La pandemia de la COVID-19 en México ha significado una catástrofe que ha cobrado la vida de más de cien mil personas, en su mayoría jóvenes trabajadores y trabajadoras y adultos mayores que ya han dado sus vidas para el funcionamiento del país. Los daños de la pandemia no sólo se reflejan en las cifras oficiales de muertos o contagios, también se pueden resentir en los servicios de salud convencionales, totalmente desordenados, abandonados y desabastecidos; en el incremento de trastornos mentales, en los efectos emocionales sobre los adultos, los niños y la juventud.

La pandemia de la desigualdad

Todos los problemas que ya nos agobiaban se han incrementado con la pandemia: la incertidumbre laboral, las deudas, los recortes al salario, el despido y la imposibilidad de adquirir productos básicos.

Ante esta situación para la enorme mayoría de la población, contrasta el amasamiento acelerado de grandes fortunas de empresas farmacéuticas, comunicaciones y conexión remota o de envíos a domicilio. Si bien el aumento de la desigualdad es una característica mundial de la época, es especialmente cruda en América Latina, mientras la riqueza de los más ricos aumenta 17%, los pobres aumentarán en 52 millones, según datos de Oxfam.

México no escapa a esa tendencia, mientras las grandes fortunas de personajes como Carlos Slim o Salinas Pliego aumentarán este año, la pandemia dejará 9 millones de pobres más.

La “inevitabilidad” de las pandemias

Después de meses de confinamiento pareciera que las cifras de muertos diarias ya no inquietan a los gobiernos tanto como la parálisis económica que supone, se ha normalizado el que haya muertos con el discurso de que “las pandemias son inevitables” cuando la realidad es que la naturaleza sólo devuelve lo que el enorme crecimiento industrial, mal gestionado por el capitalismo, con su depredación y caos ha ocasionado.

El costo en muertes no es la única manera de salir de la pandemia, como nos quieren hacer creer, si bien es cierto que la inversión del gobierno federal en la reconversión de hospitales, la contratación de personal sanitario o la compra masiva de insumos y medicamentos, no ha sido suficiente para mantener las cifras de decesos bajas, la razón principal por la que estos esfuerzos no rinden suficientes frutos, es porque no son capaces frente al tamaño de la crisis que enfrentamos.

No sólo enfrentamos la agresividad del virus o la facilidad del contagio, sino las pésimas condiciones en las que se encontraba el sistema de salud previo a la pandemia y principalmente al funcionamiento general del sistema capitalista, en el que las pérdidas y los costos de estás contingencias se socializan mientras las ganancias siguen siendo privadas. Mientras no se rompa con esta lógica, el costo en vidas, aumento de pobreza y precariedad laboral no serán inevitables.

Los discursos triunfalistas y el “podría ser peor” no eliminan el costo de la pandemia en vidas, que es muy grave, tampoco es despreciable el efecto que esta teniendo en la calidad de vida de los que nos mantenemos en este mundo.

Una vez más: no vamos “en el mismo barco”

No es casualidad que los Estados que se mantienen en rojo son los Estados más industrializados, pues pese a los decretos oficiales, los empresarios no han limitado su actividad, muchos de ellos sin siquiera asegurar las medidas sanitarias necesarias, algunos incluso en la clandestinidad y la gran mayoría en total impunidad desairando al gobierno federal que ha sido incapaz de sancionar de manera eficiente a los empresarios que condenan al contagio a miles de trabajadores.

En contraste, no han sido pocas las ocasiones en las que el mismo AMLO intenta lavar la cara a estos magnates, entre los que no hay “buenos o malos”, todos ellos representan los intereses de una clase social que se beneficia del trabajo de otros, de su traslado, de su consumo, a todos ellos les beneficia que las medidas sanitarias no se respeten para no paralizar sus ganancias.

El discurso de “unidad” encubre que no todos vamos en el mismo barco, que esta crisis mientras expone al contagio, a la muerte, al desempleo, etc. a unos; a otros les arroja grandes beneficios. Es el caso de los hospitales privados que, a través de los convenios con el gobierno federal están cobrando al gasto público por la atención a dolencias que no son Covid, pero los que acudimos al servicio público cotidianamente, no vemos esas facilidades para nuestra atención, ¿A donde se están yendo esos recursos?

