Sólo salvaremos la revolución acabando con la burocracia y expropiando a los capitalistas

Lo ocurrido en las elecciones a la Asamblea Nacional el 6D no representa un resultado electoral más. Según los datos emitidos por el CNE con una participación del 74,25%, la Mesa por la Unidad Democrática (MUD) —en la que se agrupa la oposición de derechas— habría obtenido 107 diputados, frente a los 55 alcanzados por el PSUV.

 Con estos resultados las fuerzas contrarrevolucionarias logran la mayoría cualificada en la Asamblea Nacional, lo que le permitiría bloquear la acción del gobierno en aspectos decisivos e incluso, si así lo decidiesen, lanzar una nueva ofensiva contrarrevolucionaria para intentar derribarlo.

Los datos son elocuentes: la MUD podría acabar aventajando al PSUV en más de 16 puntos y 2 millones de votos. Pero lo más significativo es el gran descontento que se aprecia en zonas obreras y populares —que han sido fortalezas de la revolución— con las políticas aplicadas por el gobierno durante los últimos años. En barrios rojos de Caracas como el 23 de Enero, Coche, La Vega o El Valle gana, por márgenes que oscilan entre 1 y 4 puntos, la oposición de derechas. En Catia la MUD supera por 8 puntos al PSUV. En toda Caracas, los candidatos de Maduro sólo ganan en las parroquias Catedral, Antímano y San Agustín, y lo hace por un margen mucho más estrecho que en cualquier otra elección. En Antímano, donde el chavismo llegó a obtener apoyos del 70 y hasta 80% de los votos, el PSUV y sus aliados consiguen el 52%. En los municipios petroleros del Estado Zulia, o en San Francisco, donde gobierna el PSUV, la oposición se impone con ventajas de entre 20 y 30 puntos. En un Estado tradicionalmente chavista como Vargas vence también la MUD, y allí donde gana el PSUV (Apure, Portuguesa y otros Estados del interior donde siempre ha ganado la revolución por márgenes muy amplios) esta vez el apoyo electoral también se ve muy reducido. En todos estos casos la abstención no es superior a la media nacional. Eso significa que miles de compatriotas que durante todos estos años dieron su confianza al PSUV, han decido mostrar su protesta, su rabia y su malestar votando en esta ocasión por la oposición.

No se trata, pues, de una derrota “circunstancial”, como ha planteado el Presidente Nicolás Maduro, sino de una derrota sin precedentes en los últimos 17 años y una advertencia muy clara. Desde la base del movimiento chavista, desde el movimiento obrero organizado, debemos impulsar un golpe de timón a la izquierda de forma urgente, volviendo al camino socialista, anticapitalista y revolucionario de Chávez. El futuro de la revolución bolivariana está amenazado de muerte, todos los derechos y avances que los trabajadores y el pueblo hemos conquistado a lo largo de estos 17 años están en claro peligro. Es el momento de agrupar las fuerzas de los auténticos revolucionarios para acabar con el poder de los capitalistas y de los burócratas.

¿Por qué se pierde la AN y con un margen tan amplio?

Desde sectores del aparato del PSUV y del Estado ya han empezado a oírse voces culpando de estos resultados a las propias masas, hablando de “traición del pueblo a Chávez” y otras barbaridades. ¡Qué desvergüenza y qué cinismo! Quienes así se manifiestan no son revolucionarios, sino burócratas cobardes que sólo intentan esconder su propia responsabilidad en la derrota. Los trabajadores y el pueblo que votamos el 6 de diciembre somos los mismos que votamos por el triunfo de la revolución socialista en las 18 elecciones ganadas por el chavismo, somos los que salimos a la calle una y otra vez a defender las conquistas alcanzadas por el pueblo.

