La lucha de los trabajadores mexicanos en defensa del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), es  básicamente, la lucha por la defensa de todo el movimiento obrero organizado, frente a la embestida feroz del gobierno más anti obrero que se recuerde desde Porfirio Díaz, hace más de 100 años. Las organizaciones de los trabajadores son patrimonio de toda la clase obrera y su esperanza de que una sociedad distinta a la actual sea posible. Su destrucción implicaría reducir al trabajador a ser simple carne de explotación. Por supuesto esto es prácticamente imposible no obstante la obstinación de la burguesía por atomizar a la clase obrera  se incrementa día con día.

La defensa de los intereses de los trabajadores en las organizaciones sindicales es un pecado mayúsculo para la burguesía, especialmente en épocas de crisis, cuando pretenden  hacer cargar todo el peso de los esfuerzos para salir de la debacle económica a espaladas de los trabajadores. La extensión del fascismo en Europa se debió en gran parte a una situación de desesperación de la burguesía ante el impasse del capitalismo en los años treinta y la posibilidad real de que el proletariado llegara al poder.

Por supuesto las bases para el desarrollo de un movimiento fascista (1) están ausentes en la actualidad, no obstante la necesidad de destruir al movimiento obrero organizado sigue siendo un aspecto que la burguesía añora, más aún cuando ya han pasado más de 9 años de gobiernos de derecha y la aplicación de su programa ha pasado por enormes dificultades. Un ejemplo de ello fue la reforma a PEMEX, la cual sin duda es un paso atrás para los trabajadores pero de ninguna manera satisface los deseos y la voracidad de la burguesía. La aplicación de la fuerza bruta como forma de gobierno y la criminalización de la protesta social son claros síntomas de la intención del gobierno de avanzar hacia un Estado policial en el marco de un permanente terrorismo mediático.

Por supuesto que no dudamos que muchos sindicatos sean funcionales para el Estado burgués, no obstante la más mínima posibilidad de que se conviertan en instrumentos de lucha de los trabajadores, hace a la burguesía que se les mire con desconfianza a no ser que, como en el caso del sindicalismo blanco o amarillos sean una simple fachada para impedir a los trabajadores la formación de un  verdadero sindicato.

Resulta una autentica contradicción de lo más absurda que en la época en que la productividad del trabajo es más grande que nunca, la burguesía pretenda extender la jornada de trabajo y la intensidad del mismo más allá de los limites humanos. La bolsa de la valores, fiel reflejo del estado de animo de la burguesía, reboza de alzas cuando una empresa despide trabajadores o elimina contratos colectivos, cuando algún patrón otorga alguna alza por encima de la media o alguna huelga triunfa, inmediatamente caen las acciones.
En general el Estado capitalista tiende de manera natural al autoritarismo y a emplear todas las palancas del Estado como medio para imponer su programa y si visión del mundo al conjunto de la población, pero parece ser una ley que cuando se siente más inseguro de su sistema adopta especialmente medidas para compensar esa falta de confianza.

Los administradores de la burguesía en el Estado, especialmente los provenientes directamente de las filas de la empresa privada tienden a tratar de reproducir la lógica de la empresa capitalista. Las decisiones de una empresa pertenecen a su consejo de administración, empleados y trabajadores son ejecutores y solo tienen dos destinos: uno  cumplir con los deseos de los patrones y así poco a poco ser trabados como fieles capataces, el otro es ser despedido cuando se es un estorbo para los intereses de los patrones, ese es el estado ideal para los burgueses.

La  burguesía acepta las normas de la democracia formal solo cuando siente que su control de la población es tal que no hay riesgo de que algún intruso se escabulla a algún cargo importante. No obstante para asegurarse de que esto no ocurra establece una serie de normas  para la intervención política de los ciudadanos que actúan como una especie de filtro. Conforme más se sube peldaños en la estructura del poder más fuertes son los condicionamientos para vivir y pensar como burgués, así como para defender el régimen de propiedad privada. La única manera se evitar esta “corrupción legal” es estar firmemente convencidos de que un sistema alternativo es posible y estar firmemente vinculado y controlado por  el movimiento vivo de los trabajadores por medio de sus organizaciones tradicionales, partidos y sindicatos. Un autentico socialista no aspira a integrarse al sistema, sino a destruirlo. Una autentica visión revolucionaria es garantía no sólo para evitar caer en el canto de las sirenas del estilo de vida burguesa, sino para evitar caer en la visión de que la realidad actual es la única posible y que no hay opción de cambio.

