El sistema capitalista en América Latina, al igual que en el resto del mundo, agoniza mientras trata de recuperarse de la única forma en que siempre lo ha hecho luego de cada una de sus crisis cíclicas: destruyendo los medios de producción y dejando en la calle a millones de trabajadores, aumentando hasta límites inimaginables la explotación de los que tienen la suerte de conservar el empleo y ahora, en tiempos en que el capital se ha vuelto más especulativo que nunca, también tratando de inventar nuevas burbujas especulativas. Pero si esta receta de regeneración del sistema capitalista es sumamente dolorosa para el proletariado de los países desarrollados, qué decir de la clase obrera latinoamericana que además de la nueva situación creada por la actual crisis mundial del capitalismo, en su gran mayoría vive, desde hace muchos años, en condiciones de pobreza y de extrema pobreza. Actualmente, unas 220 millones de personas la conforman, de las cuales más de 18 millones están desempleadas y  unas 130 millones tienen empleos informales, precarizados y sin seguridad social.  El salario mínimo de los trabajadores latinoamericanos, varía desde los U$ 446,04 mensuales en Venezuela a finales de 2009 (el más alto), hasta los U$ 78,00 en Bolivia (el más bajo), sin embargo, en el caso de Venezuela la cesta básica para ese momento se encontraba en U$ 1.684,27, casi cuatro veces el salario mínimo.

 Estos números sólo confirman una situación de deterioro progresivo y creciente de las condiciones de vida de los trabajadores latinoamericanos en un proceso que les ha hecho perder muchas de sus conquistas históricas y en el cual han sido masacrados como clase en más de una ocasión, la última de ellas cuando las dictaduras militares del cono sur impulsadas por los capitalistas durante los años 70 y 80 del siglo pasado. Estas derrotas del movimiento obrero destruyeron o dejaron en minusvalía buena parte de sus organizaciones sindicales, dejándolo descabezado y a merced de las políticas neoliberales de los años 90. Sólo a partir del presente siglo, en medio de una nueva realidad política donde las dictaduras y los gobiernos neoliberales cedieron su lugar a gobiernos reformistas, luego de grandes movilizaciones de masas donde la clase obrera participó, principalmente, diluida dentro del movimiento social, es que ha podido empezar a reconstruirse y a reorganizarse. El actual proletariado de Latinoamérica se caracteriza por ser más pobre y por tener mayor cantidad de empleos precarizados e informales que en el siglo pasado, pero también se encuentra con un sistema capitalista mundial sumamente debilitado y esto, evidentemente, se refleja también en una disminución de su capacidad represora.

Sin duda que los puntos de avanzada de la clase obrera latinoamericana en este nuevo período de lucha revolucionaria se encuentran en Venezuela y Bolivia, sobre todo, en el primero donde la toma de empresas y la lucha por el control obrero de los medios de producción ha alcanzado momentos álgidos y cada día cobra más fuerza dentro del proletariado organizado que comprende que ése es el camino para hacer avanzar a la revolución. Evidentemente, el presidente Chávez ha jugado un papel importante en este hecho, expropiando numerosas empresas y manejando un discurso revolucionario que ha estimulado a las masas obreras a entrar en acción para defender sus puestos de trabajo. No obstante, esta lucha de los trabajadores no se ha quedado circunscripta a las fronteras venezolanas y, prácticamente, en todo el continente se ha dado la pelea por la recuperación de las empresas cerradas y abandonadas por los capitalistas. No hay que olvidar el movimiento de empresas recuperadas de Argentina, que ya tiene más de diez años en un enfrentamiento heroico contra los empresarios y el Estado burgués, o en Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia, etc. Hasta en la ciudad de Chicago en EEUU, se dio la toma de una empresa después de 70 años. El proceso de toma de empresas y la lucha por el control obrero no  hace más que evidenciar el nivel de conciencia que han venido alcanzando los trabajadores en Latinoamérica en una lucha que, normalmente, comienza por la supervivencia pero que, por sus características, termina cuestionando la propiedad privada de los medios de producción, base del sistema capitalista, y dejando en claro que los explotados pueden dirigir las fábricas sin necesidad de los explotadores y mucho más eficientemente que ellos. 

La clase obrera latinoamericana ha demostrado, a través de sus actuales combates, que está más que preparada para tomar el poder, acabar con el sistema capitalista y comenzar a construir el socialismo, inclusive en los países donde está siendo reprimida con más fuerza, como en Colombia, donde para mediados del año 2009 ya habían sido asesinados 17 sindicalistas para un total de 2711 durante los últimos 10 años, o en México, Perú o Chile donde también sus gobiernos aplican, normalmente, políticas represivas hacia los trabajadores. Sólo falta que el proletariado tome el poder en uno solo de los países latinoamericanos para que el ejemplo se riegue por todo el continente como el fuego por la pradera.

