Era 10 de marzo de 1952 y el pueblo cubano se despertaba con un golpe de estado orquestado por Fulgencio Batista, un tirano dictador que ya había gobernado Cuba de 1940 a 1944 con la bandera del Partido Socialista Popular. La situación económica, política y social provocaba tal hartazgo que las ganas de cambiar la situación procedían de luchas desde la época de Céspedes, Antonio Maceo y Martí para obtener su independencia, así como las batallas de Antonio Mella, Guiteras y Chibás por mejores condiciones de vida para la clase trabajadora ya durante la república.


Apropiándose de la memoria histórica de la clase trabajadora, que ni perdona ni olvida, La generación del Centenario se organizó pensando en la revolución que no había triunfado. Fue un grupo de jóvenes liderados por Fidel Castro Ruz, un joven abogado que prometía hacerla victoriosa esta vez.


Un brevísimo contexto


Cuba tiene bastas tierras que bien producen caña de azúcar y tabaco, para entonces, acababa de pasar por el auge de las Repúblicas Bananeras, un boom de explotación de tierras y jornaleros de bananas para exportación en varios países, pero todas las ganancias sólo se quedaban para los inversores extranjeros, mientras el grueso de la población se hundía en la miseria. Aunado a esto, Batista implementó reformas contra la clase trabajadora tan aberrantes como suspender las leyes respaldadas en la Constitución de 1940, tales como las libertades políticas, entre ellas, el derecho de huelga traduciéndose en represión, persecución y encarcelamiento de estudiantes y trabajadores que protestaban; también su gobierno destaco por el desfalco de las arcas públicas. 


El día esperado


Fidel cuenta en una de las conmemoraciones del asalto al Cuartel Moncada que inició a organizarse un pequeño grupo de jóvenes, llenos de sueños por cambiar el rumbo de su país. Idearon toda una estrategia militar que no podía fallar, entrenado militarmente alrededor de 1,200 jóvenes que atacarían al gobierno un día y en un lugar del que sólo sabían 3 de ellos por cuestiones de seguridad. Finalmente, el día llegó, 26 de julio, motivados por el Manifiesto del Moncada y por una sed de revolución para una verdadera independencia y libertad de derechos para la clase trabajadora y la juventud se dirigieron al Cuartel Moncada, instalaciones militares ubicadas en Santiago de Cuba, elegida por la lejanía del gobierno central pensando que limitaría su capacidad de reaccionar, a pesar de ese cálculo el gobierno de Batista envió a sus tropas y sitió la ciudad. Ese hecho fue una masacre para los 135 combatientes que fueron a la toma del cuartel, el gobierno de Batista no se tentó el corazón para torturarlos y asesinarlos, dejando un puñado de rebeldes capturados, entre ellos los hermanos Raúl y Fidel Castro.


Lecciones para el porvenir


Aquéllos compañeros caídos eran conscientes de lo que implicaba aquél enfrentamiento y pensaban que en aquél instante la población se les uniría y seguirían su causa para hacer avanzar la lucha, en ese momento ese acercamiento no se dio. Fidel salió de la cárcel y era momento de reagruparse, los rebeldes se reorganizaron en el Movimiento 26 de julio. La semilla del asalto al Cuartel Moncada sumado a una seria de batallas del pueblo cubano contra el imperialismo y la dictadura años después darían sus frutos.


Podemos tener batallas y pueden ser sangrientas o victoriosas, pero la lucha no se acaba hasta que la clase trabajadora tenga una vida digna y eso sólo es posible con una transformación socialista. Los revolucionarios regresaron a la batalla reforzados con estrategia militar, con armas, pero lo más importante respaldados por la clase trabajadora que resultó en una Revolución Cubana triunfante, en su momento, aunque se quedaron en el programa de transición… esa es otra historia.




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