La ideología burguesa se basa en la creencia de que en esencia nada ha cambiado en las relaciones sociales desde que existe la humanidad. Las condiciones de explotación hacen de la igualdad ante la ley una especie de zanahoria que invitar a los trabajadores a seguir andando aunque nunca la puedan alcanzar. En este contexto muchos dirigentes de los trabajadores que parten  de la idea estática de las cosas impuesta por la ideología burguesa no creen que sea posible una sociedad distinta, por lo tano buscan mantener sus relaciones con la burguesía en un margen de cordialidad que les permita la convivencia. En estos tiempos incluso estarían dispuestos a ceder en algo para no perderlo todo.

No obstante, no olvidemos que estamos en crisis, la característica principal del presente periodo es que ante la agitación social no hay mecanismos para comprar la paz social, no hay reformas que ofrecer y por lo tanto los dirigentes reformistas que gestionan el Estado se convierten en ejecutores de programas de derecha, despidos, recorte de presupuesto, etc. Por su parte en el seno de los sindicatos que se dicen democráticos surge una encrucijada de la cual sólo hay dos caminos: o se someten a la voluntad de los patrones y se convierten en enemigos de sus propios representados, como Valdemar Gutiérrez, dirigente del Sindicato de Seguro Social y diputado federal por el PAN, o se ven en la necesidad de enfrentarse a los patrones y el gobierno, como ha sucedido con la dirección del Sindicato Mexicano de Electricistas.

La elección no es fácil, si el dirigente se somete a los deseos de los patrones y el gobierno, no hay límite para su caída, cada vez se le exigirá más y más pruebas de lealtad, al grado de anularlo totalmente.
En el caso de que se enfrente  a los patrones debe asumir que la batalla que se desarrolla no es una cuestión de la defensa de un grupo diferenciado del conjunto de la clase obrera, dado que en el caso de que se coloque en la disyuntiva de aceptar condiciones en beneficio de su gremio, para abandonar una lucha de la que depende el futuro de los trabajadores, podría ser capaz de sacrificar una gran victoria para todos por una migajas que luego fácilmente el patrón podría arrebatar.

Por supuesto en estos conflictos siempre hay apuestas estratégicas. Por parte de la burguesía existe un plan para salir de la crisis a costa de los trabajadores y ello implica eliminar todo resquicio legal para establecer  el trabajo a destajo y el despido libre como eje de las relaciones laborales. Para la burguesía las relaciones obrero patronales deberían ser un problema estrictamente individual y romperse cuando una de las partes, especialmente los patrones, lo decida. El sindicato sólo podría funcionar como organismo para convencer a los trabajadores de que  deben obedecer.

Por ello el objetivo de la “disolución de Luz y Fuerza”  es destruir al sindicato y su contrato colectivo. Para la burguesía es injusto que un trabajador viva en condiciones que no sean las de la supervivencia, es inmoral que existan trabajadores orgullosos de su condición y que esta les permita a ellos y sus familias una vida en condiciones de salud, educación, recreación y alimentación suficientes. Necesitan crear en el proletariado un estado de absoluta incertidumbre sobre su futuro, en el cual la “elasticidad de la demanda de trabajo” sea tal que los salarios se reduzcan al mínimo humanamente posible.

La margen del conflicto parece una locura que el terror mediático proclame que los trabajadores son culpables de tener un buen contrato colectivo, pero para ellos no lo es, la mayoría de los intelectuales burgueses que aúllan como lobos en contra del SME ganan decenas de miles de pesos al mes, tienen comodidades muy superiores a lo que el mejor pagado de los obreros podría soñar, pero para ellos su situación se justifica en la medida de que no son obreros sino empleados de confianza del amo, “intelectuales”, que ellos si deben vivir “ como dios manda” y para seguirlo haciendo deben seguir proclamando la guerra total contra los trabajadores. Para ellos si un trabajador vive bien es un corrupto asqueroso, si un intelectual o un burgués vive a su anchas es una “necesidad patriótica”.

