La reacción descubre que existe la inseguridad

La oposición venezolana, o sería mejor decir la reacción venezolana, cumpliendo al pie de la letra su papel de testaferro del imperialismo norteamericano, no ha dejado de realizar en ningún momento su tarea de desgaste del gobierno bolivariano del presidente Chávez, en ese sentido se puede decir que, como fiel representante de la derecha, es bien aplicada y metódica. Para hacer esta labor utiliza su mejor arma, o la única que le va quedando, que no es otra que los medios de difusión privados (periódicos, radios y canales de televisión básicamente), y aquí habría que hacer un alto para recordar a León Trotsky en su Historia de la revolución rusa cuando decía que la prensa sólo era un arma más en la lucha de clases que se da en un proceso revolucionario.

En esta campaña de desgaste tampoco son muy originales, no hay que olvidar que su agenda viene elaborada desde el norte y allí tampoco se rompen demasiado la cabeza, simplemente continúan aplicando la vieja receta que les ha dado tantos buenos resultados a lo largo de la historia, y que tampoco inventaron ellos, que heredaron de sus antecesores nazis y que se basa en la gastada máxima goebbeliana de repetir una mentira tantas veces hasta que se convierta en verdad. Y en esto sí son buenos, hay que reconocerlo, la mentira la traen en la sangre se podría decir que es una cuestión genética, de clase dominante, bien decía Lenin que la burguesía tiene dos formas de dominar a las masas: una a través de la violencia, y la otra, cuando no pueden echar mano a la violencia, porque la correlación de fuerzas les es desfavorable, a través del engaño.

Los medios de difusión privados, con su vanguardia más reaccionaria como son El Nacional y El Universal en la prensa escrita y RCTV y Globovisión en la televisión, no han dejado un instante de distorsionar la realidad y machacar sus falsedades hasta el cansancio amparándose en la blandenguería e ineptitud, sino muchas veces complicidad, de sectores burocráticos que en el papel tienen la función de controlar el buen uso del espectro radioeléctrico (CONATEL), de la acción legal (FISCALÏA) y de la aplicación de la ley (PODER JUDICIAL).

Para falsear la verdad todos los temas son buenos pero si se trata de esos males endémicos que sufre a diario el pueblo, mucho mejor. Males que por cierto ni son patrimonio de Venezuela ni comenzaron en 1999 como pretenden hacer creer los medios de difusión privados, sino que son el producto más elaborado de la sociedad capitalista, basta ver como los países de Europa del Este, una vez caídos los regímenes stalinistas y reestablecido el capitalismo, se vieron inundados por la droga, el crimen organizado, la prostitución, la carestía de la vida y pare usted de contar. Estos males han estado desfilando sin descanso en cuanto medio escuálido existe en el país.

La escasez de viviendas, la basura, el desempleo, la escasez de alimentos y su consiguiente subida de precios, etc, etc. Ahora descubrieron que existe la inseguridad pública y la violencia. Sólo habría que hacer un poco de memoria y rápidamente se vería que no es muy difícil desmontar esta mentira mediática, como si antes de que llegara Chávez no existía la delincuencia, simplemente hay que revisar algunos de los trabajos y estadísticas elaborados en los años noventa por instituciones y personas de los cuales no se puede sospechar que tengan procedencia chavista.

He aquí algunos de ellos extraídos del trabajo “La emergente cultura de la violencia en Caracas” de fecha 04/01/97, realizado en la Facultad de Economía Y Ciencias Sociales de la Universidad Central de Venezuela por Roberto Briceño-León, Alberto Camardiel, Olga Avila, Edoardo De Armas y Verónica Zubillaga.
“La violencia se ha convertido en un tema relevante en el país y en la región de las Américas (O.P.S., 1996; Yunes y Rajs,1994). América es el continente más violento del mundo, incluyendo Estados Unidos, país que tiene una tasa de homicidios inferior a Venezuela o muchos países de América Latina, pero que muestra una tasa muy alta si se compara con otros países desarrollados (Akerman, 1997; Lozano, 1997; Giddens, 1980; Minayo, 1993 y Souza, 1994).