También es el caso de las grandes televisoras, a quienes mediante el programa “Aprende en casa II” el gobierno ha rescatado de una debacle, en buena medida causada por la pérdida de credibilidad entre la población y su propaganda de derecha, paradójicamente usada durante las última década contra el mismo AMLO.

Es un error que justo ahora que queda más claro y evidente el papel reaccionario de la clase empresarial, AMLO y la 4T decidan presentarlos como los amigos y soportes para salir de la pandemia, pero estos mismos, que no tienen más lealtad con nadie que con sus ganancias, no tardarán ni cinco minutos en darle la espalda en cuanto puedan imponer nuevamente a un gobierno más cómodo para sus intereses.

Este mismo discurso de unidad ha justificado el recrudecimiento de las medidas de austeridad republicana, pero en los hechos, la factura la están pagando los trabajadores no los grandes funcionarios quienes tienen medios para ampararse frente al decreto del tope salarial y cuentan aún con una estructura totalmente corrompida que no se ha depurado de los viejos gobiernos y que en ultima instancia decide como se emplean los recursos cada vez más escasos. Así tenemos como resultado la reducción en programas sociales, culturales, etc. debido a “la falta de recursos”, un recorte en la vía de los hechos.

El costo de la pandemia va más allá de lo aparente

Los efectos de la pandemia entre las niñas, los niños, las mujeres y la juventud es preocupante por el daño a la salud mental y el incremento de la violencia intrafamiliar.

Una alternativa es la apertura de las escuelas asegurando las medidas sanitarias necesarias, sin embargo, eso implica una inversión sin precedentes que asegure la infraestructura y la contratación de maestros y trabajadores para lograr aulas con un aforo adecuado, pero aún quedaría el problema del hacinamiento en el transporte, que también requeriría una inversión millonaria o la descentralización de las actividades económicas para disminuir la concentración poblacional, sin duda, ninguna de estas medidas están en la agenda del gobierno federal, pues para llevarlas acabo tendría que revolucionar al sistema mismo, algo que AMLO ha dejado muy claro que no pretende hacer.

La Covid-19 sólo ha acelerado la crisis que se venía gestando en el pasado, un nuevo crack económico acechaba al mundo y México no era la excepción, a todos nos queda claro que este gobierno no ha sido el artífice de la crisis, sin embargo, sí está en sus manos resolverla.

Si bien la “austeridad republicana” y la lucha contra la corrupción son iniciativas positivas, incluso la inversión en el sector salud durante los últimos meses, resultan ser muy limitadas ante las grandes consecuencias que esta ocasionando la pandemia. Para controlarla realmente, se requiere un giro de 180 grados, un plan de rescate nacional del sector salud, educativo y laboral de carácter permanente, para conseguir condiciones dignas, no sólo en la coyuntura de la pandemia sino en la cotidianeidad. Que permita volver a las escuelas con garantía de seguridad sanitaria, que asegure empleo seguro y salario digno para enfrentar los efectos económicos.

Estas iniciativas por tímidas que sean representan una amenaza para los grandes ganadores con la crisis sanitaria y para los empresarios de siempre; su resistencia a la ley de regulación del outsourcing, o al cierre de actividades no esenciales, es un ejemplo claro de ello. Los grandes empresarios, banqueros, narcotraficantes y las Fuerzas Armadas no están dispuestos a ceder el control que tienen sobre país, sólo esperan que el pueblo baje la guardia para imponer un gobierno con el que puedan volver a la comodidad de antes, mientras no escatiman en esfuerzos para presionar y hacer uso de este.

Las políticas de la derecha no son una alternativa para salir de la crisis

Rechazamos las tretas de la derecha para sacar raja política de la pandemia, llorando lagrimas de cocodrilo para justificar el planteamiento de una alternativa totalmente draconiana contra la clase trabajadora, presionando por que se tomen medidas represivas para controlar la movilidad seguida de un plan de rescate empresarial, con el mote de “incentivos para evitar la perdida de empleos” o “mayor flexibilidad laboral” para justificar mayor explotación por igual o menor salario, etc.

