Tras una planeación por meses, el pasado 12 de octubre la comunidad Otomí residente en la CDMX, y originaria de Santiago Mexquititlán, Querétaro, tomó las instalaciones del INPI, sosteniendo que la institución de los pueblos indígenas, debe estar encabezada por dichos pueblos.

Desde finales de la década de los 80s, las políticas neoliberales decretadas por el Estado mexicano, como la privatización del campo, forzaron la migración de las poblaciones rurales a las grandes urbes, con la esperanza de encontrar oportunidades y no morirse de hambre. Gracias a sus redes de apoyo, y el acompañamiento de las organizaciones UPREZ BJ y Barrios y Colonias de Ecatepec, la comunidad otomí pudo asentarse en tres pedios abandonados: Roma en la colonia Juárez, y Guanajuato y Zacatecas en la colonia Roma. Por un lado, estas acciones los sacaron de la vida en las calles pero las condiciones de precariedad persistieron. Su situación empeoró con el sismo del 2017: el predio de Roma presentó daños, fue desalojado por las autoridades y pasaron a vivir en un campamento en la acera, sin poder rescatar sus pertenencias; mientras que en Guanajuato tuvieron que construir un campamento a la entrada del predio para compensar la parte dañada.

Esta situación aceleró los trámites y la presión al GCDMX, que se venía llevando a cabo desde hace 20 años para exigir su derecho a una vivienda digna. La situación de la pandemia recrudeció la situación, a la falta de agua y drenaje, el estar expuestos a las inclemencias del clima, el hacinamiento, la discriminación institucional y la continua amenaza de desalojo, se sumó la imposibilidad de vender sus dulces y artesanías en las calles.

 Tras continuas movilizaciones políticas, y ante la nula respuesta del GCDMX que sólo ofrecía paliativos clientelares con pagos mensuales a algunos miembros de la comunidad. Ellos accionaron. A penas se tomó la institución, los otomí convocaron a una rueda de prensa para exigir el diálogo con las autoridades del INPI y del GCDMX, al no obtener respuesta, el 27 de octubre se hizo un nuevo llamado para el 3 de noviembre, bajo amenaza de que romperían los equipos de computo: esta vez las autoridades si asistieron. En dicha reunión las autoridades dieron la razón a los otomí y éstos leyeron sus demandas.

Filiberto, concejal de la comunidad ante el CNI-CIG, señala: “Cuando empezó esto pedíamos solamente una vivienda digna pero ya estando aquí, nos dimos cuenta que debemos ir por todo, la vivienda digna también incluye el derechos a la educación, el derecho a la salud y el derecho a tener un trabajo digno: queremos una plaza para vender nuestras artesanías”. A estas demandas también se sumaron: el alto total de ataques paramilitares hacia las comunidades del EZLN, a los asesinatos de los defensores del medio ambiente, al despojo de tierras y el rechazo a los megaproyectos, también una vivienda digna para la comunidad mazahua del predio de Zaragoza y por último, el cese del proyecto de gentrificación orquestado por el municipio de Mexquititlan, el cual atenta contra las necesidades del pueblo.

Actualmente se espera la respuesta clara de las autoridades ante las propuestas trabajadas por la comunidad y la expropiación del predio de Zacatecas; sin embargo, aunque el GCDMX lo venda como un logro, Filiberto señala que ellos fueron quienes hicieron todo el trabajo, por años, “el gobierno sólo debía poner su firma”, también indica que se quedarán en el INPI hasta que les resuelvan todo “es ahora o nunca” porque: “Sabemos que una vez se termine la toma, habrá persecución hacia nosotros”. En la conferencia de prensa del pasado miércoles, las mujeres otomís sentenciaron al no atender sus demandas, la comunidad tomaría al edificio como vivienda.

 La lucha del pueblo no es aislada, responde a los problemas estructurales del sistema capitalista con sus dinámicas de despojo y explotación, las exigencias de la comunidad otomí responden a esta lógica, subrayando los problemas de las clases oprimidas del país. Si la 4T quiere conservar su base social, debe enfrentarse a los intereses neoliberales que tanto dice combatir, con acciones claras y concretas, no sustituirlas con espectáculos neoindígenistas.


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