El Sindicato Mexicano de Electricistas, al frente de otras organizaciones sindicales independientes al Congreso del Trabajo, ha venido sosteniendo desde finales del año pasado la necesidad de crear una nueva central de trabajadores en el país. En el marco de la campaña organizada para alcanzar tal objetivo, se han convocado foros y debates (en uno de ellos participó González Casanova), se han publicado artículos en medios sindicales y periódicos informativos y últimamente se agregó como consigna en la marcha del 1° de mayo.

La razón principal que se aduce es la falta de una organización que pueda juntar los esfuerzos de todo el sindicalismo independiente, sean estos de orden económico, político o por democracia sindical. La falta de una “estrategia común y a largo plazo” y que “el sindicalismo independiente, que se fortaleció durante un periodo y ha dado luchas de resistencia muy significativas, se ha debilitado, se encuentra dividido y no ha sido capaz de desarrollar nuevas estrategias para encarar tal situación” son las proposiciones sobre las que se guía esta idea. Aun más, se incluye una propuesta poco común, extender esta organización sindical a los no organizados y a los trabajadores del CT y CTM.

Así que lo que habrá que hacer es crear una nueva central que agrupe a los sindicatos independientes, democráticos (no es lo mismo), corrientes democráticas en sindicatos charros y aun más a trabajadores del campo, comercio informal, y manifestaciones populares y como ya dijimos, a los trabajadores no organizados y los que están encuadrados en sindicatos charros y de protección patronal. Todo con el fin de crecer en efectivos[1] para aumentar la fuerza y capacidad de negociación y presión, poner al sindicalismo nuevamente a la orden del día y pasar a la ofensiva obrera.

Todo esto se oye muy bien, porque lo que se necesita es reorganizarse para presentar combate a la burguesía y aun más, ganar. Pero he aquí que lo dicho anteriormente llega renqueando. Primeramente hay que responder por qué la UNT y el FSM no han podido cumplir esta tarea. Es que hay que  comprender que no se puede atacar, ni siquiera hacer una resistencia efectiva sin comprender el carácter de nuestra época. La decrepitud del capitalismo decadente ha llevado no solamente a la unión cada vez más estrecha del Estado con industriales y banqueros sino también a actuar descaradamente frente a los trabajadores. Esto es más cierto para los estados imperialistas y sus instituciones que incluyen a la ONU y la OIT, y también a las leyes que de estas instituciones y de los estados nacionales emanan, es decir, constituciones y legislaciones sobre el trabajo. Si bien en una época todas estas pudieron medianamente ser utilizadas para luchar por la organización sindical en un campo más libre y democrático esto se halla ahora completamente rebasado. Aquí está la respuesta que no atinan a encontrar o a decir los líderes del sindicalismo independiente, mientras no rebasen estos límites, también el sindicalismo estará rebasado.

El programa que se propone esta nueva central obrera se basa en “la defensa de los derechos fundamentales de los trabajadores establecidos en la Constitución, la Ley Federal del Trabajo y en los convenios internacionales”; impedir la reducción de salarios, prestaciones y condiciones de laborales, así como defender las respectivas empresas (caso SNTRM) o las industrias nacionales (caso SME). Aunque en palabras pidan algo más allá, en los hechos reclaman para el México de hoy la Europa de ayer. Aunque formalmente buscan la emancipación social, en los hechos no pasan de la nacional. Así, no rebasan los límites del capitalismo avanzado, del desarrollo social o económico del “primer mundo”.

Una nueva central sobre aquella base sería repetir el error. Es necesario partir de un punto más elevado y no volver sobre nuestros pasos. Una organización obrera con autoridad, extensión e implantación entre la más amplia masa, que sea capaz de atraer a trabajadores democráticos o corporativizados no surge por decreto o declaración. Se requiere un programa diferente, anticapitalista, que ha de empezar en las centrales ya existentes. Un sindicalismo de clase, combativo y democrático que de una orientación revolucionaria a la actividad reivindicativa; de acción directa[2], de industria y no de gremio, que mientras arranca paso a paso concesiones a la patronal, mientras la obliga a respetar la legislación laboral, demuestre que mientras exista el capitalismo existirán todas las lacras sociales que nos afectan. Ninguna acción ni conflicto debe pasar sin demostrar la necesidad de la revolución social.



[1]  Se calcula que los trabajadores sindicados representan el 15% de la PEA del país y 4.5% los sindicatos independientes.

[2]  Por acción directa entendemos toda clase de presiones directas ejercidas por los obreros sobre los patronos y el Estado: boicot, huelga, acción callejera, marchas, ocupación de fábricas y control obrero.

 


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