Por encima de parlamentos y elecciones, mientras la sociedad esté dominada por los grandes empresarios estos serán los que decidan qué se hace. Presidentes, gobernadores, diputados, senadores, están al servicio del gran capital para imponer la voluntad de éste sobre el conjunto de la clase trabajadora. Pero cuando esos mecanismos son insuficientes, y si no tiene otro remedio, los empresarios entonces se basarán en las fuerzas represivas, en los jueces y en las cárceles para imponer sus intereses.

Esa es la democracia burguesa y si no frenamos a Peña Nieto se sentirá con confianza para actuar con facilidad del mismo modo que lo hizo contra la CNTE aquel viernes 13 de septiembre de 2013.

Un hecho a destacar sobre el empleo de 3 mil 500 elementos de la policía federal para recuperar la plaza del Zócalo capitalino tras 25 días de plantón por parte de la CNTE es el de que el despliegue de fuerzas de ese día no fue aplastante ni provocó ninguna clase de repliegue para el cual los profesores habrían necesitado meses o incluso años para recuperarse. Éste último habría sido el resultado ideal para Peña Nieto, sin embargo las cosas salieron de manera distinta y la CNTE ya ha anunciado medidas para retomar la iniciativa. Lo que no vimos fue un nuevo “atencazo” cuando el cuerpo de granaderos del Edomex, en mayo del 2006, al mando de Peña Nieto, entonces gobernador de dicha entidad, se lanzó a sangre y fuego contra el Frente de Pueblos en Defensa de la Tierra con resultados tremendamente caros para dicho movimiento. Y si estos no fue así en el caso de la CNTE fue especialmente por el temor del Régimen ante la posibilidad de que un enfrentamiento frontal con los profesores hiciera saltar por las nueves la extremadamente frágil estabilidad social, misma que pende de alfileres, dando paso a una insurgencia social nos vista en décadas en este país. El que Peña no haya ido a fondo con la mano dura contra la CNTE es un reconocimiento intrínseco de la debilidad del gobierno y al mismo tiempo un demostración de los profundos temores de la burguesía hacia una respuesta encolerizada de la clase trabajadora que trascendiera a la CNTE.

Y los temores no era para menos pues poco antes nuestra clase ya había dado algunas muestras de fortaleza, siendo un ejemplo de ello los miles de trabajadores que se concentraron en el centro de la Ciudad de México convocados por Morena el 8 de septiembre para repudiar la política privatizadora del petróleo; otro muestra más sería la histórica y formidable jornada de paros y movilizaciones del magisterio desarrollada el miércoles 11 y que se extendió a cuando menos 22 entidades federativas. Otro ejemplo especial relevancia sobre la clase de respuesta que podría haber recibido Peña en caso de haber pretendido ir más lejos, es la asamblea universitaria desarrollada horas después de la toma del Zócalo por la Policía Federal, en la que, con un auditorio Che Guevara abarrotado, cientos de estudiantes de la UNAM, de la UAM, de la ENHA, entre otras universidades del DF, acordaron movilizaciones y paros en apoyo a la CNTE. Lejos de haber sido una acción “aplastante” la arremetida contra los profesores como la quisieron presentar los medios informativos, la falta de determinación de Peña debe ser interpretada como un síntoma de debilidad.

Dicha realidad tiene que ser vista como el punto de partida para organizar una ofensiva contra Peña hasta derrotarlo. Un primer paso es el de pugnar por la mayor unidad posible del movimiento obrero y sus organizaciones. La CNTE por sí misma ha sido capaz de hacer titubear al gobierno, por consecuencia si al lado de esta organización se movilizan los telefonistas, los sindicatos universitarios, los mineros, tranviarios, los petroleros, entro otros sindicatos, además de Morena y la base del resto de partidos de izquierda, junto al EZLN, los grupos de autodefensa y las policías comunitarias, la CNPA, el Barzón, el movimiento estudiantil, etcétera, podemos asegurar que no habrá poder humano que pueda frenar a los trabajadores.