En resumen se trata de un odio de clase que pretenden imponer en la mente del conjunto de la población. Especialmente esta dirigido al conjunto de capas de subempleados  y capas medias que viven un proceso de depauperación acelerado, a los cuales se les ofrece un culpable de todos sus males: los obreros, especialmente los organizados en sindicatos. No obstante el objetivo del gobierno no es organizar y lanzar a  dichos sectores en contra del proletariado organizado, sino el conseguir el suficiente beneplácito para ejecutar un ataque desde Estado que someta a todos los sindicatos.

No obstante no nos cansaremos de repetir que una cosa es lo que la burguesía pretende e impulsa y otra muy distinta es lo que resulta debido al enfrentamiento de clases que tiene lugar desde el centro de trabajo hasta el movimiento de la clase obrera en su conjunto. La fuerza de la clase obrera está en el movimiento organizado, en sus partidos, en sus sindicatos, en sus cooperativas y las distintas asociaciones que bajo distintas formas crea para defender sus derechos.

Estamos hablando de millones de personas y familias distribuidos desde las grandes ciudades  hasta el pueblo más pequeño. Todos y cada uno de estos organismos grandes y pequeños surgieron y existen para enfrentar una necesidad social, desde el frente del trabajo asalariado, hasta la lucha por la tierra, pasando por la lucha por una vivienda digna, por educación y por supuesto también en la lucha por el poder bajo la forma de organizaciones políticas. No habría fuerza en el país capaz de resistir la acción conjunta de las organizaciones de los trabajadores en pos de un objetivo común y en este conglomerado hay organizaciones claves, es decir elementos que son puntales de la posibilidad del proletariado para actuar como clase. Son estos organismos que la burguesía tratará de eliminar dado que no quiere puntos de convergencia. Por esta razón ha lanzado una batalla sin cuartel en contra del PRD, incluso a pesar de que muchos dirigentes arden en deseos por ser reconocidos como “gente decente”.

La primera forma que los trabajadores asumirían en un proceso de unificación de carácter clasista sería la movilización unitaria defendiendo un derecho que consideran propio e indigno que se les arrebate. Por ello la estrategia de los trabajadores puede y debe orientarse a construir un frente único en su propia defensa, bajo la forma de la defensa de sus organizaciones y sus conquistas económicas, ello implica sindicatos y contratos colectivos. Por supuesto que las movilizaciones unitarias son importantes, de hecho son en general como un pase de revista de las fuerzas potenciales de los trabajadores y en muchos casos pueden ser elementos para disuadir a la burguesía de dar tal o cual golpe. Son importantes incluso para combatir la campaña de terrorismo mediático que no cesa en televisión y radio, para demostrar que no estamos solos y que, por supuesto, somos infinitamente superiores moralmente a nuestros adversarios burgueses ya que en el caso de los trabajadores estamos dispuestos a darlo todo por la causa de la clase. Mientras ellos, atrincherados en sus espacios de poder no son capaces más de movilizar más que a policías y soldados que, esos si, reciben dinero por estar ahí.

No cabe duda que la movilización del 15 de octubre, tal vez medio millón de personas, infundió ánimo y confianza para seguir en la lucha, al mismo tiempo que obligó al gobierno a abrir una mesa de negociación para ganar tiempo. No obstante, una marcha, por muy importante que sea no es suficiente. La burguesía sabe que las masas no pueden permanecer en las calles permanentemente y que  si las movilizaciones no son seguidas por otras acciones, estas a la larga disminuyen, pudiendo retornar a la normalidad. De ahí la necesidad de que el movimiento avance de manera seria hacia la huelga general. Por supuesto que hay obstáculos. El mismo SME nació en el marco de luchas que desembocaron en una huelga general en 1916, no obstante sólo ese paso permitiría avanzar  de la fuerza en potencia  a la fuerza en acción.

Lo reiteramos el gobierno tiene como objetivo estratégico la desaparición del SME como un primer paso para una ofensiva general en contra de todos los sindicatos, no hay razón alguna para que cambie de opinión por una manifestación por muy importante o masiva que sea, en esas circunstancias intentara el “dialogo” como mecanismo des desmovilización y de desgaste, mientras espera que  la fecha del 14 de noviembre ( fecha en la que  se vence la primera oferta de jugosas liquidaciones para los que se rindan) debilite numéricamente más y más a la resistencia.

