Han pasado casi cinco años desde que estalló la crisis de las hipotecas subprime en la principal potencia económica capitalista, los Estados Unidos (EEUU). Ésa fue la antesala de la crisis financiera  del 2008 y del  colapso económico durante 2009, cuando el Producto Interno Bruto (PIB) mundial decreció 0.7%. Ese mismo año los EEUU experimentaron una contracción del 2.6% en su PIB, seguidos por los descalabros de la Unión Europea (-3.9%) y de Japón (-5.3%). El desplome del PIB en México, en el mismo periodo, fue del -6.5%.

En su evolución, la crisis económica ha arrojado saldos como los de 2010 y 2011, años en los que la economía mundial ha crecido 3.9 y 4.3% respectivamente. En el mismo periodo, los principales países y bloques capitalistas consiguieron un desarrollo menor. El PIB norteamericano creció  3.0% y 1.7%, la Unión Europea pasó del 1.0% al 1.6% y  Japón del 1.7 al 2.2%. En México, el crecimiento del PIB se ubicó en 5.5% y 3.9%.

Los datos del colapso del 2009 y los de la raquítica recuperación de 2010 y 2011 contrastan con los saldos de la década de los sesenta del siglo pasado,  los “años dorados del capitalismo”, en los que, por ejemplo, los EEUU crecían a un promedio anual del 8%, mientras que  Japón y el conjunto de Europa Occidental lo hacían al 10.5 y el 5.2% respectivamente. En la actualidad, el propio imperialismo yanqui sólo creció en un 1.9% anual durante la primera década; manteniendo la misma previsión  la década actual. De igual manera, ahora mismo los EEUU albergan a 46.6 millones de pobres, cantidad significativamente mayor a los 32.9 millones de pobres que registró en el 2001.

México y la crisis mundial

Contrario a las expectativas de Calderón e independientemente de las medidas del gobierno y del Banco de México, nuestro país no es inmune a las crisis recurrentes del capitalismo. Prueba de ello ha sido el colapso padecido en 2009, el más severo en siete décadas, provocado por el crack de la economía mundial.

Tras el 2010, año en el que el PIB mexicano recuperó vitalidad creciendo un 5.5%, Calderón declaró oficialmente concluida la crisis económica, aduciendo que nuestro país poseía “fundamentos sólidos” para resistir con éxito las adversidades externas. El gusto le duró poco, pues un año después  la economía mexicana (arrastrada por la economía yanqui, que tuvo un crecimiento tan sólo del 1.7% en 2011) nuevamente manifestó rasgos de debilidad al desarrollarse un 3.9%, prácticamente punto y medio menos que un año antes. Además, un balance que ratifica esa tendencia, es el de la  Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), la cual pronostica que en 2012 y 2013 el PIB nacional crecerá en un 3.3% y un 3.6% respectivamente. Por su parte, la Reserva Federal de Estados Unidos, espera que el PIB norteamericano oscile entre 2,2% y  2,7% en 2012 y de 2,8% a 3,2% en 2013.

El Papel del imperialismo yanqui

La economía yanqui produce efectos muy notorios sobre la economía mexicana, reflejando con ello el atraso y dependencia de nuestra economía. Dicho fenómeno responde a toda una lógica que ubica a los EEUU como el principal inversor en nuestro país [tan sólo entre 1999 y el primer trimestre del 2008, en Inversión Extrajera Directa, es decir sin tener en cuenta las inversiones en la bolsa de valores, dicha nación aportó el 45.4%, seguido de España (15.1%), Holanda (10.8%), Canadá (2.8%) y Reino Unido (2.4%)]. Otro facto que determina en mucho las relaciones económicas entre ambos países es el hecho de que el territorio yanqui es el destino final del 80% de las exportaciones nacionales. En esencia ambos factores son los que sustenta los argumentos de todos aquellos que señalan que, en materia económica, cuando a los EEUU les da un resfriado a México le pega pulmonía.

Para bien o para mal - dependiendo de las circunstancias- el papel de los EEUU consumiendo mercancías fabricadas en México es determinante, pues las exportaciones generan el 30% del PIB nacional.