El sistema capitalista en América Latina, al igual que en el resto del mundo, agoniza mientras trata de recuperarse de la única forma en que siempre lo ha hecho luego de cada una de sus crisis cíclicas: destruyendo los medios de producción y dejando en la calle a millones de trabajadores, aumentando hasta límites inimaginables la explotación de los que tienen la suerte de conservar el empleo y ahora, en tiempos en que el capital se ha vuelto más especulativo que nunca, también tratando de inventar nuevas burbujas especulativas. Pero si esta receta de regeneración del sistema capitalista es sumamente dolorosa para el proletariado de los países desarrollados, qué decir de la clase obrera latinoamericana que además de la nueva situación creada por la actual crisis mundial del capitalismo, en su gran mayoría vive, desde hace muchos años, en condiciones de pobreza y de extrema pobreza. Actualmente, unas 220 millones de personas la conforman, de las cuales más de 18 millones están desempleadas y  unas 130 millones tienen empleos informales, precarizados y sin seguridad social.  El salario mínimo de los trabajadores latinoamericanos, varía desde los U$ 446,04 mensuales en Venezuela a finales de 2009 (el más alto), hasta los U$ 78,00 en Bolivia (el más bajo), sin embargo, en el caso de Venezuela la cesta básica para ese momento se encontraba en U$ 1.684,27, casi cuatro veces el salario mínimo.

Estos números sólo confirman una situación de deterioro progresivo y creciente de las condiciones de vida de los trabajadores latinoamericanos en un proceso que les ha hecho perder muchas de sus conquistas históricas y en el cual han sido masacrados como clase en más de una ocasión, la última de ellas cuando las dictaduras militares del cono sur impulsadas por los capitalistas durante los años 70 y 80 del siglo pasado. Estas derrotas del movimiento obrero destruyeron o dejaron en minusvalía buena parte de sus organizaciones sindicales, dejándolo descabezado y a merced de las políticas neoliberales de los años 90. Sólo a partir del presente siglo, en medio de una nueva realidad política donde las dictaduras y los gobiernos neoliberales cedieron su lugar a gobiernos reformistas, luego de grandes movilizaciones de masas donde la clase obrera participó, principalmente, diluida dentro del movimiento social, es que ha podido empezar a reconstruirse y a reorganizarse. El actual proletariado de Latinoamérica se caracteriza por ser más pobre y por tener mayor cantidad de empleos precarizados e informales que en el siglo pasado, pero también se encuentra con un sistema capitalista mundial sumamente debilitado y esto, evidentemente, se refleja también en una disminución de su capacidad represora.

Sin duda que los puntos de avanzada de la clase obrera latinoamericana en este nuevo período de lucha revolucionaria se encuentran en Venezuela y Bolivia, sobre todo, en el primero donde la toma de empresas y la lucha por el control obrero de los medios de producción ha alcanzado momentos álgidos y cada día cobra más fuerza dentro del proletariado organizado que comprende que ése es el camino para hacer avanzar a la revolución. Evidentemente, el presidente Chávez ha jugado un papel importante en este hecho, expropiando numerosas empresas y manejando un discurso revolucionario que ha estimulado a las masas obreras a entrar en acción para defender sus puestos de trabajo. No obstante, esta lucha de los trabajadores no se ha quedado circunscripta a las fronteras venezolanas y, prácticamente, en todo el continente se ha dado la pelea por la recuperación de las empresas cerradas y abandonadas por los capitalistas. No hay que olvidar el movimiento de empresas recuperadas de Argentina, que ya tiene más de diez años en un enfrentamiento heroico contra los empresarios y el Estado burgués, o en Brasil, Uruguay, Paraguay, Bolivia, etc. Hasta en la ciudad de Chicago en EEUU, se dio la toma de una empresa después de 70 años. El proceso de toma de empresas y la lucha por el control obrero no  hace más que evidenciar el nivel de conciencia que han venido alcanzando los trabajadores en Latinoamérica en una lucha que, normalmente, comienza por la supervivencia pero que, por sus características, termina cuestionando la propiedad privada de los medios de producción, base del sistema capitalista, y dejando en claro que los explotados pueden dirigir las fábricas sin necesidad de los explotadores y mucho más eficientemente que ellos. 

La clase obrera latinoamericana ha demostrado, a través de sus actuales combates, que está más que preparada para tomar el poder, acabar con el sistema capitalista y comenzar a construir el socialismo, inclusive en los países donde está siendo reprimida con más fuerza, como en Colombia, donde para mediados del año 2009 ya habían sido asesinados 17 sindicalistas para un total de 2711 durante los últimos 10 años, o en México, Perú o Chile donde también sus gobiernos aplican, normalmente, políticas represivas hacia los trabajadores. Sólo falta que el proletariado tome el poder en uno solo de los países latinoamericanos para que el ejemplo se riegue por todo el continente como el fuego por la pradera.

 


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