Por su naturaleza depredadora, el capitalismo es una bestia creativa que inventa nuevas formas de perpetrar la explotación del trabajo humano. A cada nueva conquista de los derechos laborales, inventa un nuevo mecanismo con el que busca no sólo sobrevivir, sino también incrementar la rentabilidad. Frente a los logros alcanzados por las luchas de los trabajadores el siglo pasado, entre ellos el reparto de utilidades, crearon el concepto de outsourcing (en español: subcontratación o tercerización), que llanamente significa que los empleados que realicen tareas para una empresa, tengan su relación laboral con otra, evadiendo cualquier responsabilidad.

A fines del siglo pasado, y argumentando enfocarse en su negocio nuclear por una de tantas crisis del capitalismo, las empresas comenzaron a contratar proveedores para actividades que antes ejecutaban sus propios trabajadores. Primero fue el mantenimiento ocasional, luego las actividades cotidianas no centrales del negocio, como la limpieza de las oficinas, y terminaron por tener subcontratados a empleados que realizaban tareas sustanciales para la empresa.

Algunas veces la subcontratista era una empresa ajena, pero muchas más, una compañía del mismo grupo. Esto permitía a los accionistas evadir tanto las obligaciones laborales como las fiscales. En los sexenios anteriores, época de oro del neoliberalismo, la tercerización tuvo un auge tal que, a pesar de la Reforma Laboral de 2012 evitó atacar de manera efectiva la subcontratación, los patrones se quejaron de “candados excesivos” a través del Consejo Coordinador Empresarial (CCE).

De cualquier modo, ni siquiera las débiles condiciones de esa “reforma” fueron aplicadas por el gobierno priista que estuvo en el poder de 2012 a 2018. La tolerancia gubernamental a esta práctica llevó al extremo de empresas dedicadas exclusivamente a rentar mano de obra. La deprimida situación laboral obligó a muchos trabajadores a aceptar trabajar para grandes y lucrativas empresas, ganando salarios menores y sin las prestaciones de los pocos empleados del “corporativo”, porque en el papel eran empleados de una empresa que cabían en cuatro metros cuadrados; o bien, la parte mayor de su ingreso venía de “ayudas sindicales” y otras estratagemas, mientras su patrón real los tenía registrados para efectos de prestaciones sociales con el salario mínimo, si bien les iba.

Recientemente, con un gobierno reformista en México en 2021, si bien, se está definiendo de una manera más clara la subcontratación de personal: “Cuando una persona física o moral proporciona o pone a disposición trabajadores propios en beneficio de otra”, y prohíbe incluir en ésta actividades que “formen parte del objeto social” o de “la actividad económica preponderante”, como proponíamos en (León Gómez, 2012). Por supuesto que la oligarquía local, acostumbrada por décadas a la protección gubernamental, primero con un mercado cerrado y luego con una “competitividad” basada en bajos salarios, se está quejando. Pero será la base obrera del gobierno actual y la lucha organizada en las calles la que podría ejercer una presión suficiente que lo obligue a hacer cumplir y a profundizar esta reforma laboral frente a la presión de la oligarquía; actualmente algunos puntos son humanamente inverificables, como la legitimización de contratos colectivos, por falta de suficientes inspectores laborales, por ahí debería comenzar el esfuerzo real para hacer cumplir la reforma sobre el outsourcing.

Si bien, ahora el capitalismo internacional se está enfrentando a una nueva contradicción debido a la misma dinámica generada por la tercerización, y un sector lo ve con malos ojos  porque va contra la libre competencia a nivel internacional cuando los patrones de países subdesarrollados evaden costos laborales de este modo, o crean monopolios de facto, al contratar tercerización con empresas del mismo grupo; ya está buscando nuevas maneras de explotar a los trabajadores y maximizar su rentabilidad.

Así como antes se acuñó el eufemismo “outsourcing” para disfrazar esta evasión de obligaciones laborales, ahora hablan de “uberización”, refiriéndose al modelo de negocio utilizado por Uber y que definen muy románticamente como la “cooperación entre consumidores y proveedores usando una plataforma tecnológica de cooperación y compartición” (David, Chalon, & Yin, 2016). Según esta frase, Uber brinda de manera casi altruista su plataforma para que los pasajeros y conductores puedan “cooperar” entre ellos. Sin embargo, los modelos financieros de estas empresas hablan de un mercado fragmentado de pequeños proveedores (los conductores de Uber, por ejemplo) y de los ingresos que estos generan. Así, llegamos al absurdo de que Uber, una empresa mundial con ganancias estratosféricas, sólo tiene unos cuantos empleados. Y en las calles de las principales ciudades del planeta hay decenas de miles de conductores generando ingresos para la empresa, sin prestación alguna ni relación laboral. Esta situación ha preocupado hipócritamente incluso a revistas eminentemente capitalistas como Forbes[1] desde 2019, por el efecto que pueda tener a largo plazo, pero esa es una de las mayores contradicciones del capitalismo, buscar el mayor beneficio posible en el menor plazo sin importar los efectos sobre la misma economía capitalista a largo plazo, por supuesto mucho menos importan la precarización laboral, el incremento de la pobreza o la devastación del planeta.

Hay una discusión entre los intelectuales sobre que factor pesó más para que el gobierno de López Obrador tomará acciones más efectivas contra el outsourcing: la demanda de los trabajadores, la negociación política al interior del grupo gobernante, o la presión estadounidense en función del Tratado México - Estados Unidos - Canadá (T-MEC)[2]. No lo sabemos con certeza, pero sí es seguro que, para el caso de la uberización del mercado laboral, no habrá presión del imperio, pues es el nuevo mecanismo que han encontrado para seguir explotando a la clase trabajadora. Nosotros debemos empezar la lucha desde ahora.

Referencias:

David, B., Chalon, R., & Yin, C. (2016). Collaborative systems & Shared Economy (Uberization): Principles & Case Study. Int'l Conf. e-Learning, e-Bus., EIS, and e-Gov., (págs. 134-140). Recuperado el 27 de septiembre de 2021, de https://worldcomp-proceedings.com/proc/p2016/EEE3935.pdf

Fuentes, M. (7 de septiembre de 2021). Crónica laboral de un encuentro con Thea lee. Recuperado el 27 de septiembre de 2021, de La Silla Rota: https://lasillarota.com/opinion/columnas/cronica-laboral-de-un-encuentro-con-thea-lee/558035

León Gómez, J. L. (octubre-noviembre de 2012). Outsourcing en el dictamen de la Cámara de Diputados. la revuelt@ ... por la nación, Año 1(4), 1-2.

Towers-Clark, C. (8 de July de 2019). The Uberization Of Work: Pros And Cons Of The Gig Economy. (Forbes, Ed.) Recuperado el 27 de septiembre de 2021, de Forbes: https://www.forbes.com/sites/charlestowersclark/2019/07/08/the-uberization-of-work-pros-and-cons-of-the-gig-economy/?sh=5f03b8931cc7

 

[1] (Towers-Clark, 2019)

[2] Es tal la presión del gobierno estadounidense que funcionarios de ellos han tenido reuniones con analistas laborales, sindicalistas, empresarios y autoridades mexicanas, como la del pasado 1° de septiembre, narrada por (Fuentes, 2021).


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