“La vida es cada vez más cara. Nada escapa al aumento de los precios: la cesta de la compra, la vivienda o los carburantes, protagonistas tradicionales de la alarma, son sólo la punta del iceberg.“La vida es cada vez más cara. Nada escapa al aumento de los precios: la cesta de la compra, la vivienda o los carburantes, protagonistas tradicionales de la alarma, son sólo la punta del iceberg.

“Los productos y servicios básicos que consumen los españoles frecuentemente han subido más de un 60% de media desde la entrada del euro, en el año 2002. Mientras, el incremento salarial acumulado en ese mismo periodo, según los datos oficiales, apenas alcanza el 20%. Si se cruzan las variables, el resultado de esta ecuación no deja lugar a dudas: el coste de vida en España se ha incrementado a un ritmo tres veces superior al de los sueldos”.

Estas palabras se publicaron el 22 de agosto en el diario económico Expansión, poco sospechoso de defender a los trabajadores. Antes, el día 12 de junio publicaban:

“El encarecimiento de los alimentos no tiene freno, al tiempo que sigue creciendo el precio de las gasolinas, la luz, la electricidad o el gas. Los fuertes incrementos contrastan con el alza de los salarios, que queda en el 3%.

“Apague cualquier luz no necesaria, sea prudente con el aire acondicionado, racionalice el uso del coche, tenga cuidado con los grifos y, ante todo, no derroche a la hora de hacer la compra. O, de lo contrario, prepárese para sacar la chequera: el salario de los españoles pactado en los convenios sube una media del 3%, mientras que el precio de los productos más básicos crece una media de dos o tres veces —y hasta 14, en los casos más extremos— más que los sueldos”.

“(...) Los sueldos suben un 3% y las gasolinas casi cinco veces más, apuntaladas por el fuerte incremento del barril de crudo. ¿Conviene entonces optar por el transporte público? Sin duda, es más económico. Pero tampoco así se evita que se vacíe el bolsillo: sube el doble que los salarios.

“Lo más barato tampoco pasa por quedarse en casa. El calor aprieta y el aire acondicionado está a precio de oro por la subida de la electricidad, también dos veces superior al aumento salarial. Y sólo si uno se queda a oscuras y en sequía evita pagar la luz y el agua, cuyo precio duplica al incremento de los sueldos. La factura se queda ahí si no se usa la bombona de butano, en cuyo caso se deberá soportar otro repunte de precios del 33%.

“Aunque para quedarse en casa primero hay que tenerla. ¿Alquiler? La billetera ha sufrido un incremento del arrendamiento del 4,3% en el último año, del 19,7% desde 2002. Y la compra está cada vez más difícil: los precios no ceden y, tras la subida de tipos, la hipoteca cuesta veinte euros más al mes, que también saldrán de la nómina”.

A continuación sin ningún descaro añaden la subida el aceite, frutas, yogures, café, carne, cine....

Queda claro en palabras de un periódico de la burguesía hasta qué punto sirve el IPC para medir las necesidades de los trabajadores. El IPC no mide la inflación. Es un índice estadístico lleno de trampas. Por ejemplo, la vivienda no es considerada un gasto, sino una inversión por tanto no sujeta al IPC.


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