El reformismo pretende solucionar los problemas de los trabajadores sin eliminar la propiedad privada capitalista y parte de la utopía reaccionaria de que pueden ser conciliados los intereses de los burgueses con los del proletariado: los intereses de los empresarios sedientos de más ganancias con los de los trabajadores necesitados de un salario digno, por ejemplo.

Los empresarios tolerarán la política de los reformistas siempre y cuando en lo fundamental no signifique un peligro para sus intereses. Sin embargo la tolerancia se termina cuando la economía marcha mal, tal como ha sido el caso de México en los últimos años, y el capitalismo no puede tolerar ninguna reforma por pequeña que sea en favor de los trabajadores. Del mismo modo se hace imposible la tolerancia en una situación de especial polarización social (también, tal como ha sido el caso de nuestro país recientemente) en la que los trabajadores tratarán de empelar sus organizaciones de lucha para pelear por sus demandas a pesar de sus dirigentes reformistas. En esas condiciones la burguesía no sólo rechazará las reformas (incluso las pinceladas de reformas implementadas en nuestro país por los reformistas en los últimos años) sino que además le exigirá a los reformistas que se disciplinen de acuerdo a los intereses del capital en contra de los trabajadores.

Llegado ese momento veremos como todos aquellos reformistas que se han mantenido al margen del movimiento de masas y que por el contrario han establecido toda una seria de vínculos con la burguesía, girarán cada vez más a la derecha hasta de plano abiertamente jugar un papel reaccionario, diluyendo en la práctica, más allá de siglas, las diferencia entre izquierda y derecha política. Ese ha sido el caso de los chuchos y todos aquellos perredistas que se han puesto al servicio de Peña Nieto a través del Pacto por México y el de Miguel Ángel Mancera, actual titular del GDF.

Frente a la crisis y la política del Régimen de asfixiar al GDF recortándole el presupuesto, Mancera optó no por la movilización para obligar a Peña a aplicar una política diferente hacia las finanzas públicas de la ciudad de México, sino que se inclinó por la eliminación del 50% de los programas sociales; también prefirió ceder a las presiones de la burguesía y transformarse en una pieza clave para que el pasado 13 de septiembre Peña Nieto pudiera desatar las acciones represivas más importantes nos vistas en décadas en el DF. Mancera aceptó ese camino y no el de abiertamente ponerse al lado de la CNTE y llamar a la movilización a los millones de trabajadores que le dieron su voto en 2012 para defender al GDF frente a las amenazas de destitución de panistas y priístas.

De esa forma Mancera pretende presentarse como la cabeza de esa “izquierda moderna” y de “instituciones”; es decir, esa “izquierda” cómoda para los empresarios. Sin embargo con esa política, Mancera está provocando un importante nivel de confusión entre el proletariado capitalino y a la vez creando condiciones favorables para que el PRI recupere el DF. Cualquier expectativa de que Mancera pudiera corregir el rumbo ha sido resquebraja por su papel como uno de los principales artífices de la represión contra el CNTE, hecho que demuestra que tan profundos son los compromisos del actual titular del GDF con la burguesía y sus partidos.

Mancera tiene que dimitir y ser expulsado del PRD junto con los chuchos y demás traidores, pues no podemos permitir que el GDF sea transformado en una maquina represiva al servicio del Régimen ni que su política allane el camino al PRI para que recupere el gobierno del DF. Ambos resultados representan un serio peligro para el movimiento obrero en su conjunto. Dirigentes del PRD como Cárdenas, Encinas, entre otros, pero también AMLO y Morena, tienen que tomar cartas en el asunto y frenar de golpe todos los retrocesos impulsado por Mancera llamando a la movilización para que éste sea relevado y sustituido a la vez por alguien con vínculos probados con las luchas de los trabajadores.

Todos los dirigentes del movimiento obrero y de masas se tienen que ver reflejados en el espejo de Mancera y entender que ese puede ser su destino en caso de no rompen con los empresarios.  


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