Durante años la vecindad de México con los EEUU en el marco de un prolongado proceso de expansión económica de esta última nación, puso en una posición privilegiada a la burguesía nacional, haciendo del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica un estupendo negocio: por ejemplo, entre 1993 y 2002 las exportaciones mexicanas se triplicaron,  pasando de los 52 mil millones de dólares a los 161 mil millones. Sin embargo, la bonanza ha terminado y ahora la vecindad con los EEUU se ha transformado en su contrario, pues el gigante del norte presa de sus propias contradicciones está sumamente agotado y ya no puede consumir mercancías elaboradas por sus socios de otras naciones con la misma voracidad con que lo hizo durante aproximadamente década y media.

Durante todo ese tiempo los EEUU lograron extender artificialmente su mercado interno basándose en créditos al consumo con intereses extraordinariamente bajos. Aunque hoy en día éstos se encuentran en una tasa del 0.25%. Bajo esa dinámica los EEUU lograron consumir bienes elaborados en 150 países con un valor de 1.4 billones de dólares anuales. Esa medida llevó al sobreendeudamiento creando un círculo vicioso en el cual las deudas se volvieron impagables para millones de familias norteamericanas, haciendo que el sistema financiero saltara en mil pedazos,  provocando que la sobrecapacidad de producción de la poderosa industria yanqui brotara sobre la superficie.

En ese contexto el marcado interno de los EEUU quedó severamente golpeado y en condiciones muy malas como para continuar jugando el papel anterior: devorando mercancías producidas por su propia industria y las elaboradas por sus socios comerciales, incluido México. La caída de la demanda de su propia producción condujo gradualmente a los EEUU a un menor ritmo de desarrollo económico: del 2.2% del PIB de 2007, paso al 0.4% logrado en 2008, hasta que finalmente colapsó en 2009. Ello tuvo un severo efecto negativo sobre las exportaciones mexicanas, las cuales pasaron durante esos tres años, a tener un crecimiento de 8.6% y 7.3%, para finalmente desplomarse en 2009 un -21.2%.

Por su parte la Inversión Extranjera Directa (IED) cayó de los 23 mil 123 millones de dólares logrados en 2007 a los 11 mil 417 millones en 2009.

Como ya explicamos más arriba, el contexto anterior para el caso de México se tradujo en el peor descalabro económico en siete décadas: en 2009, de acuerdo a la Asociación Latinoamericana de Micros, Pequeños y Medianos Empresarios (Alampyme), se destruyeron millón y medio de empleos dada la quiebra de medio millón de pequeñas empresas.

No obstante el crecimiento de estos dos últimos años, el panorama no es halagador, pues EEUU no da muestras de una recuperación sólida. De ello hablan su PIB de 2011 (1.7%) y los cálculos de crecimiento de la propia Reserva Federal para 2012 (entre 2.2 y 2.7%) y 2013 (entre 2.8 y 3.2%). Esos datos son menores, o dependiendo el caso, apenas ligeramente superiores al PIB del 2006.

Los factores fundamentales que alimentan la crisis económica del capitalismo mundial y del yanqui no han sido resueltos; es decir, hablamos de una enorme sobre capacidad de producción por parte de la industria, acompañada de un mercado aún bastante limitado para responder favorablemente a la enorme oferta.

El pasado boom económico fue extendido más allá de sus límites naturales gracias al crédito, sin embargo, pese a que se mantienen tasas de interés cercanas al cero por ciento, el camino del crédito y del endeudamiento se muestra como especialmente débil para desempeñar el mismo papel que en el pasado, principalmente por la enorme deuda que pesa sobre las familias norteamericanas. Los cálculos señalan que de los 52.3 trillones de dólares que sumaba la deuda total de los EEUU en el primer trimestre del 2011, el 27% corresponde al sector financiero y el 25% a las familias (La Jornada20072011); además, un estudio reciente de la Universidad de Michigan revela que el porcentaje de familias norteamericanas que no poseen ningún ahorro paso del 18.5% en el 2009 a 23.4% en el 2011. Otra lacra que lacera las expectativas de recuperación son los altos índices de desempleo: si bien la tasa de desempleo se ubicó en 8.2% en marzo pasado, porcentaje inferior al de 2010 (9.4%) y al de 2011 (8.5%), esta sigue siendo demasiado alta y muy lejana aún al promedio logrado en el año 2000 (4%, el más bajo del presente siglo) o al del 2007 (4.4%). 

