En su sentido más amplio la Reforma Energética plantea la soberanía nacional, es decir, que México pueda tomar sus propias decisiones sobre su propio destino. Ideas como la “rectoría económica del Estado en materia de energía” van directamente en ese sentido. Las medidas concretas propuestas, en boca de amigos y enemigos, abogan por ello; y según se proclama la Reforma es un avance en la liberación nacional y en beneficio del pueblo.

Y para cumplir con lo dicho, en las condiciones actuales, no queda más que enfrentar a las grandes trasnacionales del sector, respaldadas por el capital financiero y gobiernos imperialistas. Estas gigantescas corporaciones, en México como en otros países, dominan una parte decisiva del mercado, son capaces de controlar la producción, de presionar a los gobiernos y de recurrir a todo tipo de maniobras en el límite legal y llanamente ilegales para mantener y acrecentar su propiedad y sus beneficios.

Sin embargo, ya en los últimos días se presenta con cada vez mayor claridad una serie de mensajes enunciados de que la Reforma sea una realidad y cumpla con el objetivo de la afanada soberanía. En palabras de algunos “principales” encargados desde Manuel Barttlet que afirma que ésta será la CFE de los empresarios y los industriales que les otorgará energía barata y llegando a las de Ricardo Monreal, coordinador de Morena en el Senado: “es indispensable escuchar a los inversionistas, a los empresarios y a todos aquellos que están interesados, y ese era el propósito del Parlamento Abierto, si no, no hubiera tenido ningún objeto haberse reunido varias semanas”.

Estos dos ejemplos, son una excelente muestra del pensamiento que ronda en las cúpulas de funcionarios gubernamentales y de Morena, una Reforma para el desarrollo nacional o sea para el capitalismo mexicano. Contrariamente, al mismo tiempo, en el discurso y en la cabeza de millones, la Reforma es para el beneficio del pueblo, para los desheredados y explotados del país, para los campesinos, las mujeres y la clase trabajadora. Hay una clara contradicción e innegablemente una disputa ¿para quién es la Reforma? ¿Quiénes son “la nación” que será beneficiada? ¿Los ricos, aunque sean nacionales, o los pobres? ¿Ellos o nosotros?

¿Cumplirá la Reforma su cometido?

De lograr aprobarse la Reforma será una diferencia con la política gubernamental anterior, sin embargo, como explicamos en un artículo anterior, la Reforma tiene un alcance totalmente limitado que impedirá que sus prometidos beneficios se concreten y aseguren en el largo plazo. Por el momento sólo recordaremos algunos:

  • La industria privada existe por y para las ganancias, pero esto no es cuestionado en la Reforma, se pone un límite a su participación, pero se asegura que sea posible y aún necesaria. Su presencia asegura una pugna inacabable por obtener de diferentes o posteriores gobiernos más presencia otra vez, con campañas de desprestigio –como la seguida contra Luz y Fuerza–, acciones ilegales, presión política y amenazas internacionales. Nacionalizar al 100% es poner más cerca los objetivos sociales, pero también debilitar la posición política de la burguesía de los energéticos, incluida la que se viste de ecologista.
  • La Reforma no da peso ni protagonismo alguno a la participación de los trabajadores en la industria nacionalizada, dejando todo en manos de la actual y futura burocracia que administra CFE, Petróleos, y otros organismos y empresas paraestatales. No hay ninguna medida ni mecanismo para evitar que esa burocracia siga sus propios intereses y/o los de la patronal, sea nacional o extranjera.
  • El contexto internacional de pugna interimperialistas y reacomodo de fuerzas regionales. La invasión imperialista de Putin en Ucrania ha dejado claro, blanco sobre negro, esta situación ¿Podrá controlar un hipotético gobierno futuro de Morena la industria nacional en este contexto si sólo administra el 54% de la industria? Sinceramente creemos que no es posible asegurar la autodeterminación del país con esa cifra.