Por el contrario el objetivo estratégico de los trabajadores en esta fase de lucha es la defensa de los sindicatos y los contratos colectivos, eso es lo que se debe ver en la defensa del SME; en ese contexto es fundamental romper con la lógica del gobierno, es preciso, como ya lo plantearon los dirigentes del SME y de la UNT avanzar hacia la organización de la Huelga Nacional, y esto se debe hacer en las próximas semanas, sin perder un solo día.

La primera medida es la convocatoria a un paro general de 24 horas. Por supuesto que la Asamblea de organizaciones sindicales debe elaborar un pliego petitorio conjunto y lanzar el primer paro general de 24 horas antes en las próximas dos semanas. El paro implicaría por supuesto la suspensión de labores pero también acciones como bloqueos de calles por parte de todas las organizaciones del movimiento urbano y de carreteras por parte de las organizaciones campesinas, la suspensión de todas las actividades educativas (CNTE y estudiantes y del sector publico, activistas anti ley del ISSSTE…) Todos estos sectores ya han parado por separado en los meses y años anteriores y no existe fuerza  represiva alguna que pueda evitar que lo puedan hacer, la diferencia es que ahora lo harían de manera  simultánea, golpeando juntos, el mismo día a la misma hora.

Evidentemente que una acción de este tipo llevaría al sector de trabajadores  organizados en sindicatos a tomar  una posición, de hecho organizaciones como a de los trabajadores del metro, pese a ser uno de los sindicatos mas controlados ha expresado su solidaridad con el SME y sin duda en su seno se generaran fuertes presiones para participar de algún modo en el paro.

La participación del movimiento dirigido por AMLO y del PRD tampoco sería desdeñable, como ya hemos señalado en otras ocasiones, una de las grandes deficiencias de todos los movimientos sindicales ha sido su carácter local o regional. Salvo los mineros, no tenemos en los últimos años luchas que se hayan desatado en todos los estados, la convocatoria a participar en el paro de 24 horas le daría tareas a los casi 3 millones de afiliados del gobierno legitimo. Por supuesto sería importante que se convocara a asambleas de afilados a nivel municipal y estatal con el objeto de distribuir tareas.

Todo esto señalado anteriormente no requiere mas que de la disposición de los dirigentes para interactuar, las masas ya demostraron el 15 de octubre que están listas “ pa´las que sea”. A propósito no hemos señalado al conjunto de organizaciones sindicales charras, en la primera fase sería muy difícil involucrarlas. No porque los trabajadores de esas organizaciones simpaticen con el gobierno, sino porque  en general no consideran que sea posible luchar y ganarle al gobierno, no obstante una vez que el movimiento de haya desatado seguramente habrá una gran presión de los trabajadores para intervenir en acciones unitarias como la huelga nacional.

No cabe duda que, pese a la disposición de las masas, el principal obstáculo que el movimiento debe enfrentar es el escepticismo de sus propios dirigentes, ante ellos habría que recordarles que esta no es una lucha cualquiera; no está en juego tal o cual clausula, sino la existencia misma del sindicalismo. Este reto o se enfrenta como lo que es, es decir un acontecimiento histórico sin precedentes, o se asumen las consecuencias, no podemos separar esta lucha de las contrarreformas a la Ley Federal del Trabajo ya anunciadas, con la derrota del SME se prepararía el camino para la destrucción de los resquicios legales que les quedan a los trabajadores en dicha ley la regresión  de los trabajadores a las condiciones del porfiriato.

Por el contrario una victoria significaría el derrumbe de los planes del Estado en este sexenio y su fin en términos prácticos, la fuerza de clase obrera marcaría las siguientes luchas en condiciones totalmente favorables y en el contexto de crisis capitalista tendríamos todas las condiciones para una autentica transformación social. No nos engañemos: o la más grande de las victorias o una de las más duras derrotas. No obstante podemos vencer y debemos hacerlo, todo depende de la organización y las ganas para hacerlo. En la unidad y la determinación de la clase obrera esta la victoria.

Viva el SME
Vivan los trabajadores del campo y la ciudad
Unidos y organizados  Venceremos.

Nota

  1. Como se sabe, el fascismo se desarrolló  inicialmente, como un movimiento de masas de la pequeña burguesía y el lumpen, hoy en día la burguesía le teme a movimientos como esos que en muchos casos se pueden tomar incontrolables, prefiere la acción metódica de sus fuerzas represivas. No obstante, requiere ahora, como en tiempos de los fascistas, de una propaganda de medios intensa y fanatizada en contra de los trabajadores y sus movimientos

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