Los marxistas defendemos día a día los intereses generales de la clase obrera. Dentro de esta orientación general, es esencial discernir cuáles son las medidas en relación con la naturaleza y el medio ambiente que interesan objetivamente al desarrollo político y material de nuestra clase, y hacer de su defensa nuestra bandera, una más en la lucha contra la sociedad capitalista. Por este motivo desde El Militante comenzamos la publicación de una serie dedicada a los conflictos medioambientales, aportando un punto de vista de clase y revolucionario en un asunto de importancia trascendental para el presente y el futuro de la humanidad.

Dios versus materia

Los marxistas somos materialistas y eso supone aborrecer todo tipo de superstición religiosa. El papel que la religión reserva a Dios, el marxismo se lo atribuye a la materia, verdadero punto de partida de la vida. La materia y su transformación, su cambio permanente, sus distintas manifestaciones, dan forma tanto a una piedra como a un cerebro humano. La realidad material y sus reflejos en la naturaleza y en la vida del hombre, en su organización económica, social, política y cultural, constituyen el eje sobre el que pivota todo el armazón teórico de la teoría marxista, el materialismo dialéctico.
Pero para los marxistas la materia no es un concepto abstracto, la materia es el propio hombre y todo lo que le rodea. El género humano es un producto del desarrollo de la materia como cualquier otro elemento de la vida real. El hombre surge en un entorno del que forma parte: la naturaleza. La humanidad nace y se desarrolla en relación con otros elementos materiales o naturales, no como algo ideal, puro, superior y al margen de todo lo que le rodea, al modo religioso.

La lucha del hombre por el dominio de la naturaleza

La raza humana no habría podido evolucionar si no hubiera sido capaz de dominar el medio en el que vive: la naturaleza. Los medios de producción no son otra cosa que la utilización y transformación de los elementos que forman parte de la naturaleza. De las herramientas primitivas a los modernos medios de producción y las tecnologías más punteras, de los primeros conocimientos básicos al incesante desarrollo científico de nuestros días, todo es producto del estudio y transformación de la naturaleza. De ahí que el ser humano dependa en todos los aspectos de su existencia del medio natural en el que habita. Sin agua, sin materias primas, sin recursos minerales, sin la luz y el calor del sol, sin los ríos y los mares, la humanidad no sería posible ni concebible.
El ser humano destaca sobre el resto de los seres vivos por su capacidad para transformar la naturaleza mediante su trabajo, el trabajo humano, de ahí su superioridad sobre el resto de los seres vivos y de ahí la razón que explica el éxito de la humanidad; por ello, la existencia del género humano está indisolublemente ligada a la naturaleza.

Los recursos naturales en la sociedad de clases

La división de la sociedad humana en clases tuvo también un fuerte impacto en la relación del hombre con la naturaleza, y precisamente el surgimiento de las clases sociales es, en definitiva, la expresión de la lucha de los hombres por la apropiación de la naturaleza, por el reparto de los productos naturales y de su transformación mediante el trabajo humano, esto es, por la actividad lúcida y consciente del hombre. En la medida en que la actividad del hombre, su trabajo, se realiza sobre los recursos que proporciona la naturaleza, la lucha de los hombres por su apropiación, la lucha de clases, se proyecta sobre ella de manera directa.
Hoy en día la naturaleza ya no se explica si no es por su relación con el hombre. La actividad humana ha alcanzado tal grado de desarrollo que domina globalmente todo el planeta Tierra. La naturaleza es el producto de la transformación del hombre a lo largo de toda la humanidad. Los bosques, los ríos, las montañas, la fauna y la flora hoy día tienen la marca indeleble del ser humano. El dominio de la naturaleza por el género humano es tan omnipotente que todo lo que existe sobre la faz de la Tierra depende del hombre. Incluso la propia existencia del planeta depende hoy día de la voluntad del ser humano.
Si un determinado mineral o materia prima se agota, si un río se contamina, si la temperatura global asciende dos grados a consecuencia del aumento de las partículas de carbono, si se produce un aprovechamiento de la energía eólica o si se instala una central nuclear, es porque el hombre decide sobre el medio, lo utiliza plenamente para sus intereses, en definitiva, para sus intereses de clase.
En la moderna sociedad capitalista, la clase trabajadora produce mediante su trabajo las mercancías que constituyen la riqueza de la sociedad, es la mano de los obreros la que transforma los recursos naturales en producción de mercancías. La burguesía se apropia del trabajo de la clase obrera pero también previamente de los recursos naturales que son empleados por esta para la producción de mercancías y servicios. Incluso entre la propia clase dominante se da una lucha sin cuartel, una competencia despiadada, por la apropiación de estos recursos naturales esenciales para seguir produciendo.

La defensa del medio ambiente como parte de la lucha por el socialismo

La clase trabajadora, en la lucha por su emancipación, no solo está interesada en la transformación de la sociedad capitalista en una sociedad socialista sin diferencias de clase, también quiere conservar el medio ambiente, la naturaleza, de la mejor manera posible, porque es la fuente de toda su riqueza y bienestar. La naturaleza dota a la clase trabajadora de los recursos que le permiten seguir produciendo, por eso existe un interés directo de clase en su protección, en su uso racional y renovable, en su transformación armónica, no destructiva. Para la clase trabajadora, el futuro de la humanidad, la sociedad socialista del mañana, dependerá de la propia naturaleza, de su relación con ella, de ahí el interés objetivo, el interés revolucionario, por garantizar las mejores condiciones naturales posibles para que la sociedad del futuro, para que el socialismo no sea una quimera sobre un mundo devastado.
La lucha contra el cambio climático y la contaminación del aire, de los ríos, mares y océanos, la defensa de la explotación racional de los recursos mineros y naturales, la utilización de técnicas conservacionistas del medio natural, la dotación de recursos por las administraciones públicas para la lucha contra los incendios forestales y contra la desertización, la utilización de energías renovables no contaminantes, la gestión pública del agua…, son parte de la lucha de la clase trabajadora por una sociedad socialista. La apropiación del medio ambiente por la clase dominante supone que las condiciones de vida de la clase trabajadora se deterioran inevitablemente. Los barrios obreros son los más insalubres, los más contaminados, los que sufren el mayor impacto de las infraestructuras contaminantes. El acceso a los mejores espacios naturales, los de mayor belleza y mejor conservación están reservados para uso exclusivo de la clase dominante.
El capitalismo es un sistema social depredador, responsable del expolio y destrucción de la naturaleza. Por eso, la lucha por preservar el medio ambiente de esta depredación va indisolublemente ligada a la lucha cotidiana de la clase trabajadora en la defensa de sus intereses y por el socialismo. Tal como señaló Engels: “Con la toma de posesión de los medios de producción por la sociedad se elimina la producción mercantil y, con ella, el dominio del producto sobre el productor. La anarquía en el seno de la producción social se sustituye por la organización consciente y planeada. Termina la lucha por la existencia individual. Sólo entonces el hombre se separa definitivamente, en cierto sentido, del reino animal, y pasa de las condiciones de existencia animales a otras realmente humanas. El cerco de las condiciones de existencia que hasta ahora dominó a los hombres cae ahora bajo el dominio y el control de estos, los cuales se hacen por vez primera conscientes y dueños reales de la naturaleza, en la medida en que se hacen dueños de su propia organización social (…) Es el salto de la humanidad desde el reino de la necesidad al reino de la libertad”*.

* Federico Engels, Anti-Dühring, Fundación Federico Engels. Madrid, 2014, p. 379.


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