Por su parte, la sobre capacidad de la poderosa industria yanqui sigue siendo un factor demoledor, pues el índice de uso de la capacidad instalada en diciembre pasado fue del 78.6%,  en promedio inferior al de noviembre del 2009, año en que la economía de los EEUU experimentó una contracción: dicho índice se colocó en 79.2%. Otro dato revelador de esta problemática se encuentra en el informe del Banco de la Reserva Federal de Filadelfia, según el cual en mayo de este año el índice de actividad empresarial cayó hasta alcanzar el -5.8%, desde un índice positivo de 8.5%. De acuerdo a los criterios de la Reserva Federal, toda medición de dicha variable por debajo de cero indica una contracción del sector manufacturero.

Perspectivas para la crisis

Contrario a las expectativas de Calderón y la burguesía mexicana, las condiciones de los EEUU; marcadas por un mercado interno aún fuertemente inhibido; en paralelo con una enorme sobre capacidad de producción; más una gigantesca deuda y déficit público, representan una bomba de tiempo para el capitalismo mundial y para el mexicano. 

Además, el papel que desempeñó EEUU en el pasado boom económico le heredó un titánico déficit comercial, mismo que en 2008 acumuló 695 mil 900 millones de dólares; y si bien el colapso económico de 2009 naturalmente replegó la demanda de mercancías extranjeras obteniéndose un déficit de 380 mil 700 millones, ya para 2010 y 2011 las cosas empezaron a marchar en dirección opuesta con cantidades que fijaron a ese indicador en los 497 mil 824 millones de dólares y los 558 mil millones respectivamente.

Un abultado déficit comercial quiere decir que la exigencia por mercancías norteamericanas es menor en el mercado mundial a la demanda por mercancías extranjeras en su propio territorio, creando una situación sumamente desfavorable para la industria yanqui. Obama necesita a toda costa reducir, el gigantesco déficit comercial que pesa sobre la economía de la máxima potencia imperialista. Con dicho objetico fue que en enero del 2010 Obama optó por exportar el desempleo, impulsando un plan que tiene como estrategia duplicar las exportaciones de los EEUU de 1.57 a 3.14 billones de dólares a lo largo de los próximos cinco años. Se tara de la Iniciativa Nacional de Exportación, en la que además se señala que “Canadá y México juegan un rol especial como los mercados más grandes de exportación de Estados Unidos”. Sin embargo, los resultados del déficit comercial, el cual se ha ido incrementado significativamente de nueva cuenta entre 2010 y 2011, demuestran que la medida comercial de Obama aún está muy lejos de jugar el papel esperado.

No obstante lo anterior, para México el panorama a consecuencia de dicha política saltó a la vista: durante los primeros 10 meses del 2010 nuestro país fue transformado en el  segundo destino de las exportaciones de los EEUU, sólo por detrás de Canadá y por delante de China.

Una agravante más, que representa otro obstáculo para la exportaciones mexicana, es el acuerdo de agosto del 2011 firmado por Obama con los republicanos con tal de que estos últimos le autorizaran un nivel de deuda de hasta 2.4 billones de dólares (bdd); a cambio de dicha autorización el presidente de los EEUU se comprometió a recortar el gasto social del gobierno en 2.5 bdd a lo largo de los próximos 10 años. Al igual que el desempleo y la gigantesca deuda de las familias norteamericanas, los recortes al gasto del Estado continuarán estimulando la contracción del mercado de los EEUU.

En síntesis, las condiciones para que las exportaciones mexicanas encuentren un contexto favorable en los EEUU siguen siendo desfavorables y dado el ritmo de ralentización de la economía estadounidense, (fenómeno cuya expresión más nítida en estos momentos es la contracción del sector manufacturero) las perspectivas a mediano plazo son sumamente sombrías.

El impacto de esa problemática sobre las exportaciones mexicanas se ha dejado sentir de nueva cuenta: si bien es un hecho que en 2010 la colocación de mercancías de nuestro país en el mercado externo se incrementó en un 43.3% respecto a 2009, al mismo tiempo hay que señalar que dicho porcentaje sólo refleja de forma parcial la realidad de las cosas; en otros términos, traduciendo el crecimiento porcentual en dinero, durante 2010 México exportó mercancías por un valor de 298 mil 361 millones de dólares, cantidad efectivamente por mucho mayor a la lograda en 2009 (230 mil millones) pero raquíticamente inferior a los 291 mil 875 millones alcanzado del 2008. Haciendo esa comparación, en los hechos el éxito económico del que presumió Calderón en 2010, es prácticamente estancamiento. Más aún, la tendencia apunta hacia una situación negativa más marcada, pues del 43.3% logrado ese año en exportaciones, un año después, en 2011, este índice sólo creció un 17.2%. De acuerdo al Consejo Mexicano de Comercio Exterior se espera que al concluir el 2012 las exportaciones se desarrollen en apenas un 10%, es decir 7.2 puntos porcentuales menos que un año antes.