Si algo ponen de manifiesto estos resultados es que millones de compatriotas están cansados de oír discursos que denuncian la guerra económica, el burocratismo y la corrupción, sin que se tomen medidas concretas para acabar con estas lacras. Millones están hastiados e irritados de parloteo parlamentario y declaraciones vacías que se contradicen con su realidad cotidiana: los capitalistas siguen haciendo grandes negocios con las divisas y los productos de primera necesidad, y muchos burócratas que se declaran socialistas y bolivarianos participan de esos negocios. ¿Quiénes son entonces los auténticos traidores a la revolución?

En el editorial de El Militante anterior a estas elecciones, alertábamos del peligro de una derrota si no se tomaban de manera urgente medidas para acabar con el sabotaje capitalista y con la burocracia: “La realidad de cada día se convierte en una dura lucha por la supervivencia para las familias trabajadoras, obligadas a realizar interminables colas para conseguir champú y jabón, pañales y compresas, papel toilet, pasta y harina, pollo o café... Las constantes subidas de precios y la insuficiencia de productos a precio regulado se cargan sobre las espaldas del pueblo revolucionario. La subida del Salario Mínimo, anunciada por el Presidente hace unas semanas, lejos de aliviar la situación ha provocado que los precios se vuelvan a disparar. Mientras tanto, la especulación con las divisas alcanza niveles escandalosos, y el precio del barril de petróleo en torno a los 40 dólares anuncia más dificultades. Estamos llegando a un punto crítico. Las grandes conquistas de la revolución, las Misiones, la extensión de la salud y la educación, la reducción de la pobreza, las nacionalizaciones de empresas que salvaron miles de empleos están empezando a retroceder y socavarse, mientras la burguesía, los capitalistas y los burócratas corruptos se hacen de oro (…) Esta es la verdadera campaña electoral de la MUD, de los capitalistas venezolanos y el imperialismo: hablar de libertad y democracia mientras provocan despidos, acaparamiento, escasez y especulación”

En el artículo mencionado también señalábamos: “Mientras los capitalistas sigan controlando las palancas fundamentales de la economía, los bancos, la tierra y las industrias importantes, seguirán saboteando la producción, la distribución y la venta de productos de primera necesidad, acapararán mercancías y robarán las divisas de la producción petrolera. Utilizarán todos los medios para aplastar la moral revolucionaria de los trabajadores y sectores populares que dieron su voto por Chávez en 18 procesos electorales y que derrotaron por primera vez en la historia un golpe de Estado en América Latina. Con la guerra económica que han declarado, y la falta de una respuesta decisiva para derrotarla, se extiende el virus del escepticismo entre muchos compañeros y compañeras (…) Junto al sabotaje económico hay otra cuestión que se ha convertido en una carga cada vez más pesada, un problema que afecta a la confianza de las masas revolucionarias, tanto o más que la escasez y las largas colas. Se trata del aumento de la burocracia corrupta dentro del Estado y del propio movimiento bolivariano, un creciente grupo de hombres y mujeres que mientras hablan de socialismo en público estrechan lazos con la burguesía, compartiendo sus hábitos de vida, sus lujos, su desprecio por el pueblo revolucionario. Muchos de ellos llevan una vida de millonarios, de empresarios explotadores.”

Después de que se ganaran las elecciones municipales hace dos años, la dirección del PSUV prefirió celebrar y mirar a otro lado sin analizar unos resultados que —como entonces explicamos— representaban una seria advertencia. En aquella ocasión, una medida limitada y parcial como la intervención para regular los precios de electrodomésticos, herramientas, ropa y otros productos, animó a una parte de la base social de la revolución —que estaba muy descontenta— a votar en el último momento por el PSUV. Con todo, alrededor de dos millones de personas que en anteriores elecciones habían votado por la revolución decidieron abstenerse o votar por opciones distintas al chavismo. Esto expresaba, como señalábamos, desencanto y malestar. Por el momento ese malestar iba a la abstención, pero dependiendo de si el gobierno aplicaba medidas verdaderamente revolucionarias y socialistas que resolviesen los problemas o no, podrían ser recuperados o arrebatados por la oposición.

