El 15 de enero de 2009 se cumplen 90 años del asesinato, por orden directa de la socialdemocracia alemana, de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht, líderes del Partido Comunista alemán y dirigentes de la revolución alemana de 1918.

Rosa Luxemburgo dedicó su vida íntegramente a la revolución. Nació el 5 de marzo de 1871 en Zamos, una pequeña ciudad polaca, en el seno de una familia judía de comerciantes. Comenzó precozmente su militancia en el movimiento revolucionario polaco.
En 1889 tuvo que abandonar Polonia por motivos políticos y se trasladó a la ciudad suiza de Zurich, que era el punto de confluencia más importante de la emigración rusa y polaca, y allí, mientras estudiaba en la universidad, entró en contacto con los marxistas rusos más importantes: Paul Axelrod, Plejánov, Vera Zasulich, etc. También allí conoció al que sería su compañero de lucha, Leo Jogiches, que la acompañaría hasta el final de sus días.
En 1893 participó en la fundación de la socialdemocracia polaca. Fue también fundadora de la Liga Espartaquista y, posteriormente, del Partido Comunista Alemán. Hasta el fatal desenlace de su vida en 1919 se mantuvo ligada al movimiento proletario internacional, incluso en frecuentes y largos periodos de encarcelamiento, participando en los más duros y relevantes debates políticos del momento y como principal dirigente, junto a Karl Liebknecht, de la revolución alemana de 1918.

Lucha implacable contra el reformismo

Su llegada a Alemania, en 1898, y el comienzo de su militancia en el movimiento socialdemócrata alemán coincide con la cristalización de las dos principales tendencias dentro de este; la reformista, que cobraba fuerza, y la revolucionaria. Rosa se convirtió en la principal referencia del ala revolucionaria del SPD, tomando parte abiertamente por las ideas del marxismo, que defendía con contundencia.
La influencia y el poder de la socialdemocracia alemana crecían sin parar. Se sucedían los triunfos electorales, aumentaba el número de concejales y de parlamentarios, tanto regionales como estatales. La influencia de los sindicatos también crecía abrumadoramente. Esta cadena de éxitos coincidió con un largo periodo de auge económico del capitalismo. Estas circunstancias tan especiales contribuyeron enormemente a que el control de la organización se deslizase a una enorme capa de funcionarios, cuadros que provenían de la aristocracia obrera y también a la intelectualidad pequeñoburguesa y a la idea de que la revolución parecía no ser ya necesaria, pues a través de la acción parlamentaria se podría cambiar paulatina y pacíficamente el capitalismo hasta su desaparición. La cristalización teórica de este proceso fueron los escritos de Bernstein, para quien el boom del capitalismo alemán había supuesto, en la práctica, la negación de las previsiones de Marx.
La batalla de Rosa Luxemburgo contra el reformismo quedó magníficamente inmortalizada en su respuesta a Bernstein en 1898, en su obra Reforma o Revolución, con la que debutó en la socialdemocracia alemana y que impactó fuertemente en el seno del SPD, aglutinando alrededor de sus posiciones a las fuerzas de la izquierda marxista. "Es absolutamente falso y completamente ahistórico considerar las reformas como una revolución ampliada, y a su vez, la revolución como una serie de reformas concentradas" defendía Rosa en este texto. "La reforma y la revolución no se distinguen por su duración, sino por su esencia. Por lo tanto quien se pronuncie a favor de una vía de reformas legales en lugar de y en contraposición a la conquista del poder político no elige en realidad un camino más lento y más tranquilo hacia el mismo objetivo, sino otro objetivo completamente diferente".

La Primera Guerra Mundial y la lucha contra el imperialismo

La postura de Rosa Luxemburgo respecto a las tareas de la socialdemocracia frente a una más que probable guerra mundial supuso un punto de referencia en un mar de oscuridad en los años de la preguerra, pues la socialdemocracia alemana mantenía una postura antiimperialista de forma superficial. Mientras, en el parlamento apoyaba, en lo fundamental, la política exterior alemana. La bancarrota política era ya tal que dentro de la socialdemocracia convivían decididos partidarios de la política colonial, y los que, como Bernstein, alentaban todo tipo de ilusiones pacifistas apelando a la buena voluntad de la burguesía imperialista.
En su biografía sobre Rosa Luxemburgo, Paul Frölich dice lo siguiente: "La política imperialista no puede ser superada en el marco del capitalismo porque es una consecuencia de los intereses vitales del orden social creado por el capitalismo. Por este motivo la lucha contra el imperialismo debe dirigirse contra ese orden social. Imperialismo o socialismo, esta es la cuestión. Cualquier intento de encontrar una solución parcial a los actuales conflictos de la política exterior implica necesariamente una toma de postura a favor de uno de los estados imperialistas, a la coalición con la propia burguesía en contra de los pueblos y el abandono del punto de vista internacionalista. La consecuencia obligada es un retroceso cada vez más acusado al nacionalismo y, finalmente, la caída en la guerra imperialista".
El 4 de agosto de 1914 la socialdemocracia alemana votó a favor de los créditos de guerra en sesión parlamentaria, lo que suponía la más rotunda capitulación ante los intereses de la burguesía y, por tanto, la destrucción de la internacional. Esta traición, y la esencia de la guerra imperialista son analizados en otra de sus grandes obras maestras, La crisis de la socialdemocracia, publicado en 1915. A partir de ese momento empeñó todos sus esfuerzos en tratar de organizar la resistencia de la socialdemocracia frente a la política belicista. Con ese objetivo nació el grupo Espartaco, que daría lugar a la Liga Espartaquista y, posteriormente al Partido Comunista Alemán, en los que se selló de por vida la inquebrantable alianza política entre Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht.

