El pasado primero de diciembre cientos de miles de mexicanos presenciamos el regreso del PRI a la presidencia luego de dos sexenios de ausencia. La ceremonia de cambio de mando resultó ser todo lo que ya se imaginaba, un acto protocolario en extremo vigilado por las fuerzas represivas del Estado cuyo objetivo era mandar un mensaje de temor hacia los trabajadores y la juventud que desde hace varios meses ya se manifestaban en contra de la imposición de Enrique Peña Nieto (EPN).

Ese día cientos de jóvenes fueron brutalmente reprimidos por policías capitalinos y federales, quienes montaron un operativo digno de una guerra. Con toletes, cascos, escudos, gases lacrimógenos y armas de balas de goma, además de una valla de acero de más de dos metros de altura, arremetieron en contra de quienes se manifestaban pacíficamente, pero sin tocar a aquellos provocadores que fueron infiltrados en las movilizaciones por la maquinaria priísta y a quienes les pagaron por realizar desmanes y destrozos por donde pasaran.

De la acción represiva resultaron heridos varios estudiantes y trabajadores; además sería apresada más de una centena de hombres y mujeres que se dieron cita para protestar en contra de la imposición EPN. Bajo el cargo de ataques a la paz pública, con el agravante de vandalismo en pandilla, todavía siguen presas 14 personas, quienes son juzgadas por tribunales que están el servicio del Estado y bajo testimonios y pruebas totalmente falsas.

El mensaje de la burguesía

Los acontecimientos y ola de rumores sucedidos en septiembre pasado en Neza, Iztapalapa y diversos puntos de la ciudad de México sobre supuestos actos de saqueo del grupo priísta Antorcha Campesina; los ataques a los normalistas en Michoacán en octubre y lo sucedido el 1° de diciembre son hechos totalmente ligados.

La burguesía se sabe débil y por ello recurre al terror psicológico. Su táctica es amedrentar por medio de rumores y ataques a las masas de jóvenes y trabajadores que han salido a movilizarse desde hace más de 6 meses en contra del fraude electoral del 1° de julio pasado. El mensaje que necesita transmitir es de fortaleza, sin embargo, a la par de que el nuevo gobierno reprime de manera brutal a jóvenes y trabajadores inocentes, por otro lado se ve en la necesidad de firmar el llamado “Pacto por México”, el cual es un acuerdo previo a las contrarreformas que pretenderán privatizar la seguridad social y los recursos energéticos, entre otras cosas.

Debemos decir que de aquel PRI fortalecido que durante décadas pudo recortar los derechos de los trabajadores y logró comprar la paz social por medio de programas asistenciales no queda nada. El PRI no es ni más fuerte ni más poderoso que en el pasado, una prueba de ello es el que haya tenido que recurrir a un monumental fraude electoral para poder regresar al poder; además ha tenido que montar gigantescos operativos policíacos para tratar de callar los gritos de repudio de los jóvenes y trabajadores que han salido a manifestarse masivamente desde hace meses. El PRI ha tenido que hacer uso de pactos y acuerdos con el resto de fuerzas políticas de las cámaras. En pocas palabras el PRI ha vendido su alma al diablo dada su debilidad. De ahí que sea necesario dar un mensaje de fortaleza por medio de la represión.

La burguesía sabe que no sólo en México se encuentran entre la espada y la pared para llevar adelante políticas de austeridad que atentan en contra de la clase trabajadora y sus familias. En el mundo entero son varios los gobiernos que han intentado aplicar planes de austeridad y que se han enfrentado a un movimiento masivo de la clase trabajadora y de la juventud. En un corto periodo de tiempo hemos visto caer gobiernos en Oriente Medio y también hemos sido testigos del poderoso movimiento de la juventud. Lenin solía decir que “un hombre al borde del precipicio deja de pensar” y eso es precisamente lo que le pasa a la burguesía.

El capitalismo ha generado una crisis tan grande que le es necesario cargarla sobre la espalda de los trabajadores a costa de lo que sea con tal de no verse afectada en sus beneficios empresariales. Los burgueses están tan desesperados que no les importa generar tensión social, en realidad no tienen muchas alternativas y por ello actúan histéricamente; ese es el trasfondo de la situación política, económica y social en nuestro país y por ello el Estado actúa tal y como lo hizo el 1° de diciembre pasado.

