Desde administraciones pasadas, la base trabajadora de la Facultad de Música ha enfrentado diversas problemáticas. En el 2016, durante la campaña para su primer periodo de mandato, la ahora directora prometió a los trabajadores dar solución a sus demandas, asegurándoles que “ella era una persona de sindicato”. Sin embargo, al tomar posesión sucedió todo lo contrario.

Los trabajadores la acusan de tener un trato “grosero”:

 “nos llama mediocres, no nos baja de rateros, borrachos, flojos, nos ha ofendido, se pelea al tú por tú con los compañeros. Las compañeras se lo dijeron a ella ante el líder sindical: No se nos hace correcto que se permita que una persona nos trate de esa forma.”

Aseguran también que ha llegado a rescindir a trabajadores “por su aspecto físico, por enfermedades. Ella dice: tu no me sirves.”

Aunado a estas conductas discriminatorias, los trabajadores exigen que el presupuesto dado por la UNAM a cada facultad atienda los requerimientos de cada área: los de intendencia “han tenido que comprar de su dinero: fibras, guantes, escobas, etc. porque nos dan productos de mala calidad.

También hay algunas condiciones del contrato colectivo que esta administración no ha respetado, como la Clausula 15 dependiente de la comisión central de conservación y mantenimiento sindical (trabajos de mantenimiento a profundidad durante vacaciones “para no interrumpir a los alumnos”). De esta partida presupuestal se desglosa un porcentaje para el pago a trabajadores pero los directivos: “pagan lo que quieren pagar. Nos dicen que no hay dinero, pero para nosotros, porque para ellos si invierten, lo vemos”. Poniendoles trabajos extenuantes:

No les interesa que estés trabajando bajo el rayo del sol. Si está lloviendo, y tú les dices: no se puede pintar ahorita. Ellos responden: no me importa. Yo no controlo el clima”.

Otras demandas centrales son los cambios de horario que se designan a “capricho” de los directivos y el nepotismo con el que integran a trabajadores de confianza, los cuales usan el dinero público para remodelar repetidas veces sus oficinas. El vacío legal que existe en la UNAM para con los trabajadores de confianza, merma los derechos laborales de los trabajadores de base; en la FaM ni siquiera se entrega al sindicato el dictamen de cada trabajador de confianza que por ley debe hacerse.

Por último, está la polémica futura nueva sede del CIM (Centro de Iniciación Musical). La directora gestionó el edificio ubicado en barranca del muerto desde hace tres años, y es el día que aun no expone información oficial sobre si se compartirá el plantel con danza, de dónde llevarán los bienes necesarios ni el organigrama de trabajadores con el número de nuevas plazas. Antes de la pandemia, la dirección mostró a los trabajadores una lista de trabajadores que necesitarían con nombres, entonces estos protestaron: “nosotros tenemos un escalafón. Para reclasificar a un trabajador tomamos en cuenta su antigüedad, su preparación, etc. Le dijimos que aceptábamos la lista pero sin nombres y ellos sólo nos retiraron la propuesta de la mesa”. Por otro lado, la dirección ha estado trasladando pianos, botes de basura, ceniceros, etc. a la nueva sede del CIM, sin los trámites legales.

En esta ocasión, para presionar sus demandas los trabajadores hicieron paro administrativo dejando libre el paso a maestros y alumnos, sin embargo el 5 de agosto la autoridad “quiso sorprendernos, llegando a las 5 de la mañana haciendo ver que ya estaban para el diálogo”. A medio día la administración aun no negociaba con los trabajadores, entonces fue cuando decidieron cerrar la avenida División del Norte. El subdirector de la administración UNAM llegó para que entraran al edificio y resolvieran, los trabajadores confiando accedieron, pero ya estando ahí, denuncian que sólo se les dijo: “Aquí no se resuelve nada. Nos tomaron el pelo.

Durante la semana que duró la toma de las instalaciones, los trabajadores recibieron mensajes de profesores y alumnos mostrando solidaridad y señalando que ellos también tenían problemas con la dirección, situación reflejada con la movilización estudiantil del 25 de agosto. El 12 de agosto se llevó a cabo la mesa de negociación en Relaciones Laborales de la UNAM, pero las demandas de los trabajadores fueron minimizadas: “ya no les creemos nada”.

Se dieron 10 días para la entrega de la información sobre la nueva sede del CIM, pero para el 1ro de septiembre los trabajadores aun no tienen respuesta. De las otras demandas no se estableció nada.

Tras este simulacro de resolución, las y los trabajadores denuncian que están siendo sujetos de varias represalias por parte de la dirección y la administradora, aun cuando se acordó que no las habría, les han levantado dos actas administrativas con amenazas de futuras más y “están pidiendo la cabeza de los delegados sindicales”.

Las autoridades han tratado de criminalizar la movilización, difundiendo información falsa y acusando a los trabajadores de que su intención es afectar a los alumnos y profesores. Sin embargo, una de las razones de peso para levantar la toma de las instalaciones fue permitir que los estudiantes pudieran tomar sus clases. Aunque las autoridades trataron de generar conflicto entre los diferentes sectores de la Facultad, los trabajadores sólo vieron solidaridad por parte de alumnos  y profesores, también la recibieron de sindicalizados de otros planteles quienes viven la misma situación además del apoyo de los trabajadores de la preparatoria 6. 

Esta situación que vive la base trabajadora de la FaM, es un ejemplo de cómo la tendencia a la privatización de la educación afecta las condiciones laborales de los trabajadores. Pese a ser una universidad pública, la UNAM siempre ha mantenido una estructura antidemocrática y autoritaria, tanto los puestos de rector como la junta de gobierno y los directivos de las facultades no son elegidos por la comunidad, se plantean como personajes intocables que hacen y deshacen a sus anchas gracias a la facultad de colocar a trabajadores de confianza sin ningún control, cooptar a líderes sindicales promoviendo sus mafias, y sobre todo a la represión por medio de las actas administrativas y los grupos porriles, el brazo armado contra estudiantes. La base trabajadora de la FaM ha pedido en ocasiones pasadas la renuncia de la directora, pero el administrador del jefe de personal desde el director hasta la administradora interna siempre se han puesto de parte de ella “es de los suyos”. 

Para combatir esto se necesita la organización permanente de la clase trabajadora de la universidad: profesores, trabajadores y estudiantes. Tener claras las demandas inmediatas y las demandas políticas, sólo así las autoridades no podrán fatigar al movimiento que estos días está dando un empuje impresionante. La toma de la FaM no hubiera podido ser posible sin la solidaridad de la comunidad y sus compañeros sindicalizados, pero si éstos accionaran el movimiento cobraría más fuerza. Con acciones contundentes como los paros, las movilizaciones en la calle y la articulación con otras luchas, podremos extender la organización y la protesta a otros sectores y otras instituciones, avanzando así en un gran movimiento de la comunidad universitaria para arrebatar cada una de las demandas que exigimos y en las que coincidimos no solo dentro de la UNAM, incluso con el IPN, la UAM, universidades estatales, etc.

Nosotros como Facultad de Música pedimos ser escuchados, que realmente se nos resuelvan las demandas y que cese la represalia, que la autoridad deje de vernos como lo peor de la universidad. Seguiremos haciendo las acciones que sean necesarias. Hago un llamado a las administraciones que nos traten por igual, nosotros también tenemos derechos como base trabajadora porque somos seres humanos. 


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