Revolución rusa y revolución alemana

Las revoluciones de 1905 y 1917 en Rusia fueron una gran fuente de inspiración para Rosa, que utilizó estos acontecimientos en su batalla constante contra el reformismo. Seguía y estudiaba minuciosamente los procesos, incluso durante sus frecuentes y prolongadas estancias en prisión. Necesitaba extraer todas las enseñanzas, se preparaba para la lucha del proletariado europeo, especialmente el alemán, y necesitaba armarse con la experiencia viva de la revolución rusa, cuyo impacto en Alemania se hizo notar con importantes jornadas de huelgas. Estaba convencida de que el levantamiento del proletariado ruso suponía el principio de una nueva era.
Un ejemplo de su consideración hacia la revolución rusa es su obra Huelga de masas, partido y sindicatos, escrita en 1906. Se apoya en la experiencia de las huelgas políticas de masas en Rusia, para combatir la enorme resistencia de los dirigentes socialdemócratas alemanes a cualquier forma de lucha que no fuese la rutina parlamentaria. Además somete a una crítica mordaz a los dirigentes de los sindicatos socialdemócratas que sumergían a la clase exclusivamente en las luchas cotidianas por las mejoras y renunciaban en la práctica a la huelga general como método de lucha contra la burguesía y escuela de aprendizaje, de cohesión y de fortalecimiento de la conciencia socialista de los trabajadores. Este tema había sido fuente ya de fuertes disputas en la dirección del movimiento. La vinculación entre las luchas económicas y las luchas políticas, la importancia de la huelga general como parte del proceso de aprendizaje de las masas en su camino a la revolución, etc. son algunos de los aspectos desgajados y exprimidos al máximo en esta obra.
A partir de febrero de 1917 la revolución rusa ocupó el centro de sus pensamientos. Estaba convencida, al igual que Lenin y Trotsky de que la revolución rusa estaba condenada al fracaso si el proletariado de otros países no acudía en su ayuda a través de la conquista del poder. De ahí su preocupación por que la revolución alemana no llegase a tiempo para "salvar" la rusa.
La revolución alemana llegó en noviembre de 1918, liberando de prisión a Rosa Luxemburgo. Una vez más Rosa jugó un papel de primer orden. Sin embargo, el pernicioso papel que la socialdemocracia alemana jugó directamente en el aplastamiento de la revolución alemana y su implicación directa en el asesinato de Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht han quedado grabados en la historia.
La campaña desatada contra los espartaquistas fue feroz, instando al asesinato de sus principales dirigentes. La debilidad de la organización de los "bolcheviques alemanes" en comparación con la fortaleza organizativa y política del partido bolchevique ruso marcó la diferencia entre el desenlace inmediato de uno y otro proceso.

Su legado

Las repercusiones políticas de la vida y la obra de Rosa Luxemburgo han sido tremendas. Reivindicada desde diversas esferas de la izquierda, sus ideas y sobre todo sus polémicas han sido desfiguradas y falsificadas en multitud de ocasiones.
El respeto con el que revolucionarios de la talla de Lenin, hablaban de Rosa Luxemburo, nos da una muestra del grado en el que los objetivos comunes primaban sobre las diferencias, como las que mantuvieron sobre la estructura interna del partido y el papel de las masas en el movimiento.
Dejemos hablar a Lenin al respecto: "un águila puede en ocasiones descender más bajo que una gallina, pero una gallina jamás podrá ascender a la altura que puede hacerlo un águila. Rosa Luxemburgo se equivocó en la cuestión de la independencia de Polonia, se equivocó en 1903 cuando enjuició al menchevismo, se equivocó (...) Pero a pesar de todas esas faltas, fue y sigue siendo un águila, y no solamente su recuerdo será siempre venerado por los comunistas de todo el mundo, sino que su biografía y la edición de sus obras completas representarán una valiosa lección para la educación de muchas generaciones de comunistas de todo el mundo" (Pravda nº 87, 16/4/1924).
Además del ejemplo de dedicación revolucionaria que dio con su propia vida, el legado de su obra es hoy, igual que ayer, necesario para el combate contra las ideas reformistas dentro del movimiento obrero, como se demuestra en Venezuela, donde de nuevo las viejas ideas del reformismo son una y otra vez repetidas por los nuevos Bernstein. Al igual que Rosa hacía, es el deber de todo revolucionario, estudiar la teoría marxista, luchar por alcanzar la total comprensión de la dinámica de los procesos, releer la historia, apropiarse de las lecciones del movimiento y construir la herramienta, la organización, el partido para finalizar la obra que Marx, Engels, Lenin, Trotsky y, por supuesto, Rosa Luxemburgo comenzaron: la transformación socialista de la sociedad.


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