En Venezuela el fenómeno es reciente (Navarro y Pérez Perdomo, 1991). La tasa de homicidios se había mantenido estable durante las décadas del setenta y ochenta, pero, a fines de los años ochenta, en 1989 en particular, se inicia una escalada de la violencia que casi duplica la tasa de homicidios de los años anteriores. En Venezuela, y muy en especial en Caracas, 1989 fue un año especial, pues se produjo la revuelta popular que llamamos el "caracazo", en la cual hubo saqueos y agresiones públicas sin precedentes, así como una muy cruenta respuesta policial y militar que dejó varias centenas de muertos: hombres, venezolanos y jóvenes en particular (Briceño-León, 1990).

Pero a partir de 1989 se inicia un incremento de la violencia que no se detiene y que afecta fundamentalmente a los pobladores de Caracas. Según la mejor fuente de información existente en el país, proveniente de la Morgue de Caracas, en el primer trimestre de 1997 se produjeron 410 homicidios en el Área Metropolitana de Caracas, es decir, un promedio de 4,6 homicidios por día (Sanjuán, 1997).Y esta cifra muestra una disminución en relación a los años anteriores.

Para mediados de los años ochenta, cuando un grupo de Universidades Católicas decidió hacer un estudio sobre la violencia en la región andina, se tuvo dudas sobre si era apropiado incluir a Venezuela, un país tan poco violento, en el estudio (España,1994). Hoy en día las dudas no tendrían lugar, y, lamentablemente, podemos decir que existe una emergente cultura de la violencia en Caracas”.

Más adelante agrega: “Las muertes por homicidios y suicidios que para 1955 se ubicaba en el lugar 16 de las causas de muerte en el país, pasa al sexto lugar en 1993. La tasa promedio anual de homicidios para el quinquenio 1975-1979 fue de 9,13 por cada 100.000 habitantes, para 1980-1984 de 12,1, de 10,7 para 1985-1989 y de 19 para 1990-1994, es decir, casi el doble que en el quinquenio anterior (Fernández, Romero Cabrera y Sequera Melan, 1994)”

Cómo se enfrenta actualmente la inseguridad y la delincuencia

Un cuadro estadístico publicado en el mismo trabajo es bastante interesante porque nos permite ver que más de uno de cada diez habitantes de Caracas en 1996 había sido robado a mano armada por lo menos una vez, y mas de uno de cada cien había sido robado a mano armada más de cuatro veces, y demuestra que no había mucha seguridad antes de la llegada de Chávez al gobierno Claro que estas estadísticas poco le interesan a los Matacuras, a los Granielitos, a los Homero Simpson y compañía, su trabajo de ataque constante contra la Revolución bolivariana, como ya dijimos, no está basado en la verdad sino en la mentira.

Sin embargo, tampoco se puede tapar el sol con un dedo y ser tan necios, como mucho escuálido disociado, y negar que estos males existen. El proceso revolucionario en estos ocho años ha sido incapaz de solucionar el problema de la inseguridad pública, al igual que varias de las otras lacras endémicas del capitalismo. Cabría entonces preguntarse ¿por qué? Evidentemente no ha sido por falta de recursos ni por falta de voluntad por parte del gobierno. En lo personal creemos que el ministro Jesse Chacón ha puesto lo mejor de sí, desde su punto de vista, en la búsqueda de una solución para esta problemática. Se han elaborado varios planes, incluso actualmente se está desarrollando un proceso para unificar la infinidad de policías que existen en una sola policía federal, acompañado ello con la construcción de nuevas cárceles. Esto, que parece muy novedoso, no es más que la vieja y gastada fórmula represora empleada por la burguesía para enfrentar la delincuencia: más policías y más cárceles. ¿Pero es ésta la forma más adecuada de enfrentar este problema? Pareciera que no, pues hasta ahora los resultados no son muy buenos.

