El pasado 1 de marzo, con un Zócalo y calles abarrotadas, la próxima presidenta del país presentó su programa de gobierno, llamando al acto la “fiesta por la democracia”.
Sin embargo, quienes conformamos la clase trabajadora no somos ingenuos y no cerramos los ojos ante la realidad; si bien miles volvimos a llenar las calles y millones volveremos a votar por Morena en las próximas elecciones —sobre todo porque somos conscientes de seguir dando la batalla contra la derecha y también porque, ante el escenario que el capitalismo nos pinta, sabemos que un retorno de la derecha llevaría nuestras vidas a una situación y miseria aún más terrible—, también somos reflexivos y críticos hacia el proceso interno de burocratización y derechización del partido, sus candidatos y su programa.
Hemos visto todo, menos una fiesta democrática; por más que la cúpula se ha esforzado por mostrar rostros felices y mandar un mensaje de unidad, el desastre y disputa interna es más que evidente, así como el corrimiento a la derecha. Para las bases militantes de izquierda, desafiar esto está siendo sumamente difícil y es una nueva batalla que se nos presenta.
El enemigo no sólo está en oposición, sino que también lo tenemos dentro de Morena. Partiendo de esto, la campaña de Claudia Sheinbaum ya nos huele mal, ya que por más que se nos diga que no volverá la corrupción y los malos gobiernos, sabemos muy bien que la clase dominante ya abordó el barco y pretende dirigirlo.
Su candidatura es sin duda un reconocimiento por parte de la burocracia de que sin el pueblo no son nada. Han cedido a apoyar su figura por ser la más cercana al halo obradorista, pero Sheinbaum inmediatamente se ha rodeado de la crema y nata de un sector de la oligarquía, políticos, académicos y religiosos que están muy lejos de representar los intereses del pueblo, todo lo contrario.
Atenuar o suprimir el capitalismo
Un tema relevante dentro del Proyecto de Nación 2024 – 2030 es que hay un compromiso para aprobar la reforma constitucional sobre los pueblos originarios (Acuerdos de San Andrés) ¿Cómo aprobar esta reforma si la propuesta es la continuidad y fortalecimiento de los megaproyectos actuales donde las comunidades originarias se están llevando la peor parte? Por otro lado, reafirmar este compromiso mientras se niega y oculta la situación actual en Chiapas, nos parece no sólo indignante, sino demagogia pura y dura.
Este tema es una de las deudas más grandes de este sexenio. ¿De verdad el próximo periodo esto cambiará y se caminará junto a las comunidades? ¿Realmente se les escuchará y se abandonará el discurso criminalizador hacia quienes defienden el territorio, se dejará de tildarlos de conservadores? Sólo luchando codo a codo con ellxs, enfrentado a las empresas expropiadas y a sus criminales a sueldo, construyendo junto con ellxs las vías para satisfacer todas sus necesidades es como esta reforma será una realidad, y se convertirá en un paso firme en la organización social. De lo contrario, es un cuento electoral en el que se gobernará no sólo sin aprobar la reforma sino pasando por encima de los pueblos.
Otro de los ejes centrales es la educación. Se hicieron una serie de compromisos que nos parecen relevantes: que en las escuelas públicas haya actividad física, artística, que se atenderá la salud mental, la prevención de las adicciones, la salud bucal, lentes gratuitos, la creación de más escuelas y universidades. Claro que todo esto se necesita y es posible, pero a condición que se destine el 10% del PIB a la educación pública, ya que estas iniciativas son apenas básicas para las necesidades de la educación.
Asignar un presupuesto de esta magnitud significa confrontar al gobierno con los dueños del dinero y del poder ¿Se está dispuesto a eso? De entrada con el coordinador de los diálogos por la transformación, Juan Ramon de la Fuente, ex rector de la UNAM y responsable de reprimir al movimiento estudiantil que defendió la educación pública en el año 1999 - 2000, mandando a más de mil estudiantes presos acusados de cargos federales, además responsable de que la UNAM modificara sus contenidos para enseñar más tecnocracia y menos ciencia y conocimiento crítico.
Se presume que se favorecerá a la ciencia, pero, ¿al servicio de quién? Bajo el mandato de personajes como De la Fuente la ciencia en la máxima casa de estudios pasó a ser una mercancía para las grandes empresas capitalistas, donde las empresas financian y dictan los proyectos a desarrollar para sus beneficios y no para ayudar a la sociedad. Desde el templete se arengaba que la educación es un derecho y no un negocio, pues bien, la única forma de hacer real esta frase es destinando los recursos necesarios y eso pasa por arrebatarles a los expropiadores la riqueza que la clase trabajadora generamos.
