El sistema capitalista necesita una superestructura parlamentaria para desarrollarse. Pero como no puede confinar en un gueto al proletariado moderno, tarde o temprano tiene que permitir que los trabajadores participen en el parlamento. En todas las elecciones se manifiestan el carácter de masa del proletariado y su nivel de madurez política -dos "quantum" que, una vez más, también están determinados por su papel social, es decir, sobre todo por su papel productivo.

León Trotsky, Por qué los marxistas se oponen al terrorismo individual

Más allá de los horribles comerciales

Cuando uno de nuestros hijos pequeños se lleva un pan a la boca o se pone su ropa o si nos va bien, juega con un juguete, difícilmente el primer pensamiento que le viene a la cabeza es preguntarse de dónde salió eso que está usando. Es de lo más natural, nuestros chamacos no tienen por qué andar preocupándose por esas cosas; al menos no mientras son chicos. No obstante, cuando crecen, les toca a ellos ponerse las pilas y aprender cómo sobrevivir. Lo mismo pasa regularmente con nuestros derechos: todos ellos vienen de algún lado, comúnmente producto de alguna lucha de la probablemente no tengamos ni la menor idea que existió: como por ejemplo la jornada laboral de ocho horas, la seguridad social, la educación de nuestros hijos y sí, también el derecho al voto.

Desde que hay lucha de clases, esto ha sido un batallar constante con avances y retrocesos para ambos bandos. La constante búsqueda de mejoras en el nivel de vida de nosotros los trabajadores obliga en muchas ocasiones a que la burguesía ceda en ciertos terrenos, en otras, simplemente les resulta “más económico” hacer tales concesiones. Otro escenario, que es el más funesto y también hay que decirlo, el que menos ha sucedido en el último siglo, es en el que la clase dominante se encuentra en la posición de imponer todas sus condiciones. No estamos en ese tercer caso; aún estamos forcejeando con un cadáver que nos pesa y que nos puede hundir. En este forcejeo, las elecciones a veces son concesiones y a veces es el método “económico” de la burguesía para intentar aplacarnos. Insistimos: si todo dependiera de los capitalistas, tengamos por seguro que se ahorrarían todo este circo de las elecciones, simplemente pondrían y quitarían a quienes se les diera la gana de acuerdo a sus propios intereses. Si no lo hacen así, es porque saben que eso generaría mayor descontento (por más difícil que parezca) del que ya sentimos. Hoy día, debido a la fragilidad del capitalismo, les sigue siendo más económico gastar miles de millones de pesos en campañas inútiles antes de hacer valer su voluntad descaradamente.

La degeneración de la dirección de los partidos que tienen una base obrera es histórica y tiene una razón objetiva fácil de entender: El Estado es el aparato de dominación de la clase dominante, ahí se gesta la defensa de los intereses de esa clase. Cuando entran representantes provenientes del voto obrero, producto (repito) de la lucha de clases, estos intentarán ser cooptados por una casta burocrática ya acostumbrada a los privilegios que goza el guardaespaldas en la casa del patrón.

El éxito con que son cooptados ya no depende de las masas que los votaron y lo pusieron al frente, sino de la dirección que se acostumbra fácilmente a estos privilegios. En ese momento para esa clase de dirigentes, las elecciones dejan de ser una herramienta de lucha y se convierten en un fin, en un modo de vida para quienes logran en este ambiente lamer las botas correctas el tiempo necesario.

¿Entonces este proceso es inevitable? No. Depende fuertemente de la participación activa de las masas dentro de sus partidos. Con una participación constante y activa de las masas en la vida del partido se puede garantizar que todo el tiempo estamos enterados de lo que pasa dentro del partido, de los debates ideológicos que se desarrollen en su seno y la cuestión de los candidatos, será mucho más natural, será candidato quien mejor cristalice las demandas concretas de los trabajadores en una determinada región. Un candidato tiene que tener las siguientes características:

  1. Tiene que gozar entre las bases del partido y los comités de base de una reputación de lucha y honradez, en otras palabras los candidatos deberían de ser propuestos por los comités de base del partido.
  2. Presentar informes regulares en comités de base y asambleas públicas.
  3. Los comités de base tendrían la capacidad de pedir la revocación inmediata de este representante popular en el momento que no defienda las aspiraciones de los trabajadores.
  4. Su salario no tendría que ser más alto que el salario de un trabajador cualificado, el resto del dinero se tendría que utilizar para fortalecer los comités de base, alquilar locales y alimentar la lucha.

Insistimos, el problema no está en la elección de tal o cual individuo, sino fortalecer la participación activa de las masas en la política.