 

Mucho se ha dicho acerca de la similitud histórica de esta Reforma con la anterior nacionalización de la energía eléctrica y especialmente con la expropiación petrolera de Lázaro Cárdenas, pero hay diferencias importantes. En aquel momento, un Decreto Presidencial, respaldado, legitimado y defendido por las masas movilizadas aseguró una victoria en el enfrentamiento contra los enemigos del país, no solamente los capitalistas ingleses, americanos y canadienses sino también contra las huestes derechistas nacionales y sus intentonas golpistas abiertas.

A día de hoy, además de la ausencia de los trabajadores de la industria (y sus organizaciones) la dirección de Morena, incluido AMLO, se ha negado en los hechos a movilizar el apoyo obrero y popular, limitándose a hacer llamados abstractos a la ciudadanía. Al tiempo que ha silenciado la idea de un Decreto. Además, los parlamentarios del partido, dirigidos por Ricardo Monreal, además de hacer evidentes esfuerzos por acercar a la burguesía, en vez de apoyarse en el respaldo de masas del gobierno declaran sin tapujos que la Reforma tendrá que rebajarse para no provocar las acciones del imperialismo, en concreto para evitar contravenir el T-MEC, que no es otra cosa que más sumisión para el país.

¿Es posible la nacionalización total?

Uno de los dos puntos fundamentales a debate es qué tan a fondo podríamos llegar en el control de los energéticos. En pocas palabras ¿es posible la nacionalización total, al 100%, de los energéticos?

Dejando aparte la postura oficialista que no lo considera ni siquiera necesario, los argumentos desde la izquierda reformista para la propuesta actual van en dos sentidos. Por un lado, que no es posible desde el punto de vista económico y técnico; por otro, que no hay condiciones políticas. Como veremos a continuación ninguna se sostiene.

Necesario es mencionar que casi nunca estas ideas son dichas de esa manera tan directa y en sentido negativo, sino que son presentadas con formas más amables, por ejemplo, que este es un primer paso y luego –no se dice cuándo– se dará el o los siguientes pasos. O que hace falta más organización, consciencia o participación para lograr más, que no hay que dar pie a la derecha con ideas radicales, o evitar la intervención legal internacional.

El desarrollo económico del capitalismo, en México y mundialmente, ha creado una industria completamente conectada en todo el país y también entre países. Por ejemplo, uno de los hechos reconocidos por propios y extraños es que la llamada red interconectada, tiene que ser una sola para mejor funcionamiento de la industria y que “tiende a ser un monopolio natural” por sus características técnicas, y a esa red se conectan todos los productores. Si esto es así, es mucho mejor administrar la red centralmente y también a las plantas generadoras para hacer más eficiente la producción y ponerla al servicio de las necesidades del pueblo.

¿Es posible que esta sea pública? ¡Claro que es posible! Además, es mejor para evitar todas las malas prácticas industriales que derivan de la competencia entre empresas o peor aún de los monopolios regionales y el control para intereses privados que ejercen en la transmisión, distribución, los precios de venta, etc. La posibilidad de una integración, una sola gran industria, viene del mismo desarrollo. La propiedad privada es ahora un impedimento para la continuidad del desarrollo, la mejor administración y la transición a energías limpias.

En el caso de los argumentos políticos, hay un intento por parte de la burocracia gubernamental, del sector de derecha de Morena y que lamentablemente está siendo favorecido por el ala de seudo-izquierda de justificar su renuncia de hecho a impulsar, acrecentar la movilización popular y sostenerla en el tiempo para crear las condiciones de ofensiva frente a la derecha, la burguesía nacional y el imperialismo.

Para esta gente es más fácil decir que no hay condiciones y después, cuando las batallas se pierden, echar la culpa a las masas, a los trabajadores, diciendo que no hubo suficiente consciencia, apoyo, movilización, etc. que reconocer que no están dispuestos a llevar la batalla hasta el final.

Con tal de seguir revistiéndose de mantos de izquierda usan discursos demagógicos, pero en los hechos no mueven ni un dedo para convocar seriamente y organizar la movilización, si se está haciendo algo es por parte de los militantes de base que a partir de su propia iniciativa y recursos están luchando y saliendo a la calle.