Como sea, la respuesta a estas interrogantes, que también se presentan en las demás carencias de esta sociedad, se trate de la escasez de viviendas, de comida, etc., pareciera ser la misma para todas y se puede resumir en una frase que le oímos alguna vez a Alan Woods: “no se puede curar el cáncer con una aspirina”.

Todas estas lacras se originan de las propias limitaciones y contradicciones del sistema capitalista. La escasez de todo tipo de bienes para la sociedad proviene del carácter egoísta y anárquico de la forma de producción capitalista, y está más que demostrado que el origen de la delincuencia, principalmente, se encuentra en la exclusión social que genera ese mismo sistema capitalista donde un pequeño sector de privilegiados se queda con la mayor parte de la torta dejando unas pocas migajas para las grandes mayorías de la población.

Este sistema, colapsado desde hace ya mucho tiempo, se ha vuelto tan inoperante que cada día necesita generar una mayor injusticia social para poder funcionar. Es como esos viejos carros que consumen grandes cantidades de gasolina y de aceite para continuar andando. Uno de los tantos subproductos, probablemente el más peligroso junto con la contaminación del planeta, que deja el modo de producción capitalista es la delincuencia en todas sus variantes. Entonces, mal podemos solucionar el problema de la delincuencia y la inseguridad o cualquiera de los otros problemas generados por el capitalismo con las melladas herramientas del capitalismo y dentro del propio sistema capitalista. Quien pretenda hacerlo así no es más que un iluso que sólo conseguirá perder el tiempo y el dinero del Estado que se invierte en esos planes y planecitos que surgen y vuelven a surgir una vez que el plan anterior demuestra que no servía para nada.

La necesidad de construir un Estado socialista

Hay que entender de una vez por todas que el socialismo del siglo XXI o del siglo que sea no se puede construir dentro del marco capitalista, con el Estado capitalista, hay que destruir este Estado y construir uno nuevo, esto ya lo dijo Marx hace más de 150 años y continúa hoy más vigente que nunca. El principio de la solución para el problema de la delincuencia y la inseguridad pública, así como para los otros males heredados de la IV República y a los cuales hasta ahora sólo se les ha puesto pañitos tibios, no pasa por generar más policías y cárceles, está en la transformación total del actual Estado capitalista y la construcción de un verdadero Estado socialista. Ya en abril de 1917, caído el régimen zarista y en pleno gobierno de los mencheviques reformistas, Lenin se había paseado por esta problemática, que más tarde trataría más extensamente en “El Estado y la Revolución”, y lo planteó en su trabajo “Las tareas del proletariado en nuestra revolución”, que era un proyecto de plataforma para el partido Bolchevique, allí delineaba el nuevo tipo de Estado que debía brotar de aquella revolución que estaba en curso.

“El tipo más perfecto, más avanzado de Estado burgués es la república democrática parlamentaria. El poder pertenece al parlamento; la máquina del Estado, el aparato y los órganos de gobierno son los usuales: ejército permanente, policía y una burocracia prácticamente inamovible, privilegiada y situada por encima del pueblo.
Pero desde finales del siglo XIX las épocas revolucionarias hacen surgir un tipo superior de Estado democrático; un Estado que, en ciertos aspectos, deja ya de ser, según la expresión de Engels: “no era ya un Estado en el verdadero sentido de la palabra”. Nos referimos al Estado del tipo de la Comuna de París, que sustituye el ejército y la policía, separados del pueblo, con el armamento directo e inmediato del pueblo. En esto reside la esencia de la Comuna, tan calumniada y tan mentirosamente desfigurada por los escritores burgueses…”.

