El movimiento feminista se ha convertido en el principal crítico y combatiente contra el Poder Judicial. Haber llegado en México a la cifra de 11 feminicidios en promedio diario, sólo es posible con la complicidad y el aliento que el poder judicial da a los criminales.

Desde la impunidad del poder judicial, se envía el mensaje de que nuestras vidas no importan, se nos puede acosar, violar o asesinar y no habrá ningún detenido, las cifras son escandalosas, el 96% de los crimenes contra las mujeres, quedan en la injusticia. Es por ello que este gran aparato del Estado con su machismo institucional se ha convertido en el enemigo público número uno para nuestro movimiento.

Es indignante el funcionamiento de las instituciones de justicia. E machismo las corroe y las convierte en un obstáculo para las víctimas. El 91% de los delitos ni siquiera se denuncian o se abandonan los procesos (46.9%). Por dónde se le quiera ver, todo funciona contra las víctimas. Desde el momento de levantar una denuncia, la corrupción se hace presente con las peticiones de mordidas, los gastos en copias, la revictimización y la culpabilización, el clasismo y la misoginia son constantes. Los procesos se convierten en una nueva tortura tras haber sido agredidas.

Además, muchos crímenes son cometidos por los mismos miembros de los cuerpos policiacos, de ahí la consigna tan popular ¡La policía no me cuida, me cuidan mis amigas!

Por su parte, el gobierno manda mensajes contradictorios, por un lado, se pretende reformar al poder judicial para, supuestamente, acabar con sus privilegios y por otro lado se le pretende lavar la cara al ejército con una campaña permanente, en la que recientemente han sido condecorados represores y participantes en la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzi, como Cienfuegos, al mismo tiempo que se presenta la candidatura de Harfuch para la coordinación de la 4T en la CDMX.

Para nuestro movimiento, es claro que no podemos tener un ápice de confianza en el poder judicial y sus lacayos de todas las instituciones de justicia, que no han restado a la violencia que nos asola, sino que ellas y ellos mismos son parte de ella, como ejemplo, hay que mirar el caso de Mariana Lima, cuyo feminicida fue comandante de la Policía Judicial de Chimalhuacán.

Mientras la policía hostiga nuestras manifestaciones de manera desproporcionada, miles de mujeres siguen desapareciendo sin apenas recursos institucionales para su búsqueda, tan así que las mismas madres y familiares se organizan en brigadas para hacerlo ellas mismas, exponiendo su vida, ahí tenemos el caso de Maricela Escobedo.

El caso de Uriel Carmona es muy ilustrativo de lo que hemos mencionado. El 2 de noviembre de 2022 fue hallado el cuerpo de Ariadna de 27 años en la carretera La Pera-Cuautla, el juez Uriel Carmona, fiscal general de Morelos, intentó cerrar el caso, dictaminando que fue una muerte por “bronco aspiración, por congestión alcohólica”. Revictimizando a Ariadna y pretendiendo que el caso quedará hasta ahí para encubrir al feminicida y empresario morelense Rautel Astudillo, con quien parece tener nexos. Esta vez, no fue tan fácil dar por finalizado el tema. Desde la fiscalía de la CDMX, se retomó la investigación y en su peritaje, quedó claro que la muerte de Ariadna había sido un feminicidio. Gracias a esto, en agosto de 2023 Carmona es detenido y vinculado en proceso. Hasta hoy suma 3 detenciones y 4 denuncias.

Aun así, el fiscal de Morelos, el 22 de septiembre fue liberado del penal del Altiplano. Hoy se encuentra ejerciendo sus funciones nuevamente.

Es ridículo el solapamiento entre las mismas fiscalías y el pacto patriarcal y clasista. Uriel Carmona es un claro ejemplo de lo mucho que ha escalado la violencia machista y el encubrimiento en el Poder Judicial. Y no podría ser de otra forma, en el capitalismo la justicia no es para el pueblo trabajador, sino para sostener los privilegios y procurar la propiedad privada de la burguesía, lo demás es un paripé de justicia que resulta muy rentable por la cantidad de pobres con quienes se llenan las cárceles, mientras los verdaderos criminales, especialmente los de cuello blanco y traje, se pasean con libertad y cinismo.

No podemos esperar justicia de gente que no sabe lo que es vivir con miedo, en barrios degradados y golpeados por la pobreza y la drogadicción, quienes no saben lo que es viajar en transporte público no regulado, o depender de un patrón acosador y machista para poder dar de comer a los hijos. Esta gente vive en otro mundo, con choferes, restaurantes caros, servicio doméstico, hasta guardaespaldas, con salarios de 700 mil pesos al mes -amparados contra el tope salarial declarado por AMLO desde 2021-. Para esta gente el sistema funciona muy bien, aunque no sea capaz de parar la masacre de miles de mujeres y jóvenes cada día a manos de la violencia machista y el crimen organizado.

Es por ello que celebramos la reforma al poder judicial, pero también exigimos congruencia y dejar de lavar la cara a la policía y al Ejército. En lugar de ello, se tendría que hacer una inmediata depuración de todas las fuerzas armadas y del poder judicial a todos los niveles, no puede haber más magistrados, fiscales o jueces golpeadores, violadores, con vínculos con tratantes, o narcotraficantes, etc. No más machistas en el poder.

Es mentira que este poder es autónomo, su actuar está dictado por la protección de sus intereses. Mientras el poder judicial sea un conjunto de adinerados que hacen de la justicia un negocio, más no un representante del pueblo en condiciones e intereses semejantes, jamás trabajarán para que no haya ni una muerta, desaparecidx o acosada más.


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