El domingo 16 de marzo, el FMLN (Farabundo Martí para la Liberación Nacional) se proclamaba vencedor en las elecciones a la Asamblea Nacional de El Salvador y ganaba la alcaldía de su capital, San Salvador, y otros 78 municipios que agrupan al 65% deEl domingo 16 de marzo, el FMLN (Farabundo Martí para la Liberación Nacional) se proclamaba vencedor en las elecciones a la Asamblea Nacional de El Salvador y ganaba la alcaldía de su capital, San Salvador, y otros 78 municipios que agrupan al 65% de los seis millones de habitantes que pueblan El Salvador.

Los vientos frescos de la lucha de clases que están provocando auténticos terremotos sociales y políticos en el continente latinoamericano, dejan notar sus efectos también en América Central y al igual que sus hermanos de clase del resto del continente, los oprimidos en El Salvador buscan un camino para cambiar sus condiciones de vida.

Este es el sentido del voto mayoritario que los pobres y oprimidos de El Salvador (el 50,3% de la población se encuentra bajo el índice de pobreza y el 19% son pobres extremos) han dado al FMLN.

Las elecciones en El Salvador están diseñadas para el triunfo de la derecha y los caciques que tradicionalmente han dominado la vida política, económica y social de este país. Por ejemplo, los votantes tienen que desplazarse en largos trayectos con el transporte público suspendido lo que significa que tienen que ir por sus propios medios o bien depender de los partidos que les llevan a votar con coches o camionetas particulares. La verdad es que no hay que ser excesivamente listo para ver la coacción y la manipulación que conlleva este sistema. Por si fuera poco, también es necesario registrarse antes como votante, teniendo que acudir a las oficinas de la Administración correspondiente para hacerlo. Teniendo en cuenta el alto grado de analfabetismo y las dificultades que supone el hacer gestiones administrativas, es evidente que el sistema electoral de El Salvador está pensado para evitar la participación de los sectores más pobres y oprimidos de la sociedad.

Por eso es más sintomático de lo que pudiera parecer el triunfo del FMLN en las elecciones legislativas con el 33,79% de los votos y 31 diputados, frente a los 27 diputados y el 32% cosechado por el ultraderechista ARENA (Alianza Republicana Nacionalista), que en su himno tiene a gala proclamar que “El Salvador será la tumba del comunismo” o que presentaba como candidatos a elementos tan “demócratas” como Rodrigo Ávila, ex director de la Policía Nacional y que ha hecho su campaña electoral con frases como “mantengo intacto mi anticomunismo” o “por eso me voy a morir anticomunista”.

El problema reside en si el FMLN será capaz de romper con la política reformista que le llevó a intentar convertirse en un partido “constitucional” defendiendo un capitalismo de rostro más humano que se condensa en su slogan “Proyecto de País: Democracia, Prosperidad y Justicia Social” olvidando que la oligarquía salvadoreña se ha caracterizado por la represión salvaje y brutal de todo aquel activista que osase alzar su voz contra los desmanes de los caciques y corruptos políticos de este país. Basta como muestra el hecho de que sólo durante esta campaña electoral han sido asesinados 7 militantes del FMLN y un número indeterminados de heridos, algunos de ellos con granadas de mano.

Es cuando menos irónico, si no fuera por la tragedia que encierra, que dirigentes como los del FMLN y otros partidos y coaliciones de izquierda en América Latina, hayan renunciado a cualquier idea sobre el socialismo precisamente ahora que el capitalismo pone en evidencia ante los trabajadores y oprimidos del continente su incapacidad para garantizar una vida y un futuro digno para la inmensa mayoría de los más de 450 millones de habitantes, el 60% de los cuales viven en el umbral de pobreza.

Es especialmente sangrante que dirigentes obreros que son aupados por los trabajadores y oprimidos de estos países acepten y propaguen la falacia de que es posible un mundo más justo e igualitario, defendiendo la idea de que es posible un capitalismo de rostro más humano.

El Salvador vive la misma terrible realidad que el resto de los países de América Latina y es precisamente esa realidad la que ha provocado el triunfo del FMLN. Ahora se trata de dotar a los pobres y oprimidos salvadoreños de un programa de transformación socialista de la sociedad.

En El Salvador y en el resto de Latinoamérica otro mundo es posible, pero sólo con el socialismo.


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