Esas medidas no se han tomado y los problemas (subidas de precios, acaparamiento y desabastecimiento, burocratismo, corrupción) lejos de ser resueltos se han agravado hasta niveles insoportables. Millones de personas que alguna vez votaron por Chávez y hoy están desencantadas, así como muchos jóvenes que votaban por primera vez y no conocieron la IV República pero llevan años oyendo hablar de socialismo, justicia social, etc.; mientras ven crecer la inflación, el desabastecimiento, la corrupción y la inseguridad, han mostrado su descontento y hastío absteniéndose o votando por la MUD.

La revolución ha entrado en una fase decisiva: cómo derrotar la estrategia de la contrarrevolución

La burguesía combina distintas tácticas y las va modificando en función de sus necesidades y del desarrollo de la lucha de clases. Mientras siguen organizando el sabotaje económico y la campaña internacional contra la revolución, hacen llamados al “diálogo” y la “negociación”. Su objetivo inmediato es que el gobierno bolivariano y la dirigencia del PSUV sigan renunciando a aplicar medidas revolucionarias como expropiaciones, desarrollo del control obrero y del poder popular, e incluso obligarles a aplicar recortes y medidas contrarias a los intereses de la clase obrera, como las que están aceptando distintos gobiernos socialdemócratas y reformistas en otros países. Destacados estrategas del imperialismo y la burguesía parecen apostar por utilizar esta nueva AN de derechas para chantajear y atar de pies y manos al gobierno y seguir jugando, mientras puedan y les interese, al desgaste de este.

Las primeras declaraciones de algunos representantes de la MUD como Torrealba, Tintori (esposa de Leopoldo López) o Capriles parecerían ir en ese sentido. También la utilización de dirigentes socialdemócratas como el ex presidente español Rodríguez Zapatero, que ha entrado en escena estos últimos días haciendo de “policía bueno”, repartiéndose los papeles con su compañero de partido, el “policía malo” Felipe González. Sin embargo, hay sectores con peso dentro de la oposición venezolana que están planteando ya pasar a la ofensiva inmediata para tumbar al gobierno. Un ejemplo son las declaraciones de un vocero de Vanguardia Popular en el Edo. Anzoátegui hablando de 4 vías para resolver la situación que estaban discutiendo: convocatoria de una Asamblea Constituyente para hacer una nueva Constitución, forzar el revocatorio de Maduro, acortar la duración del mandato presidencial y modificar la composición del Tribunal Superior de Justicia.

El problema a la hora de diseñar cualquier táctica, tanto para la burguesía como para los reformistas, es que la situación económica es tan grave y la polarización social ha llegado tan lejos que tanto los dirigentes de la revolución como los de la contrarrevolución se van a ver sometidos a una enorme presión. La perspectiva no es ningún debate tranquilo “entre dos modelos de sociedad: capitalismo y socialismo” hasta las próximas elecciones, como han planteado (no sabemos desde que planeta) algunos reformistas. El resultado inmediato de la victoria de la derecha será agudizar hasta el extremo el enfrentamiento entre revolución y contrarrevolución y todas las contradicciones económicas y políticas.

La burguesía y los dirigentes de la MUD no tienen ninguna alternativa a la crisis económica. Esta es en parte producto del sabotaje que ellos mismos organizan pero sobre todo forma parte de la crisis general del sistema capitalista que defienden. En el caso de un capitalismo y una burguesía tan parásitos como los que existen en Venezuela, que viven históricamente de especular y saquear la renta petrolera, si llegasen a Miraflores su política sólo podría ser la de arrebatar a los trabajadores y el pueblo todas las conquistas sociales en educación, salud, vivienda, derechos democráticos, etc.; y someternos a unos recortes, ataques y represión peores que los que sufre la clase obrera en otros países latinoamericanos o en Europa. Sólo han pasado dos días desde su victoria y los empresarios de Fedecámaras o los propietarios inmobiliarios de la Cámara de la Propiedad ya han formulado sus primeras “peticiones” a la nueva Asamblea Nacional de mayoría contrarrevolucionaria: eliminar la Ley de Precios Justos o la Ley de Vivienda, que intenta garantizar los derechos de los inquilinos y ha servido hasta el momento para impedir los desahucios (detrás vendrán exigir la retirada de los aspectos más progresistas de la LOTTT, la inamovilidad laboral, etc.).

