El gobierno de AMLO llega al II Informe Presidencial con una aprobación de más del 60%. Para algunos, cortos de vista, esto significa baja conciencia y seguidismo ciego hacia una administración que dista muchísimo de ser un gobierno auténticamente de los oprimidos. Sin embargo, este dato refleja que el ambiente de combate que expulso a la derecha se mantiene vivo contra viento y marea. La llegada de AMLO no ha significado una paz social sepulcral ni un freno en el desarrollo de la conciencia y de los procesos de lucha de los oprimidos.

La lucha de clases en todo el territorio persiste ya que no se han resuelto los problemas de fondo debido a que, lamentablemente, continúa imponiéndose la agenda de los sectores de la burguesía y los empresarios con los cuales el gobierno de la 4T ha pactado. Este ambiente que ahora está pujando por seguir vivo y activo también exige un actuar realmente en beneficio de las y los trabajadores, campesinos pobres e indígenas. Es por esto que observamos como algunos sectores, usando las mejoras cosméticas que AMLO brinda −como la libertad sindical o el aumento salarial−, dan pasos firmes de manera combativa para avanzar.

La corrupción inherente al capitalismo

Una de los temas más remarcados por el gobierno y utilizados para mantener su nivel de aprobación es el combate a la corrupción. Encuestas exponen que más del 65% considera que las políticas del actual gobierno para afrontar la corrupción están siendo eficaces. Es por eso que el “Caso Lozoya” está siendo utilizado como la punta de lanza de que “sí se cumple al pueblo”.

Se subraya la moralización y purificación del Estado y la austeridad gubernamental como combinación mágica y eficaz para llevar acabo la 4T. Por supuesto que, tras décadas de corrupción y enriquecimiento ilícito por parte de la casta política, estos acontecimientos a primeras luces parecen ser pasos gigantescos. Es por ello que existe esta contundente aprobación ante el tema. Miles expresamos: ¡por fin un poco de justicia! Otro dato revelador es que el 54% de la población tiene confianza en la investigación, dato que se explica porque −a excepción de la petición para enjuiciar a Díaz Ordaz y Echeverría por parte de los sobrevivientes de la guerra sucia, las y los compañeros del Comité 68 − ahora nuevamente se plantea poder llevar a juicio a los expresidentes. De hecho, la consulta no tiene precedentes y es que el 95.5% de la población considera que deben ser juzgados.

Lo anterior contrasta con las declaraciones de AMLO quien pronunció que votaría en contra de que estos criminales fuesen juzgados. Con ello se nos ha insinuado muchas veces que el pueblo busca vengarse, pero la realidad es que, la clase trabajadora, el campesinado pobre y la juventud lo que deseamos es justicia y castigo para quienes torturaron, asesinaron, desaparecieron, violaron y arrebataron nuestros derechos democráticos. Tenemos memoria y sabemos muy bien quién es esa gente y sus intereses y, es precisamente por eso, que nos oponemos a las alianzas con los empresarios y sus políticos puesto que, en los hechos, han demostrado estar del lado contrario a nuestras necesidades.

Este es uno de los ejemplos donde podemos observar claramente las contradicciones generadas en este periodo. Por un lado, AMLO impulsa una iniciativa insignificante que no influye realmente en cambiar las cosas de fondo pero que, sin embargo, tiene un efecto catalizador en la organización, politización y confianza del conjunto de la clase trabajadora y la juventud. He aquí porqué la burguesía teme al gobierno de AMLO y trata, por todos los medios y fuerzas a su disposición, que este cuadre y se posicione más de lado suyo que del pueblo.

En este sentido, todo conflicto democrático, económico o sindical no es una simple trifulca, en el actual contexto, esos encuentros son abiertos enfrentamientos de intereses entre las clases sociales. AMLO trata de ser el árbitro entre estos dos grandes bandos totalmente opuestos, sin embargo, no va a poder mantener la contención por mucho tiempo, por eso vemos sus constantes cambios de discursos y decisiones que contrarían a su base social. Nadie duda que con la derecha esto sería aún peor, e incluso de que habría una abierta ofensiva, es precisamente ese sentir lo que le permite todavía a AMLO un margen de maniobra.

Aquí no se trata de buenos y malos, sino de purgar al Estado de los malos políticos y empresarios. Ellos sólo se rigen por una moral y una ley: el máximo de beneficios a costa de lo que sea y como sea. Por eso, la corrupción es inherente al sistema capitalista. De hecho, AMLO lo sabe y, aunque diga confiar en la democracia, en el fondo no lo hace, de ahí que fortalezca, apoye y busque respaldo de las fuerzas armadas a través de la Guardia Nacional pues y estos serán un gran aliado si la “democracia” fallara. Estos discursos morales constantes solo tratan de desviarnos de ver a nuestros enemigos reales. Quieren hacernos creer que “todos unidos”, o sea, ricos y pobres, explotadores y explotados, podemos convivir felizmente en un mundo embellecido por la democracia. El problema del sistema capitalista y su Estado no es moral, sino que radica en el hecho de que una parte ínfimamente pequeña de la sociedad se apropia del total de la riqueza que generamos la inmensa mayoría a través de la explotación extenuante. Eso no lo pretenden cambiar por ningún motivo, todo lo contrario, pretenden quedarse en el poder como sea, al costo que sea.

No se puede huir de la crisis económica

Otro aspecto relevante del Informe fue la perspectiva económica. A pesar de las declaraciones optimistas, la realidad es muy distinta. Esto no se trata, como dice la derecha de una mala administración, se trata del ciclo general de economía mundial capitalista de la que México, por más que lo desee, no podrá escapar. Nuestra economía completitamente atada a la economía norteamericana no augura un buen futuro si continúa aplicando medidas de atenuación de los efectos de la crisis sin ir a la raíz.

