La crisis económica que sacude al mundo y que se traduce en desempleo, bajos salarios, precarización de la educación, salud, obras públicas, etc., tan sólo en México, hará más difícil la vida para 50 millones que se hunden en la miseria. Este panorama se ha visto agravado por la reciente epidemia de influenza que atacó en su enorme mayoría a los trabajadores y ante la cual, el Estado se comportó de la manera más irresponsable y cínica. Todos eso factores formalmente deberían tener como consecuencia un descalabro electoral para el PRI y el PAN el próximo 5 de julio de 2009, con lo que pagarían el costo de aplicar un modelo económico caduco.Desafortunadamente los resultados electorales no son como un fruto el cual cae por si sólo de un árbol al madurar. Al lado de lo anterior, se suma también la crisis política que sumerge al régimen y al sistema electoral en una fuerte falta de credibilidad, la cual es aderezada por los cada vez más fuertes choques entre el PAN y el PRI.

Ante este escenario, la dirigencia del PRD debió anteponer los intereses de los explotados sobre los de las corrientes y los personales; de haber sido esto así, se pudo haber usado la crisis sanitaria de la epidemia de influenza para avanzar contra las políticas del régimen, los dirigentes habrían buscado a los mejores candidatos con compromiso social probado y más aún que éstos reflejen la mayor alianza con las organizaciones políticas y sociales, por medio de las cuales se expresan los trabajadores y demás sectores oprimidos del país, lanzando de ésta manera una política de unidad contra la derecha y dándole así mayor certeza a la izquierda de cara a la próximas elecciones. Sin embargo, si el PRD no gira hacia la izquierda podría perderse la oportunidad de capitalizar este contexto de crisis económica y política para propinarle un severo revés electoral a la derecha priísta y panista.

 ¿Y qué papel juega AMLO?

El domingo 22 de marzo del presente se llevó a cabo otra Asamblea Nacional del Movimiento en Defensa de la Economía Popular el Petróleo y la Soberanía. En ella AMLO llamó a votar por los partidos del Frente Amplio Progresista (FAP) y obviamente, a no otorgar ni un voto al PRI ni al PAN; pero acotó que dado que no se logró una alianza electoral entre los tres partidos de dicho frente, la gente deberá reflexionar, deliberar y decidir, como mujeres y hombres libres y concientes que son, si apoyan a los candidatos del PRD o a los de la Coalición Salvemos a México (PT-Convergencia), tomando en cuenta a quién se postule, las características propias de cada municipio, distrito o estado y, sobre todo, pensando en lo que más convenga al movimiento para la transformación nacional. De acuerdo a AMLO, salvo en el DF donde apoyará a todos los candidatos del PRD, esos serán los criterios que él mismo empleará para dar o no su apoyo a los diferentes candidatos de los partidos que conforman del FAP.

En definitiva los “chuchos” y su control sobre el aparato del partido, es decir sobre los cargos, son un obstáculo objetivo que tienen que ser superados para que el PRD pueda reflejar un compromiso más nítido con los trabajadores. Pero el camino adecuado es el de luchar por ello y no el de distanciar a las masas explotadas del PRD, cuestión ésta última que realmente favorece a Jesús Ortega y sus seguidores. El control sobre los cargos del partido por parte de los “chuchos” puede ser hecho añicos por medio de la participación organizada de los trabajadores en comités de base, proponiendo medidas proletarias para controlar a los dirigentes y luchando por un programa socialista para el PRD. El camino a seguir no es el de renunciar y desistir ante el control sobre el partido por parte de la derecha, sino el de luchar contra ésta del mismo modo como lo hicieron miles de simpatizantes y militantes de base del PRD en el Distrito Federal (DF), quienes se movilizaron para imponerle una rotunda y aplastante derrota a los “chuchos” en el reciente proceso de elecciones internas para cargos de elección popular, desarrollado el pasado 15 de marzo.

Si este resultado se logró en el DF a partir de una campaña más que tibia por parte del ala obradorista para organizar el apoyo para sus candidatos, seguramente se habría obtenido un resultado similar en todo el país, si se hubiera lanzado a nivel nacional una campaña firme acompañada por llamados reiterados y sin titubeos de parte de AMLO para apoyar a los candidatos del ala de izquierda perredista. Al igual que las elecciones por la dirección nacional de marzo del 2008, este último proceso interno se presentó como una magnífica oportunidad para poner una ¡hasta aquí! a la derecha orteguista, sin embargo la falta de una alternativa clara de parte del ala de izquierda la desperdició.