Toda esa situación la está resintiendo negativamente la industria nacional, la cual, de acuerdo a un informe de la Confederación de Cámaras Industriales (Concamin) de febrero del 2012, están operando a 70 por ciento de su capacidad instalada; 10 puntos por debajo de los niveles registrados antes de la crisis económica.

Esa dinámica alerta a la burguesía mexicana, que está tomando medidas para proteger sus fortunas movilizando cuantiosos capitales hacia destinos que consideran más fiables.  De acuerdo al Banco de México, entre la fecha de arranque del gobierno de Calderón y mayo del 2011, empresarios y particulares mexicanos habían hecho una transferencia neta de recursos por 55 mil 316 millones de dólares para ser depositados en cuentas bancarias fuera del país. Por su parte, el capital especulativo ha hecho movimientos en las últimas semanas que han significado la salida de la Bolsa de Mexicana Valores (BMV) de unos 2 mil 690 millones de dólares; ya en noviembre y diciembre pasado la BMV había sufrido descalabros por 894 y 796 millones. Y un mes antes, en octubre, la tenencia de bonos del gobierno en manos de inversores extranjeros disminuyó en 3 mil millones de dólares.

Las contradicciones que provoca una recuperación lenta y tortuosa, ha generado otras dificultades, entre ellas la de transformar en  serio boquete para el financiamiento de la economía nacional a la fuga de capitales, alimentado con ello la perspectiva de un nuevo colapso a mediano plazo.

La alternativa de la clase capitalista

Caderón, desesperado, ha optado por crear un canal artificial de financiamiento para la economía por medio de estimular un mayor flujo de capital especulativo al país, a través de rentables intereses que compitan con los que ofrecen los países desarrollados. De esa manera, para finales del 2011 la tenencia de bonos de deuda de los residentes en el extranjero (alrededor de 70,000 millones de dólares) equivalía a casi un tercio del gasto público aprobado por la Cámara de Diputados para el 2012. A lo largo del año pasado la compra de ese tipo de bonos en propiedad de extranjeros registró un crecimiento del 63.7% respecto a 2010 de acuerdo al Banco de México.

Con esa política Calderón está alimentando una burbuja especulativa que al momento de estallar podría desestabilizar severamente al sistema financiero mexicano, postergando por más tiempo aún una eventual salida a la crisis. Ya los ataques especulativos contra el peso a finales del 2008 han sido una importante advertencia a este respecto y más recientemente lo ha sido septiembre pasado, mes en el que inversionistas extranjeros retiraron alrededor de 4 mil 650 millones de dólares que estaban invertidos en bonos gubernamentales. De acuerdo al Banco de México, ese retiro fue el más importante en los dos últimos años; producto de ello el peso se devaluó en un 12.5%.

La burguesía es consciente de las limitaciones del capital especulativo y de los peligros que este encierra, es por ello que su apuesta está sobre la extracción de más plusvalía de los trabajadores. Los resultados del  2010, año en que la economía mexicana experimentó un crecimiento del 5.5%, son reveladores: el costo unitario de la mano de obra de la industria manufacturera se redujo en un 9%, al mismo tiempo que la productividad de los obreros se incrementó en un 5.8%. Solo produciendo más con una inversión más baja en capital variable, es decir con una cada vez menor masa salarial, la burguesía es capaz de producir mercancías más baratas y por consecuencia más competitivas en el mercado mundial, en particular en el de los EEUU.

Un informe reciente de la UNAM publicado por La Jornada el pasado 7 de mayo señala que un obrero con salario mínimo en México, sólo requiere 9 minutos de labor para recuperar el precio que el capitalista paga por hacer uso de su fuerza de trabajo (salario); las restantes 7 horas con 51 minutos (Trabajo Excedente, según la definición de Marx) se laboran de forma gratuita en pos de las ganancias del patrón. De este último segmento es de donde la burguesía extrae la plusvalía, es decir la base material para la reproducción del sistema capitalista en su conjunto.

