Han pasado 51 años de lo sucedido en la matanza del Jueves de Corpus el 10 de junio de 1971, también conocido como “el Halconazo”, uno de los sucesos más trágicos ocurridos en la historia de México junto con el 2 de octubre; fecha que no debemos pasar por alto y siempre recordar para comprender nuestra historia y contexto.

Aquel jueves de Corpus, el movimiento estudiantil de la Ciudad de México, integrado por miles de jóvenes, principalmente de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y el Instituto Politécnico Nacional (IPN), decidieron retomar las calles tras la masacre de 1968. Convocaron a una marcha en apoyo a la movilización de estudiantes de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL), ya que el gobernador del estado, Eduardo Elizondo, promulgó una nueva Ley Orgánica que reducía el presupuesto de la Universidad y atentaba seriamente contra la autonomía de la institución. Esta Ley recibió el rechazo del sector estudiantil y académico, quienes posteriormente iniciaron una huelga y pidieron la solidaridad al resto de las universidades del país.

Los estudiantes en la marcha solicitaban las siguientes demandas:

  • Democratización de la enseñanza.
  • Respeto a la diversidad cultural nacional.
  • Presupuesto a la educación equivalente al 12% del Producto Interno Bruto y bajo el control de los estudiantes y docentes.
  • Desaparecer las juntas del gobierno en las distintas universidades del país.
  • Representación paritaria de estudiantes y maestros en los consejos técnicos de la UNAM.
  • Derogación del reglamento general del IPN.
  • La disolución de los grupos porriles en la UNAM.
  • Libertad para los presos políticos.

La movilización dio inicio en las inmediaciones del Casco de Santo Tomás para después tomar la calle de Carpio y salir a la Calzada México-Tacuba. La represión y la brutalidad se hicieron presentes. Cuando la movilización estudiantil avanzaba por Avenida de los Maestros, los “Halcones” —un grupo paramilitar— llegaron a atacar a los estudiantes con el fin de reprimir y de matar, usando distintas armas como varas de bambú, palos de kendo, porras y armas de fuego, específicamente calibre 45 y carabinas 30 M-2.

Los “Halcones” fueron un grupo de choque integrados por ex militares y jóvenes reclutados de colonias pobres en situaciones marginales, entrenados por militares del gobierno de México y de Estados Unidos. Fueron creados por el expresidente Luis Echeverría, que también estuvo involucrado en la matanza del 2 de octubre de 1968 junto con Gustavo Díaz Ordaz.

La represión de parte del estado mexicano se hizo presente una vez más, generando desapariciones, heridos y asesinados, y la policía presente ese día solo se quedó presenciando o siendo participe del terrible acto. Se calcula que hubo aproximadamente más de 120 asesinados y los heridos que fueron llevados al hospital Rubén Leñero o a la Cruz Verde. La policía y los mismos “Halcones” no dudaron en rastrearlos para continuar con la represión.

El gobierno mexicano encabezado por Echeverría negó su participación y en un acto de cinismo acusó a los estudiantes de “extremistas” y haber iniciado el enfrentamiento. En su intento de ocultar la verdad, se acalló a periodistas mediante la agresión, detención y la destrucción de material testimonial.

A más de cinco décadas de lo ocurrido, no ha habido ningún detenido y ningún responsable que haya pasado sus acciones ante la injusticia. Echeverría, señalado por ser el principal responsable de la masacre y acusado de genocidio, fue exonerado de toda culpa en el año 2009 y sigue en la total impunidad.

Los estudiantes y docentes no han dejado morir la memoria y la lucha a pesar del abuso de poder y el autoritarismo del Gobierno. Este trágico hecho permanecerá en la memoria colectiva de millones de jóvenes y trabajadores, y es un ejemplo claro de que no debemos dejar de exigir nuestras demandas necesarias y justas como nuestro derecho a la protesta y organización.

La historia del movimiento estudiantil sigue siendo un ejemplo para muchos, quienes cada día luchan por el derecho a una vida digna y vivir sin miedo, y en el caso de la juventud, en defensa de una educación pública, digna y popular. Por eso, desde el Sindicato de Estudiantes condenamos toda represión y abuso por parte del Estado, así como los intentos de acallar a la población. 

¡Por una educación digna! ¡Fue el estado! ¡Ni perdón ni olvido!


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