Ante esta ofensiva, no es extraño que la popularidad de AMLO se haya incrementado pese a la catástrofe que ha significado la pandemia. A todos los que dimos la batalla para echar al PRIAN del gobierno, nos queda claro que esta contingencia en manos de la derecha sería una verdadera masacre, pero la mejor forma de cerrarle el paso a la derecha y evitar todo resquicio para meter confusión y propaganda reaccionaria, es pasar de una política de paliativos a la implementación de medidas de cambio radical, para evitar los costos de la Covid-19.

El Gobierno de AMLO parece no dar pasos en esta dirección, rehúye a romper nexos políticos con la derecha que incluso se posicionan dentro de Morena. Es imprescindible que el pueblo trabajador organizado demos continuidad a la lucha que dimos en las urnas en 2018, ejerciendo presión en las calles para imponer los intereses de los niños, la juventud, los campesinos, los indígenas, las y los trabajadores y todos los sectores oprimidos aún más en esta situación. El peligro de que sigan incrementando los muertos, las enfermedades mentales, el desempleo, pobreza y mayor desigualdad sigue latente.

La alternativa sólo puede ser de izquierda revolucionaria

Los costos de la pandemia y las pandemias mismas no son inevitables, pero es necesario dar un giro total a la depredación capitalista del medio ambiente por un lado y por otro cambiar totalmente las relaciones de producción que prevalecen y que aseguran ante cualquier contingencia la socialización de los efectos negativos y las pérdidas y la privatización de las ganancias millonarias de la catástrofe.

Mientras esto no se modifique, ni el uso de cubrebocas, ni el lavado de manos, ni el distanciamiento físico podrá contener la pandemia y el recrudecimiento de la crisis económica pues es el capitalismo la verdadera enfermedad mortal.

Súmate a la Izquierda Revolucionaria y luchemos juntos por:

  • La aprobación de un decreto federal de control estatal total de la sanidad privada. Obligar a todos los establecimientos privados que se están frotando las manos para enriquecerse en el paso de la contingencia, a dar atención gratuita, para así poder contar con las instalaciones y personal que pertenece a este sector. Si no acceden, se deberán plantear sanciones por lucrar con el derecho humano a la salud.
  • Inyección de emergencia de recursos equivalentes al 10% del PIB, apenas necesario para sobre llevar la crisis sin descuidar el resto de los padecimientos.
  • Contratación inmediata de al menos 270 mil profesionales de la salud, para cubrir el déficit que se tiene actualmente y eso tan sólo para el seguimiento regular. Es decir, las contrataciones deben ser permanentes.
  • Ningún despido a los trabajadores. ¡No pagaremos su crisis con nuestros empleos! Durante y después de la contingencia todos los empleos deben mantenerse aplicando el artículo 429 de la Ley Federal del Trabajo y ampliando el mes de pago por indemnización que estipula, al plazo que sea necesario por caso de contingencia. Aplicar el subsidio de desempleo a toda la población que lo necesite en base al salario mínimo fijado ¡ningún trabajador sin sueldo!
  • Reducción de precios. ¡No a la especulación con las necesidades de emergencia! Sancionar la elevación de precios de la canasta básica, evitar la escases calculada para incrementar los precios.
  • Asegurar los derechos laborales de todos los trabajadores, sindicalizados o no, otorgar permisos pagados a cabezas de familia o trabajadores con dependientes económicos, y asegurar que puedan trabajar desde casa.
  • Asegurar la libertad de expresión, la contingencia no puede significar un discurso de “unidad” hipócrita con los que pretenden explotarnos y aprovecharse de la contingencia para incrementar sus ganancias, los empresarios no son nuestros aliados, y debemos mantener nuestro derecho a movilizarnos y luchar por defender nuestros derechos aún, pese y sobre todo por la contingencia.
  • Es fundamental para sortear la crisis sanitaria actual y las futuras, nacionalizar todo el sistema de salud, así como los bancos y la industria farmacéutica y relacionadas. Un derecho tan básico como la salud no puede ser negocio para nadie ni estar en manos de los intereses de unos pocos.

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