Del millón de empleos perdidos, el 89% fueron dentro del sector de trabajadores que percibían entre 1 y 3 salarios mínimos, significando con ello que la crisis sigue golpeando a los sectores más humildes de nuestra clase. De ellos el 71 % eran estables y, conforme a las previsiones, estos no se recuperarán jamás bajo la economía existente.  

El PIB se contrajo un 10% que supone una regresión de 10 años en el crecimiento, se perdió una quinta parte de la producción, y el CONEVAL informa que tenemos 15 millones de personas que engrosaron las filas de la pobreza laboral. Esto se traduce en que el 35.7% de la población no podamos acceder a la canasta básica y en que en un 30% de las familias al menos un integrante perdiera el empleo.

Si bien se recuperaron 93 mil empleos en agosto, según el Informe, eso no cubre ni siquiera el 10% de los perdidos. Los niveles de crecimiento económico han sido mejores que los meses anteriores, pero están todavía muy por debajo del año pasado. Todo esto lo exponemos, no por copiar un discurso de ataque a la 4T, sino para ser conscientes con el hecho de que la crisis económica trasciende al propio AMLO. De seguir aplicando paliativos, como los apoyos sociales, no se resolverá nada, por el contrario, las tensiones dentro de la clase trabajadora se acumularán y la derecha querrá catalizarlos. Por ello para afrontarla debemos de pasar a la ofensiva.

Los capitalistas están sumamente convencidos que la crisis la tienen que pagar los mismo de siempre, nosotros los trabajadores. Se esperan despidos masivos y aumento de la explotación como nunca antes lo habíamos visto, con la intención de disminuir sus costos de producción, pero mantener o aumentar los beneficios. Somos clave en toda la cadena productiva mundial y no nos salvamos de los conflictos imperialistas entre con China y Estados Unidos, de ahí que haya tanta insistencia en aplicar su agenda a través de los megaproyectos. A ello se debe la insistencia del gigante asiático en la construcción del Tren Transísmico, al mismo tiempo, la obstinación de EEUU en las reglas de origen de los productos manufacturados, así como la batalla de las patronales maquiladoras en cortar de tajo y frenar al precio que sea el movimiento obrero en la frontera norte.

AMLO no puede escapar, por más reservas estatales, proyectos de infraestructura y combate a la corrupción; la crisis se profundiza y se cobrara con la vida de miles de la clase trabajadora, como está pasando de manifiesto la pandemia. Desde Izquierda Revolucionaria no queremos atenuar la crisis, sobre llevarla o disminuir la explotación, ¡queremos eliminarla! Perseguimos una sociedad donde no exista la explotación del hombre por hombre, ambicionamos una sociedad donde las y los trabajadores tomemos nuestros centros de trabajo en nuestras propias manos bajo control democrático. No es una consigna panfletaria, es una necesidad ante la barbarie que significará el posterior desarrollo de la crisis. En pocas palabras: queremos una sociedad nueva, no mejorar la existente.  

Por una izquierda revolucionaria

La correlación de fuerzas sigue a favor de los oprimidos, la derecha ha querido agruparse y, a pesar de sus duros intentos, este objetivo no se ha consolidado. No podemos confiarnos, la burguesía está golpeando a través de sus políticos y su objetivo es implicar a AMLO y la 4T al máximo en la colaboración de clases para llevar a cabo su agenda al máximo y con la mayor velocidad. Lamentablemente esta política de cooperación está siendo alimentada por AMLO, lo que, en los hechos, está resultando que la burguesía avance en el gabinete y ahora incluso se planteen tomar la dirección de MORENA.

Incrementarán las presiones para eliminar todo elemento combativo y de clase de este proceso, involucrarán a MORENA y a la 4T en todo lo que salga mal, usarán la 4T para golpear y reprimir −como estamos viendo ahora mismo hacia el movimiento feminista−. Se basan en los sectores más atrasados para hacerles confiar en la unidad con la que después dejar caer la mano de hierro. Podrán engañar a los vacilantes, pero a la clase obrera jamás, los conocemos bien y sabemos de lo que son capaces.

Las vacilaciones en el gobierno no acompañaron la disposición de ofensiva de la clase trabajadora tras el triunfo del 2018 y ello ha permitido el avance de la agenda de la burguesía. Todo esto con la intención de retomar el control y, a su vez, desarmar y dejar sin alternativa a la clase trabajadora, la juventud, el campesinado pobre y de más oprimidos. Retrasan y debilitan la respuesta política y organizativa, por eso, los oprimidos tenemos una tarea vital por delante: usar esta correlación de fuerzas a nuestro favor para agruparnos y unificándonos bajo un programa de lucha auténticamente revolucionario y en base a la movilización que conquiste nuestros intereses.

Reafirmamos nuestra posición combativa, tenemos que reprender con más fuerza la lucha contra las patronales y la burguesía. La salida de la derecha fue sólo un escalón, tenemos que pasar a la ofensiva, necesitamos ocupar el papel protagónico de esta transformación social. Estos días, a pesar de la pandemia, demuestran disposición al combate, estamos decididos a defender nuestras conquistas y futuro. AMLO tendría que basarse en esa fuerza, ese es el camino. ¡Adelante con todas las fuerzas a reagruparnos, fortalecer la alianza revolucionaria de clase y construir una auténtica izquierda revolucionaria!


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