Si mi abuela tuviera ruedas sería bicicleta. Pero ni mi abuela tiene ruedas, ni la dirección del PRD ha favorecido esta participación. La dirección del partido se la pone de a pechito a los sectarios. Comerciales horribles como los de Ortega, frases huecas como así sí gana la gente (¿cómo así?) generan comprensiblemente la repulsión de quienes están más hartos y más desesperados de la situación en la que vivimos.

Cuando hablo de la dirección, no sólo hablo de Jesús Ortega, de quien lo único que hay que cuidarse es de estar espaldas a la pared cuando ande cerca, pero a Andrés Manuel López Obrador comparte una buena parte de la responsabilidad de lo que pasa ahora con el PRD. El PT y Convergencia también tienen una dirección que no necesariamente busca la organización, sino simple y llanamente, sus propios intereses. Su ventaja sobre el chucho es que entienden un poco mejor el proceso de agitación social que sacude al país y que saben que necesitan de la acción de las masas para hacerse un espacio en el apretado espacio parlamentario.

El chucho tiene al espurio de su lado. AMLO a las bases del partido. No hay ecuación en esa balanza, sino una desigualdad a nuestro favor. Correr al chucho hubiera sido mucho más fácil que dispersar el voto y generar confusión y más descontento entre las bases del partido. En lugar de fraccionar la votación y enfocarse en baratas fórmulas mercadológicas que no tienen que ver con la verdadera participación de las masas, en todos los lugares se debió haber llamado a un frente único entre los partidos que se reivindican de izquierda contra el PRIAN. No se hizo y ahora tendremos que remar contra la corriente.

No va a ser lo fundamental el resultado de estas elecciones. Ahí ni acaba ni empieza la historia. Lo verdaderamente fundamental será comenzar el proceso de recuperación del partido a las mejores tradiciones con las que nació: comités de base en las colonias, sindicatos y escuelas, candidatos obreros probados en la lucha para los obreros, finanzas sanas e independientes del Estado, formación política constante, etc.

¿Entonces? ¿Votamos o no votamos?

Claro que sí.

Alan Woods escribe en el prólogo de un clásico del marxismo:

Como regla general, la única circunstancia en que es permisible el boicot al parlamento y las elecciones parlamentarias es cuando el movimiento revolucionario está en condiciones de sustituir el sistema parlamentario burgués con algo mejor. No cabe duda de que el sistema original de gobierno soviético mediante los consejos obreros (soviets) introducido por los obreros rusos después de la Revolución de Octubre era mucho más democrático que el parlamento más democrático de la historia. Pero si no te encuentras en esa situación, si estás en minoría, entonces para los marxistas es obligatorio participar en el parlamento y luchar para ganar la mayoría. (Alan Woods, La enfermedad infantil del “izquierdismo” en el comunismo, Fundación Federico Engels).

En general, quienes convocan a no votar es gente que está aislada de las masas y, hasta cierto punto, desmoralizadas, en el mejor de los casos, porque el mundo sigue siendo una mugre a pesar de que ellos “seguro” sabrían cómo cambiarlo pero desafortunadamente nadie les hace caso, un ejemplo de esto está en las universidades, donde uno se topa fácilmente con gente que dice no voto, no me callo y me organizo; eso de organizar las chelas (que es la organización más visible de estos compañeros) para quejarse no está mal, pero tampoco parece ser una solución. Esta actitud es completamente distinta a la de la mayoría de la gente que no vota y que no lo hace simple y llanamente porque no notan diferencia entre hacerlo y no hacerlo: en el terreno concreto no notan diferencia entre ningún partido, esto como lo hemos dicho, debido a la dirección de los partidos que se asumen de izquierda, en particular, del PRD.

Los soviets de los que habla la cita anterior, aquél producto de la revolución y la democracia obrera, poco tiene que ver con el parlamentarismo actual y con cualquiera de las estructuras estatales que hoy existen. Mientras nos preparamos para borrar del mapa tonterías como “representantes del pueblo” que ganan más de 200 mil pesos mensuales, secretarias generales del Sindicato de la Educación que no pueden prenunciar influenza y con cuentas bancarias también imprenunciables, mientras fortalecemos la lucha y la organización en las calles, mientras tomamos las empresas que los patrones no quieren dirigir, no abandonaremos la agitación y los derechos electorales que nos pertenecen históricamente. Mientras no haya concretamente algo mejor al sistema parlamentario y electoral, no dejaremos de asir nuestra bandera:

Frente único entre los partidos de izquierda, por un programa socialista para el PRD.


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