De cara a este proceso y a la elección interna de candidatos, AMLO y los dirigentes que los siguen debieron haber organizado su masiva base de apoyo para presionar a los orteguistas e imponerles la unidad de los partidos de izquierda para abanderar un mismo candidato de cara a las próximas elecciones para, acompañado de un verdadero giro de izquierda del FAP que pueda movilizar la amplia masa de simpatizantes y militantes de base del PRD, que es significativamente la fuerza más importante de este frente, asegurar un triunfo sobre la derecha. Lamentablemente la falta de decisión y los titubeos lo único que están provocando es el desconcierto y la confusión, creando un ambiente favorable para el abstencionismo entre una capa importante de jóvenes y trabajadores, cuestión que favorece a la derecha, especialmente a PRI el cual, gracias a la estela de errores de la dirección del PRD, se presenta con mejores posibilidades que el PAN para las siguientes elecciones.

La cuestión es que no podemos seguir abonando el camino para facilitarle las cosas a la derecha, lamentablemente en contra de su voluntad, la táctica de AMLO de apoyar diferenciadamente a los candidatos del PRD, del PT y Convergencia sólo incrementará la confusión, además de dividir y atomizar el voto del FAP, favoreciéndose de esta manera, al igual que el abstencionismo, solamente a la derecha.

AMLO definió su táctica argumentando que se tiene que actuar de tal manera que la decisión que tome cada quien respecto a dar su voto a este u otro candidato de los deferentes partidos del FAP tenga como criterio lo que mejor le convenga al movimiento. Pero, insistimos, lamentablemente esa clase de llamado sólo dividirá el voto del PRD (de ahí es de donde principalmente vendrán la mayor parte de votos del PT y Convergencia) debilitándolo aún más, pero al mismo tiempo, no logrando atraer un voto suficiente como para que PT-Convergencia dejen de ser marginales y emerjan de las siguientes elecciones como una seria fuerza parlamentaria que, junto con el PRD, sea capaz de hacer un verdadera oposición que frene al PAN y al PRI.

A los trabajadores no nos da igual quién gane las elecciones, ni tampoco podemos ser indiferentes ante la posibilidad de que la derecha salga triunfante tras los sufragios. El triunfo de la derecha no sería otra cosa que la garantía de más ataques contra nuestros intereses. Esto está lejos de convenirle al movimiento. Ante ello el primer paso es el de movilizar la base de apoyo del PRD y del movimiento encabezado por AMLO (que en la realidad, prácticamente son lo mismo) por medio de un importante giro a la izquierda de este partido para tener mejores garantías de éxito el próximo 5 de julio. Cualquier dirigente del FAP, ya sea del PRD, del PT o de Convergencia, debería de adoptar esta política y luchar por ella si es que verdaderamente está poniendo por encima de sus intereses personales o de grupo, los intereses del movimiento.

¿Cuál es el camino a seguir?

Un factor a reconocer es que siempre se corre el enorme riesgo de que un dirigente de izquierda termine siendo un peón al servicio de Calderón (el caso de Ruth Zavaleta al frente de la presidencia de la Cámara de Diputados, por ejemplo), cuando éste no está sometido a medidas firmes de control político por parte de la base del partido. Esta realidad es valida por supuesto para los “chuchos”, pero también lo es para los candidatos emanados de Nueva Izquierda u cualquier otra corriente vinculada a AMLO. El régimen trata con todos los medios de rodear de una serie de privilegios a los legisladores para ganar de ellos su incondicionalidad; por ejemplo el salario neto actualmente de un diputado federal es de 148 mil 446 pesos mensuales. Este factor junto con otras prebendas hacen que un diputado de izquierda, si no está sujeto a ningún mecanismo de control desde la base del partido, se vaya distanciando de la los trabajadores y campesinos que votaron por él. Este diputado al mirarse al espejo ya no verá a un luchador social, sino a un aspirante a burgués el cual ya no tendrá como eje de acción los intereses de aquellos que lo eligieron. En adelante todas las acciones de este diputado sólo tendrán como único objetivo el reproducir su ostentoso nivel de vida sin importar que para ello haya que traicionar los intereses de los trabajadores de la ciudad y el campo.