A la burocracia del partido no le interesa en lo más mínimo movilizar a los millones que aun respaldan este gobierno y que saben que la reforma es limitada pero que la apoyan, y esto principalmente porque no le quieren dar confianza a los trabajadores en sus fuerzas y en su movilización, porque de hacerlo no solo arrebatarían la reforma sino lucharían por profundizarla y extender esa batalla hacia el interior del partido donde ellos claramente terminarían perdiendo. De ahí que la burocracia morenista esté usando el Frente Nacional en Defensa de la Reforma Eléctrica.        

¿Qué se necesita para lograrlo?

Como bien se ha dicho, la Reforma es meterse con intereses fundamentales de la clase dominante, de uno u otro modo, el enfrentamiento es inevitable. Para las y los revolucionarios el punto central es la participación de las masas, sólo mediante la movilización más amplia y la participación decisiva de éstas, es posible enfrentar al capitalismo y salir airosos.

En las pasadas elecciones la política errada de la dirección de Morena, de Mario Delgado, su séquito y la oposición subordinándose a esa política, que provocó la pérdida de la mayoría en el poder legislativo, y ahora se nos dice que necesitamos convencer a una parte de la oposición, concretamente al PRI de votar a favor de la Reforma, pero un error no se corrige con otro, negociar con nuestros enemigos nos llevará al precipicio.

Una cosa es organizar y movilizar, poner el énfasis en la fuerza de las masas, dar el protagonismo a la calle, a acción independiente de las organizaciones, la participación activa, anticharril y clasista de los trabajadores y el pueblo, creando las condiciones políticas para quebrar la moral del priismo y romper sus filas y su disciplina parlamentaria, y otra muy diferente subordinar el movimiento para que “convenzamos” y “apoyen” la negociación en los despachos legislativos.

AMLO había mencionado la posibilidad de lograr la Reforma mediante decreto. Si se optara por ese camino incluso sería mejor que la negociación con la derecha. La legitimidad podría, nuevamente, ganarse mediante la movilización popular y a partir de ahí, conformar una línea de defensa política y legal contra la derecha y el imperialismo. Lamentablemente, vemos al Ejecutivo Federal y los sectores dirigentes de Morena cada vez más dispuestos a llegar acuerdos con nuestros enemigos y por tanto aceptar las reglas de este sistema que afrontar consecuentemente la transformación.  

Sólo en el pueblo confiamos, sólo luchando avanzamos

En última instancia, los sectores que representan dentro del gobierno y de la 4T los intereses de la burguesía nacional, y de otros sectores más o menos poseedores, están dispuestos a un arreglo antes que perder su posición económica. Somos las y los trabajadores del campo y la ciudad las únicas que estamos realmente dispuestos a llegar hasta el final para asegurar una industria energética nacional al servicio de los intereses de los explotados y los desposeídos del país.

Y para lograr nuestros objetivos hay que usar nuestros propios métodos. Se ha mencionado aquí la movilización, pero también está el poder que tenemos para incidir sobre la producción. Un calendario de movilizaciones que incluya huelgas generales en todo el país, sería la mejor demostración de que tenemos la fuerza para imponer todas las modificaciones legales que necesitemos y de que podemos defenderlas.

Ninguna confianza en que la única vía es el Congreso, ninguna confianza a las negociaciones a la baja con nuestros adversarios ni tampoco en quienes quieren convencernos o imponernos de esa vía. La clase obrera y el pueblo pobre siempre hemos conseguido nuestras reivindicaciones mediante la lucha, sólo así aseguramos los triunfos.

Por supuesto, esta es una batalla de una lucha prolongada, por un gobierno que no sólo nacionalice los energéticos, sino que además rompa con el capitalismo y su institucionalidad. Que se asegure la eficiencia de la administración de las industrias mediante el control obrero, directo, asambleario y democrático. La posibilidad de una transformación social de raíz que ponga los medios de producción al servicio de las clases trabajadoras y el pueblo no es un deseo sino una necesidad fundamentada en el desarrollo económico que lograremos con nuestra lucha, a pesar de cualquier obstáculo.

Expropiación energética ¡Ya!

Nacionalización al 100%, sin indemnizaciones y control obrero y popular de la industria


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