,80% |
4,70% |
4,00% |
4,20% |
4,60% |
3,90% |
4,10% |
3,90% |
3,50% |
3,60% |
C.I.S |
|
|
|
|
1,50% |
1,20% |
2,60% |
1,70% |
3,60% |
2,30% |
Africa |
4,80% |
3,90% |
4,50% |
4,60% |
2,50% |
2,60% |
2,40% |
2,10% |
3,10% |
2,40% |
O.Medio |
4,10% |
2,70% |
6,80% |
6,20% |
3,50% |
3,40% |
4,10% |
2,70% |
5,50% |
3,10% |
Asia |
14,90% |
14,90% |
19,10% |
18,50% |
26,10% |
23,30% |
26,20% |
23,10% |
27,80% |
25,00% |
China |
1,00% |
0,90% |
1,20% |
1,10% |
2,50% |
2,80% |
5,90% |
5,40% |
8,20% |
6,50% |
Japon |
6,40% |
6,50% |
8,00% |
6,70% |
9,90% |
6,40% |
6,40% |
5,00% |
5,50% |
4,80% |
India |
0,50% |
0,50% |
0,50% |
0,70% |
0,60% |
0,60% |
0,80% |
0,90% |
1,00% |
1,40% |
Tigres Asia |
3,40% |
3,70% |
5,80% |
6,10% |
9,70% |
9,90% |
9,60% |
8,20% |
9,60% |
8,60% |
Aus yN.Z |
2,10% |
1,60% |
1,40% |
1,40% |
1,50% |
1,50% |
1,20% |
1,40% |
1,20% |
1,40% |
URSS |
3,70% |
3,50% |
5,00% |
4,30% |
Cuadro nº5.
Stock de inversiones acumuladas de un país en el resto del mundo y viceversa. Año 2006. Miles de millones de $.
PAIS | Inversiones realizadas por terceros países | Inversiones realizadas por el pais referenciado en el exterior |
USA |
1.818,00 |
2.306,00 |
ALEMANIA |
764,00 |
941,40 |
CHINA |
759,00 |
93,75 |
JAPON |
88,62 |
459,60 |
BRASIL |
214,30 |
99,99 |
RUSIA |
209,60 |
|
El primer dato esclarecedor para evaluar lo que representa en los comienzos del nuevo siglo el intercambio universal de mercancías es que en promedio el mercado mundial representa entre un 40-50% del PIB global (ver cuadro nº3), esto es casi 24 billones de dólares de un PIB que en ese año osciló entre los 48,5 y los 51 billones de $ según las distintas fuentes (Banco Mundial, FMI, Eurostat...). Indudablemente, la dependencia no es la misma en todos los casos, ni en términos cuantitativos ni tampoco porcentuales. Por ejemplo, no es lo mismo el caso de EEUU o Japón, donde el comercio externo representa más o menos una cuarta parte de sus respectivas economías, que el caso de Alemania, China o Rusia, con una dependencia mucho mayor del mercado mundial. Por otra parte, de manera simultánea, se puede observar que cuantitativamente el peso del mercado norteamericano sigue siendo el mayor del planeta; representa el 12,5% de todo el comercio internacional, casi 3 billones de dólares, con un porcentaje aún mayor en las importaciones (casi un 16%).
Hay otros datos comparativos significativos. En el caso de USA el peso de su economía en el PIB mundial (el 28%) duplica lo que representa su porción en el comercio internacional. Mientras que, por ejemplo, en el caso de China ocurre el proceso inverso: su PIB supone un 5,50% y sus intercambios representan casi el 8% del total mundial.
También es necesario hacer un análisis equilibrado de lo que cada Estado representa en el concierto de las naciones, para ello tenemos que tener en cuenta no sólo las magnitudes cuantitativas de producción e intercambio de mercancías, o el ritmo de crecimiento económico anual, sino también otros muchos factores como la población, renta per cápita, productividad del trabajo, etc. En este sentido las diferencias en el caso de los países BRIC y los países desarrollados siguen siendo abismales. Por ejemplo, la Renta per Cápita China es aún 20 veces inferior a la norteamericana, 10 veces menor en el caso de Brasil y 40 en el caso de la India.
Por supuesto que también hay que tener en cuenta el tipo de mercancías que se compran y venden entre cada una de las zonas y naciones, aspectos todos de gran trascendencia y en los que nos detendremos cuando abordemos el estudio de la actual división mundial del trabajo.