Halcones

Los enfrentamientos en las calles aledañas al Palacio de San Lázaro y en las del Centro Histórico del DF fueron un actos premeditados y montados por el Estado con el fin de justificar el empleo de la fuerza contra los manifestantes y con el objetivo de condenar y criminalizar a los jóvenes y al Movimiento #YoSoy132. Para lograrlo Peña Nieto se basó en Halcones.

Unos identificados entre sí con un paliacate rojo en el brazo derecho, otros con guante negro, camiseta negra, pantalón color beige y calzado militar, estos provocadores profesionales tenían como tarea causar todos los destrozos posibles y agredir a la policía para así poder emplear a los diferentes cuerpos policíacos contra las movilizaciones.

La desfachatez del trabajo y de los objetivos de los Halcones no sólo quedó evidenciada por medio de los destrozos provocados sin sentido a comercios e instituciones financieras, sino a través de la voz anónima de una mujer que por medio de un altavoz arengaba a los asistentes a participar en los enfrentamientos que se desarrollaban en San Lázaro con toda la intención además de culpar  de los disturbios al Movimiento #YoSoy132. Esa voz anónima con altavoz en mano gritaba: “Por favor, necesitamos ayuda, es necesario apoyar a los jóvenes del 132 porque ellos solos no pueden”.

No obstante las evidencias, el titular de seguridad pública federal, Manuel Mondragón, niega el que el Estado haya usado Halcones el 1° de diciembre, incluso a pesar de los vídeos y las fotografías de ese día en las que se ven varios sujetos vestidos de civil con tubos, cadenas y su guante negro, tras las vallas con que se cercó el Palacio de San Lázaro al lado de los efectivos de la policía federal. También contradicen a Mondragón los testimonios publicados por el diario Reforma en los que algunos provocadores reconocen que se les pagó 300 pesos por jugar su papel.

Tras la experiencia del pasado 1° de diciembre no podemos descartar que el aparato de inteligencia del Estado intente repetir esa clase de tácticas, es por ello que el movimiento obrero y estudiantil se tiene que preparar para neutralizar toda provocación; en adelante será necesario que cada que se convoque a una movilización se organicen servicios de orden, agrupando a una cantidad suficiente de compañeros que tengan como tarea hacer cordones de seguridad en torno a los contingentes y que sean capaces de montar un cerco en torno a los provocadores para impedir que estos infiltren la marcha. Esos compañeros serían los responsables de apartar del contingente a todo elemento extraño y que por sus actitudes ponga en peligro la seguridad de los manifestantes. También, para no facilitarles la tarea a los Halcones, es necesario impulsar movilizaciones de unidad que concentren en un sólo punto toda la fuerza de los trabajadores y los jóvenes el mismo día y a la misma hora, ya que las movilizaciones dispersas hacen de los manifestantes presa fácil de la represión.

En adelante en cada asamblea, tras acordar la convocatoria a una movilización, acto seguido el movimiento tendrá que definir de forma escrupulosa y sin ningúna clase de aventurerismo las medidas a tomar para la seguridad de la marcha y la neutralización de las provocaciones.

Del reformismo al ultraizquierdismo

La política del reformismo es dañina para el movimiento en tanto no se plantea como objetivo erradicar al capitalismo, sino transformarlo a través de reformas para “humanizarlo”.

En el año 2002 el proceso revolucionario en Venezuela se vio seriamente comprometido dada la tibieza de la dirección, quien hablaba de un “capitalismo de rostro humano” constantemente y quien tenía confianza en los sectores “honestos de la burguesía”. Tras el golpe de Estado de ese año por parte de la derecha, miles de trabajadores y jóvenes sacaron una conclusión importantísima: no existe el capitalismo de rostro humano.

Llevar al movimiento por la vía legal, como AMLO lo hizo con la lucha en contra del fraude electoral, o como las dirigencias de los sindicatos lo hicieron reiteradamente en luchas contra la contrarreforma a la ley del ISSSTE en 2007, o más recientemente la lucha de los trabajadores electricistas por defender sus fuentes de trabajo, resulta ser una lucha inocua para los dueños del capital si no va acompañada de enérgicos llamados a la movilización.