Y en este mismo trabajo, esto era lo que pensaba Lenin del carácter y la función de la policía, tanto en el régimen burgués como el que debería asumir en el nuevo Estado: “… no sólo los proletarios, sino nueve de cada diez campesinos están contra la restauración de la policía, contra la burocracia inamovible y privilegiada y contra el ejército separado del pueblo. Y precisamente es eso, y sólo en eso, estriba el nuevo tipo de Estado.
La sustitución de la policía por la milicia del pueblo es una transformación que se ha derivado de todo el proceso revolucionario y que se está realizando actualmente en la mayoría de los lugares de Rusia. Debemos explicar a las masas que, en la mayoría de las revoluciones burguesas de tipo corriente, esta transformación ha sido muy efímera; que la burguesía, incluso la más democrática y republicana, ha restablecido la vieja policía, separada del pueblo, colocada bajo las órdenes de los elementos burgueses y capaz de oprimir la pueblo por todos los medios.”

Esto último es lo que ha venido ocurriendo con todas las policías, tanto de la IV como de la V república, sólo son aparatos represivos que responden a la burguesía, y esto es tan así que muchas de estas policías participaron directamente en el golpe de estado de abril de 2002. Y continuaba diciendo Lenin: “Sólo hay un medio de impedir la restauración de la policía: crear una milicia popular y fusionarla con el ejército (sustitución del ejército permanente por el armamento de todo el pueblo). A esta milicia deberán pertenecer absolutamente todos los ciudadanos y ciudadanas, desde los quince hasta los sesenta y cinco años …”

Muchos pseudorevolucionarios plantean que las masas no están preparadas para avanzar de una vez hacia el socialismo, que no están listas para gobernar y tomar decisiones, y con ello justifican la permanencia de la actual estructura del Estado capitalista al cual, según ellos, habría que ir transformando poco a poco. También Lenin tuvo que enfrentarse a estos especimenes: “Suele objetarse que el pueblo ruso no está preparado todavía para “implantar” la Comuna. Es el mismo argumento que empleaban los feudales, cuando decían que los campesinos no estaban preparados para la libertad. La Comuna, es decir, los soviets de diputados obreros y campesinos, no “implanta”, no se propone “implantar” ni debe implantar ninguna transformación que no esté ya perfectamente madura en la realidad económica y en la conciencia de la inmensa mayoría del pueblo”.Y más adelante agregaba: “Cuanto más rápidamente nos desembaracemos de los viejos prejuicios del pseudomarxismo, del marxismo desnaturalizado por el señor Plejánov, Kautsky y compañía, cuanto más celosamente ayudemos al pueblo a crear sin demora y por doquier sóviets de diputados obreros y campesinos, a que éstos se hagan cargo de toda la vida pública, más fácil le resultará al pueblo pronunciarse a favor de la República de los Sóviets de Diputados Obreros y Campesinos…”, o lo que es lo mismo, de la República socialista que necesitamos y debemos construir en Venezuela para terminar de consolidar el actual proceso revolucionario bolivariano.

Impulsar los Consejos Comunales pero dándoles real poder de decisión y administración para que terminen de desplazar a las arcaicas y corruptas alcaldías capitalistas y asuman, entre otras, la función de la seguridad pública a través de milicias populares que les respondan directamente; impulsar el control y la administración obrera de las empresas, tanto de las que ya están expropiadas como de las que deben ser expropiadas y que conforman la actual banca y los medios de producción todavía en manos de los capitalistas; impulsar una verdadera y masiva expropiación de los terratenientes. Sólo con estas medidas, que no son otra cosa que hacer realidad lo que viene predicando desde hace un tiempo el presidente Chávez con aquello de “darle poder a los pobres”, o lo que es lo mismo, de darle el poder al pueblo, es que se comenzará a construir el Estado socialista, obrero y proletario, dentro del que sí será posible acabar con todas las lacras heredadas del capitalismo tales como la falta de viviendas, de escasez de alimentos y de otros bienes, de burocratismo, de desempleo, de inseguridad, etc., acabar con la injusticia social y avanzar hacia la verdadera libertad del ser humano. Todo lo demás sólo será, como decíamos antes, tratar de curar el cáncer con aspirinas

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