Para este mes de febrero, se tiene programado dar a conocer las reformas a las Escuelas Normales, con el llamado Plan Integral para el Diagnóstico, Rediseño y Fortalecimiento de las Escuelas Normales. Entre los puntos a destacar se encuentran la supuesta eliminación de las licenciaturas de Educación Especial, Primaria, Preescolar e Intercultural bilingüe; también desaparecería la autogestión de las escuelas dejándola absolutamente en manos de los directivos. El programa tampoco considera los servicios que proporcionan las Normales, como dormitorios y comedores, pues el objetivo del gobierno es desaparecerlos. Ello implica limitar considerablemente el acceso de miles de estudiantes provenientes del campesinado pobre, el mayor (sino el absoluto) componente de las normales rurales.

Este atentado contra los hijos de campesinos pobres tiene un trasfondo político. El gobierno pretende deshacerse de la molesta militancia normalista y magisterial, que ha demostrado históricamente ser uno de los sectores más activos en la lucha contra el sistema capitalista. La derecha pretende destruir al magisterio, sus raíces y su tradición combativa que se remonta a las Escuelas Normales.

Sería un crimen olvidar que las Normales, existen gracias a la autogestión, sino fuera por ello todas estarían en quiebra, debido a la falta de presupuesto y al abandono por parte de los gobiernos estatal y nacional. Sin embargo, actualmente han logrado mantenerse 449 Normales, de estas, 17 son rurales, las que quedan de 36 que se fundaron. Las Normales dan cabida a 120 mil estudiantes por generación, para muchos de ellos representa su única opción para alejarse de la miseria del campo, de la explotación del narco y de los salarios de miseria que perciben los obreros. Los esfuerzos de los normalistas para mantener a sus escuelas abiertas son admirables. Si se mantuvieran con el presupuesto asignado en 2015 a cada alumno les corresponderían 50 pesos diarios para sobrevivir; en 2014 les correspondieron 34 pesos diarios. Únicamente con estos ingresos sería imposible su mantenimiento, no alcanzaría para cubrir los gastos más indispensables: comida, gastos de operación, limpieza, etc.

Sí las normales, especialmente las rurales, han logrado mantenerse ha sido gracias a las campañas de concientización con la población, a los boteos y a la formación política que los acompaña en la formación académica, con todo y las deficiencias que se tiene bajo esas condiciones. Es un ejemplo a seguir la forma en que sacan adelante sus escuelas ante la indiferencia y los obstáculos del gobierno, incluyendo a la represión y el asesinato directo. Ejemplos hay muchos, pero basta recordar los asesinatos de los estudiantes de la Normal Rural General Marías Ramos Santos, en Zacatecas hace 16 años y la reciente desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa.

Después de una historia que aspiraba a la transformación social, a través de formar individuos como cuadros políticos y como profesores de enseñanza básica, ahora, abandonados a su suerte en los gobiernos posteriores a Cárdenas, su fundador, se pretende dar el zarpazo final contra los normalistas. Pero la historia aún no termina y la juventud tiene mucha vida y energía para luchar. ¡Defendamos la educación pública, defendamos las Escuelas Normales!


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