Desde la dirigencia del PSUV las primeras declaraciones que se han escuchado en lugar de sacar conclusiones de todos los errores cometidos y políticas equivocadas aplicadas, explicar estos peligros y plantear las tareas para evitarlos, parecen tener como único objetivo minimizar la importancia de la derrota o responsabilizar de la misma al propio pueblo. Escuchando a algunos dirigentes parece como si no hubiera pasado nada. Esto es un nuevo y grave error.

En su discurso reconociendo el triunfo electoral de la MUD, el Presidente Maduro habló de victoria de la guerra económica y del sabotaje contrarrevolucionario. Sin duda, estos factores han sido decisivos, pero la cuestión es, precisamente, cómo resolver los gravísimos problemas económicos que sufrimos los trabajadores y el pueblo. Ninguna de las medidas parciales que se han anunciado durante los últimos meses, han servido para mejorar las condiciones de vida de las masas. La “revolución productiva” de la que habla el gobierno y la creación de las llamadas “corporaciones socialistas”, que a pesar de su rimbombante nombre propone el desarrollo de polos empresariales mixtos —de capital público y privado— zonas económicas especiales, etc.; van precisamente en dirección contraria: ahondar en fortalecer las relaciones capitalistas siguiendo el modelo chino, en lugar de construir una economía y un estado socialistas. Sólo acabando con las relaciones de producción capitalistas y colocando las grandes palancas de la economía bajo el control y la gestión democrática de los trabajadores, podremos hablar de romper y destruir la maquinaria del Estado capitalista. Pero este es precisamente el objetivo que quieren evitar a toda costa la burguesía venezolana, el imperialismo, y la burocracia usurpadora, que en estos años no ha dejado de crecer y escapar al control del pueblo hasta convertirse en parte de la contrarrevolución.

Seguir con las políticas aplicadas hasta el momento y ceder a la presión de la nueva AN con mayoría de la MUD, abriría un camino al desastre para la clase obrera y los oprimidos. La gran lección de estos tres últimos años de gobierno y de la fuerte derrota electoral del 6D es que mientras se mantenga la propiedad de los bancos, la tierra y las empresas en manos de los capitalistas, y el Estado y las empresas públicas sigan dirigidas por la burocracia, ninguno de los problemas que enfrenta la revolución tiene solución.

Todo el poder político y económico debe pasar a manos de los trabajadores

No valen ya medidas intermedias o parciales. La situación es tan grave que ante la revolución bolivariana sólo hay dos alternativas: o todo el poder pasa, de verdad y de manera urgente, a manos de los trabajadores, expropiando la banca y las principales empresas, depurando a todos los corruptos y burócratas, o la revolución será derrotada. Y no hablamos ya de una derrota electoral sino de una derrota en toda regla, ya que si la MUD llegase a Miraflores el único modo de aplicar las políticas que exigen los capitalistas e imperialistas es aplastando y reprimiendo violentamente a la clase obrera y a la base social de la revolución.

Pese a todo el desastre económico y a la existencia de la burocracia, 5 millones de trabajadores, campesinos, jóvenes han vuelto a salir en defensa de la revolución y han dejado claro que no aceptarán sin lucha una vuelta atrás. Pero no sólo ellos. Millones que han votado a la MUD no lo han hecho porque apoyen el capitalismo o la contrarrevolución sino porque quieren soluciones a sus problemas. Estos millones de personas pueden ser recuperados para la revolución, pero con una única condición: aplicar una verdadera política socialista que acabe con el poder de los capitalistas y burócratas y resuelva, de una vez por todas, problemas como el desabastecimiento, la corrupción y la inflación.

