Desde algunos sectores de la izquierda se propone el modelo chino como un camino a seguir en Cuba o Venezuela. Según, sería un tipo especial de socialismo que no exigiría expropiar a los capitalistas sino todo lo contrario, aliarse con ellos. Pero, Si analizamos desde un punto de vista clasista y revolucionario, el modelo chino, llegaremos a conclusiones muy diferentes.

La dirección del PCCh ha intentado buscar un acomodo teórico a la contrarrevolución capitalista en China inventándose el ingenioso término de “socialismo de mercado”. Pero en este caso las palabras, no pueden ocultar la realidad. Sobran los datos que prueban la conversión de la vieja burocracia en una naciente y floreciente burguesía. La lista de dirigentes del PCCh que, utilizando su posición en el aparato del Estado y gracias a las leyes aprobadas para desmantelar la economía planificada, se han transformado en multimillonarios es abundante: el ex primer ministro Li Peng, que controla el sector eléctrico; la familia de Chen Yun, antiguo líder de la revolución, en el sector bancario; Jia Quinglin, ex presidente de la Conferencia Consultiva Política, que domina el sector inmobiliario en Pekín; etc. China alcanzó ya el cuarto lugar en la lista de países por número de millonarios en 2011, sólo por detrás de Estados Unidos, Japón y Alemania.

La burocracia ha desmontado las bases de la economía planificada acabando con el antiguo Estado obrero deformado creado tras el triunfo de la revolución en 1949. Estos individuos, hablando en nombre del socialismo, no tuvieron problema en destruir la planificación de la producción, el monopolio estatal del comercio exterior, el control de los precios y, en ausencia de libertades políticas y sindicales, someter al proletariado chino a una explotación brutal, de la que también participa el capital imperialista occidental.

¿"Socialismo de mercado" o capitalismo de estado?

A aquellos que se refieren a este modelo de capitalismo de Estado con la beatífica denominación de “socialismo de mercado” hay que recordarles que el socialismo no es una mera estadística de crecimiento económico. El socialismo es la propiedad colectiva, socializada, de los medios de producción y del sector financiero, bajo el control democrático de la clase obrera, cuyo fin es satisfacer las necesidades del conjunto de la población. No sólo termina con la propiedad privada de las grandes palancas de la economía, sino que acaba con las relaciones de producción capitalistas sustituyendo a los propietarios individuales y las leyes del mercado por la dirección y administración democrática del proletariado tanto de la economía como del Estado. Los últimos años en China hemos asistido a un proceso de privatizaciones acelerado que ha liquidado la propiedad estatal. Según  la propia Federación de Industria y Comercio de China en 2007, el 65% del PIB procede de la empresa privada; desde el 2010 se han perdido 20 millones de puestos de trabajo y se han cerrado 10.000 empresas.

Los defensores de esa falsa teoría de “socialismo de mercado” olvidan que la opulencia de unos pocos se levanta sobre el sufrimiento de la mayoría. La mayor tasa de suicidios del planeta, jornadas laborales interminables (16 horas al día), son algunas de las realidades que viven millones de trabajadores chinos en sus fábricas y que explican los beneficios multimillonarios de las empresas chinas y de los monopolios occidentales.

Seguir el modelo Chino en Venezuela sería un completo error. Lo único que se puede aprender del “socialismo de mercado” son consejos de cómo engañar a las masas hablando del socialismo mientras se privatiza y se ataca las condiciones de vida de los trabajadores y campesinos en beneficio de las multinacionales y de los capitalistas. Y evidentemente eso no es lo que los militantes del PSUV y la Revolución buscamos. Los socialistas venezolanos debemos conocer la verdad de lo que sucede en China. Los reformistas en su intento mantener la revolución venezolana  dentro de los límites del capitalismo, tratan de hacer pasar el capitalismo por socialismo, intentando confundir a los trabajadores y al pueblo.

La alternativa para Venezuela es que la revolución triunfe, que la economía y el Estado, pasen al control directo de la clase trabajadora, y en los casos donde sea necesario inversión extrajera –china o de otros países- esta sea controlada de manera democrática por los trabajadores, que se invierta y se produzca bajo las leyes de la democracia obrera, no del capitalismo chino. Esto es lo único que garantizará que los proyectos se culminen y que no duren “años en construcción”.

Se dice que “la clase obrera china es un dragón dormido”, pero en estos tiempos se observa el despertar de la conciencia de un sector del proletariado chino compuesto por millones de jóvenes que intentan huir de la miseria que ofrece el capitalismo de estado, y lo único que necesitan es un ejemplo a seguir. El único modelo a exportar para el planeta entero, es socialismo democrático, el legado que Chávez siempre quiso materializar. No debe ser el modelo chino el que sigamos en Venezuela, debe ser la revolución triunfante, sin capitalistas ni burócratas lo que exportemos a China y al resto del planeta. Los trabajadores Chinos y del mundo no buscan el “socialismo de mercado”, sino una federación socialista mundial, donde se planifique democráticamente la producción y la distribución, donde el beneficio que se quedan las multinacionales, se repartido para toda la humanidad, donde la cultura la educación, el arte las ciencias o el deporte no sean un privilegio para los ricos, ese es el verdadero socialismo, sin burócratas ni patronos.


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