Es por ello que para luchar contra la degeneración de los dirigentes, es necesario luchar (y no retirarse de ruedo) y adoptar como una de las consignas mas importantes la de diputado obrero, salario obrero. Un diputado por el PRD deberá entregar íntegro su salario al partido para que éste sólo le restituya el ingreso equivalente al de un trabajador calificado promedio que le permita vivir sin presiones, pero alejándolo de los lujos y privilegios que lo corrompa. El dinero restante se deberá quedar en el partido para ser usado democrática, transparentemente y fortalecer su estructura política. Esta medida por sí misma ya sería suficiente para cerrarle el paso a toda clase de arribistas, vividores de la política y de las aspiraciones del pueblo trabajador. También como una medida más de control, los diputados por el PRD deben presentar informe periódicos por escrito ante la instancia que lo eligió y ante los militantes de su distrito. En ese mismo sentido, se debe estipular la revocabilidad del cargo en asamblea democrática, en cuanto ese diputado aplique una política que vaya en dirección contraria a los intereses de los trabajadores y campesinos pobres.

Esta clase de medidas, acompañadas por una participación regular y firme por parte de los militantes de base en la vida interna del partido a través de comités de base, ya sería una fuerte barrera ante la posible degeneración y traición de un dirigente, sin embargo es necesario ir más lejos. Lo que está atrás de los Jesús Ortega, los Ruth Zavaleta, los Círigo, etcétera, es la falta de mecanismos de control democrático, pero también su renuncia a tratar de trasformar la realidad. Si un dirigente abandona la política de transformar al capitalismo, ello implica inherentemente aceptarlo como única forma de sociedad posible para a humanidad. Aceptar al capitalismo significa además, aceptar sus principios, los cuales giran en torno al mayor enriquecimiento posible; esta aceptación correspondida por los jugosos salarios y privilegios que se tiene por ser diputado o senador, o por tener algún otro cargo público, crean la base idónea para la degeneración y la traición. Es por eso que la medida de más fondo para impedirlo, es la de luchar por un programa socialista para el PRD en el que no se le haga ninguna concesión por pequeña que sea a la burguesía. Éste debe ser el programa de lucha del partido y también el eje en el que gire su vida interna. Siendo esto así, nuestra principal consigna de lucha de cara a las próximas elecciones del 5 de julio, tiene que ser la de votar al PRD y luchar por un programa socialista.

Un programa de clase y, factor sobre el cuál también tenemos que insistir los trabajadores, un PRD volcado hacia las calles convocando a la movilización y acción directa, a paros y huelgas, integrándose decididamente a las diferentes luchas que se están desarrollando entre diferentes sectores de los trabajadores de la ciudad y el campo, e impulsando una plataforma de unidad con los sindicatos y la organizaciones campesinas, lo trasformarían inmediatamente, en un abrir y cerrar de ojos, en una aplanadora capaz de propinarle una derrota más que contundente a todos los partidos de derecha juntos. Esa es la política sobre la que tendría que estar agitando AMLO, misma que seguramente encontraría un magnífica respuesta entre millones, los cuales, si se organiza esa fuerza, pondrían en jaque inmediatamente a los “chuchos” los cuales no tendrían más remedio  que aceptar las condiciones impuestas por el movimiento de masas, o salir del PRD.

Esta política es la política de Militante y es la que le conviene al movimiento. Un principio que siempre debe guiar la lucha de los trabajadores, es de definir sus acciones sobre la base de aquello que le permite seguir organizándose y fortaleciéndose políticamente como clase. Lamentablemente de cara a las próximas elecciones, la atomización y fraccionalización del voto del PRD no sólo favorecerá a al PAN y al PRI, sino que además no se traducirá en un mayor fortalecimiento de los trabajadores y sus organizaciones. El PRD es el único partido de masas a nivel nacional que puede organizar el descontento y movilizar la suficiente base de apoyo como para, apoyado en un serio giro a la izquierda en todos los terrenos, derrotar electoralmente a la derecha representada por el PAN Y el PRI. Desafortunadamente esta alternativa no la pueden ofrecer el PT ni Convergencia juntos, así lo demuestra su trayectoria electoral federal a lo largo de la última década: por ejemplo en la elecciones por diputados de 1997 (en las que no contiende Convergencia pues su registro como partido político lo logró en 1999), el PT logró 756 mil 436 votos al lado de los 7 millones 519 mil 914 alcanzados por el PRD (el PRI llegó a los 11 millones 445 mil 852 sufragios y el PAN a los 7 millones 792 mil 290); en el 2003 los resultados se presentaron de esta manera: PT, 642 mil 290 votos (2.4% del total) y Convergencia 605 mil 156 sufragios (2.2% del total) al lado de los 4 millones 707 mil 9 votos para el PRD representando ello el 17.6% (PAN, 8 millones 219 mil 649 votos, el 30.7% y el PRI 6 millones 196 mil 171, el 23.1% de sufragios).