El informe de la UNAM demuestra que el grado de explotación de la fuerza de trabajo en nuestro país es extremo, sin embargo el capitalismo mexicano necesita estrujar aún  con mayor intensidad al proletariado, como la condición más importante para defender los benéficos empresariales y para enfrentar el viacrucis de la crisis económica del capitalismo yanqui y del mundial. Además los empresarios necesitan ahorrar todos los gastos que erogan para los trabajadores, paralelos al salario directo.

En esa problemática es en la que se enmarca la insistencia de la contrarreforma laboral por parte de la patronal y de su énfasis en la necesidad, de acuerdo a esta, de dar marcha atrás en derechos como la seguridad social.

La alternativa de la clase trabajadora

Dada la debilidad del PAN y de los gobiernos de Fox y Calderón, este tipo de tareas de especial relevancia para la burguesía continúan pendientes; sin embargo la prolongación de la crisis mundial está marcando los ritmos de los ataques. Dar el paso en dirección a los intereses de la reproducción capitalista cada día se presenta como una tarea más impostergable. Llegado el momento la burguesía se verá forzada a imponer su voluntad, incluso usando la violencia sobre la clase trabajadora de ser  necesario; es por ello que dada la crisis del PAN y su enorme impopularidad, la clase dominante está apostando por el PRI y Peña Nieto para regresarlo a la residencia de Los Pinos tras las elecciones del 1 de julio próximo.

Por su parte, Peña Nieto y el PRI se han encargado de mandar serios mensajes a la burguesía de que sólo ellos pueden poner “orden” entre la clase trabajadora para imponer su programa; ello lo hicieron por medio de la sangrienta represión contra los pobladores de Atenco en 2006 y su incansable persecución hasta casi aplastar al movimiento. Recordemos que incluso algunos de los principales dirigentes de Atenco fueron sujetos de condenas que excedían el siglo de cárcel.

Peña Nieto es el hombre que necesita la burguesía para intentar dar el golpe definitivo sobre el movimiento obrero para imponer toda una serie de contrarreformas que han estado pendientes desde el gobierno de Zedillo (1994-2000) a la fecha.

En esa medida se presenta como una prioridad movilizarnos para impedir el triunfo del PRI en las próximas elecciones, cuestión para la cual se necesita también que de manera urgente AMLO gire marcadamente hacia la izquierda, rompiendo toda clase de ilusión con el empresariado para depositar toda su confianza en la clase trabajadora. Sólo rompiendo con los empresarios AMLO podría perfilar un programa de lucha que efectivamente conecte con la clase trabajadora y que defina una táctica de lucha que atraiga a los sindicatos a su movimiento. No hay otro camino, la concertación sólo provoca la confusión y el desanimo, estos fenómenos a su vez estimulan la indiferencia entre amplias capas de la clase obrera hacia las elecciones, viéndose favorecido de esta forma la derecha, en particular Peña Nieto.

Mientras los dirigentes de la izquierda y en particular AMLO no se decidan a movilizar contundentemente a la clase trabajadora para ganar las elecciones, los trabajadores debemos prepararnos para toda clase de circunstancias, entre ellas la de una eventual derrota de la izquierda y el regreso del PRI al poder. Tras el 1 de julio, la dinámica de la crisis económica no dejará de amenazar con profundizarse. Los burgueses, con Peña Nieto en el poder, tratarán de superar la decadencia capitalista a costa de menguar los intereses del proletariado.

Por ello es necesario que elevemos nuestro grado de organización pugnando por un Frente Único de los sindicatos con Morena, el PRD y demás partidos de izquierda para frenar a Peña Nieto y al mismo tiempo eliminar de raíz la barbarie a la que nos somete el capitalismo y su crisis. En esa medida, al batalla de la izquierda en contra de los partidos de la derecha y del conjunto de la burguesía, no puede limitarse a la lucha electoral, si bien ésta es importante, la lucha de los trabajadores tiene que ser más amplia, proponiéndose la tarea de expropiar a los capitalistas, para poner toda la riqueza social bajo el control democrático de los trabajadores. La clave para ganar las elecciones está en extender la lucha de los trabajadores más allá del terreno electoral, adoptando tácticas de lucha cómo la huelga general, para paralizar el fraude electoral y hacer efectiva la fuerza de la clase obrera sobre la burguesía.

La crisis del capitalismo ha evidenciado una vez más la inviabilidad de este modo de producción, realidad frente a la cual la única alternativa es la economía planificada socialista. Camarada trabajador, únete a Militante y lucha por un programa socialista para el movimiento obrero.


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