En un periodo de crisis del sistema capitalista a nivel mundial, el descontento de la clase trabajadora se ha expresado desde diversos puntos a través del movimiento feminista, con el que las mujeres buscamos una salida a las condiciones de desigualdad, en principio por una cuestión de género, sin embargo, desde el punto de vista del feminismo revolucionario identificamos que más allá del género, es una cuestión de clase. Las mujeres que todos los días salimos desde la periferia de la ciudad de México, por ejemplo, para trasladarnos por más de dos horas a los centros de trabajo y cumplir con una jornada laboral de más de 8 horas no vivimos la misma opresión que las mujeres de las colonias de alto poder adquisitivo, mujeres que aún reclamando condiciones de paridad con respecto a los hombres de su clase también son opresoras de las mujeres de la clase trabajadora.

Durante los últimos dos años en México el movimiento ha tomado fuerza por los altos niveles de violencia contra nosotras. En febrero de 2019 nos manifestábamos contra los intentos de secuestro en el metro, en el día internacional de la mujer trabajadora por mejoras a condiciones de precariedad laboral y contra los 9 asesinatos diaros de mujeres, por condición de género, a un año las condiciones laborales tanto de hombres como mujeres no mejora y los feminicidios aumentaron a 10. Señalamos al sistema de justicia machista como el principal responsable de está grave situación, ya que hasta el 93% de las denuncias quedan impunes.

Desde los casos sin resolver de las muertas de Juárez, este es uno de los motivos que nos mantiene en las calles, pasando por la violencia sexual de la que cada 4 horas una mujer es victima, hasta los casos de mujeres ausentes por desaparición forzada que también están en aumento. A pesar de que 18 entidades en México tienen alerta de violencia de género, la respuesta negligente y omisa de las autoridades manda el mensaje a los agresores de que no serán castigados por sus delitos contra nosotras en cualquier nivel de violencia. Mientras que nosotras somos revictimizadas al denunciar, pues nos culpan de haber sido agredidas, esto sólo muestra la falta de empatía de los servidores públicos y su incapacidad de tratar estas denuncias con perspectiva de género, sin eliminar sus propios prejuicios machistas. Tal es el grado de su incomprensión a diferentes niveles burocráticos que a inicio de febrero el ‘Fiscal General de la República dio a conocer en reunión plenaria con diputados de Morena su propuesta de eliminar el tipo penal de feminicidio y reclasificarlo como homicidio calificado”.

Ha sido tal la efervescencia del movimiento de la mujer en México que ha puesto en debate los métodos de lucha, sin dejar de lado que todas nuestras demandas son totalmente legítimas. Sólo con la movilización se ha logrado que en la ciudad de México de active la alerta de violencia de género, por violencia sexual, que en la máxima casa de estudios se revisen los protocolos en caso de violencia de género, que se considere el acoso como una de las causas de recesión de contrato a académicos, esto es apenas una pizca de acceso a la justicia para las mujeres de la clase trabajadora que no podemos pagarla, pues la justicia “existe” a favor de quien la paga. Todo esto ha sido producto de las enormes movilizaciones y el contexto de lucha internacional que estamos dando millones de mujeres y la amplitud que esta consiguiendo sumando a cada vez más sectores.

El movimiento ha sido tan desbordado que no nos hemos detenido a identificar a nuestro enemigo de fondo, podemos pintar, quemar, romper todos los edificios posibles, destituir funcionarios de todos los niveles y seguramente eso nos servirá para el movimiento en curso, pero debemos preguntarnos si con eso la violencia y sus agresores habrán desaparecido. Difícilmente tendremos una transformación de fondo si no cuestionamos al sistema y su estructura, podremos ganar espacios exclusivos para mujeres, pero saliendo de ellos el peligro es latente, necesitamos detenernos y ver el avance que hemos tenido, pero fundamentalmente definir hacia dónde queremos ir.

Desde Libres y Combativas señalamos al machismo cómo un brazo opresor del sistema capitalista, por lo tanto, nuestra lucha organizada debe ser contra este sistema y todas sus instituciones. Es una contradicción que grupos empresariales y partidos de la burguesía se unan a una convocatoria del Paro Internacional de mujeres cuando nos han negado nuestro derecho a decidir sobre la maternidad, se mantuvieron callados ante al aumento de feminicidios y nos condenan a la precariedad laboral y la desigualdad social con sus reformas a favor de la burguesía.

El machismo nos perpetúa en los roles de género que tanto benefician al capitalismo como es el trabajo doméstico no remunerado, cuya principal función es la regeneración de la fuerza de trabajo. Es por esto que planteamos como programa mínimo en este punto de la lucha feminista la socialización del trabajo doméstico y la maternidad mediante comedores y lavanderías populares, escuelas y estancias infantiles de calidad para los hijos de l@s trabajadores para que en la medida de lo posible las mujeres tengamos mayor posibilidad de tener una independencia económica, pero esto no se logrará si lo único que tiene para ofrecernos este sistema es la precariedad laboral. También necesaria nuestra independencia emocional para evitar la violencia intrafamiliar donde se tiene un riesgo potencial de violencia feminicida, esto se logrará con una educación científica de calidad con perspectiva de género para deconstruir todos esos prejuicios moralistas, pero eso tampoco será posible si no combatimos la ideología burguesa de sunyugación ante los poderosos. Hacemos el llamado a nuestros compañeros de la clase trabajadora a que se unan a nuestra lucha, no para que nosotras los reeduquemos, sino para que sean conscientes de cómo se reproduce esa violencia machista y el origen de la misma y así luchemos junt@s por la transformación socialista. El machismo caerá sólo cuando caiga el sistema capitalista que lo sostiene.


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