Es por ello, por lo que puede significar la unidad en la acción del movimiento obrero, que nos pronunciamos por un frente único de las organizaciones de los trabajadores de la ciudad y el campo para el impulso del Consejo Nacional de Huelga (CNH). Las tareas del CNH tendrían que ser las de impulsar comités de acción y lucha en todos los centros de trabajo, en las universidades, en colonias obreras y en ejidos y comunidades, para impulsar el paro nacional de 24 horas acompañado de movilizaciones en las principales ciudades del país.

Los militantes de base de la UNT y Morena debemos ser los primeros en exigirle a AMLO y a Hernández Juárez, entre otros dirigentes, que asuman con firmeza su papel impulsando con acciones más que con palabras la unidad en la acción de la clase trabajadora y sus organizaciones. Lamentablemente el papel de estos dirigentes ha estado lejos del que deberían desempeñar ya que, por ejemplo, un llamado a tiempo y con fuerza de parte de ellos a movilizarse en apoyo a la CNTE más allá de tímidas declaraciones de solidaridad, habría sido suficiente para impedir que los granaderos entrarán al Zócalo el 13 de septiembre, sin embargo ese llamado no llegó y los resultados ya los conocemos. No podemos permitir que eso siga así y, por consecuencia debemos asumir una actitud más firme sobre AMLO y demás dirigentes pidiéndoles una política a la altura de las tareas que nos presenta el momento actual de la lucha de clases.

No hablamos de cualquier clase de unidad, y es por ello que discrepamos con el llamado de AMLO a que la CNTE y el SNTE, en palabras del máximo dirigente de Morena, “superen sus diferencias” y luchen juntos. ¿Qué objeciones tenemos?: primero porque se trata de una utopía pensar que los charros elbistas en la dirección del SNTE podrían ponerse del lado de la causa de los trabajadores y marchar al lado de la CNTE y, segundo, porque de esa forma AMLO evade su responsabilidad. El tipo de unidad por la que se tendría que pronunciar AMLO es por la que se debería establecer entre el CNTE y Morena. Este paso por sí mismo ya significaría un importantísimo fortalecimiento de los trabajadores contra sus enemigos de clases. En todo caso nos pronunciamos por una unidad que en este caso signifique una ofensiva del CNTE para apoyar a todos aquellos profesores fastidiados de los charros del SNTE para democratizar sus secciones y romper las cadenas elbistas que limitan o de plano frenan la lucha.

Pero también discrepamos con todos aquellos (por lo general integrantes de pequeños grupúsculos que no representan a nadie) que plantean una unidad que de acuerdo a ellos puede prescindir de organízanos como Morena, es decir, que apelan a una clase de unidad que excluye a una organización que es capaza de llenar plazas enteras en el país. Proponer algo semejante, es decir dividir al movimiento como en los hechos proponen esos grupúsculos, sólo beneficia a Peña Nieto.

Pero también la unidad por sí misma no basta para derrotar al PRI y a Peña, pues como lo han demostrado los últimos acontecimientos, la burguesía, frente a la perspectiva de una nueva recesión económica, no sólo se enfrenta a la necesidad de profundizar los ataques contra la clase obrera sino además se ve obligada a ser muy firmes al momento de impulsarlos; en esas condiciones, la única manera de hacer retroceder al gran capital, nacional o trasnacional, es ponerlo en un escenario en el que verdaderamente sienta el peligro de que puede perder todo. Es por ello que estamos convencidos que el viejo camino de la lucha legal y de acciones que no trasciendan a las movilizaciones, está vez, no serán suficientes. Por ello proponemos al Consejo Nacional de Huelga (CNH), es decir un herramienta de organización que cohesione al movimiento obrero bajo una política revolucionaria que tenga como principales ejes de acción los paros generales y las tomas de fábricas acompañando a las movilizaciones y en la que abiertamente se llame a derrocar a Peña Nieto y a expropiar a los empresarios para eliminar la propiedad capitalista a cambio de la economía planificada y para sustituir la democracias burguesa por la democracia de los trabajadores; en decir, en síntesis para suprimir de una vez por todas la barbarie capitalista e instaurar el socialismo.


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