Más allá de la visión idealizada de Alemania que nos presenta la propaganda capitalista, la realidad es que tanto la crisis como sus consecuencias en la lucha de clases han llegado, también aquí, para quedarse. Hasta tal punto que en el país se ha puesto de moda un nuevo término: Streikrepublik, la República de la Huelga.

En lo que llevamos de 2015 ha habido huelgas en el metal, del personal de seguridad de los aeropuertos, de los pilotos de Lufthansa y Germanwings, de los trabajadores de Amazon, Postbank, Correos y Prosegur, de los maquinistas de la Deutsche Bahn y, las últimas en incorporarse a la lucha, han sido las trabajadoras de las guarderías. Según el Instituto de la Economía Alemana (IW), en los primeros cinco meses del año se han acumulado más de 350.000 días de huelga, más del doble que en todo el año pasado, y para final de año prevé que se supere el pico que hubo en 2006, la cifra más alta desde principios de los años 90, tras la caída del muro. Además, en sectores importantes se han dado huelgas indefinidas, reflejando la radicalización que se ha producido.

La mayor huelga ferroviaria de la historia alemana

Los maquinistas de la empresa de transporte Deutsche Bahn llevan nueve meses en una lucha que acumula más de once huelgas, la última indefinida. Sus reivindicaciones son: incremento salarial del 5%, reducción de 39 a 37 horas/semana, limitación del número máximo de horas extra mensuales y unificación bajo un convenio único de todos los trabajadores ferroviarios (maquinistas, revisores,…). El nivel de explotación que sufren es enorme, el peso de las bonificaciones en la composición de los salarios es tan grande que les obliga a realizar muchos turnos (de 10 horas en cercanías y en el resto de 14) y numerosas horas extra.
El impacto de la huelga sobre la economía alemana está siendo colosal. No sólo para DB, las estimaciones más bajas hablan de 500 millones de euros de pérdidas, también para grandes multinacionales como BASF o Daimler que se ven afectadas por los retrasos en los trenes que transportan los componentes y materias primas que necesitan para realizar sus productos. De hecho, la burguesía alemana ya se ha puesto manos a la obra para intentar derrotar la huelga. Al lamentable papel que está jugando el sindicato mayoritario (EVG), que no convoca la huelga, se suman todos los partidos políticos (a excepción de Die Linke) y los medios de comunicación, que acusan al Sindicato de Maquinistas Alemanes (GDL), convocante de la huelga, de irresponsable.
Finalmente, el 21 de mayo se llegó a un acuerdo para resolver la lucha mediante un proceso de arbitraje. Aparentemente la burguesía ha avanzado en su objetivo, pero no se puede descartar que el proceso de arbitraje (que finaliza a mediados de junio) no resuelva nada y la lucha continúe. En todo caso, en este contexto, todo acuerdo que no mejore las condiciones laborales sentará las bases para que en el futuro se reabra la lucha.

Correos y guarderías se incorporan a la lucha

Además, los días 1 y 2 de abril, en el contexto de la negociación colectiva, comenzó la lucha de los 140.000 trabajadores de Correos. Tras su privatización en 2008 se creó la filial Delivery, en la que no se cumplen las condiciones laborales de Correos sino las del sector logístico, lo que se traduce en salarios un 35% menores, mayor flexibilidad de horarios y más facilidad para ejecutar despidos. Además, a todos los trabajadores que no son fijos los están pasando a dicha filial. Los trabajadores reivindican una reducción de la jornada a 36 horas semanales sin reducción de sueldo y denuncian que la empresa ha incrementado un 58% sus beneficios, desde su privatización.
El 11 de mayo también comenzaba una huelga indefinida por parte de las trabajadoras de las guarderías municipales, que afecta a unas 240.000 educadoras y trabajadoras sociales, y que fue apoyada por el 93,4% de los miembros del sindicato convocante Ver.di. Las trabajadoras, en lucha desde finales de marzo, reivindican un aumento salarial del 10% en un sector donde abundan la flexibilidad de horarios, la precariedad (la tercera parte tienen contratos a tiempo parcial) y los escasos derechos laborales. A corto plazo es muy probable que estalle una huelga de los maestros bajo el lema “a igual trabajo, igual salario”.
Es muy significativo que estas luchas estén dirigidas por el sindicato Ver.di, cuya dirección no se caracteriza precisamente por su combatividad. Lo que está ocurriendo es que las empresas no quieren negociar (a pesar de los intentos desesperados de los sindicatos por mantener la paz social) y tratan de imponer sus condiciones sin el aval sindical, lo cual está obligando a los burócratas a mostrarse más combativos para no perder a sus bases.
Un buen termómetro para medir el aumento de las luchas sindicales, y el miedo que esto provoca en la burguesía, es la ley Tarifeinheitsgesetz, según la cual sólo se reconocería a un único sindicato por empresa. Con esto pretenden introducir una nueva traba a las muchas que ya existen (mediadores, tribunales que deciden sobre la legalidad y la proporcionalidad de las medidas aplicadas por los trabajadores, etc.) para la movilización de los trabajadores; de hecho, con esta ley en vigor la lucha de los maquinistas ferroviarios sería ilegal.

Empobrecimiento y desigualdad social crecientes

Pero por más que legislen y que repriman no van a conseguir frenar el aumento de las huelgas ni de las luchas en general. Porque la clave para entender la transformación de la Bundesrepublik en la Streikrepublik es la realidad que cada día padecen los trabajadores alemanes, y que se puede resumir en que Alemania es un país que paga bajos salarios.
En la última década los salarios han caído un 0,8%, hay 7,4 millones de trabajadores con minijobs —contratos de 15 horas semanales con remuneración máxima de 450 euros al mes—, el 15,5% de los alemanes (el dato más alto desde que se tiene registro) vive un 60% por debajo de la renta media del país (unos 1.000 euros al mes para una pareja con dos hijos), el 30% de los jubilados recibe una pensión de 688 euros al mes, el 20% de la población no puede usar la calefacción y a finales de 2013 había 3,1 millones de pobres (un 25% más que en 2008).
Lo peor para la burguesía es que esta situación es todo lo que pueden ofrecer. La crisis de sobreproducción también se está expresando en Alemania. El dato que evidencia esto de forma más descarnada es el colapso de la productividad: de un crecimiento medio del PIB por hora trabajada del 1,6% durante 1995-2005 se ha pasado a tan sólo el 0,5% en 2012, y prácticamente cero en 2014. La caída de la productividad es un reflejo directo de la caída en la inversión productiva como consecuencia de la escasa demanda.
Lo que está sucediendo en Alemania prueba que los trabajadores del “norte” tienen muchísimo en común con los trabajadores del “sur”, y que la lucha en Europa no es una cuestión geográfica sino de clase: la de los trabajadores unidos de todos los países contra el capitalismo.


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