La planta académica de la UNAM está constituida por 38,678 de académicos. De estos, 58.7% son de asignatura, 13.9% de carrera, 6.3 investigadores de carrera, 10% técnicos académicos y 9.6% ayudantes. De todos estos, se podría decir que solamente los profesores e investigadores de carrera tienen una situación de contratación (con prestaciones y jubilación) relativamente dignas, ¡sólo el 20% de los académicos de la UNAM! El resto se encuentra en situaciones inestables de contratación temporal por semestre, sin acceso a prestaciones, con salarios de hambre (e incluso sin salario) y sometidos a incontables irregularidades en concursos que les impiden año tras año acceder a una plaza de carrera que les vuelva parte del 20% con relativa estabilidad laboral. Esto quiere decir que el 80% de la carga de mantener el desarrollo de nuestra máxima casa de estudio en sus funciones fundamentales que son la enseñanza, la educación y la difusión del conocimiento recae sobre académicos en condiciones de contratación completamente precarias.

El caso más dramático de esta situación lo podemos ver con los académicos de asignatura. Originalmente, esta figura está pensada para profesores que, a diferencia de los profesores de carrera, no se dedican de tiempo completo a la enseñanza y que solamente cubren algunas horas de clase a la semana. Evidentemente, en vista de lo anterior, este tipo de profesores tienen un salario y acceso de prestaciones proporcional a la supuesta participación parcial en la enseñanza. La cuestión es que, como vimos, este tipo de profesores constituyen el 60% de la planta académica de la UNAM ¡y también el 80% de los profesores de la UNAM! Esta capa de profesores es básicamente la que lleva toda la carga docente en la UNAM. La mayor parte de estos profesores de hecho se dedican de tiempo completo a la docencia, tanto en nivel medio superior como superior. Así pues, los profesores que de hecho llevan en su lomo la carga académica de nuestra máxima casa de estudios son los que están en una situación laboral más endeble. Muchos trabajan con contratos por semestre, sin saber si se les volverá a dar clases o con cuantas horas contarán al semestre siguiente. Incluso, este tipo de profesores con contrato por semestre tienen incluso en entredicho que de hecho generen legalmente relaciones laborales con la UNAM por lo corto de sus contratos. Algunos profesores han conseguido la definitividad en alguna materia, cosa que implica que tienen la seguridad de que al menos esa materia la impartirán semestre con semestre. Pero de cualquier modo, tanto los profesores de asignatura que cuentan con definitividad como los que no están sometidos a la misma falta de prestaciones y al mismo salario de hambre.

Dentro de esta significativa capa de profesores ha sido constante la falta de concursos e irregularidades en los mismos que les impide pugnar por una plaza de carrera que les de cierta seguridad laboral. Pero este problema de exclusión se ha visto exacerbado y “legitimado” por las autoridades universitarias con el “Subprograma de Incorporación de Jóvenes Académicos de Carrera a la UNAM” aparecido el 11 de noviembre del 2013 que estipula que será requisito para concursar por plazas de carrera no solamente la experiencia, las publicaciones y los grados académicos sino, además, no tener más de 37 años en el caso de los hombres y 39 años en el caso de las mujeres. Este criterio lo que hace es excluir a los profesores de asignatura que durante años han impulsado el trabajo académico en la UNAM llevándola a ser una de las mejores universidades del mundo. Todos esos profesores que han dedicado más de una década de su vida a la labor académica quedarían excluidos de la posibilidad de acceder a una plaza de carrera. Viéndose forzados o a seguir el resto de su vida con el contrato precario de un profesor de asignatura o a dejar nuestra máxima casa de estudios.

Frente a este programa que precariza y denigra la labor de la mayor parte de los académicos de la UNAM, los profesores han levantado la voz de una forma histórica constituyendo la Asamblea del Personal Académico para salir a luchar en defensa de sus derechos y la dignidad de su trabajo. Esta organización busca contrarrestar la desorganización del gremio cuyo “sindicato”, el APPAUNAM, no es más que una organización de la patronal; y ya que no se han encontrado tampoco en el STUNAM condiciones para defender sus derechos. Si bien el primer punto de su lucha es la derogación del antes mencionado subprograma, lo que esta lucha ha puesto de manifiesto son las incontables irregularidades y la necesidad de luchar por la dignificación del trabajo académico y la calidad de la educación pública en la UNAM. Esto se muestra en que la Asamblea exige también el retiro digno, la regularización de la condición laboral de todo el personal y la ampliación de la matrícula.

Si bien la lucha de los profesores de asignatura es hoy apremiante, es necesario plantearnos desde la Asamblea del Personal Académico agrupar a todo el personal académico en una sola lucha por la dignificación de todo el trabajo académico: basificación, salarios digno, prestaciones y retiro digno para todos los académicos de la UNAM. Hoy por ejemplo, a la vez que se desarrolla la lucha de los profesores de asignatura los ayudantes enfrentan la desaparición de su tipo de trabajo de los reglamentos de la UNAM.

Es necesario agrupar la fuerza de todo el personal académico para luchar junto con trabajadores administrativos y estudiantes por la dignificación del trabajo y la defensa de la educación pública. Sólo golpeando juntos al mismo día y la misma hora podremos hacer que rectoría reconozca nuestro derecho. Si los académicos no se organizan para defender su trabajo, la educación pública pende de un hilo.

Un académico, una plaza con prestaciones

A construir la Asamblea del Personal Académico en cada uno de nuestros centros de trabajo


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