Millones de trabajadores y jóvenes son salvajemente vapuleados por el capitalismo a diario. Las condiciones de vida son miserables, no existe alternativa de empleos dignos, la carencia aumenta descontroladamente y existe un clima de violencia extremo. El hartazgo de las clases explotadas es altísimo y la única vía por la que se les ofrece luchar es por la vía legal; es decir creer en aquellos, el Estado y sus instituciones, quienes nos han arrebatado todo.

Es por ello que lo que se vio reflejado este primero de diciembre también fue el hartazgo ante la falta de un cause serio de expresión política. Cientos de jóvenes y trabajadores salieron a las calles a manifestarse y se encontraron con la falta de organización y alternativa para luchar de manera firme, clara y organizada. Lo que hemos visto es a sectores minoritarios de gente que, harta de la situación, optó por el camino de la radicalización desorganizada y al margen del movimiento de masas.

Lenin explica que el ultraizquierdismo es la penitencia que tiene que pagar la clase obrera por los pecados cometidos por los reformistas. El no llamado a la movilización por parte de la dirección de Morena y los sindicatos ha permitido que cientos de jóvenes y trabajadores, que se manifestaban pacíficamente, hayan sido agarrados como carne de cañón para ponerlos como ejemplo de lo que pasará si alguien se atreve a movilizarse.

El GDF golpea al movimiento

El Distrito Federal ha sido el bastión de la izquierda desde hace década y media. Hasta antes de la llegada de Cuauhtémoc Cárdenas al poder, el Gobierno del Distrito Federal, antes Departamento del Distrito Federal, era priísta, pues al estar vedado el voto por autoridades locales el Regente de la Ciudad de México era asignado por el respectivo presidente de la República. Fue la clase trabajadora quien ganó este importante bastión para la izquierda. A partir de ello, aunque modestas, fueron muchas las conquistas sociales que se ganaron y más tarde, en especial con AMLO: adultos mayores, jóvenes, madres solteras y un montón de sectores duramente golpeados por la política de recortes del PRI y del PAN se vieron beneficiados por los programas asistencialistas que impulsó el gobierno del principal dirigente de Morena.

Pero no sólo existen en el DF programas asistenciales para la clase trabajadora y la juventud, sino que además es el principal centro de agitación del país. El DF es el principal punto de organización de las luchas de los trabajadores y de la juventud, de ahí que para la derecha uno de los principales objetivos sea eliminar al DF en tanto centro de agitación política de la izquierda.

Dentro de Morena, y desde que la lucha alrededor de AMLO se comenzó a organizar, los marxistas de Militante hemos sido bastante insistentes en que es necesario rescatar al PRD para ponerlo al servicio de la clase trabajadora. El PRD tiene detrás de sí una importante historia que costó la vida a cientos de trabajadores en todo el país. Inicialmente se organizaba por medio de comités vecinales que a su vez jugaban un papel de primer orden en los Congresos del partido, sin embargo con la llegada de Amalia García en 1999 a la presidencia del Partido finalmente el PRD comienza su duro proceso hacia el camino de la derecha.

Amalia García, Jesús Ortega, Rosario Robles y otros personajes más, pertenecientes a tribus dentro del PRD, se encargaron de desmembrar al PRD eliminando los comités de base del PRD en colonias y posteriormente creando tribus apoyándose incluso en expriístas y expanistas al interior del partido. Cambia sus objetivos de lucha y guiña el ojo a los gobiernos de derecha.

Todo lo anterior tiene un costo muy alto para la clase trabajadora, pues no solamente han debilitado al partido tradicional de la izquierda sino que además la derecha del PRD irá atentando, poco a poco, contra los triunfos que en el pasado el movimiento ganó.

Marcelo Ebrard es un priísta arrepentido. Su principal operador, Mauel Camacho, jugó un papel nefasto cuando estuvo en la dirección del Frente Amplio Progresista (FAP). No solamente no apoyó la candidatura de AMLO en 2006 sino que además jugó en su contra de manera velada. Pero si retrocedemos un poco en el tiempo podremos notar que fue Manuel Camacho quien organizó y llevó adelante la embestida del gobierno del PRI en contra de los trabajadores de Ruta 100. Él es el principal operador de las campañas de Ebrard y planea llevarlo a la presidencia para 2018 a costa de lo que sea, incluso de ser necesario reprimiendo al movimiento social.