La cuenta atrás ha empezado. Es perfectamente posible revertir la situación e impedir que la victoria electoral de la contrarrevolución en las legislativas se transforme en una derrota decisiva de la revolución. Para ello hay que actuar con decisión y dotarse de un programa genuinamente socialista y revolucionario. Los dirigentes de las organizaciones obreras que apoyan el proceso revolucionario (CSBT, los sectores revolucionarios de la UNETE, el Frente Nacional de Lucha de la Clase Trabajadora —FNLCT—) tienen que organizar asambleas de trabajadores en los centros de trabajo a escala local y regional, que culminen en un encuentro nacional de trabajadores y de las bases revolucionarias para debatir cómo defender nuestros derechos, conquistas y reivindicaciones para salvar la revolución. Sólo con un programa de lucha que movilice y unifique a la clase obrera, explicando claramente a los trabajadores lo que está en juego, que esta no es una simple derrota electoral sino un gran paso adelante en la estrategia de la contrarrevolución, y sobre todo ofreciendo alternativas claras por las que luchar, será posible rearmar política y moralmente al movimiento revolucionario y derrotar los planes contrarrevolucionarios.

Hoy más que nunca debemos hacer realidad el legado de Hugo Chávez: revolución dentro de la revolución, limpiar nuestro movimiento revolucionario de corruptos y burócratas, y defender un plan de emergencia de la clase obrera para salvar la revolución. Un plan que debe empezar por los siguientes puntos:

1. Dignificación de las condiciones de vida del pueblo: Subida de salarios igual o superior a la inflación y lucha real contra la especulación y las subidas de precios. Expropiación inmediata de toda la banca, los monopolios, las empresas estratégicas y los latifundios, no para gestionarlas burocráticamente, sino para que el conjunto de la clase obrera las dirija a través de delegados elegibles y revocables permanentemente, que no cobren más que el salario de un trabajador cualificado.

2.- Monopolio estatal del comercio exterior. Todos los productos que sea necesario importar deben ser comprados directamente por el gobierno en el mercado mundial y ser distribuidos a precios verdaderamente justos. Ese monopolio estatal no puede estar en manos de funcionarios al margen del control de las masas, sino bajo la administración y el control de los trabajadores y el pueblo.

3.- Ni un dólar más a ningún capitalista. Todas las divisas deben ir a industrializar el país mediante un plan socialista elaborado democráticamente por los propios trabajadores y el pueblo.

4.- Contra la especulación y el acaparamiento: cárcel para los especuladores. Todos los empresarios y burócratas implicados en estas prácticas deben ser expropiados y encarcelados. Condenar a los responsables del problema y no al pueblo que sufre las consecuencias del acaparamiento y la crisis económica.

5.- ¡Todo el poder económico y político a los trabajadores! ¡Abajo la burocracia corrupta! ¡La economía y el Estado deben estar bajo la dirección de la clase obrera y el pueblo mediante consejos elegibles y revocables en todo momento!

6.- Llamamiento a la acción revolucionaria de toda la clase obrera y los pueblos de América Latina y del mundo entero para derrocar el capitalismo. Como vemos la ofensiva contrarrevolucionaria no se limita a Venezuela: Argentina, Brasil, Ecuador, Bolivia,…En toda Latinoamérica los capitalistas y los imperialistas quieren dar una lección a los pueblos revolucionarios y recuperar el control de la situación. No les derrotaremos con discursos, mucho menos aceptando sus llamados a dialogar, o negociar, moderando los programas, dejando el poder político y económico en sus manos. La revolución bolivariana triunfará si la clase obrera se pone al frente para llevarla hasta el final y si el internacionalismo proletario se extiende al resto de América Latina y del mundo.

Caracas, 8 de diciembre de 2015


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