La privatización completa de Pemex y la CFE es para el imperialismo norteamericano su proyecto económico más importante en México. De lograrlo, estarían asegurando obtener no sólo una cuota de ganancia por demás onerosa para las petroleras gringas, sino también para una parte muy importante de la industria norteamericana, la cual podría abatir sus costos de producción y ganar competitividad en el mercado mundial. La privatización de PEMEX es parte de la lucha por el mercado internacional y el control de las fuentes de energía geoestratégicas.

Los sectores mejor posicionados de la burguesía nacional también obtendrán su tajada del pastel, incursionando en una industria por demás rentable. Sus representantes y aliados en la burocracia del Estado y los partidos políticos también esperan sacar provecho de la privatización. La unidad del PRI en torno a la reforma energética habla de que a cada ladrón se le ha asignado su parte en el botín.

La privatización de Pemex supondría dejar un hueco enorme a las finanzas del Estado, pues aporta el 40% de los ingresos de la hacienda pública, este hueco se produciría fundamentalmente en aquellos sectores destinados al gasto social. La parte de las ganancias de Pemex que hoy en día se traducen en escuelas, hospitales, carreteras y todos aquellos aspectos que benefician a la clase trabajadora, pasarán a manos de los monopolios privados. La burguesía trata de arrebatar un triunfo histórico de la clase trabajadora, sin el cual el atraso y la barbarie de generaciones enteras de campesinos y trabajadores serían peor.

El intento de privatizar totalmente a Pemex se produce en un contexto de profunda tensión social. La burguesía por otro lado no tiene más camino que recurrir a este ataque que es parte de sus planes estratégicos. La burguesía, atendiendo a éste escenario de enorme polarización social está tendiendo una estrategia lo mejor articulada posible; golpeando, cediendo y desgastando al movimiento, con tal de lograr su objetivo fundamental, privatizar Pemex. Por otro lado, sus planes han sido rotos por diferentes acciones de los trabajadores, los cuáles ven en la defensa de Pemex un factor de cohesión de toda la izquierda.

Esta lucha tensará las fuerzas de las clases al máximo. Para que puedan aprobar la reforma energética requieren al mismo tiempo desarticular al movimiento de la CNTE, que a pesar de la aprobación de la reforma educativa, correctamente no ha cejado en la lucha, demostrando que en última instancia es la correlación de fuerzas en las calles el factor para que una ley “votada” pueda ser puesta en práctica o no. Además de la CNTE, están los grupos de autodefensa que también se han manifestado contra la reforma. En potencia, todos los trabajadores y jóvenes a nivel nacional, podrían desatar un movimiento de gran envergadura para evitar la privatización de Pemex, entre ellos los trabajadores petroleros y electricistas que serán directamente afectados. Este potencial de lucha, sin embargo, necesita manifestarse prácticamente, en una fuerza organizada, con una estrategia y plan de lucha definidos que puedan llevar a la burguesía ante el peligro de ver derribado su gobierno si es que este se empeña en seguir rumbo de la privatización.

Los dirigentes de la izquierda cometen el error de dejar a la espontaneidad el hecho de que este movimiento se produzca. Este valioso tiempo que está siendo desperdiciado, particularmente por AMLO y Morena, los cuales se han limitado a generar “información” y no un plan de lucha firme, sin duda será aprovechado por la derecha, que seguirá desafiando al movimiento a través de nuevos ataques de distinta envergadura que en última instancia los conduzcan a su objetivo fundamental. Un ejemplo de ello es la venta parcial de la planta “Pajaritos” en Veracruz, la cual en los hechos es un movimiento en vías de la privatización. Con este hecho la burguesía ha mandado la señal de que va por el mismo camino, antes, durante y después de la aprobación de la reforma energética. La burguesía demuestra que tampoco profesa un culto ciego a la democracia burguesa, actuando en los hechos como si la reforma ya hubiera sido aprobada. Por lo tanto, tampoco es lícito para la izquierda someter al movimiento a unos causes formales, legales y parlamentarios que únicamente tendrían el objetivo de distraer al movimiento. Al margen de los ritmos parlamentarios la burguesía avanza en los hechos y la izquierda debe actuar ya.

Detener la reforma implica que el movimiento adquiera una masividad histórica, además de un carácter cualitativo superior al de otras luchas. La burguesía únicamente retrocederá, parcial o totalmente, si es que se pone en peligro la existencia misma de su gobierno. El movimiento tiene que poner en la picota la cabeza de Peña Nieto si es que quiere evitar la privatización completa de Pemex.

Existen todas las condiciones para que el movimiento adquiera esta envergadura. No obstante no existe ninguna organización de masas que desde la izquierda esté llevando a cabo un plan de lucha firme, para llevar al movimiento a éste nivel de lucha.