Por su parte Miguel Ángel Mancera no es ningún luchador social. Nunca se le ha visto en movilización alguna, nunca expresó declaración alguna de rechazo hacia las políticas de Felipe Calderón y nunca se ha manifestado contra los sangrientos resultados de la guerra contra el narco. Miguel Ángel Mancera no tendrá una forma de gobierno diferente a la que llevó adelante Marcelo Ebrard en el DF.

Estos personajes han llegado hasta donde están gracias a la política errónea de AMLO quien en su momento los apoyó para llegar al gobierno del DF. La política de resucitar a los muertos, que en su momento AMLO ha llevado adelante, no tiene nada de favorable para la clase trabajadora y la juventud, todo lo contrario.

Los acontecimientos del 1° de diciembre no sólo fueron orquestados y llevados adelante por el gobierno federal y la policía federal, también la policía capitalina tuvo intervención en las detenciones arbitrarias e ilegales en contra de los jóvenes y trabajadores que se manifestaban. Fue la policía del DF quien actuó dando golpizas brutales y encarcelando a decenas de jóvenes y trabajadores que ahora están en procesos legales graves.

Ni reír ni llorar, sino comprender

El capitalismo es horror sin fin. Nada más cierto que esta contundente frase. Para dondequiera que volteemos podremos ver la nefasta política de un sistema que está por demás rebasado y que busca el beneficio de una minoría a costa del sudor y la sangre de millones de oprimidos.

Como ya comentábamos anteriormente la derecha se encuentra al borde el abismo y actúa de acuerdo a sus intereses, si para ello es necesario hundir más a la clase trabajadora y sus familias lo harán. La reciente aprobación de la Reforma Laboral y las iniciativas anunciadas por EPN recientemente no son otra cosa más que cargar los efectos de la crisis sobre la espalda de la clase trabajadora y sus familias, no hay ninguna novedad en ello.

Los marxistas de Militante siempre hemos explicado la necesidad de que el movimiento levante un programa revolucionario que luche por la transformación socialista de la sociedad.

AMLO y las dirigencias de los sindicatos y del Movimiento #YoSoy132 tienen que rectificar y llevar al movimiento por la vía de la movilización y la lucha organizada. Defendemos los históricos métodos de lucha de la clase trabajadora; no somos afines a los métodos del ultraizquierdismo o del guerrillerimo y mucho menos del terrorismo individual.

Nos pronunciamos por métodos más poderosos que esos y que tienen mayor trascendencia, pues su desarrollo implica un verdadero golpe a los capitalistas y a su Estado, es por eso que apoyamos las movilizaciones de masas, los paros y las huelgas generales pues todo sería distinto si el mismo día y a la misma hora, los trabajadores electricistas bajan el switch, si los trabajadores del transporte detienen las ruedas, si los trabajadores industriales detienen las máquinas y si los trabajadores de la comunicación desconectan las líneas telefónicas.

El gobierno de EPN es débil, sumamente débil. Una acción organizada de las clases explotadas sería suficiente para derrocarlo. Debemos evitar caer en el discurso de la histeria y la confusión. Debemos evitar ser inducidos por el pánico. Debemos actuar, pero debemos actuar ya, de manera organizada y bajo un programa revolucionario y con acciones de lucha que no estén aisladas del movimiento obrero.

Desde la Tendencia Marxista Militante y el Comité Estudiantil en Defensa de la Educación Pública exigimos la liberación inmediata y sin cargos de todos los jóvenes y trabajadores presos el 1° de diciembre. Al igual que muchos jóvenes y trabajadores seguiremos luchando de manera firme para construir una sociedad sin explotación, una sociedad socialista.

Compañero trabajador, únete a Militante y al CEDEP y lucha junto con nosotros por la transformación socialista de la sociedad.

¡Libertad a todos los presos políticos!

Unidos y organizados....¡¡Venceremos!!


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