En la enseñanza básica se afirmó que se había echado para atrás la reforma educativa, pero el pasado 1ro de abril al reanudarse los diálogos entre el magisterio democrático y la presidencia una de las demandas centrales fue y sigue siendo la derogación de dicha reforma, que sigue haciendo mucho daño a lxs trabajadorxs de la educación.
Exigimos que las nuevas escuelas sean espacios dignos de estudio, así como la contratación de trabajadores en todas las áreas, con base, derechos, sindicalización y salario digno. Tenemos la experiencia en la CDMX donde una de las demandas de lxs docentes de la nueva Universidad Rosario Castellanos es la eliminación de la precariedad laboral que viven.
No queremos que se traten “temas pendientes” de la USICAMM sino que se elimine esta prueba reaccionaria, que a los normalistas se les respete su derecho a ocupar un puesto de trabajo para el cual se preparan y que todo ascenso sea por escalafón y no por competencias y exámenes discriminatorios, elitistas y burocráticos.
Se pretende el impulso del bachillerato tecnológico, esto es un anzuelo, porque es adaptar la formación profesional a las necesidades de las empresas, mano de obra cualificada pero no con grados superiores, lo que significa mantener los salarios bajos en puestos de trabajo de la industria y servicios. Esto está claramente vinculado con el nearshoring para mantener la mano de obra mexicana atractiva para la deslocalización. Además una demanda pendiente del sexenio fue la eliminación del examen de selección de la COMIPEMS, un examen de selectividad clasista y discriminatorio; en este nuevo sexenio exigimos su retiro y que se cumpla nuestro derecho a la educación.
Al tema de cultura se le dedican apenas cinco párrafos, obviando la miseria que viven los trabajadores del arte, la privatización y elitización del arte y la cultura. Aquí también señalamos que no queremos remiendos deficientes; por ejemplo, los puestos en PILARES en la CDMX son de becarios y no de profesionistas, cuando muchos de ellos tienen licenciatura en sus áreas, pero su contratación es precaria y su salario indigno.
También se está proponiendo un programa de salud, vivienda y pensiones anhelantes ante la realidad que tenemos, pero que aún son pasos que se quedan a medio camino y que muchas de esas iniciativas, como hemos explicado en el tema de la educación, requerirán de grandes recursos, y que la austeridad del Estado será insuficiente para cubrirlos.
En el caso de las pensiones no se habla de derogar las contrareformas de 1997 y 2007, tampoco de eliminar la UMA como medida para calcular la pensión y pasarlas al salario mínimo. Se propone sólo crear un capital semilla estatal para complementar las deficiencias en el monto de las pensiones. Nada de llamar a cuentas a la Afores, mucho menos a retomarlas en manos del Estado, nada de bajar las semanas cotizadas y por supuesto nada sobre una pensión de vejez vitalicia con base en el último salario íntegro y no con el monto ahorrado individualmente durante la vida laboral. Es menos lioso y menos confrontativo con el gran capital elevar a grado constitucional un apoyo para los ancianos que dar la batalla por derogar esta ley para que toda la clase trabajadora goce de una pensión decorosa tras años de explotación extenuante.
Cubrir derechos tan elementales como las pensiones, la vivienda y la salud dignas no requieren de pequeñas migajas de recursos estatales, requieren una transformación de fondo de la sociedad para llevar a cabo un verdadero cambio, una revolución no es una serie condensada de reformas, como diría Luxemburgo: “Una transformación social y una reforma legislativa no se diferencian según su duración, sino de acuerdo con su contenido”.
Nosotros no apoyamos modificaciones superficiales a la sociedad, impulsamos el establecimiento de una nueva sociedad. Por eso nuestro programa no pugna por reformar el capitalismo, sino por la transformación socialista de la sociedad; no planteamos la atenuación de nuestros males, aminorar la explotación o suprimir los abusos del capitalismo, sino eliminarlo. Los utópicos no somos los marxistas revolucionarios, los utópicos son quienes piensan que en la etapa actual del capitalismo se puede instaurar un estado de bienestar, utópicos son los que impulsan y nos hacen creer que es posible un capitalismo con rostro humano, cuando su fisonomía actual es el genocidio y la guerra.
Estas reformas retrasarán los procesos revolucionarios en México y crearán una ilusión momentánea en el reformismo, ralentizarán el proceso organizativo y político de la clase trabajadora, pero no lo detendrán.
En esta primera entrega sólo abordamos estos temas de los 100 planteados en el PN, en la próxima parte abordaremos nuestra opinión sobre las propuestas de: género, laboral, campo, energía, comunicación y transportes, medio ambiente y seguridad y justicia.