El 30 de octubre estalló una huelga de trabajadoras del sector textil en Bangladesh, epicentro de la explotación capitalista de una mano de obra barata y mayoritariamente femenina. La principal reivindicación es el pago de un salario mínimo mensual de 23.000 takas (equivalente a 209 dólares). Actualmente el salario está fijado en unos míseros 75 dólares.

Estos salarios no son suficientes para cubrir el coste mínimo de vida de la clase trabajadora del país, que ha visto un deterioro debido al aumento de la inflación, haciendo inaccesibles muchos bienes esenciales para miles de trabajadores. El abandono del sistema de tipo de cambio fijo, en práctica hasta principios de este año, fue revocado por imposición del FMI como condición para sus préstamos, elevando la tasa de inflación mensual al 10%.

Los capitalistas se llenan los bolsillos con la miseria de los trabajadores bangladesíes

La fuerza laboral textil alcanza los 4,4 millones de trabajadores en todo el país, que es el segundo mayor exportador de fast fashion (moda rápida) del mundo, sólo por detrás de China. El sector es responsable del 85% de los ingresos por exportaciones de Bangladesh, siendo sus destinatarios Estados Unidos, Reino Unido, Europa y Canadá. H&M es el principal importador, además de marcas como Levis, Zara, C&A y Primark, entre otras.

Repartida entre unas 4.000 fábricas pequeñas y medianas, la principal fuerza laboral es femenina. Según la dirigente sindical del sector de la confección, Nazma Akter[1], “alrededor del 60% son mujeres, inmigrantes rurales”, que trabajan en pésimas condiciones, largas jornadas y son sometidas a “acoso, abuso y violencia sexual”. Además, las condiciones de trabajo se están degradando, recuérdese el colapso estructural del edificio Rana Plaza en 2013, que mató a más de mil trabajadoras y trabajadores. La situación se vuelve insostenible.

Unidas, miles de trabajadoras y trabajadores salieron a las calles, formaron piquetes y bloquearon carreteras. Hasta el momento, tres trabajadores han sido asesinados por la policía y una trabajadora de 26 años, Anjuara Khatun, murió de un disparo en la cabeza. Cientos de personas resultaron gravemente heridas en la ola represiva del levantamiento forzoso de barricadas por parte de las fuerzas policiales y de palizas en las entradas de las fábricas, dirigidas por los propietarios y la policía, como la del trabajador Masuma Akhtar, que sufrió una fractura en un brazo y varias heridas en su cuerpo. Además, según The Guardian, la policía concentró los golpes en las manos y los brazos, en un intento cobarde de suprimir las únicas herramientas de trabajo de estos trabajadores.

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Los trabajadores bloquean una importante intersección durante una protesta en Dhaka el 12 de noviembre. 

El centro industrial de Gazipur, en Dacca, ha sido el principal eje de organización de los trabajadores, con 300 fábricas cerradas por huelgas hasta el momento. El 8 de noviembre, el gobierno conservador de la primera ministra Sheikh Hasina Wazed propuso un salario de 112 dólares mensuales, que fue rechazado por los sindicatos, que se mantuvieron fieles a la exigencia mínima de 23.000 takas (209 dólares) y aumentaron las protestas en las calles, tomadas por el clase obrera. Según el Instituto de Estudios Laborales de Bangladesh[2], el salario mínimo de subsistencia en el país debería fijarse en 302 dólares, prueba de que la demanda de las trabajadoras está muy por debajo de lo necesario para una vida mínimamente sostenible.

¡La clase trabajadora solo puede contar con sus fuerzas!

A pesar de las medidas represivas, la huelga continúa y se intensifica. Según la trabajadora Naima Islam, “están intentando silenciarnos, pero no daremos marcha atrás. Pueden amenazarnos y golpearnos, pero lo que no entienden es que no tenemos nada que perder. Si aceptamos su ridícula propuesta salarial, de todos modos moriremos de hambre”. Hasta el 11 de noviembre, más de 70 trabajadores han sido arrestados y 18.000 han sido procesados.

Al proporcionar ropa a bajo costo a proveedores, que sólo buscan acumular súper ganancias a expensas de los trabajadores en los países neocoloniales, los capitalistas occidentales y bangladesíes toman estas medidas como la norma.

La huelga ya ha comenzado a surtir efecto al presionar al gobierno para que inicie nuevas negociaciones, lo que demuestra la fuerza de estos trabajadores y la eficacia de la huelga como método de lucha. Para mantener la presión es necesario crear comités de huelga cuyas principales tareas sean la ampliación de la huelga y la autodefensa de los huelguistas.

La clase trabajadora de Bangladesh está mostrando su determinación y voluntad de luchar y aprender duras lecciones. El sistema capitalista no tiene nada que ofrecerles más que represión y miseria. Es necesario romper los vínculos con este sistema para garantizar una vida y un trabajo dignos para todos.

Notas:

[1] Entrevista publicada el 7 de noviembre en Red Media.

[2] MIND THE GAP A STUDY ON GARMENT WORKERS IN BANGLADESH


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