Otro dato esclarecedor es el importante desarrollo de los intercambios comerciales (ver los cuadros nº4 y nº5) y que sirve para explicar, al menos parcialmente, tanto el período de crecimiento económico de los últimos 15 años, como también la conversión en su contrario conduciendo, merced a las contradicciones acumuladas, a la actual crisis que afecta a la economía mundial. Así, en la evolución reflejada en las cifras del Comercio Mundial, se observa un salto cualitativo y cuantitativo a partir de la década de los 90; en concreto de un volumen total de 3,72 billones de $ en 1983, se pasa a 7,50 billones en 1993, 15 billones en 2003 y se llega a los 24 billones de 2006. Esto significa que en poco más de dos décadas el volumen de mercancías intercambiadas se ha multiplicado por siete. Teniendo en cuenta que en ese período el PIB de USA, Japón, Alemania y las demás economías avanzadas en promedio creció aproximadamente un 300%, y considerando además que tanto Latinoamérica como África han reducido aún más su parte, y que Oriente Medio no ha incrementado de manera significativa su porción del mercado mundial, la explicación plausible de este desarrollo exponencial del mercado mundial, se debe básicamente al incremento del peso en el comercio mundial de Asia, que en 2006 sumaba el 27,80% de las exportaciones y el 25% de las importaciones globales.
Entrando en el detalle de las cifras del continente asiático, se ve claramente que los 7,5 puntos en que sube su participación se deben al papel de China que pasa del 1,20% de 1983 a un 8% en 2006. Así mismo, y aunque en menor medida, también ha influido en el mismo sentido, la incorporación de Rusia y su zona de influencia y también la de Europa del Este, que básicamente se encuentra bajo la órbita del imperialismo alemán.
Para llegar a esta situación en lo que se refiere a la cuenca del Pacífico, lo más significativo es el dato apuntado en el cuadro nº5 en lo que respecta a las inversiones extranjeras en China (759.000 millones de dólares). La relevancia de este dato tiene trascendencia mundial y esto por varias razones:
a) Por su volumen cuantitativo, China es ya el tercer país con mayores inversiones del exterior.
b) Por la intensidad y velocidad del proceso inversor, casi un 60% del total se hizo efectivo entre 1999 y 2006.
c) Por el tipo y calidad de las mismas. Se calcula que entre 400 y 450 de las 500 mayores multinacionales han invertido en China, y un porcentaje muy alto de estas inversiones lo son de las denominadas "Green fields", esto es en la construcción de nuevas plantas o fábricas o en la expansión de las ya existentes. En conclusión podemos decir que la explicación de estos procesos hay que buscarla en el desarrollo vivo de la lucha de clases. En este caso el triunfo de la contrarrevolución burguesa y la consiguiente restauración capitalista, a finales de los 80 y principios de los 90, en la URSS, Europa del Este y en China actuó como factor de causalidad, con los efectos indudables que han generado la incorporación a la órbita del mercado capitalista de cerca de 2.000 millones de personas. Estos acontecimientos han tenido un efecto dual. Inicialmente ampliaron el mercado y provocaron un efecto global de tirar hacia abajo de los salarios, de esta forma generaron un aumento de la tasa de beneficios y ayudaron al alargamiento del ciclo alcista de la economía mundial. Al mismo tiempo, todo lo anterior se combinó, como explica el FMI, con un crecimiento desproporcionado del peso del capital financiero y con el hecho de que aunque la inversión ha crecido durante el ciclo, lo ha hecho de manera muy inferior al nivel existente durante el período de crecimiento que se abrió tras el fin de la Segunda Guerra Mundial (de mediados de los años 40 hasta los años 70). De hecho, en lo que se refiere a los países industrializados (que siguen representando la parte del león, el 80% de la inversión mundial) la inversión ha crecido en estas tres décadas en un promedio que oscila entre el 15 y el 18% del PIB, mientras que hasta la crisis de la década de los setenta, la media era de más del 22%.
Por otra parte, el efecto de la industrialización acelerada y masiva de China y del Sudeste Asiático es un factor importante que, junto a otros, ha introducido enormes desequilibrios y contradicciones que, catalizadas por el accidente del pinchazo de las burbujas financiera e inmobiliaria, han ayudado a impulsar de nuevo una crisis clásica de sobreproducción.
La Historia de nuevo depara algunas amargas lecciones a todos los apologetas del capital que, hasta ayer, hablaban de la nueva economía y las maravillas del mercado. Por nuestra parte, los marxistas damos la bienvenida a todos estos procesos, especialmente por lo que representan en cuanto al enorme fortalecimiento del proletariado asiático. Los acontecimientos titánicos que se avecinan permitirán que de nuevo las ideas del socialismo científico empiecen a corresponderse con la experiencia de millones de oprimidos y, en palabras de Lassalle, se conviertan en una fuerza física capaz de transformar el mundo.
Fuente: El Militante (http://www.elmilitante.org)