El T-MEC surge como consecuencia de las sucesivas fallas de modelos capitalistas anteriores. En el caso de México, veníamos del intento porfiriano de industrializar una economía casi feudal con inversión extranjera, lo que ahondó una desigualdad social que se trató de reducir con Lázaro Cárdenas. Luego vino el modelo de “desarrollo estabilizador”, que se basaba en un mercado cerrado. Este modelo colapsó a principios de los ochenta del siglo pasado y coincidió con el surgimiento del neoliberalismo. México entró en un modelo de apertura económica que se formalizó con la firma del Tratado de Libre Comercio, que sustentó la “competitividad” del país en los bajos salarios.

Por lo que toca al ámbito internacional, después de la segunda guerra mundial, los gobiernos de los paises desarrollado mantuvieron el llamado “estado de bienestar”, sostenido por la expoliación de los recursos de países pobres. Este modelo les facilitó desmovilizar a parte de su clase trabajadora. Sin embargo, el capital en su búsqueda de maximar sus ganancias, buscó un nuevo modelo, el neoliberalismo, en el que los bienes son producidos donde es más barato. Esto ocasionó que muchas empresas llevarán sus inversiones a países subdesarrollados con bajos salarios y regulaciones muy laxas. Como esto trajo consecuencias para los trabajadores y el fisco de sus países de origen, hoy vemos como se cierra un ciclo del neoliberalismo, en un contexto de crisis aguda con un regreso al proteccionismo. En esta reconfiguración del capitalismo internacional se negoció el T-MEC. Por un lado, desde la demagogia de un capitalismo “sostenible”; y por otro, la del “nacionalismo revolucionario”, ideología del ala progresista del PRI, en la que se formó López Obrador. 

En lo laboral busca acercar, que no igualar, los salarios y prestaciones que ganan los trabajadores de los tres países. Dado que los salarios y prestaciones se han mantenido bajos en México gracias a un férreo control de los trabajadores, los otros países incluyeron cuestiones de asociación sindical y de contratos colectivos. La reciente Reforma Laboral en México tiene mucho que ver con esto, pero el movil no es el bienestar obrero, sino la competitividad de la producción en territorio norteamericano. 

El gobierno mexicano lo ha trasladado al papel, el primer punto es el voto secreto de los trabajadores. Era una práctica común que las elecciones en los sindicatos mexicanos fueran a mano alzada, con la posibilidad de represalias para los obreros que votaran en contra del líder charro. Incluso había elecciones “por aclamación”, con grupos de acarreados que apagaban las voces disidentes, como la última relección del líder del sindicato de Pemex.

Por lo que toca a los contratos colectivos, una cantidad enorme de empleados desconocen que en su empresa había un contrato y un sindicato que negociaba con el patrón sin que ellos se enteraran: contratos de protección y sindicatos blancos se les llamaba en el ambiente de relaciones laborales. La legitimación del contrato implica que los trabajadores conozcan y voten el contrato colectivo de manera libre y secreta, lo que también afecta a quién detenta la titularidad del contrato. 

Aunque éstas ya eran demandas del movimiento sindical mexicano, no fueron atendidas hasta el T-MEC. Esto puede ocasionar que tales medidas no se ejecuten cabalmente y sólo se apliquen cuando las empresas o los sindicatos recurran al T-MEC, como el caso de Tridonex, empresa de autopartes ubicada en Matamoros, Tamaulipas, controlada por canadienses y con matriz en Filadelfia, en la que el sindicato presentó un recurso, con el apoyo de la central obrera estadounidense ALF-CIO. Cabe mencionar que el resultado de este proceso puede ser que el gobierno mexicano revise las condiciones laborales para determinar si existen condiciones de equidad competitiva, no porque haya explotación laboral. 

Si bien es posible aprovechar el T-MEC para que las condiciones laborales de las y los trabajadores mexicanos mejoren, no podemos olvidar que son mecanismos de sostenibilidad del capitalismo y que los empresarios los utilizarán cuando y hasta donde les convengan. Debemos construir sindicatos auténticos, organizaciones obreras fuertes y desarrollar movimientos que obliguen a los cambios desde adentro y no por causa del T-MEC. Esta fuerza real nos permitirá mejorar efectivamente las condiciones de la clase obrera mexicana.


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