La CNTE es en estos momentos la organización con la mayor autoridad política para hacerlo, pero no cuenta con un plan estratégico de lucha para ello, se guía más por la presión y combatividad de sus bases que por una orientación revolucionaria consciente y regularmente ajustada desde su dirección.

Morena también cuenta con una base social muy importante para desarrollar este movimiento, no obstante su dirección no asume su papel con plenitud. La dirección se desentiende de la responsabilidad de elevar el nivel político y amplitud de sus bases a partir de la lucha concreta y la clarificación teórica. En lugar de ello, la dirección advierte a las bases que de no agruparse automática e instintivamente por millones, no lograrán ejercer suficiente temor a la derecha de tal forma que paralicen sus ataques. Al mismo tiempo la dirección actúa en sentido contrario a lo que demanda, en vez de convocar movilizaciones para que sus bases se agrupen, crezcan en número y conciencia política, la dirección los dispersa en acciones que no están a la altura de los ataques, lo que por el contrario atomiza, desorganiza, confunde e incluso lleva a sus militantes a la pérdida de confianza en sus propios dirigentes. En la medida en que las bases de Morena no perciben suficiente solides de sus dirigentes para emprender una lucha a la altura de las circunstancias, estas no se ven a traídas a los llamados rutinarios de los dirigentes. Las jornadas informativas convocadas para del 15 de septiembre prácticamente pasaron desapercibidas ante el ataque y respuesta de la CNTE. Este tipo de resultados los dirigentes los utilizan para decir ¡Lo ven, llamamos al pueblo a organizarse pero los pobres están demasiado influidos por la televisión que no se organiza en Morena! Esta conclusión únicamente sirve para convocar en todo caso, acciones todavía más débiles, lo cual conforma un círculo vicioso que de no romperse llevará a Morena, en sus primeros pasos frente a su conformación como partido político, a una crisis de credibilidad y confianza, sino entre todos los trabajadores, si entre una capa que está en estos momentos integrándose a las movilizaciones de la CNTE.

A pesar de la inexistencia de una dirección de masas con autoridad política entre los trabajadores que defienda una táctica de lucha revolucionaria para evitar la privatización de Pemex, las contradicciones sociales son tan agudas que este movimiento podría levantarse y crecer a partir de los actuales movimientos que están en lucha. La CNTE, las policías comunitarias, la juventud y otros sindicatos que están sumándose a las movilizaciones de los profesores, y los comités de base de Morena, podrían ser la base de un movimiento contra la reforma energética que creciera considerablemente. En esta perspectiva el instinto de la clase trabajadora; la famélica base social del gobierno, misma que lo puede llevar a realizar acciones infructuosas como la represión que tengan el efecto de radicalizar más al movimiento; el hartazgo generalizado; la dinámica propia que producen los pueblos que tiene su policía armada; la profundización de la recesión en la que nos encontramos: todos ellos pueden ser los factores materiales y políticos que originen un movimiento de envergadura histórica frente a los ataques de la burguesía. Como hemos visto muchas veces en la historia, las más de las veces las grandes luchas sociales y las situaciones revolucionarias no son producto de que al frente del proletariado exista una poderosa organización revolucionaria, sino consecuencia de la madures extrema de la capacidad y necesidad del proletariado para luchar decididamente contra la burguesía.

Esta perspectiva es la que ronda la cabeza de la burguesía y de muchos dirigentes de la izquierda, en ella, sin duda, existe un elemento de espontaneidad que por su naturaleza misma no puede ser calculado con precisión. Estas mismas condiciones se han encontrado presentes no sólo ahora, sino en diferentes momentos desde la lucha contra el fraude en 2006. Objetivamente se requiere una lucha de envergadura similar a la de aquel año para que la burguesía llegue apenas a considerar su claudicación. La victoria del movimiento, sin embargo, requerirá de una orientación más firme que la de aquel año. Esta es la tarea para los auténticos militantes revolucionarios de la izquierda, aprovechar ésta coyuntura que ya ha comenzado con las acciones de la CNTE desde el mes de agosto, y que sin duda puede escalar mucho más lejos. Ningún militante de izquierda debe dejar a la espontaneidad lo que es nuestra tarea histórica: alentar, organizar y dirigir un movimiento de envergadura histórica capaz de derrotar a la burguesía. En las actuales condiciones, la reforma –evitar la privatización del petróleo- únicamente será producto de que la lucha lleve al gobierno del temor a perderlo todo, a las acciones concretas que demuestren que ello se está produciendo y por tanto lo obliguen a retroceder. No será el estado psicológico de la burguesía lo que la detenga en sus pretensiones, sino la fuerza objetiva de la lucha la que la obligue a retroceder. Esta fuerza objetiva es la que la izquierda debemos desarrollar.

¡Únete a Militante y construyamos una corriente revolucionaria en los sindicatos, comités de Morena y entre la juventud, para impulsar la táctica firme de lucha que se necesita!


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