En el caso de las elecciones por diputados federales del 2000 y las del 2006 los resultados no se presentan por separado pues los tres partidos, PRD, PT y Convergencia, contendieron en alianza: en el primer caso bajo la formula de Alianza por México (en la que además participaron los hoy extintos PAS y PSN) y en el segundo como la coalición Por el Bien de Todos. Bajo este par de iniciativas, dichos frentes lograron 6 millones 984 mil 126 votos en el año 2000, contra los 14 millones 321 mil 975 del PAN y los 13 millones 800 mil 145 del PRI; en el 2006 su votación fue de 12 millones 13 mil 364 votos, al lado de los 13 millones 845 mil 121 alanzados por el PAN y los 11 millones 676 mil 585 logrados por el PRI en coalición con el Partido Verde. Es cierto que mirando únicamente las cifras de los resultados de las elecciones del 2000 y las del 2006, resulta imposible poder discernir cuál fue la contribución de votos por separado de cada uno de los tres partidos, pero si se tiene en cuenta la trayectoria del PT y de Convergencia en las contiendas en las que han participado por separado, no resulta difícil señalar que su colaboración en las elecciones en cuestión fue similar al porcentaje de su votación tradicional, el cual sólo es en promedio medio punto por encima del 2% de votos que se requiere para mantener el registro como partido político.

Esta conclusión no sólo es ratificada por las elecciones de 1997 y del 2003, sino también por las de 1994 en las que, en el caso de la elección por diputados federales, el PT alcanzó únicamente el 2.58% de la votación total. Considerando sus trayectorias, lo cierto es que sin las alianzas electorales con el PRD del 2000 y del 2006, muy probablemente tanto el PT cono Convergencia ya habrían perdido su registro.

La lucha electoral y parlamentaria son frentes de batalla que puede emplear la clase trabajadora, pero nos son los únicos y ni siquiera los más importantes. Las elecciones son sólo una fotografía estática que refleja de manera indirecta la situación de la lucha de clases. Los principales escenarios de la lucha de los trabajadores son las huelgas y paros junto con la movilización en las calles, pero ello no quiere decir que por consecuencia haya que soslayar a las elecciones y las cámaras como canales de la lucha contra la política del régimen y de la burguesía. La realidad es concreta y en ella es necesario basar nuestras consideraciones y no en cuestiones subjetivas ni morales. Si AMLO mantiene su postura, lo único que logrará es dividir el voto del PRD, ganar casi nada para el PT y Convergencia, a la vez que, en contra de su voluntad, le estará facilitando las cosas a los partidos de derecha. Ni reír ni llorar, sino comprender. Por otro lado los trabajadores no podemos estar a favor del abstencionismo porque eso sólo acarreará dividendos para el PAN y para el PRI; pero tampoco podemos quedarnos callados y simplemente hacer como si no existiera nada y por consecuencia no definir ninguna postura clara y consecuente ante las elecciones.

Nuestra responsabilidad es la de siempre poner por encima de todo el interés de los trabajadores y todo aquello que resulte útil para fortalecerlos políticamente como clase. Cualquier dirigente del partido que sea de los tres que integran el FAP que verdaderamente esté comprometido con los intereses de los explotados y pobres, tendría que tener éstos principios como postulados de lucha. En todo caso, ante las circunstancias actuales de la lucha de clases y dadas las importantes tareas y objetivos que tiene de frente el movimiento obrero, los partidos de izquierda deberían tomar las medidas necesarias para garantizar su unidad no sólo frente a las elecciones, sino también ante las diferentes luchas que los trabajadores de la ciudad y el campo lanzan todos los días en defensa de sus intereses.

La unidad de la izquierda partidaria, de los sindicatos y la juventud, organizada en torno a un programa socialista es la senda a seguir para transformar radicalmente esta realidad de desempleo, pobreza y enfermedad que nos ofrece el capitalismo. Únete a Militante y lucha por una corriente de izquierda socialista para el PRD.


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