La crisis diplomática entre México y Bolivia, derivada del asilo político otorgado a Evo Morales por parte del gobierno de Andrés Manuel López Obrador es una pequeña muestra de las tensiones que existen en Latinoamérica; particularmente en un momento en que miles salen a las calles a confrontar gobiernos derechistas y asesinos, poniendo en su sitio a todos aquellos que pregonaban el giro a la derecha del pueblo y rompiendo cualquier pacto o paz social de los dirigentes de la izquierda reformista. 

Ofensiva de la derecha

El atrevimiento del gobierno golpista de Añez de intimidar, asediar e incluso querer invadir la Embajada mexicana es síntoma de la sed de sangre de la oligarquía boliviana, de su odio furioso contra el pueblo y los trabajadores de Bolivia y también contra todo aquello que muestre una mínima simpatía o apoyo por la resistencia que presentan contra el gobierno de facto, incluso aunque este apoyo sea desde una postura puramente "democrática", es decir, desde la misma legalidad burguesa. 

Si el golpismo se ha atrevido a esto, a provocar una "turbulencia" en la diplomacia del mundo ha sido por su tradición gorila y semifascista pero también por el apoyo que recibe de los gobiernos de derecha que rodean a Bolivia -Argentina, Chile, Perú, Colombia, Brasil- que incluso querían evitar la salida de Evo negando el tránsito por su espacio aéreo. Y también por el respaldo que le ha otorgado el imperialismo, tanto la Unión Europea como los Estados Unidos. 

Todos actuando coordinadamente, como en el pasado, para conquistar posiciones ante la reacción desmoralizada de la dirigencia del MAS y especialmente contra la dura batalla que han plantado los trabajadores e indígenas bolivianos. Tratando de hacer retroceder a los miles que están luchando en todo el continente contra esos mismos gobiernos que están hundiendo en la miseria y desesperación a millones. 

Y el imperialismo yanqui que le interesa fortalecer su posición en el cono sur. Tanto para redoblar la ofensiva contra el pueblo venezolano como para proteger sus intereses en el resto de los países. Y debilitar al gobierno mexicano para, con una mano, firmar el T-MEC, aprovechando la sujeción de AMLO a la política económica heredada del neoliberalismo e incluso poder exigir más y con la otra mano, desestabilizarlo para intentar también cerrar el paso a los movimientos y luchas que puedan llegar a rebajarlo por la izquierda. 

Defensa democrática

Los límites de la política democrática del gobierno mexicano también se hacen visibles aquí. Es un acierto el haber otorgado auxilio político a Evo Morales, incluso con las críticas que desde las páginas de Militante hemos planteado a la política del dirigente del MAS. Pero eso es apenas lo menos que se podría hacer. El gobierno de Morena dice inspirarse en la política y gobierno de Lázaro Cárdenas, y si pretende realmente honrarlo hay que decir que el cardenismo, con su política burguesa izquierdista hizo más por los combatientes de la Guerra Civil en España que lo que hoy hace el gobierno actual.

Y ya no digamos abrir las puertas para más exiliados sino incluso dar apoyo y respaldo logístico o económico a la resistencia popular antigolpista. Aun dentro de la política burguesa internacional, dentro del limitado ámbito legal podrían hacerse más cosas, que el imperialismo avanzase con una piedra en los zapatos.

Solidaridad obrera y socialista

La realidad es que más allá de lo que pueda decir o hacer el gobierno mexicano y la actual dirección exiliada del MAS que ya ha dicho que participará en las elecciones convocadas por el golpismo, la única alternativa real y garantía de una derrota de la ofensiva derechista en América del Sur es la solidaridad activa de los pueblos y el impulso que podamos dar a las luchas actuales y futuras en México.

Quizá justo ahora no podemos ir allá a ayudar en el combate frontal contra las bandas fascistas de la burguesía de Santa Cruz o en la autodefensa armada que se hace necesaria contra los ataques del ejército y la policía. Pero, a cambio, es una tarea impulsar la conciencia y la organización por la solidaridad con Bolivia y con todos los pueblos de nuestra América que están ahora en la calle contra sus gobiernos. Extender ese llamado a las organizaciones obreras y sociales en Canadá y Estados Unidos, muchas de las cuales cuentan en sus filas con migrantes latinoamericanos y a las resistencias de los pueblos como en Standing Rock, que también batallan día a día contra la sobreexplotación racista de la clase dominante blanca y sus aliados del capitalismo negro.

Desarrollar la lucha de lxs expltadxs y oprimidoxs de nuestros territorios es ahora el camino para orillar al imperialismo y las oligarquías asesinas a retroceder y dar oxígeno a nuestras hermanas y hermanos del continente.

 


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